Integrantes de plataformas que se autodefinen obradoristas o a favor del gobierno y Morena tuvieron en abril al menos el 35% de los turnos de preguntas en las conferencias mañaneras, nivel similar al identificado en las primeras 100 mañaneras de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Esto, luego de que en marzo su porcentaje de intervenciones se elevara hasta el 42%, al ser designados incluso sin sorteo para negar que existieran hornos crematorios en el rancho de adiestramiento del crimen organizado en Teuchitlán, Jalisco.
El Sabueso identificó 120 turnos de preguntas en 20 conferencias mañaneras en abril, de los cuales, 50 correspondieron a mujeres y 70 a comunicadores hombres.
Cuatro medios, con tres turnos cada uno, lideraron el conteo de preguntas. Entre ellos, además de Grupo Imagen, tres plataformas con narrativas a favor del gobierno o enfocados en la crítica a la oposición: el Diario Basta de Grupo Cantón, cuyo dueño ha manifestado su apoyo a Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum; la revista Contralínea, y Marco Antonio Olvera de Hidalgo News.
Después aparecen varias plataformas con un par de preguntas, como los canales en YouTube de El Chapucero Network; Noticiero en Redes de Hans Salazar (del que en la PNT hay registro de su militancia en Morena); Centinela Informa y Sonora Power; además de los medios públicos Capital 21 y el Canal del Congreso.
Como te contamos en esta nota, identificamos a medios como pro gobierno, pro 4T u obradoristas por las proclamas que hacen sus comunicadores en redes, diciendo textual que son obradoristas o están a favor del gobierno de Claudia Sheinbaum, además de publicar fotografías donde presumen su voto a favor de Morena. O en el caso de plataformas como El Soberano o Revista Polemón, por sus narrativas o porque tienen o han tenido directivos vinculados a Morena, o que llegaron a cargos públicos con los colores de ese partido.
Respecto a estas revisiones de El Sabueso, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha insistido en que la selección de quién pregunta en las mañaneras se hace sin distinguir ideologías y por medio de un sorteo, que define quién se sentará en las primeras filas y tendrá más oportunidad de ser elegido por la mandataria, para hacerle cuestionamientos.
Si bien este es el mecanismo habitual, como ya te mencionamos en marzo pasado esto se omitió para que principalmente comunicadores pro 4T dieran su versión sobre lo que vieron en una visita al rancho Izaguirre.
Cada medio elige si envía periodistas a la mañanera. En el caso de Animal Político, ha tenido oportunidad de hacer distintas preguntas en meses previos. Aunque como también hemos documentado, si bien se le presenta como un “diálogo circular”, en estas conferencias desde el sexenio anterior se ha recurrido a la desinformación y a la denostación de la prensa crítica.
En las mañaneras de Sheinbaum es una constante que los medios pro gobierno usen sus turnos para mencionar encuestas o indicadores que favorecen al oficialismo, además de citar comentarios de expresidentes, políticos de oposición y periodistas críticos, para que sean descalificados por la mandataria.
Así ocurrió, por ejemplo, en las conferencias del 28 y el 29 de abril, cuando Juan Hernández de Diario Basta, Nancy Flores de la revista Contralínea y Ramón Flores de El Centinela Informa pidieron a la presidenta su opinión sobre comentarios del expresidente Ernesto Zedillo y un artículo que publicó en la revista Letras Libres, denominado México: de la democracia a la tiranía.
“Qué bueno que lo preguntas”, dijo Sheinbaum a Hernández, para luego recordar momentos fallidos del gobierno del priista, defender la reforma judicial cuestionada como un mecanismo con que Morena podría tener el control del Poder Judicial y aseverar: “ahora resulta que Zedillo es el paladín de la democracia”.
Al día siguiente, el 29 de abril, a pregunta de Nancy Flores, la mandataria retomó el tema de Zedillo y anunció que se utilizaría la mañanera para informar sobre lo que fue el rescate bancario, el llamado Fobaproa. “Por supuesto que vamos a hablar de ese sexenio… es importante que las nuevas generaciones conozcan qué fue lo que pasó en aquella época”, refirió Sheinbaum.
En una conferencia previa, también a partir de preguntas de Juan Hernández de Basta, Sheinbaum criticó al expresidente Felipe Calderón. “Fue un presidente espurio porque llegó con un fraude electoral a la Presidencia de la República, y ahora goza de andar en yate”, dijo la mandataria.
