Clara Brugada y Santiago Taboada, aspirantes a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, han tapizado la capital con propaganda. Y, en menor medida, el tercer rival, Salomón Chetorivski, de Movimiento Ciudadano, también ha sido criticado por pegar algunos posters en árboles con una sustancia supuestamente biodegradable.
La pinta de bardas, mantas, volantes, pancartas y el uso de equipos de sonido en la vía pública para hacer campaña, están contemplados en la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE) como parte la propaganda política que es permitida y tiene que ser reportada ante el INstituto Nacional Electoral.
Sin embargo, la ley prohíbe que ésta se coloque en algunos lugares, como árboles, puentes, azoteas, cables de luz o en sitios que impidan la visibilidad de una vialidad o de las señales de tránsito. Te explicamos por qué.
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En México no es ilegal colocar propaganda durante las campañas electorales, pero hay algunos lugares dónde no deberían de aparecer. “El conjunto de escritos, publicaciones, imágenes, grabaciones, proyecciones y expresiones que durante la campaña electoral producen y difunden los partidos políticos”, es considerado como propaganda electoral en el artículo 242 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE).
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El artículo 209, en su segundo apartado de la LGIPE, señala que la propaganda electoral debe estar hecha de materiales reciclables, no tóxicos o nocivos para la salud y el medio ambiente.
Las restricciones a colocar promocionales en mobiliario urbano tienen que ver con un tema de seguridad, ya que en ocasiones llega a tapar señalamientos viales o a poner el peligro la integridad de las personas, señala el Código de Instituciones y Procedimientos Electorales de CDMX.
En este sentido, fue criticada la publicidad de Clara Brugada en puentes, postes y otros espacios públicos.
“Tampoco se puede poner propaganda en los árboles o en la naturaleza. Está prohibido por una razón de medio ambiente, explicó a El Sabueso Jesika Velázquez, abogada y maestra en Derecho por la UNAM.
El Reglamento de la Ley de Publicidad Exterior capitalina prohíbe colocar propaganda en árboles o arbustos. Por ello también fue criticado Santiago Taboada, pues se documentó que se colgó su promoción en árboles.
La misma legislación, de acuerdo con su artículo 401, prohíbe además hacer uso de “adhesivos que dañen el mobiliario urbano como engrudo, pegamento blanco, cemento, o cualquier elemento que dificulte su remoción”.
Por ello Salomón Chertorivski tuvo que aclarar que sus promocionales se pegaron con una mezcla biodegradable de papa y no con pegamento tipo engrudo.
La propia Ley de Publicidad Exterior capitalina no permite instalar medios publicitarios en zonas como azoteas, cerros, rocas, árboles, bordes de ríos, lomas, laderas, bosques, lagos o en cualquier otra formación natural.
Tampoco autoriza las lonas, mantas o mallas aseguradas a algún elemento arquitectónico; las pintas o adherencias en una fachada, muro o barda sin ser denominativo; ventana, ventanales, muros ciegos no colindantes, puentes peatonales o en estructuras que afecten la imagen arquitectónica, el señalamiento vial, impidan el libre paso, la iluminación, visibilidad, ventilación o pongan en riesgo la integridad de la población.
El Código, por su parte, señala que no podrá “adherirse, pintarse o pegarse” promoción electoral en elementos carreteros, ferroviarios o accidentes geográficos. Tampoco en monumentos históricos, arqueológicos, artísticos o con valor cultural, arbustos ni en el exterior de edificios públicos.
Por otro lado, el artículo 250 de la LGIPE sí permite la propaganda electoral en propiedad privada, siempre con permiso del dueño, así como también en bastidores y mamparas decididas en sorteo por las autoridades electorales.
El señalamiento más reciente sobre publicidad ilegal fue hecho por la secretaria General de Morena, Citlalli Hernández, y el presidente del partido en la Ciudad de México, Sebastián Ramírez Mendoza.
“Denunciamos que Santiago Taboada está violando la ley, tiene espectaculares en azoteas y eso está prohibido por la Ley de Publicidad Exterior”, señaló Hernández en conferencia de prensa.
