Arturo Figueroa trabaja en una tienda departamental en la Ciudad de México. En un día normal, pasa hasta ocho horas de pie atendiendo el área de electrónica. Menciona que “de repente sí se cansa uno”, por lo que hay momentos en los que se recarga en los muebles, pero tiene que levantarse, porque “es una mala imagen”. Cuando se le preguntó si conocía la iniciativa de la Ley Silla, dijo que sabía muy poco al respecto.
El empleado narró a El Sabueso que a veces el nivel de agotamiento es alto y aprovecha para sentarse algunos minutos en el establecimiento cuando no hay gente. Además, otro método que utilizan, él y algunos de sus compañeros, es ir a la bodega para descansar, ya que, señaló, cerca se encuentra el área de recursos humanos donde hay sillas.
“Sí ayuda (sentarse), ya después de estar parado tanto tiempo, pues sí se agradece. En el caso de nosotros, damos imagen a la parte de estar al frente atendiendo al cliente, yo creo que dependiendo el área o la zona donde se ponga la silla para poder descansar un rato. Normalmente, uno llega a la tienda y esperas a que alguien te informe”, indicó Arturo Figueroa.
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Al asesor de ventas le parece bien que se pretenda prohibir que trabajadores permanezcan de pie durante toda la jornada, aunque destacó que, si llegara a ponerse en marcha esta reforma, debe llevarse a cabo de la manera adecuada y respetar las reglas entre el equipo.
Recientemente, la Ley Silla fue avalada por el Senado de la República y pasó a la Cámara de Diputados para su análisis. Para que entre en vigor, tiene que ser aprobada por ésta última, además de su publicación en el Diario Oficial de la Federación (DOF).
La propuesta de la Ley Silla, encabezada por Patricia Mercado, senadora de Movimiento Ciudadano (MC), pretende regular el trabajo de pie durante jornadas largas con la modificación de los artículos 132 fracción V, 133 fracción XVIII, 422, y 423 fracciones I, V, VIII y X, de la Ley Federal del Trabajo (LFT).
Rodrigo Cordera Thacker, integrante del Consejo Nacional de MC y uno de los principales impulsores de la Ley Silla, señaló en entrevista para este medio que se busca acabar con la prohibición de tomar asiento, que nadie puede estar obligado a permanecer ocho horas de pie, sin descanso o sin silla.
“Si lo quieren ver ellos por la productividad, por la estética de un lugar, no tiene justificación alguna. Una explotación silenciosa, le he nombrado”, expuso.
El también delegado de la Fundación Lázaro Cárdenas en la capital explicó que fue llamada Ley Silla en honor a los movimientos obreros y laboristas del siglo pasado en Argentina y Chile, que lucharon por condiciones dignas y el derecho al descanso en el trabajo.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el permanecer mucho tiempo de pie puede provocar dolores de espalda, inflamación de las piernas, problemas de circulación sanguínea, llagas en los pies y cansancio muscular, por lo cual se debe facilitar al empleado un asiento o taburete para que pueda sentarse en intervalos periódicos.
Cordera Thacker contó que Patricia Mercado negoció para que, a partir de que la iniciativa se apruebe en San Lázaro y la firme el Presidente, el sector empresarial tenga 180 días para hacer presupuestos, adecuar sus instalaciones con sillas y empezar a generar los nuevos reglamentos de trabajo que incluyan este período de descanso.
“Esa fue la negociación, 180 días, a mí me parece demasiado, pero bueno, en democracia no se gana todo ni se pierde todo. Entonces vamos a ir avanzando para ver qué pasa en la Cámara de Diputados”, dijo.
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Según el dictamen de la Ley Silla, el incumplimiento de las obligaciones a las que se refieren los artículos 132 fracción V, 133 fracción XVIII y 423 fracción V se sancionará con una multa por el equivalente de 250 a 2500 veces la Unidad de Medida y Actualización (UMA), es decir, de 27 mil 142.5 a 271 mil 425 pesos. En caso de reincidencia, se ordenaría la suspensión temporal de las actividades.
Es importante señalar que, por tratarse de una reforma federal, aplicaría en todo el país; sin embargo, únicamente a trabajadores del sector privado regulados por la Ley Federal del Trabajo. Empleados informales, así como del sector público y gobierno, quedarían exentos de la medida.
“Va a aplicar a todo el sector privado de la república. Para el sector público se necesitan otros cambios jurídicos y que, de hecho, se plantearon en las discusiones, pero sería otra reforma.
