
Se va 2020 (afortunadamente) y desde el primer momento del 2021 entra en vigor una nueva medida en la Ciudad de México: El adiós a los desechables.
Se trata de la prohibición de vender, comprar o entregar a la gente utensilios desechables o plásticos de un solo uso, tal como se estableció en la reforma que se aprobó desde hace un par de años, para reducir de forma gradual la contaminación por este tipo de desechos.
Tal cual, la Ley de Residuos Sólidos dice que a partir del 1 de enero de 2021 quedará prohibida la comercialización, distribución y entrega de los siguientes desechables:
— Tenedores, cuchillos, cucharas, palitos mezcladores, platos, popotes o pajitas.
— También de bastoncillos para hisopos de algodón, globos y varillas para globos, vasos y sus tapas, charolas para transportar alimentos, aplicadores de tampones, fabricados total o parcialmente de plásticos, diseñados para su desecho después de un solo uso, excepto los que sean compostables.
¿Sabes cuáles son los productos que a partir del 1 de enero de 2021 estarán prohibidos en la Ciudad de México? 🤔 #AdiósALosDesechables ⤵️ pic.twitter.com/laMRWTavO7
— Secretaría del Medio Ambiente (@SEDEMA_CDMX) December 7, 2020
Según nos contó Andrée Lilian Guigue, directora general de Evaluación de Impacto y Regulación Ambiental, la restricción también aplica a los vasitos o platos de unicel, que también es considerado plástico.
Esta prohibición es el complemento de la medida que se implementó en 2020, para ya no comercializar ni entregar a la gente bolsas de plástico cuando fuera al supermercado, por ejemplo.
Cuando inició la pandemia, las autoridades suspendieron las visitas para supervisar que los establecimientos cumplieran con esta restricción, pero se retomaron en junio. La medida sigue vigente y ahora se suma el tema de los desechables. Hasta julio pasado, en revisiones a mil 362 establecimientos sólo el 8.44% fue sancionado por no respetar la normatividad sobre las bolsas, según el gobierno capitalino.
Las autoridades han tenido diálogos con dueños de negocios de comida, y se han encontrado que ellos mismos ya han empezado a utilizar otros materiales, en lugar de platos o vasos desechables de plástico, como el cartón o los plásticos compostables que sí estarán permitidos.
Con corte al 11 de diciembre, Lilian Guigue mencionó que han visitado 1,432 restaurantes en varias zonas de la Ciudad, para recordarles que la prohibición de las bolsas de plástico no quedaban suspendidas con la pandemia y que ahora venía el tema de los desechables, y registraron que el 42%, ya no entregaban desechables de plástico.
En algunos casos, contó, los propietarios o vendedores han tenido que ser creativos, por ejemplo para encontrar la forma de entregar el café, sin usar tapas de plástico.
Sin embargo, dijo, la principal apuesta es que en la Ciudad de México ya no se usen desechables de cartón ni de ningún tipo, sino que los clientes o consumidores en la capital cambien hábitos y lleven sus propios recipientes o utensilios, por ejemplo al ir por su capuchino o un atole, o cuando piden para llevar en alguna fonda o restaurante.
“A lo que le estamos apostando, es a reducir la generación de residuos, porque aunque sean de cartón o lo que sea, si son productos que se siguen usando una sola vez y se tiran, pues seguimos generando una cantidad de residuos bárbara. Entonces a lo que estamos apostando es a que más y más gente salga a comprar con su propio recipiente, con sus termos, con sus tuppers”.
¿Y qué pasa con los globos? La Sedema menciona en su página la opción de globos hechos con materiales que cumplan con el certificado de compostabilidad.
En la ley, se establece que los únicos plásticos que estarán permitidos son los plásticos compostables que justo sirven para hacer una composta, el proceso de descomposición de materia orgánica para enriquecer o ‘abonar’ la tierra, en lugar de contaminar.
