
Para entender mejor
Jesús Ramírez Cuevas, coordinador de Asesores de la Presidencia de la República, afirmó en la red social X que “con los gobiernos de transformación, en 6 años el precio de la gasolina bajó 13%. En apoyo a la economía popular, la gasolina se ajusta por debajo de la inflación”.
Pero de acuerdo con datos de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), considerando la inflación el precio promedio de la gasolina regular en 2018 fue de 24.3 pesos, y no 27.65, como mostró Ramírez en su gráfico.
Entonces, la reducción del precio de la gasolina en los últimos seis años fue de 3.3% en términos reales, y no de 13%, como dijo el funcionario, ya que pasó de 24.3 a 23.5 pesos. En el caso del diesel y la gasolina premium la reducción ha sido, en términos reales, del 2.7%.

En pesos corrientes, sin considerar la inflación, la gasolina ha subido de precio año con año. Del 2018 al 2024 el precio nominal promedio de la gasolina regular en México creció un 28.3%, al pasar de los 18.3 pesos en 2018 a los 23.5 pesos en 2024. En el caso de la gasolina premium, el aumento es de 26.4% y en el caso del diésel de 29.4%.
El gráfico difundido por Ramírez también muestra que con Enrique Peña Nieto la gasolina subió 40%, en términos reales.
Durante ese gobierno priista la gasolina Magna pasó de costar 10.8 pesos por litro al inicio del sexenio a 19.2 pesos al cierre de la administración. Un aumento de 8.4 pesos, equivalente a un 77% más en términos nominales y 36% en términos reales, cercano a la cifra de Ramírez.
Este aumento en el costo de los combustibles se debió en gran medida a que la Reforma Energética aprobada en 2013 abrió el mercado energético mexicano a la inversión privada y estableció un proceso de liberalización de los precios de los combustibles.
En enero de 2017 se eliminó el control gubernamental sobre los precios de la gasolina, permitiendo que estos se ajustaran según las condiciones del mercado internacional, lo que resultó en el llamado “gasolinazo”, un incremento que causó descontento social.
Además, durante el gobierno de Peña Nieto el país experimentó una importante devaluación de su moneda —el valor del peso mexicano frente al dólar pasó de 12.93 pesos al comienzo del mandato a los 20.34 pesos al final del gobierno priista— lo que incrementó los costos de importación de los combustibles.
La Secretaría de Hacienda publicó recientemente en el Diario Oficial de la Federación el acuerdo por el que se actualizan las cuotas en materia del impuesto especial sobre producción y servicios para 2025, el impuesto conocido como IEPS.
En México ciertos productos, tales como la gasolina, el diésel, las bebidas alcohólicas, la cerveza, los refrescos y la comida con alto contenido calórico pagan el IEPS, el cual entró en vigor desde el 1 de enero de 1981, durante el gobierno del expresidente José López Portillo.
De acuerdo con lo que establece la ley, las cantidades de este impuesto se actualizan anualmente y entran en vigor a partir del 1 de enero de cada año.
En el caso del impuesto a los combustibles el monto se calcula de acuerdo a un “factor de actualización” que establece la Secretaría de Hacienda y Crédito Público con base en el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) o inflación que se ha acumulado durante el último año.
Hacienda estableció que la gasolina regular tendrá en 2025 un impuesto de 6.45 pesos por litro (6.17 pesos en 2024); la premium ahora tendrá un gravamen de 5.45 pesos por litro (en 2024 fue de 5.21), mientras que el IEPS del diésel ahora será de 7.09 pesos, cuando en 2024 fue de 6.786.
Cuando eran oposición, los legisladores de Morena proponían bajar el IEPS hasta en un 60% e incluso la exsecretaria de Energía y ahora gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, habló de desaparecer ese impuesto.
SIn embargo, este impuesto se ha seguido cobrando con ajustes al alza cada año. Aunque también es importante mencionar que cada semana Hacienda puede aplicar un estímulo fiscal, con el que se cobra menos IEPS. Esto de acuerdo con el contexto internacional de precios del petróleo, y otros factores que influyen en el precio de la gasolina, como el costo de transporte y almacenamiento que enfrentan las distintas empresas que venden combustibles en México, además de Pemex.
En 2022, cuando la guerra de Rusia contra Ucrania afectó el precio internacional del petróleo, Hacienda aplicó estímulos fiscales y el gobierno dejó de recaudar al menos 397 mil millones de pesos, que debían cobrarse de IEPS.
Cuestionada en la conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum insistió en que el aumento del IEPS “no es algo que sea de ahora”, y pidió evitar especulaciones sobre el precio de la gasolina, ya que no hay un aumento importante en el valor de la mezcla petrolera.

En un mundo cada vez más estresante, muchos viajeros encuentran consuelo en la repetición: volver cada año a los mismos pueblos de esquí, suburbios costeros o sus cafés favoritos.
Durante los últimos 15 años, el fotógrafo Jason Greene y su familia han viajado desde la ciudad de Nueva York hasta Mont Tremblant, en Quebec, para pasar una semana del invierno boreal en la nieve.
“Tenemos una tradición: el primer día comemos paletas de jarabe de arce, patinamos sobre hielo y luego pasamos por la tienda de dulces local”.
La ciudad turística francocanadiense, dice, “ocupa un lugar especial en nuestros corazones porque allí todos aprendimos a esquiar y hacer snowboard”.
Para muchos viajeros, la novedad es el objetivo: tachar nuevos destinos y buscar nuevas sensaciones.
Pero un número creciente de personas, como Greene y sus cuatro hijos, hace lo contrario: regresa al mismo lugar cada año. Reservan la misma habitación, comen los mismos platos y recorren las mismas calles para encontrar comodidad en lo familiar, en lugar de la emoción del descubrimiento.