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Guardias de seguridad, cajeros y cajeras, personal de tiendas departamentales, de tiendas de supermercado. En especial a casi todo mundo que tenga un trabajo en funciones, que digo trabajos formales, que estén inscritos en Hacienda; todos van a poder tener acceso a una silla o asiento”, detalló Cordera Thacker.
El artículo 132, en el dictamen de la Ley Silla, específica que los patrones están obligados a proveer número suficiente de asientos con respaldo a las personas trabajadoras en los sectores de servicios, comercio y análogos, es decir, en tiendas departamentales, supermercados, hoteles, restaurantes, entre otros.
Esta disposición solo podrá limitarse cuando la naturaleza del trabajo implique riesgos a la seguridad e integridad a los empleados derivados de tomar asiento durante el desarrollo de la función laboral.
Mientras que en los artículos reformados 133, 422 y 423 se detalla que queda prohibido obligar a los empleados permanecer de pie durante toda la jornada laboral. Puntualiza que el reglamento interior del trabajo, el cual debe contener períodos de descanso, es un conjunto de disposiciones obligatorias tanto para trabajadores y patrones.
Así quedarían los artículos reformados:
V. Proveer el número suficiente de asientos o sillas con respaldo a disposición de todas las personas trabajadoras en los sectores de servicios, comercio y análogos, tanto para la ejecución de sus funciones como para el descanso periódico durante la jornada laboral.
Esta disposición solo podrá limitarse cuando la naturaleza del trabajo implique riesgos a la seguridad e integridad de las personas trabajadoras derivados de tomar asiento durante el desarrollo de la función laboral.
XVIII. Obligar a las personas trabajadoras a permanecer de pie durante la totalidad de la jornada laboral y, en el caso de funciones incompatibles, prohibirles tomar asiento periódicamente durante el desarrollo de sus funciones.
Reglamento interior de trabajo es el conjunto de disposiciones obligatorias para personas trabajadoras y empleadoras en el desarrollo de los trabajos en una empresa o establecimiento.
I. Horas de entrada y salida de los trabajadores, tiempo destinado para las comidas y períodos obligatorios de reposo durante la jornada.
V. Normas que regulen el derecho de las personas trabajadoras para usar los asientos o sillas con respaldo durante la jornada laboral, de conformidad con lo previsto por el artículo 132, fracción V.
VIII. Tiempo y forma en que las personas trabajadoras deben someterse a los exámenes médicos, previos o periódicos, y a las medidas profilácticas que dicten las autoridades.
X. Disposiciones disciplinarias y procedimientos para su aplicación. La suspensión en el trabajo, como medida disciplinaria, no podrá exceder de ocho días. La persona trabajadora tendrá derecho a ser oído antes de que se aplique la sanción.
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Con 2 mil 226 horas al año por cada empleado, México es uno de los países que más tiempo dedica al trabajo, indica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) en un reporte de 2022; la cifra está por encima de Costa Rica, Chile, Corea, Estados Unidos, Japón y más.
En cuanto a reformas laborables en el país, la Ley Silla no es la única que se encuentra en espera, ya que también están pendientes la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas, el proyecto para duplicar de 15 a 30 días el aguinaldo y el incremento a la prima de antigüedad de 12 a 15 días de salario por cada año laborado, por mencionar algunas.
El expresidente uruguayo sobre sus tiempos de guerrillero, su fuga de una prisión por un túnel, cómo conoció a su esposa, la tortura y el retorno a la libertad.
José Mujica escuchó con buen humor las disculpas: la entrevista se extendió por casi dos horas, bastante más tiempo de lo previsto.
“Yo no tengo la culpa si tuve una vida que es una novela”, comentó luego, con una leve sonrisa cómplice.
La charla transcurrió el 7 de abril de 2023, un día soleado del otoño austral.
Mujica estaba dentro de un pequeño cuarto precario instalado frente a su casa en la zona rural de Montevideo, un lugar donde abundan el aire limpio, los cantos de pájaros y los ladridos de perros.
Con 87 años de edad entonces, Mujica rememoró para el podcast Witness History de BBC World Service varias etapas de su vida, todas previas a ser electo presidente de Uruguay en 2009 y volverse una figura reconocida de la izquierda latinoamericana a nivel internacional.
Los recuerdos incluyeron sus años de lucha armada en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), la guerrilla urbana uruguaya que en las décadas de 1960 y 1970 practicó asaltos, secuestros y ejecuciones influida por la revolución cubana y el socialismo.