“Si hay alguien que quiere seguir usando plástico, solo van a poder ser plásticos compostables. Este plástico compostable, a diferencia del polímero que se utiliza de manera regular, tiene la capacidad de degradarse en un menor tiempo posible, a través de un proceso controlado”, nos dijo Lilian Guigue. “Es un plástico muy amigable con el ambiente”.
¿Y dónde podría encontrarse ese tipo de plástico? La funcionaria nos explicó que las empresas que quieran producir o comercializar plásticos compostables en tiendas deben cumplir con una serie de requisitos ante las autoridades ambientales, entre ellos cumplir con pruebas de laboratorio a sus productos y colocar un etiquetado, con la leyenda “compostable”, u “producto compostable”, para que la gente los identifique.
Sin embargo, mencionó que aún no son muchas las empresas que se han acercado a las autoridades para obtener los permisos y producir este tipo de plásticos. La Secretaría de Medio Ambiente local, dijo, publicará en su página la lista de empresas que ya hayan cumplido con este registro, para vender plásticos compostables.
En la ley, mencionó la funcionaria, se establecen sanciones que van desde apercibimientos, multas, hasta una posible clausura de negocios, por incumplir y seguir dando desechables, sin embargo, refirió que las autoridades capitalinas van más ahora por una labor de convencimiento y asesoría de locatarios, restauranteros, vendedores de comida y los propios consumidores, para no afectar más estos establecimientos, en medio de la crisis por COVID.
“Con las bolsas lo que nos pasó es que hubo una gran aceptación social, que superó todas las expectativas, con más de 90% de aceptación. Si la ciudadanía se apropia de la regulación, estamos del otro lado”.
La Secretaría de Medio Ambiente capitalina (Sedema) ha alertado sobre el aumento de residuos sanitarios, al usar cubrebocas y otros implementos que son desechables, durante la pandemia.
“El uso excesivo de este artículo ha incrementado hasta dos veces la cantidad de residuos sanitarios que se generan y deben manejarse diariamente en la ciudad. Tan solo en abril, se recolectaron 30 toneladas de este tipo de residuos y en mayo más de 20 toneladas al día”, publicó la Sedema en este post sobre cultura ambiental.
Ante ello, recomendó a la población usar cubrebocas lavables y reutilizables. De no ser posible, y si se recurre a cubrebocas desechables, la recomendación es no tirarlos en la calle.
La Sedema capitalina recomendó colocarlos en una bolsa, después de su uso, al igual que guantes, pañuelos desechables, cepillos dentales, jeringas, apósitos y gasas. Todos estos residuos se nombran como no reciclables y sanitarios, detalló.
“La bolsa que contenga estos residuos debe rociarse por dentro y por fuera con una solución de agua clorada (se recomienda utilizar una solución clorada a 400 ppm, la cual se obtiene al añadir 10 mililitros de cloro comercial en un litro de agua)”, indicó la Sedema en abril pasado.
“Se sugiere marcar la bolsa con un plumón permanente, escribiendo la leyenda ‘Residuos sanitarios’. Después de esto, puede entregarse al camión o a la persona que recolecta la basura”.
La Ley de Residuos Sólidos y su Reglamento, por razones de salubridad e higiene, permite el uso de bolsas de plástico para el manejo de residuos sanitarios, explicó.
“Se recomienda a la población usar las bolsas que ya tengan en sus casas o, de ser posible, comprar las que sean amigables con el ambiente, como las que están hechas de material reciclado o se identifican como compostables”.

El sistema de Salud de Ecuador está en crisis y los analistas estiman que tuvo mucho que ver en la derrota electoral del presidente Daniel Noboa en su consulta popular.
A Yawa Sumpa Puar Alexandra, de la comunidad indígena achuar, le entregaron el 29 de noviembre el cuerpo de su bebé en una caja de cartón. La niña de solo un mes había ingresado por un problema respiratorio la noche anterior en el Hospital General de Macas, en la provincia ecuatoriana de Morona Santiago, y en unas pocas horas falleció.
