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AMLO le quitó 157 mil millones de pesos a la salud; suspendieron 97% de las atenciones a cáncer
AMLO le quitó 157 mil millones de pesos a la salud; suspendieron 97% de las atenciones a cáncer
En 2021, 7 mil 900 tratamientos para cáncer infantil, mama y cervicouterino no pudieron darse a pacientes sin seguridad social con esas enfermedades por recorte al presupuesto de Fonsabi. Imagen: Margarita Sousa @yue.ms
13 minutos de lectura

AMLO le quitó 157 mil millones de pesos a la salud; suspendieron 97% de las atenciones a cáncer

El gobierno de AMLO sacó 157 mil mdp del Fondo para atender cáncer y otras enfermedades de los más pobres del país; el dinero lo pasó a la Tesorería y no se sabe en qué se gastó. Esto, como efecto de la desaparición del Seguro Popular.
12 de marzo, 2024
Por: Nayeli Roldán y México Evalúa

En solo dos años, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador sacó 157 mil millones de pesos de los fondos destinados a la salud y esto obligó a suspender el pago de todos los tratamientos de cánceres, trastornos congénitos o trasplantes para los pacientes más pobres del país que debían ser atendidos en el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi). 

Solo en 2021, el recorte al presupuesto del Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos (Fonsabi) para atender cáncer infantil, mama y cervicouterino llegó hasta el 97%, lo que impidió pagar 7 mil 900 tratamientos para pacientes con esas enfermedades que no tienen seguridad social. 

Un año después, en 2022, no pagaron ni un solo tratamiento para las 66 enfermedades consideradas como catastróficas, incluyendo distintos tipos de cáncer, infartos al miocardio, cuidados intensivos neonatales o trasplantes, de acuerdo con reportes contables del Fonsabi. 

En cambio, el gobierno de AMLO transfirió a la Tesorería de la Federación (Tesofe) 157 mil millones de pesos que debían ser usados para estos enfermos entre 2021 y 2022, lo que hace imposible saber en qué se gastaron, porque eso recursos se revolvieron con el resto de dinero de la Tesofe.

Para dimensionarlo, esa cantidad es equiparable con los 138 mil millones de pesos del presupuesto del Tren Maya en 2023 o 6 veces el presupuesto del INE. 

Se trata de uno de los efectos de la desaparición del Seguro Popular en 2019, la estrategia iniciada en 2004 que daba atención a quienes no tenían para pagar servicios de salud, pero que fue sustituido por el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), extinto el año pasado. 

A través del Seguro Popular, los pacientes con enfermedades consideradas como catastróficas por su alto costo, como cáncer, recibían los tratamientos requeridos que incluía no sólo medicinas, sino cirugías, hospitalización, consultas y estudios. 

Dichos tratamientos eran pagados con recursos del Fideicomiso del Sistema de Protección Social en Salud, que hasta 2018 tenía 119 mil millones de pesos. El Seguro Popular desapareció en 2019 y fue sustituido por el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos (Fonsabi), pero para diciembre de 2023 sólo habían 45 mil millones de pesos en el Fondo. 

Es decir, en 4 años AMLO disminuyó 62% del dinero ahorrado durante 14 años, y sin explicar en qué lo gastó

Lee más: Secretaría de Salud pagó a Birmex 134 mdp de sobreprecio por vacunas para infancias en 2020

Además, el Fonsabi fue usado para triangular recursos dentro de las finanzas públicas a través de multimillonarios movimientos de ingresos y egresos. 

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Gráfco: Nadia Núñez @naddnuk

¿Dónde está el dinero para salud? 