La normativa citada por la morenista aclara que “los particulares o anunciantes que incumplan con las reglas de propaganda electoral que establezca la legislación, estarán sujetos al régimen de sanciones que dispone” en su contenido.
Sobre la acusación a Taboada, en su artículo 15 el documento sí señala que queda prohibida la instalación de medios publicitarios en azoteas de la capital. Además de que contempla una sanción de tres a seis años de prisión o una multa de 500 a 1 mil 500 veces la Unidad de Medida y Actualización (UMA) vigente.
Por otro lado, detalla en el artículo 77 que el publicista, el dueño del medio y el anunciante o titular de la marca también serán responsables de las multas y gastos en el retiro de la propaganda por haber intervenido en su colocación.
De acuerdo con datos del portal de Rendición de cuentas y fiscalización del INE, hasta la fecha Santiago Taboada es quien más gasta en propaganda en vía pública superando los 2.5 millones de pesos en precampaña y los 8.3 millones de pesos a 11 días de iniciar la campaña.
Por otro lado, Clara Brugada y Salomón Chertorivski no han reportado gastos de propaganda en vía pública en lo que va de la campaña, pero sí registraron 142 mil 322 y 791 mil 221 pesos, respectivamente, durante la precampaña.
También en el proceso electoral, la LGIPE contempla sanciones tanto para candidatos como para partidos políticos que incurran en infracciones por propaganda.
En este caso se podría ser acreedor a una amonestación pública, una multa (10 mil veces la UMA para partidos políticos y 5 mil, para candidatos), interrumpir la transmisión de su propaganda por un tiempo determinado o hasta la suspensión o cancelación del registro.
El expresidente uruguayo sobre sus tiempos de guerrillero, su fuga de una prisión por un túnel, cómo conoció a su esposa, la tortura y el retorno a la libertad.
José Mujica escuchó con buen humor las disculpas: la entrevista se extendió por casi dos horas, bastante más tiempo de lo previsto.
“Yo no tengo la culpa si tuve una vida que es una novela”, comentó luego, con una leve sonrisa cómplice.
La charla transcurrió el 7 de abril de 2023, un día soleado del otoño austral.
Mujica estaba dentro de un pequeño cuarto precario instalado frente a su casa en la zona rural de Montevideo, un lugar donde abundan el aire limpio, los cantos de pájaros y los ladridos de perros.
Con 87 años de edad entonces, Mujica rememoró para el podcast Witness History de BBC World Service varias etapas de su vida, todas previas a ser electo presidente de Uruguay en 2009 y volverse una figura reconocida de la izquierda latinoamericana a nivel internacional.
Los recuerdos incluyeron sus años de lucha armada en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), la guerrilla urbana uruguaya que en las décadas de 1960 y 1970 practicó asaltos, secuestros y ejecuciones influida por la revolución cubana y el socialismo.
En aquel tiempo los tupamaros usaban la violencia contra un gobierno constitucional, por lo que muchos los responsabilizan por el espiral de violencia que condujo al golpe de Estado militar de 1973, aunque según Mujica había en Uruguay una “democracia enferma” que reprimía cada vez más e iba hacia una dictadura inevitable como en otros países en la región.
El hombre apodado “Pepe” también sostuvo que nunca llegó a matar a alguien. “Yo no tengo ningún asesinato. De pura casualidad, pero no tengo ninguno”, dijo durante la entrevista.
Narró episodios como su fuga con otros 105 tupamaros y algunos presos comunes de la cárcel montevideana de Punta Carretas en 1971 por un túnel, un hecho impactante que llevó al gobierno a transferir de la policía a los militares el comando del combate a la guerrilla.
También se refirió a su período más largo y duro en prisión, así como al recuerdo de su primer encuentro con Lucía Topolansky, quien mucho después se volvería su esposa y en 2010 lo investiría como presidente por ser la senadora más votada, una vieja tradición en Uruguay.