En la mañanera del 21 de abril, el comunicador pro gobierno Marco Antonio Olvera rechazó la acusación del columnista Raymundo Riva Palacio sobre que las mañaneras con López Obrador fueron un instrumento para estigmatizar a voces críticas, afectando la libertad de expresión.
La presidenta respaldó la postura de Olvera. Argumentó que las conferencias en Palacio Nacional son derecho de réplica del gobierno, no censura, aunque durante su sexenio López Obrador fue más allá incluso exponiendo datos personales de periodistas, y acusando en varios momentos de corrupción a informadores, sin pruebas documentales.
“¿Cuántas veces Riva Palacio, Loret de Mola u otros han dicho mentiras de la Presidenta?… Aquí hay un derecho de réplica, no le vamos a estar mandando cartas a un periódico cada vez que diga una barbaridad del gobierno que no es cierta, mejor lo decimos en la mañanera, tenemos (más) rating aquí que en el periódico”, dijo Sheinbaum.
“Así se ha hecho conciencia, y la gente podrá decir quién tiene la razón: el que escribió o la información que se presenta aquí en este espacio”.
Norteamérica, el bloque comercial más grande del mundo, se enfrenta con la presidencia de Trump a su mayor desafío en 30 años de determinante existencia. Un análisis para entender qué es el bloque comercial, cuáles fueron sus efectos y qué lo amenaza.
Es el tratado de libre comercio más grande del mundo. Fue pionero en un esquema que cambió la economía global. Tuvo efectos políticos, culturales, sociales.
El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC, y USMCA por sus siglas en inglés) es probablemente uno de los desarrollos económicos más importantes de la historia reciente de la economía mundial.
Su primera versión, conocida como TLCAN (y NAFTA en inglés), entró en vigor en 1994. Una iniciativa de la década de los años 80 que se negoció durante años y que respondía a las necesidades de cada país en su momento y a un contexto internacional favorable. Fue uno de los principales detonantes de la economía globalizada y liberal al mando de Estados Unidos que operó en el mundo durante las últimas tres décadas.
Este martes 1 de julio se cumplen 5 años de la entrada en vigor de la última renovación del tratado. Y es un momento crítico, quizá existencial, para el mismo, porque el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dice que el TMEC “fue un desastre” para su país.
“Vamos a necesitar el apoyo del Congreso para acabar con ese acuerdo, que es el peor de nuestra historia”, añade el mandatario, que lo responsabiliza del cierre de hasta 90.000 plantas en su país.
Y aunque fue él quien en su primer periodo firmó su renovación, Trump parece decidido al menos a renegociar con mano dura las pautas del acuerdo, que está programado para revisión en 2026, aunque todo indica que se adelantará.
“En términos de creación de empleo, promoción de inversiones y crecimiento económico, el TMEC fue muy exitoso, pero las partes fallaron en crear políticas públicas complementarias que amortiguaran sus efectos y eso hizo que se convirtiera en un pararrayos de todos los problemas, sobre todo en EE.UU.”, dice Antonio Ortiz Mena, un economista y exfuncionario mexicano que da conferencias, consultorías y un curso sobre el tema en la Universidad de Georgetown, en Washington.
En medio de la guerra arancelaria promovida por Trump, de la que México y Canadá han sido de los menos afectados gracias al acuerdo, el TMEC vuelve a ser protagonista de una historia con implicaciones globales.
Estas son tres claves para entenderlo.
Los tratados de libre comercio son un mecanismo para dar acceso preferencial a los mercados entre las partes eliminando aranceles y barreras no arancelarias que impiden el libre comercio de productos.
Con eso, en teoría, se aumenta la diversidad de bienes de consumo disponibles en los mercados involucrados, se contienen los precios, se amplían las fuentes de trabajo para todos y se consolida un bloque comercial de peso para competir con el resto del mundo.
El TMEC logró mucho de eso desde un principio: el comercio entre los países se sextuplicó y se crearon 12 millones de empleos en México, 14 millones en EE.UU. y 17 millones en Canadá, según cifras oficiales.
Pero desde los primeros años el tratado fue visto con escepticismo por muchos porque, entre otras cosas, amenazaba las industrias locales, generaba condiciones para la explotación laboral, tenía un impacto en el medio ambiente y promovía la desigualdad.