De acuerdo con Números de Erario, un análisis de México Evalúa, ha existido una simulación en el gasto de salud debido a que desde 2019, el gobierno estableció nuevos lineamientos en la Ley de Ingresos de la Federación y en la Ley General de Salud para que, en caso de tener excedentes, el Fonsabi transfiriera los recursos a la Tesorería de la Federación (Tesofe)

En 2021 y 2022, el Fonsabi efectivamente tuvo excedentes gracias a aumentos presupuestales desde la Secretaría de Hacienda, pero no fueron usados para financiar tratamientos médicos, sino que, por los nuevos lineamientos, los regresó a la Tesofe

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En 2021 regresó 92 mil 745 millones de pesos, y en 2022, 64 mil 700 millones de pesos, lo que suma 157 mil 400 millones de pesos, dinero que fue registrado como gasto, pero al haber si transferirlo se perdió el rastro de su uso porque se agrega a la ‘bolsa’ de recursos de la Tesorería. 

El Insabi, además, reconoce en su propio informe de 2022, que no pagó ningún tratamiento en ese año. En el apartado “casos autorizados, validados y pagados”, es decir, donde tendría que reportar el número de tratamientos pagados, el Insabi dijo que solo utilizó recursos del Fonsabi para pagar deudas a seis proveedores.  

“Se transfirieron recursos al Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos por un total de  54 mil 881 millones de pesos para dar cumplimiento con las obligaciones previamente contraídas”, dice el informe.  

Jorge Cano, investigador de México Evalúa, explica que “es posible que estén pagando tratamientos con el gasto corriente del Insabi, el cual también ha tenido recortes, aunque no lo especifican; lo que sí informan es que el Fonsabi dejó de financiar enfermedades catastróficas, que era el principal herramienta para lo cual fue creado”. 

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Eliminan atención de cáncer

El gasto del Seguro Popular para atender cáncer infantil entre 2012 y 2016 fue de 500 millones de pesos; en los años siguientes bajó a 300 millones de pesos, pero en 2021 solo fue de 21 millones de pesos; un recorte de 97%. El número de tratamientos pagados pasó de 1,600 en 2018 a 300 en 2021

En cáncer de mama, el gasto pasó de 1 mil 995 millones de pesos en 2018 a 170 millones de pesos en 2021, un recorte de 93%. Mientras que el número de tratamientos pagados pasó de 7 mil 400 a 2 mil 500, una disminución de 4 mil 900 tratamientos

El cáncer cervicouterino tuvo 300 millones de pesos en 2018, pero solo contó con 15 millones en 2021, un recorte de 95%. Y el número de tratamientos pasó de 2,500 en 2018 a 800 en 2021, una disminución de mil 700

Además, la Auditoría Superior de la Federación detectó que desde 2020 solo pagó los  tratamientos realizados entre 2017 y 2019 sobre enfermedades lisosomales, cuidados intensivos neonatales, cáncer de colon y recto; trastornos quirúrgicos, congénitos y adquiridos, cáncer infantil, linfoma no Hodgkin y tumor maligno de próstata, entre otros.

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Otro de los efectos inmediatos de la sustitución del Seguro Popular por el Insabi fue la cancelación del acuerdo con organizaciones civiles como la Fundación de Cáncer de Mama (Fucam), que atendía a 1,400 pacientes al año. El argumento del gobierno federal fue que no había necesidad de financiar a organismos civiles, si las pacientes podían ser atendidas en hospitales públicos.

Este fue el impacto de esa decisión. 

“Tuve miedo de morirme”

Lorena tenía 24 años cuando le diagnosticaron cáncer de mama. Había pasado un año tratando de que alguien la atendiera. En ese entonces era estudiante de Economía en la UNAM y con el seguro facultativo fue al IMSS, pero le daban consulta hasta 6 meses después.

También trabajaba de forma temporal en el INEGI y acudió al ISSSTE, pero  la doctora que la revisó le dijo que la bolita en su seno izquierdo era de leche y era “normal” después de amamantar y que “no la hiciera perder su tiempo”. 

Después de buscar más opciones llegó a la Fundación de Cáncer de Mama (Fucam), una asociación civil que da atención integral a mujeres que padecen cáncer. Desde el primer día de consulta le hicieron una biopsia y 15 días después le entregaron los resultados que confirmaron cáncer en etapa 3.