Lo que sigue es un resumen de cinco de esos momentos en la vida de Mujica, relatados por él mismo, junto a un pedido que indicó para su muerte.
En esa época yo era el jefe militar de una columna (del MLN-T). Estábamos preparando una operación que al final se hizo legendaria.
Había un grupo económico en Uruguay que guardaba riqueza clandestinamente para eludir impuestos. Tenía reservas en monedas de oro, libras esterlinas… Teníamos la información y estábamos preparando esa operación (para robarlo).
Estábamos en un café con compañeros legales, que no eran clandestinos. Llegó una patrulla y ahí anduvimos a los tiros. Traté de resistir y recibí algunos balazos en el suelo a causa de los cuales perdí el bazo, me hirieron el páncreas y fui a dar a un hospital militar que estaba muy cerca.
Me operaron. Y yo no sabía nada: el que me operó era un médico compañero que yo ni conocía. Fue una desgracia con suerte.
La primera fuga, que se llamó “El Abuso”, está precedida por un montón de intentos.
La idea era que los compañeros de afuera de la cárcel hicieran un túnel hacia adentro. Pero tuvo enormes inconvenientes que causaron alarmas y la hicieron peligrar.
En esas condiciones surgió la idea de intentar un túnel de adentro de la cárcel hacia afuera. Pero había que solucionar una multitud de problemas. Uno de ellos: ¿cómo agujerear las paredes en una cárcel vieja de ladrillos enormes, muy duros?
Nos enteramos por los presos comunes que las paredes se serruchan con una cadena. Hicimos un primer ensayo en la celda en que yo estaba con otros compañeros. Robamos una cadena de los baños, hicimos un agujerito de un lado al otro y empezamos a serruchar. Pero las cadenas no resistían. Entonces decidimos cortar por la mezcla, el material más blando, con los alambres de las camas.
Mediante sobornos, convencimos a algunas autoridades para que las requisas fueran una mirada desde afuera y nada más.
Estábamos en un piso arriba y el piso de más abajo era de presos comunes. Necesitábamos atravesar las paredes de tal manera que se sacaban unos paneles cuadrados y se ponían.
Hacíamos entrar portland blanco (un tipo de cemento) entreverado con harina. Con eso hacíamos un revoque que después ensuciábamos con café y yerba, para que quedara con la impresión general que tenían las celdas. Entonces estábamos en condiciones de sacar los pedazos y comunicarnos.
Habíamos logrado convencer a un preso común que estaba abajo, a partir de cuya celda íbamos a iniciar el túnel hacia afuera, con la promesa de que cuando lográramos la libertad también lo íbamos a llevar. Y así fue.
Fue una obra que llevó más de un mes. Organizamos a los compañeros más fuertes para que fueran haciendo el túnel. Tuvimos que solucionar el problema del aire con unos fuelles que fabricamos.
Cuando llegamos al cimiento había que bajar más y ahí nos encontramos con un pedazo de roca que nos trancó. El plan estuvo a punto de fracasar, pero logramos superarlo. Y atravesamos la calle.
Sacábamos la tierra en bolsitas y la íbamos poniendo debajo de las camas. Quedamos casi atorados de tierra, pero disimulamos.
Pudimos aprontar la infraestructura para una noche determinada en la que los compañeros tenían que ocupar las casas de enfrente, por donde íbamos a salir.
Teníamos algunos compañeros que eran ingenieros que inventaron un aparato para podernos guiar bajo tierra. Le erramos por un metro más o menos al lugar por donde teníamos que salir.
Los compañeros que ocuparon la casa, con un estetoscopio, averiguaban los golpes.
Estábamos contentos, pero muy preocupados. Esto estuvo acompañado con una fiesta que hicieron otros compañeros en una parroquia que había al lado, con baile y todo, que distraía.
Paralelamente en otro extremo de la ciudad, en La Teja, los compañeros que estaban afuera hicieron una cantidad de operaciones que tenían la función de tratar de llevar el aparato policial hacia los disturbios, para que hubiera menos capacidad represiva en la zona donde estábamos.