En aquel tiempo los tupamaros usaban la violencia contra un gobierno constitucional, por lo que muchos los responsabilizan por el espiral de violencia que condujo al golpe de Estado militar de 1973, aunque según Mujica había en Uruguay una “democracia enferma” que reprimía cada vez más e iba hacia una dictadura inevitable como en otros países en la región.
El hombre apodado “Pepe” también sostuvo que nunca llegó a matar a alguien. “Yo no tengo ningún asesinato. De pura casualidad, pero no tengo ninguno”, dijo durante la entrevista.
Narró episodios como su fuga con otros 105 tupamaros y algunos presos comunes de la cárcel montevideana de Punta Carretas en 1971 por un túnel, un hecho impactante que llevó al gobierno a transferir de la policía a los militares el comando del combate a la guerrilla.
También se refirió a su período más largo y duro en prisión, así como al recuerdo de su primer encuentro con Lucía Topolansky, quien mucho después se volvería su esposa y en 2010 lo investiría como presidente por ser la senadora más votada, una vieja tradición en Uruguay.
Lo que sigue es un resumen de cinco de esos momentos en la vida de Mujica, relatados por él mismo, junto a un pedido que indicó para su muerte.
En esa época yo era el jefe militar de una columna (del MLN-T). Estábamos preparando una operación que al final se hizo legendaria.
Había un grupo económico en Uruguay que guardaba riqueza clandestinamente para eludir impuestos. Tenía reservas en monedas de oro, libras esterlinas… Teníamos la información y estábamos preparando esa operación (para robarlo).
Estábamos en un café con compañeros legales, que no eran clandestinos. Llegó una patrulla y ahí anduvimos a los tiros. Traté de resistir y recibí algunos balazos en el suelo a causa de los cuales perdí el bazo, me hirieron el páncreas y fui a dar a un hospital militar que estaba muy cerca.
Me operaron. Y yo no sabía nada: el que me operó era un médico compañero que yo ni conocía. Fue una desgracia con suerte.
La primera fuga, que se llamó “El Abuso”, está precedida por un montón de intentos.
La idea era que los compañeros de afuera de la cárcel hicieran un túnel hacia adentro. Pero tuvo enormes inconvenientes que causaron alarmas y la hicieron peligrar.
En esas condiciones surgió la idea de intentar un túnel de adentro de la cárcel hacia afuera. Pero había que solucionar una multitud de problemas. Uno de ellos: ¿cómo agujerear las paredes en una cárcel vieja de ladrillos enormes, muy duros?
Nos enteramos por los presos comunes que las paredes se serruchan con una cadena. Hicimos un primer ensayo en la celda en que yo estaba con otros compañeros. Robamos una cadena de los baños, hicimos un agujerito de un lado al otro y empezamos a serruchar. Pero las cadenas no resistían. Entonces decidimos cortar por la mezcla, el material más blando, con los alambres de las camas.
Mediante sobornos, convencimos a algunas autoridades para que las requisas fueran una mirada desde afuera y nada más.
Estábamos en un piso arriba y el piso de más abajo era de presos comunes. Necesitábamos atravesar las paredes de tal manera que se sacaban unos paneles cuadrados y se ponían.
Hacíamos entrar portland blanco (un tipo de cemento) entreverado con harina. Con eso hacíamos un revoque que después ensuciábamos con café y yerba, para que quedara con la impresión general que tenían las celdas. Entonces estábamos en condiciones de sacar los pedazos y comunicarnos.
Habíamos logrado convencer a un preso común que estaba abajo, a partir de cuya celda íbamos a iniciar el túnel hacia afuera, con la promesa de que cuando lográramos la libertad también lo íbamos a llevar. Y así fue.
Fue una obra que llevó más de un mes. Organizamos a los compañeros más fuertes para que fueran haciendo el túnel. Tuvimos que solucionar el problema del aire con unos fuelles que fabricamos.
Cuando llegamos al cimiento había que bajar más y ahí nos encontramos con un pedazo de roca que nos trancó. El plan estuvo a punto de fracasar, pero logramos superarlo. Y atravesamos la calle.
Sacábamos la tierra en bolsitas y la íbamos poniendo debajo de las camas. Quedamos casi atorados de tierra, pero disimulamos.
Pudimos aprontar la infraestructura para una noche determinada en la que los compañeros tenían que ocupar las casas de enfrente, por donde íbamos a salir.
Teníamos algunos compañeros que eran ingenieros que inventaron un aparato para podernos guiar bajo tierra. Le erramos por un metro más o menos al lugar por donde teníamos que salir.