En Fucam le informaron que si se afiliaba al Seguro Popular, el gobierno Federal se podría hacer cargo de pagar su tratamiento, puesto que había un convenio firmado mediante el cual la organización atendía a mujeres sin seguro social de manera inmediata y después el gobierno reembolsaba 70% de los costos de la atención de cada paciente, el resto se pagaba con las donaciones que recibía la organización. 

Leer: Solo el 5% de las medicinas requeridas contra el cáncer llegó a hospitales en 2021; Auditoría demuestra el desabasto

Así lo hizo. Tuvo que darse de baja de la universidad para renunciar al seguro facultativo del IMSS y al trabajo para no tener ISSSTE. Inmediatamente comenzó el tratamiento que consistiría en quimioterapias, cirugía y radioterapias. Era 2019

Había pagado 5 mil pesos por la biopsia, una mastografía, ultrasonido y una tomografía antes de estar afiliada, pero una vez que entró al Seguro Popular, no pagó nada por el tratamiento. Solo confirmaba sus consultas y acudía. Por primera vez dejó de preocuparse por la atención médica.  

Pero la tranquilidad duró poco. Meses después, en enero de 2020, se enteró por redes sociales del anuncio del gobierno Federal de concluir el convenio con el Fucam, y eso le afectaba directamente

Esa fue la primera vez que tuve miedo de morirme. Ya llevaba un tratamiento y para mí era de vida o muerte porque ya había buscado la atención en otros lados y no la había encontrado”, explica Lorena. 

Por eso, junto con otras mujeres, protestó afuera de Palacio Nacional, para hacer ver que no había corrupción como acusaba el presidente, que ellas eran la prueba viviente de que el dinero público pagaba sus tratamientos.

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Protesta de mujeres con cáncer. Foto: Cuartoscuro/Archivo

Fucam daba tan buen servicio que incluso la propia esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Muller acudía ahí a practicarse los chequeos anuales, dice Lorena; lo que se confirma con la fotografía de Gutiérrez Muller en marzo de 2019 promoviendo la realización de mastografías en las instalaciones de la Fundación. 

Ninguna de las protestas fueron escuchadas ni por el mandatario, ni por ninguna otra autoridad. “Jamás nos recibieron. Lo único que nos dijeron es que ya le habían pagado al Fucam nuestro tratamiento”, recuerda Lorena.

El presidente tampoco mostró ningúna prueba de la corrupción ni hubo denuncia alguna de su gobierno por alguna irregularidad ocurrida en los 20 años de operación del Seguro Popular. 

Fucam atendía 1,400 pacientes al año

En respuesta a las protestas, la Secretaría de Salud emitió un comunicado en febrero de 2020 con la siguiente redacción: “En el periodo de 2017 a 2019, el gobierno federal le pagó a Fucam más de 776 millones de pesos por la atención de cáncer de mama. Por ello, Fucam tiene la obligación ética, moral y jurídica de continuar la atención de las pacientes que se encuentran actualmente en tratamiento oncológico”. 

No era así, advierte Felipe Villegas, director del Fucam. Enfermedades como el cáncer requieren intervención lo más rápido posible, por eso “primero se daba la atención, operamos a la paciente,  se daba la quimio y una vez que se había hecho el procedimiento subías el caso (a una plataforma) y el Seguro Popular te podría tardar desde un mes hasta más de 6 meses entonces. No se pagaba antes”. 

Siempre estábamos trabajando con crédito con los proveedores, luego llegaba la cantidad de dinero que pagaba Seguro Popular, y en ese momento se pagaba lo que se debía y ya se podía seguir con el tratamiento”, explica Villegas en entrevista con Animal Político

Durante la cancelación del apoyo, el entonces subsecretario de Salud, Hugo López Gatell también insistía en que los tratamientos que se habían iniciado en el Fucam ya estaban pagados, pero no era cierto.  

“Podía pasar que se pagaba la cirugía pero el tratamiento de cáncer de mama puede tardar hasta 5 años para completarlo, por eso el subsidio nos ayudaba a dar el tratamiento mínimo –que era el que manejaba Seguro Popular–, y gracias a los donativos pagábamos todo, incluso tratamientos integrales como uno dermatológico, hematológico o alguno de los efectos propios de los tratamientos de cáncer que no contemplaba el Seguro Popular”. 