Y algo de todo eso ocurrió.
“Se requerían políticas complementarias”, dice Ortiz.
“En México faltaron reglas sobre política energética, regulación, política social y eso generó mucha incertidumbre; y en EE.UU. se dejó demasiado al mercado y faltó colaboración del Estado para temas de infraestructura, apoyo social y laboral”.
Cuando se firmó la renovación en 2018, el 70% de los estadounidenses y el 80% de los mexicanos apoyaban el tratado, según encuestas. Pero esa cifra ha ido bajando en territorio estadounidense.
“En EE.UU. el tratado coincide con el auge de la automatización y la entrada de China a la economía mundial, cosas que sí generaron una recolocación laboral, no reduciendo la manufactura, sino el empleo en la manufactura, y eso hizo que la clase media sintiera que sus perspectivas no eran atractivas”.
“Muchos cayeron en una suerte de pobreza, la pandemia empeoró la situación, y para los políticos —tanto republicanos como demócratas— un blanco fácil para explicar ese proceso fue el TMEC”, señala Ortiz.
Uno de esos políticos es Trump, un enemigo no solo del TMEC, sino del libre comercio; precursor del proteccionismo y partidario de los aranceles desde los años 80.
Pero no es el único: su contrincante en las elecciones Kamala Harris, por ejemplo, fue una de los 10 senadores que votaron en contra del tratado en 2020 y en campaña lo usó para atacar a Trump —que lo había renovado— porque hacía “muy fácil deslocalizar empleos en el exterior” y “afecta el medio ambiente”.
Aunque por décadas el tratado tuvo apoyo bipartidista mayoritario, en los últimos años se convirtió en un factor de tensión y una explicación, para muchos arbitraria, del aumento de la desigualdad, el debilitamiento de los sindicatos y la crisis industrial estadounidense.
En esa pelea retórica Trump tuvo el mensaje más eficiente.
El modelo proteccionista de la economía mexicana entró en crisis en 1982, cuando el impago de la deuda coincidió con la caída del precio del petróleo, la mayor fuente de ingresos del país. La inflación se disparó, el peso se devaluó.
Pero los intentos de abrir la economía, entrar a los sistemas de libre mercado mundiales y flexibilizar los controles probaron ser infructuosos porque el mercado más grande del mundo, EE.UU., seguía siendo inaccesible.
Al tiempo, para EE.UU. y Canadá, que ya tenían un tratado vigente, México resultó un mercado atractivo para las exportaciones y un espacio de inversión menos costoso que podría mejorar la competitividad de sus empresas.
El 1 de enero de 1994 el tratado entró en vigor y con eso México, en estos 30 años, triplicó sus exportaciones agrarias, se crearon millones de empleos en la industria automotriz y se redujo la inflación.
El norte mexicano se transformó: se abrieron fábricas, llegaron miles de migrantes en busca de trabajo, la estructura económica cambió y sus ciudades se desarrollaron.
Eso le permitió al gobierno central reducir la deuda, fortalecer su regulación fiscal, estabilizar la inflación y aumentar las reservas extranjeras.
Pero eso no impidió —a pesar de que la causalidad en esto es sujeto de innumerables debates— que aumentara la desigualdad. Y el crecimiento bruto de la economía nunca se disparó.
Los resultados para EE.UU. también son sujeto de mucha polémica, sobre todo en lo que se refiere a la generación empleo, el estancamiento de los salarios y la crisis de las industrias en el norte del país.
Pero los economistas coinciden en que el tratado, al permitir fluidas cadenas de suministro, redujo los costos de los productos, aumentó la productividad y mejoró la competitividad de EE.UU. —y el bloque norteamericano— frente a una creciente China.
Canadá también volcó su economía al intercambio con sus socios, con lo que el empleo en la manufactura se mantuvo estable por décadas. Sin embargo, la brecha productiva con EE.UU. se mantuvo, la economía no se diversificó ni creció mucho y la dependencia de EE.UU. se profundizó.
La pregunta ahora, con la emergencia del proteccionismo trumpista, es si el bloque norteamericano se fortalecerá: de no hacerlo, puede haber una crisis profunda; y de hacerlo, hay dos opciones: Norteamérica puede terminar fortaleciéndose ante el mundo, o puede aislarse y debilitarse ante el auge de China.
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