Los compañeros que ocuparon la casa, con un estetoscopio, averiguaban los golpes.
Estábamos contentos, pero muy preocupados. Esto estuvo acompañado con una fiesta que hicieron otros compañeros en una parroquia que había al lado, con baile y todo, que distraía.
Paralelamente en otro extremo de la ciudad, en La Teja, los compañeros que estaban afuera hicieron una cantidad de operaciones que tenían la función de tratar de llevar el aparato policial hacia los disturbios, para que hubiera menos capacidad represiva en la zona donde estábamos.
Salimos en dos camiones que se habían conseguido en una barraca.
A mi esposa la conocí la noche que nos escapamos de la cárcel. Ella estaba con la gente que apoyaba desde afuera. Habían ocupado una de las casas en las cuales nosotros emergimos de abajo de la tierra para salir de la cárcel luego de haber hecho el túnel.
La vi casi accidentalmente y seguimos la vida.
Era una estudiante avanzada de arquitectura que trabajaba en una financiera paralela de un banco. Era muy bonita y joven.
Dentro de los trabajos que tenía en la financiera, la mandaban con un bolso de dinero a algunas avionetas que paraban en Carrasco. Era un negocio de economía financiera clandestina. Y decidió denunciarlo.
Pero el banco estaba muy conectado a los intereses de un ministro de Economía de la época. Se dio cuenta que los recursos legales que se podían hacer iban a fracasar y decidió pasarle la información a los tupamaros.
Unos compañeros fueron a esa oficina. Se llevaron un montón de documentación e hicieron la denuncia pública. Los dueños de la financiera no tuvieron mejor idea que hacer un incendio para tratar de disimular la cosa. Fue un escándalo.
Yo fui preso de vuelta y me volví a escapar. Esta segunda fuga fue al revés: un túnel de afuera hacia adentro.
Y nos encontramos una noche en que andábamos muy perseguidos. Yo ocupaba un cargo de relativa dirección y ella tenía contactos con parte del aparato clandestino.
Los humanos, aunque no lo sabemos, cuando vivimos una atmósfera de peligro donde está en juego a cada paso la libertad y la vida, nos aferramos al amor porque la naturaleza biológica nos lo impone.
Y nos juntamos una noche, en la costa de un arroyo.
Estuve en una especie de sótano muy húmedo en un cuartel de (la ciudad de) Paso de los Toros años después, cuando ya habían dado el golpe de Estado los militares.
Recuerdo que mantenía seis, siete ranitas en el calabozo. Les ponía un vasito con agua, para que se bañaran. Ranitas de zarzal.
Allí fue donde registré que las hormigas gritan cuando tú las agarras y las pones en el tímpano de la oreja.
Era como un corredor largo. En la parte de adelante siempre había un guardia, que caminaba de un lado al otro. Una larga escalera salía a un lugar donde estaba la guardia de soldados. Cuando había que ir al baño teníamos que llamar y nos llevaban.
En esa época, cada siete u ocho meses nos cambiaban de cuartel. Aprendimos una cosa: siempre se puede estar peor. Yo estuve siete años sin poder leer, sin libros, sin nada.
Muchos plantones y torturas varias al principio. Todo es relativo.
Por ejemplo, en el cuartel de Minas, cuando me sacaron de la cárcel y empezaron el peregrinaje por los cuarteles, estuve seis meses atado con alambre, esposado atrás. Tenía que pasar el día sentado en un banquito contra la puerta, en un calabozo.
Ahí me enteré que estaba cayendo Saigón en la guerra de Vietnam.
Yo salí en la primera tanda de compañeros, dos días antes, porque los que no tenían delitos de sangre salimos primero.
Pero salí con una misión: tenía que conseguir un local para que nos pudiéramos juntar. Y así fue.
Fui a mi casa, le di un abrazo a mi madre y salí inmediatamente a conseguir ese local. Logramos un convento en el cual nos juntamos y estuvimos casi un mes, donde decidimos lo que íbamos a hacer en esa etapa.
La noche que salí habían liberado a las compañeras también. Y alguna mano amiga la trajo (a Lucía) a mi casa. Nos dimos un abrazo y nos juntamos hasta hoy.
Manuela vivió 22 años. Es un récord. Se murió de vieja y está enterrada debajo de un secuoya. Cuando yo me muera, les he pedido que me calcinen y que me entierren ahí.
La vida es hermosa. Y triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae, en todos los órdenes.
El único milagro que hay es haber nacido. Por lo tanto, hay que darle una causa al milagro de haber nacido.
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