Gracias a ese modelo, explica Villegas, del 2008 cuando inició la colaboración con Seguro Popular,  al 2019 cuando concluyó, “veíamos alrededor de 27% de los de todos los pacientes de Seguro Popular y alrededor del 7% de todos los pacientes de cáncer de mama a nivel nacional”.

Traducido en pacientes significó que en 2016 alcanzaron las 1,200 pacientes y en los años siguientes fue aumentando hasta llegar a 1,440 en 2018. “Comparativamente equivalía más o menos a lo que Instituto Nacional de Cancerología o el Hospital General atendían”, afirma Villegas.

Leer: Más allá de la concientización: la realidad del cáncer de mama en el sistema de salud pública en México

Ese nivel de atención no es menor, tomando en cuenta el costo de los tratamientos. Para una etapa temprana, el tratamiento de “bajo costo es de mínimo de 100 mil  a 200 mil pesos; una etapa temprana de alto costo son las que requieren terapia blanco son de 400 mil o 500 mil pesos más o menos. Las etapas avanzadas de bajo costo son de 300 mil pesos y de alto costo son alrededor de 1 millón de pesos”. Por eso se conoce como gasto catastrófico, porque es muy alto, explica Villegas. 

El argumento gubernamental era que  ninguna mujer se quedaría sin atención porque serían dirigidas al Hospital Juárez de México, el Hospital General de México y el Instituto Nacional de Cancerología “con la prontitud que cada caso amerite y de manera totalmente gratuita. Ninguna mujer con cáncer se quedará sin atención”.

Pagar o morir  

El gobierno tampoco cumplió la promesa de que ninguna mujer se quedaría sin atención. Lorena pudo terminar el tratamiento gracias a que, ante la emergencia, el Fucam consiguió más donativos para las pacientes que ya habían iniciado su proceso antes de la desaparición del Seguro Popular. 

Sin embargo, en los años siguientes Lorena prácticamente tuvo que trabajar para realizarse estudios constantes, toda vez que, genéticamente está predispuesta al cáncer. “Tenía que hacerme estudios cada tres meses, tenía que ahorrar 27 mil pesos para pagarlos en el Fucam”, dice, debido a que en los servicios públicos no la atendían con esa rapidez y de ello dependía su vida. 

De hecho, gracias a esas revisiones le fue detectada a tiempo la metástasis que estaba desarrollándose en el cerebro y que luego de meses fue atendida en el Hospital 20 de noviembre del ISSSTE, y tuvo que esperar porque le sería imposible pagar en un hospital privado, pero para dar una idea de la atención, en agosto de 2023 le dieron pase para realizar una resonancia magnética, pero la cita será hasta octubre de 2024

Lorena enfrenta ahora metástasis en los huesos, por lo que será sometida a una cirugía este 12 de marzo. Su trabajo que le da seguridad social, en este caso, la ha salvado, pero dos de sus amigas fallecieron por falta de atención

Una de ellas, cuenta, era originaria de Veracruz y tenía cáncer de seno. “Era el estrés de estar pensando cómo pagar el medicamento cada tres semanas. Era mucho y un día dijo ya no”. Dejó el tratamiento y falleció seis meses después, el año pasado.  

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Bloqueo en AICM por pacientes que exigen tratamientos para el cáncer. Foto: Cuartoscuro/Archivo

Lorena dice que el principal mensaje que quiere dar es que las mujeres jóvenes también deben estar vigilantes de su salud, porque es una idea errónea que solo las mayores de 40 podrían enfermar de cáncer, pero lo más importante es la detección oportuna.

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El Fucam sigue atendiendo a personas sin seguridad social, pero sin el subsidio gubernamental tiene que cobrar cuotas de recuperación que, aunque no se comparan con los precios de un hospital privado, no son alcanzables para las más pobres del país. Mucho menos si viven fuera de la Ciudad de México. 