Salimos en dos camiones que se habían conseguido en una barraca.
A mi esposa la conocí la noche que nos escapamos de la cárcel. Ella estaba con la gente que apoyaba desde afuera. Habían ocupado una de las casas en las cuales nosotros emergimos de abajo de la tierra para salir de la cárcel luego de haber hecho el túnel.
La vi casi accidentalmente y seguimos la vida.
Era una estudiante avanzada de arquitectura que trabajaba en una financiera paralela de un banco. Era muy bonita y joven.
Dentro de los trabajos que tenía en la financiera, la mandaban con un bolso de dinero a algunas avionetas que paraban en Carrasco. Era un negocio de economía financiera clandestina. Y decidió denunciarlo.
Pero el banco estaba muy conectado a los intereses de un ministro de Economía de la época. Se dio cuenta que los recursos legales que se podían hacer iban a fracasar y decidió pasarle la información a los tupamaros.
Unos compañeros fueron a esa oficina. Se llevaron un montón de documentación e hicieron la denuncia pública. Los dueños de la financiera no tuvieron mejor idea que hacer un incendio para tratar de disimular la cosa. Fue un escándalo.
Yo fui preso de vuelta y me volví a escapar. Esta segunda fuga fue al revés: un túnel de afuera hacia adentro.
Y nos encontramos una noche en que andábamos muy perseguidos. Yo ocupaba un cargo de relativa dirección y ella tenía contactos con parte del aparato clandestino.
Los humanos, aunque no lo sabemos, cuando vivimos una atmósfera de peligro donde está en juego a cada paso la libertad y la vida, nos aferramos al amor porque la naturaleza biológica nos lo impone.
Y nos juntamos una noche, en la costa de un arroyo.
Estuve en una especie de sótano muy húmedo en un cuartel de (la ciudad de) Paso de los Toros años después, cuando ya habían dado el golpe de Estado los militares.
Recuerdo que mantenía seis, siete ranitas en el calabozo. Les ponía un vasito con agua, para que se bañaran. Ranitas de zarzal.
Allí fue donde registré que las hormigas gritan cuando tú las agarras y las pones en el tímpano de la oreja.
Era como un corredor largo. En la parte de adelante siempre había un guardia, que caminaba de un lado al otro. Una larga escalera salía a un lugar donde estaba la guardia de soldados. Cuando había que ir al baño teníamos que llamar y nos llevaban.
En esa época, cada siete u ocho meses nos cambiaban de cuartel. Aprendimos una cosa: siempre se puede estar peor. Yo estuve siete años sin poder leer, sin libros, sin nada.
Muchos plantones y torturas varias al principio. Todo es relativo.
Por ejemplo, en el cuartel de Minas, cuando me sacaron de la cárcel y empezaron el peregrinaje por los cuarteles, estuve seis meses atado con alambre, esposado atrás. Tenía que pasar el día sentado en un banquito contra la puerta, en un calabozo.
Ahí me enteré que estaba cayendo Saigón en la guerra de Vietnam.
Yo salí en la primera tanda de compañeros, dos días antes, porque los que no tenían delitos de sangre salimos primero.
Pero salí con una misión: tenía que conseguir un local para que nos pudiéramos juntar. Y así fue.
Fui a mi casa, le di un abrazo a mi madre y salí inmediatamente a conseguir ese local. Logramos un convento en el cual nos juntamos y estuvimos casi un mes, donde decidimos lo que íbamos a hacer en esa etapa.
La noche que salí habían liberado a las compañeras también. Y alguna mano amiga la trajo (a Lucía) a mi casa. Nos dimos un abrazo y nos juntamos hasta hoy.
Manuela vivió 22 años. Es un récord. Se murió de vieja y está enterrada debajo de un secuoya. Cuando yo me muera, les he pedido que me calcinen y que me entierren ahí.
La vida es hermosa. Y triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae, en todos los órdenes.
El único milagro que hay es haber nacido. Por lo tanto, hay que darle una causa al milagro de haber nacido.
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