“Para muchas personas, hay una sensación de seguridad al volver a lo conocido”, afirma Charlotte Russell, psicóloga clínica y fundadora de The Travel Psychologist.
“Sabemos qué esperar, qué nos conviene… y [es] menos probable que enfrentemos desafíos inesperados”.
Este comportamiento, añade, suele atraer a personas abrumadas por su vida diaria, por lo que repetir las mismas vacaciones una y otra vez puede resultar muy reconfortante.
Esa sensación incomparable de tranquilidad fue lo que me llevó de nuevo a Lima, Perú, este mayo, exactamente un año después de mi primera visita, mientras escribía mi libro de viajes Street Cats & Where to Find Them.
Me alojé en el mismo hotel, comí el mismo sándwich en el mismo café, caminé por las mismas calles y dejé que muchos de los mismos gatos durmieran en mi regazo, disfrutando de la satisfacción que me había sorprendido la primera vez.
La profesora de sociología Rebecca Tiger ha regresado a Atenas ocho veces, con una novena visita programada este mes, por razones similares. “Siempre me quedo en Pangrati porque me encantan los cafés del barrio [y] sus gatos”, señala.
“Ahora tengo residentes locales con quienes mantengo contacto mientras estoy fuera y socializo cuando regreso”.
Tiger aprecia la familiaridad que ha cultivado con el tiempo y no se aburre gracias a la diversidad de experiencias que ofrece el lugar.
Los datos reflejan este cambio impulsado por la nostalgia.
Según el informe para 2026 Where to Next? de la plataforma de viajes Priceline, el 73% de los viajeros encuestados afirmó sentirse atraído por los lugares y experiencias que los marcaron, desde playas familiares hasta parques de diversiones.
El último informe global de viajes de Hilton confirma la tendencia: el 58% de los viajeros con hijos planea volver a destinos de su propia infancia, mientras que el 52% de los viajeros brasileños regresa a los mismos lugares año tras año.
La nostalgia y la comodidad son lo que ayuda a Greene y su familia a “dejar atrás el estrés de la vida y relajarse en nuestros lugares favoritos”.
No solo repiten su costumbre del jarabe de arce en la montaña.
Su rutina diaria en Mont Tremblant también se replica cada año: “Esquí y snowboard durante tres días seguidos, luego un día libre para pasear en trineo con perros, dar un paseo en carruaje u otra actividad invernal”.
Cuando la vida se vuelve difícil, es la anticipación de su viaje invernal -y la alegría que sienten juntos allí- lo que les ayuda a sobrellevarlo.
Russell señala que, desde una perspectiva neurocientífica, “los circuitos de recompensa en nuestro cerebro pueden volverse menos receptivos a medida que nos acostumbramos a visitar el mismo lugar”.
Sin embargo, volver puede seguir aportando beneficios para el bienestar, añade, destacando que suele ser más relajante ir a un sitio asociado con el disfrute porque seguimos “distanciados de las señales que asociamos con el estrés”.
Greene afirma que su familia no ha experimentado ninguna disminución en la emoción de hacer exactamente las mismas cosas en el mismo orden cada año.
Aun así, Tiger y yo intentamos añadir un toque de novedad a nuestras vacaciones repetidas y rutinas familiares.
Cuando visito Inglaterra, lo cual intento hacer varias veces al año, no es para repetir experiencias idénticas, sino para conocer estadios de fútbol, producciones teatrales y rutas de senderismo.
Si solo me quedara en Wandsworth y viera partidos en el estadio de Craven Cottage, mis vacaciones se volverían aburridas rápidamente.
En cambio, recorro el país, como en distintos restaurantes y dejo que mi curiosidad me guíe hacia nuevas aventuras. Según Russell, esta combinación ayuda a mantener viva la chispa de la exploración, al tiempo que ofrece comodidad.
Esto es importante, explica, porque “hay un punto en el que volver al mismo lugar empieza a ser problemático.
Si regresamos demasiadas veces y superamos nuestro “apetito” por él, se llama adaptación hedónica: acostumbrarse a las cosas placenteras y volver a nuestro nivel emocional original”.
Tiger plantea un argumento similar sobre su predilección por Grecia.
“El país sigue siendo nuevo para mí: nuevas playas, islas y pueblos rurales; hay tantos lugares por explorar que podría pasar toda una vida allí y no conocer ni una fracción de ellos”.
Si solo nos fijamos en los códigos de los aeropuertos de destino, nuestros viajes podrían parecer idénticos. Pero las experiencias que vivimos -Tiger en Grecia y yo en Inglaterra- son tan distintas que nuestros recorridos nunca resultan monótonos.
Crecí en los suburbios de Filadelfia y veía a los vecinos viajar en masa y entre el tráfico hacia la costa de Jersey cada verano. Iban al mismo pueblo, la misma playa, con las mismas atracciones en el mismo muelle y se alojaban en las mismas casas de alquiler.
Alguna vez me pregunté: ¿qué pasa cuando viajar deja de ser una ruptura con la rutina y se convierte en otra rutina más?
Ahora, en un mundo cada vez más estresante, entiendo el atractivo de buscar alegría en lo familiar, mientras doy un pequeño paso fuera de mi zona de confort para encontrar nuevas emociones en lugares conocidos.
A Tiger le encantan sus rutinas vacacionales en Grecia, pero admite que otras partes del mundo también le atraen.
“Siento mucha curiosidad por Japón, pero me gusta controlar el ritmo de mis días”, dice.
Su trabajo como profesora es agotador, al igual que su trayecto diario, por lo que se entiende cuando afirma: “Mi tiempo en Grecia es un respiro que agradezco, tanto porque es familiar como porque resulta extraño al mismo tiempo”.
Y añade: “Atenas casi se siente como un segundo hogar”.