“No hemos bajado el número de diagnósticos, se ha mantenido alrededor de mil 500 a 2 mil anuales; pero de esas pacientes que se les hace el diagnóstico aquí, algunas se van al IMSS,  al ISSSTE,  algunas no tienen seguridad social y nos dicen ‘me atiendo aquí’ entonces les damos el presupuesto y les decimos cómo las podemos apoyar. Pero hay cánceres de 1 millón de pesos,  esas casi no se están quedando al tratamiento y no sabemos dónde se están atendiendo. También hay casos donde no pueden pagar ni 200 mil pesos y otras que no tienen ni lo suficiente para venir. No sabemos dónde se están tratando esas mujeres que se nos están quedando fuera del radar; no es que no se estén tratando pero no lo puedo garantizar”, dice Villegas. 

¿Qué era el Seguro Popular? 

El presidente López Obrador repitió una frase para justificar su decisión de desaparecer el Seguro Popular: “Ni es seguro, ni es popular”. Según el mandatario, la principal estrategia en materia de salud que inició con Vicente Fox y continuó en los siguientes dos sexenios, en realidad no había funcionado. 

Consistía en dar atención a quienes carecían de seguridad social y, sobre todo, se hacía cargo de los tratamientos para 66 enfermedades catastróficas como distintos tipos de cáncer, trasplantes, tumores, trastornos congénitos, entre otros; proveer medicinas y financiar hospitales. 

Funcionaba como un seguro de gastos médicos, porque los hospitales federales operados por los gobiernos estatales se hacían cargo de la atención a los enfermos y el Gobierno Federal pagaba el costo de cada tratamiento a través del Fideicomiso para el Sistema de Protección Social en Salud (FSPSS), alimentado con aportaciones de la Federación, los estados y el propio derechohabiente que pagaba cuotas de cero a 11 mil pesos, dependiendo de un estudio socioeconómico. 

La ganancia del Seguro Popular es que si una persona en situación de pobreza enfermaba de cáncer, por ejemplo, este fondo podía pagar el costoso tratamiento porque la Federación transfería a cada hospital el monto de medicinas y cirugías del paciente. La desventaja es que si la enfermedad no estaba incluida en el catálogo, no aplicaba el seguro

También es cierto que la Auditoría Superior de la Federación señaló múltiples irregularidades en este programa, como que los gobernadores de los estados utilizaran estos recursos para pagos de nómina o que gastaran el dinero sin reportar en qué. Sin embargo, las reglas de operación intentaron ser más estrictas cada año para evitarlo. 

El INSABI fue constituido formalmente el 29 de noviembre de 2019, y fue extinto en mayo de 2023

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Exigen tratamientos para el cáncer. Foto: Cuartoscuro/Archivo
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Imagen BBC
La foto de la madre a la que entregaron el cuerpo de su bebé en una caja de cartón y la crisis de salud de Ecuador
10 minutos de lectura

El sistema de Salud de Ecuador está en crisis y los analistas estiman que tuvo mucho que ver en la derrota electoral del presidente Daniel Noboa en su consulta popular.

22 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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A Yawa Sumpa Puar Alexandra, de la comunidad indígena achuar, le entregaron el 29 de noviembre el cuerpo de su bebé en una caja de cartón. La niña de solo un mes había ingresado por un problema respiratorio la noche anterior en el Hospital General de Macas, en la provincia ecuatoriana de Morona Santiago, y en unas pocas horas falleció.

La plantilla médica recomendó a la mamá buscar un ataúd, pero sola, a cientos de kilómetros de su comunidad y sin hablar bien español, su situación era de total desamparo. Aunque salió en busca de ayuda, como no llevaba dinero, tuvo que volver al hospital.

Ahí se encontró con el improvisado féretro que tuvo que cargar primero al parque principal de Macas donde salen las camionetas y los autobuses a Taisha, y luego las tres horas de viaje hasta esa ciudad de donde despegan las avionetas hacia la zona donde vive su comunidad, en plena Amazonía ecuatoriana.

“¿Cómo es posible que le dejen marchar así, con un bebé muerto en un cartón? Es doloroso ver cómo la manera en que nos tratan los médicos. Es indignante y muy triste porque somos humanos”, dice a BBC News Mundo el miembro comunidad achuar de Kaiptach que auxilió a la madre en un primer momento y tomó la fotografía.

Fue la municipalidad de Taisha la que finalmente la ayudó con un ataúd y con el vuelo de regreso a su comunidad.

“Es la familia la que tiene que traer el ataúd. El hospital no te la da. Eso es así en todo el país. Pero es verdad que sí son los encargados de hacer la gestión para pedir una donación a los municipios o a las prefecturas. Y para eso los hospitales tienen un área de trabajo social”, le cuenta a BBC Mundo Christian Sánchez Mendieta, periodista del diario El Mercurio.

El equipo de este diario había viajado en abril pasado a Morona Santiago después de que 10 niños murieran por leptospirosis, una enfermedad que se transmite por medio de las heces y orinas de roedores, pero con pronóstico favorable para el paciente si se le administran antibióticos.

“Son poblaciones que tienen costumbres completamente diferentes y viven en condiciones insalubres, pero siento que hay una especie de racismo contra ellos”, añade Sánchez Mendieta.

La caja de cartón cerrada con cinta y con un mensaje en azul que dice
Foto cedida por la comunidad Kaiptach
La caja de cartón cerrada con cinta y con un mensaje en azul que dice “Trátese con cuidado”.

“Dada la gravedad de este hecho se han dispuesto las gestiones correspondientes para la sanción al personal involucrado en esta irregularidad”, informó el Ministerio Público de Salud luego de que se difundiera públicamente la foto de la madre y la caja con el cuerpo de su hija.

Pero la imagen tomada en Taisha, que levantó una oleada de indignación en todo Ecuador, se convirtió en un ejemplo dramático de una situación que supera las fronteras de la provincia de Morona Santiago: la crisis en la salud pública ecuatoriana.

Un tema político

El 16 de noviembre, 13 días antes de la muerte de esta niña en Macas, hubo una consulta popular en la que el presidente Daniel Noboa planteó cuatro preguntas a los ecuatorianos. En los cuatro interrogantes -que iban desde la convocatoria a una Asamblea Constituyente hasta el regreso de bases militares extranjeras al país- la gente dijo “No”.

El revés de Noboa sorprendió porque el mandatario gozaba de un nivel de popularidad del 52,7%, según una encuesta realizada por la empresa Cedatos en octubre, y porque ocho meses antes había logrado su reelección en una segunda vuelta con más del 55% de los votos.

Otra de las sorpresas fue una de las causas mencionadas al interior de Ecuador para explicar esta derrota: en un país acostumbrado casi exclusivamente a hablar de las crisis de inseguridad y de las muertes violentas, se mencionó la crisis de salud.

Mapa de la Amazonía ecuatoriana
BBC

El desabastecimiento de medicinas y todo tipo de materiales médicos había llegado a niveles críticos a finales de septiembre, afectando incluso a medicamentos considerados básicos como la insulina, la morfina, la amoxicilina y fármacos contra el cáncer.

La situación obligó al gobierno de Noboa a declarar el estado de emergencia en el Instituto Ecuatoriano de Seguro Social (IESS) -el que utilizan los trabajadores que contribuyen con su salario al sistema público- y en el Ministerio de Salud.

Solo en los últimos 20 meses, el país ha tenido cinco ministros de Salud, y tras esta inusual rotación, la cartera recae ahora en la vicepresidenta de la República, María José Pinto.

Una de las principal quejas del presidente de la Federación de Nacional de Médicos del Ecuador, Santiago Carrasco, es precisamente la falta de liderazgo técnico y la mala gestión derivada de la falta de conocimiento del sector de los dirigentes.

BBC Mundo se puso en contacto la presidenta de la Comisión del Derecho a la Salud y Deporte de la Asamblea Nacional del Ecuador, Diana Blacio, de partido gobernante, pero no obtuvo respuesta.

“El presupuesto para salud ha sufrido recortes significativos: de US$3.219 millones en 2023 bajó a US$2.959 millones en 2024 y a US$2.798 millones en 2025”, explica a BBC Mundo María Verónica Iñiguez Gallardo, asambleísta por la provincia de Loja.

Según datos del Banco Mundial, en 2021 y 2022 también se redujo el monto destinado a los recursos relacionados con la operación y mantenimiento del sistema sanitario. Esto incluye salarios de personal, compra de medicamentos e insumos, servicios básicos (luz, agua), mantenimiento de instalaciones, y administración.

Es decir, los costos para que los hospitales, clínicas y programas de salud funcionen día a día, sin incluir grandes inversiones en infraestructuras nuevas

Pero para Iñiguez Gallardo, lo más alarmante es la ejecución de esos fondos: “Hasta julio de 2025, solo se había utilizado el 34,6% del presupuesto de inversión, lo que significa que hospitales y centros de salud operan con recursos mínimos”.

Estantes casi vacíos

La asambleísta de Revolución Ciudadana, el principal partido de la oposición liderado por el expresidente Rafael Correa, indica que “el desabastecimiento de insumos y medicamentos es generalizado en todo el país. En septiembre, los hospitales públicos reportaban apenas un 45% de abastecimiento de medicamentos”.

Iñiguez Gallardo indica que, por ejemplo, en los hospitales Monte Sinaí y del Guasmo, los dos centros de salud más grandes de Guayaquil, la capital económica del país, la falta de insumos esenciales alcanzó el 80%.

“En otro hospital de Guayaquil, el Hospital Universitario, 18 recién nacidos murieron tras contraer infecciones asociadas a la atención sanitaria, producto de la reutilización de cánulas contaminadas, insumos cuyo costo es mínimo (US$1 aproximadamente)”, recuerda la asambleísta.

Juan, nombre ficticio de un especialista del Hospital General Monte Sinaí que no quiere ser identificado, describe la precariedad con la que trabajan desde hace un año:

“Si alguien se va a operar al hospital, tiene que traer todo. Faltan agujas, cánulas, hilos de sutura, sedantes, analgésicos. A veces no hay ni algodón o sábanas en las camas. Tenemos guardias de 24 horas pero ya no hay donde comer en el hospital porque a la gente de la cantina hace meses que no le pagan”.

“Ni siquiera podemos hacer exámenes de laboratorio, análisis de sangre, son servicios que prácticamente no funcionan por falta de pago”, le cuenta a BBC Mundo y añade:

“Como faltan muchas medicinas, las familias se ven obligadas a acudir a chulquero (prestamista) y tomar dinero con tasas de interés extremadamente altas y abusivas. O hacen eso o se les muere el familiar. La crisis de salud se extiende a todo el tejido social. Va más allá de la sanidad”.

BBC Mundo trató de contactar el Ministerio de Salud Pública porlos canales oficiales pero tampoco logró que alguien respondiera a estas acusaciones.

Una ambulancia sale del Hospital Universitario de Obstetricia y Pediatría de Guayaquil, donde las autoridades investigan la muerte de 12 recién nacidos
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La fiscalía abrió una investigación en el Hospital Universitario de Guayaquil tras la muerte en poco tiempo de varios neonatos.

Otros pacientes que sufren estos días la escasez de medicamentos son los que necesitan diálisis o quienes padecen diabetes y necesitan una dosis diaria de insulina.

En Guayaquil, el 28 de noviembre, hubo una movilización para denunciar el desabastecimiento de insulina, que según diversas asociaciones se ha agudizado desde 2023 y que afecta tanto a farmacias privadas como públicas.

“Si me preguntas cómo hemos llegado a esta situación, creo que se debe tal vez a una mala gestión desde el Estado al hacer la provisión de las compras”, explica Lucía Mantilla, presidenta de la Fundación Diabetes Juvenil de Ecuador.

“Los diabéticos necesitan insulina todos los días. No es algo que puedas ponerte un día sí y otro no. Y ahora mismo, los miembros de la asociación nos cuentan que tienen que recorrer varias farmacias para encontrar un vial, que a veces lo reparten en dos días o tres”.

“Cuando un paciente diabético no se inyecta insulina esto puede derivar en valores altos de glucosa, que se puede transformar en una cetoacidosis. La cetoacidosis necesita una intervención hospitalaria y si no son atendidos, en el caso extremo pueden caer en un coma diabético”, agrega.

Desde la pandemia

Para varios expertos consultados, la pandemia de COVID-19 -que se ensañó especialmente con Guayaquil- aceleró el colapso del sistema.

“Hubo despidos de miles de profesionales de la salud y salieron a la luz varios casos de corrupción en la compra de insumos médicos”, cuenta Iñiguez Gallardo.

“La pandemia tuvo un gran impacto en Ecuador. Solo hay que recordar los ataúdes en las calles. El país implementó un sistema en el que reservó los hospitales públicos para atender el Covid y derivó al sector privado la atención del resto de patologías”, afirma Marcelo Bortman, ex especialista en Salud del Banco Mundial.

La fórmula suponía transferencias de fondos de los servicios públicos a las clínicas privadas para pagar la factura.

María José Pinto saludando desde una ventana a sus seguidores.
Getty Images
La cartera del Ministerio de Salud recae ahora en la vicepresidenta de la República, María José Pinto.

“Para que un sistema de salud sea fuerte, tiene que tener recursos humanos adecuados, estructura y el financiamiento suficiente. Obviamente los hospitales tienen que tener equipamiento y eso es cada vez más caro por la tecnología”, plantea Bortman y añade:

“La mayor parte de los de los presupuestos que tienen los sectores de salud en el mundo son en general para funcionamiento, pero no hay para mantenimiento ni para mejoras. Y con los años, si esas inversiones faltan, los servicios se van deteriorando y las capacidades también”.

Alta sin operación

El diario El Mercurio reportó estos días la historia de un paciente de 22 años ingresado en el Hospital José Carrasco Arteaga desde hace más de 20 días en la ciudad de Cuenca. Féliz Aurelio Suqui se cayó de un montacargas a 15 metros de altura mientras trabajaba.

Según el informe médico tiene entre otras cosas politraumatismo, es decir, muchos huesos rotos -incluidas tres vértebras-, y neumotórax (un colapso en los pulmones). Está en estado grave.

Cómo no hay materiales para la cirugía que necesita, el hospital sugiere darle el alta y que espere en casa los insumos para la operación que necesita.

Yawa Sumpa sigue al hombre de su comunidad que la lleva a descansar. El cadáver de la niña fue ingresado en la morgue de Taisha
Foto cedida
El gobierno municipal de Taisha donó a Yawa Sumpa el dinero para comprar un ataúd.

Pero si la situación es mala en las ciudades, es peor en las zonas rurales.

“Los puestos de auxilio y los puestos de medicina general son muy poquitos en las zonas rurales. Hay que caminar cuatro horas por la selva. Son construcciones de madera que casi no tienen los elementos básicos”, describe el periodista Sánchez Mendieta.

A esto hay que añadir que los médicos en las áreas remotas “son casi siempre recién egresados de la universidad que están haciendo un año de medicina comunitaria”, expone Pablo Ponce, director del colectivo Violín Rojo, una asociación que trabaja con comunidades indígenas en Ecuador. En concreto, Ponce vive desde hace 5 años con los Achuar.

“Pero lo que se necesita es tener médicos contratados, especialistas, un médico general, un pediatra. En los puestos de salud de la zona no existe la forma de hacer un examen de sangre. No hay una garantía de electricidad”, argumenta.

Ese sistema, que deja las zonas rurales lejos de la zona de reparto de insumos o aleja a los especialistas fue la razón por la que Yawa Sumpa tuviera que llevar a su bebé al Hospital de Macas.

Y cuando creyó que la atención médica salvaría a su hija, se encontró con una crisis del sistema que solo le dejó una caja de cartón en las manos.

Línea gris de separación
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