La plantilla médica recomendó a la mamá buscar un ataúd, pero sola, a cientos de kilómetros de su comunidad y sin hablar bien español, su situación era de total desamparo. Aunque salió en busca de ayuda, como no llevaba dinero, tuvo que volver al hospital.
Ahí se encontró con el improvisado féretro que tuvo que cargar primero al parque principal de Macas donde salen las camionetas y los autobuses a Taisha, y luego las tres horas de viaje hasta esa ciudad de donde despegan las avionetas hacia la zona donde vive su comunidad, en plena Amazonía ecuatoriana.
“¿Cómo es posible que le dejen marchar así, con un bebé muerto en un cartón? Es doloroso ver cómo la manera en que nos tratan los médicos. Es indignante y muy triste porque somos humanos”, dice a BBC News Mundo el miembro comunidad achuar de Kaiptach que auxilió a la madre en un primer momento y tomó la fotografía.
Fue la municipalidad de Taisha la que finalmente la ayudó con un ataúd y con el vuelo de regreso a su comunidad.
“Es la familia la que tiene que traer el ataúd. El hospital no te la da. Eso es así en todo el país. Pero es verdad que sí son los encargados de hacer la gestión para pedir una donación a los municipios o a las prefecturas. Y para eso los hospitales tienen un área de trabajo social”, le cuenta a BBC Mundo Christian Sánchez Mendieta, periodista del diario El Mercurio.
El equipo de este diario había viajado en abril pasado a Morona Santiago después de que 10 niños murieran por leptospirosis, una enfermedad que se transmite por medio de las heces y orinas de roedores, pero con pronóstico favorable para el paciente si se le administran antibióticos.
“Son poblaciones que tienen costumbres completamente diferentes y viven en condiciones insalubres, pero siento que hay una especie de racismo contra ellos”, añade Sánchez Mendieta.
“Dada la gravedad de este hecho se han dispuesto las gestiones correspondientes para la sanción al personal involucrado en esta irregularidad”, informó el Ministerio Público de Salud luego de que se difundiera públicamente la foto de la madre y la caja con el cuerpo de su hija.
Pero la imagen tomada en Taisha, que levantó una oleada de indignación en todo Ecuador, se convirtió en un ejemplo dramático de una situación que supera las fronteras de la provincia de Morona Santiago: la crisis en la salud pública ecuatoriana.
El 16 de noviembre, 13 días antes de la muerte de esta niña en Macas, hubo una consulta popular en la que el presidente Daniel Noboa planteó cuatro preguntas a los ecuatorianos. En los cuatro interrogantes -que iban desde la convocatoria a una Asamblea Constituyente hasta el regreso de bases militares extranjeras al país- la gente dijo “No”.
El revés de Noboa sorprendió porque el mandatario gozaba de un nivel de popularidad del 52,7%, según una encuesta realizada por la empresa Cedatos en octubre, y porque ocho meses antes había logrado su reelección en una segunda vuelta con más del 55% de los votos.
Otra de las sorpresas fue una de las causas mencionadas al interior de Ecuador para explicar esta derrota: en un país acostumbrado casi exclusivamente a hablar de las crisis de inseguridad y de las muertes violentas, se mencionó la crisis de salud.
El desabastecimiento de medicinas y todo tipo de materiales médicos había llegado a niveles críticos a finales de septiembre, afectando incluso a medicamentos considerados básicos como la insulina, la morfina, la amoxicilina y fármacos contra el cáncer.
La situación obligó al gobierno de Noboa a declarar el estado de emergencia en el Instituto Ecuatoriano de Seguro Social (IESS) -el que utilizan los trabajadores que contribuyen con su salario al sistema público- y en el Ministerio de Salud.
Solo en los últimos 20 meses, el país ha tenido cinco ministros de Salud, y tras esta inusual rotación, la cartera recae ahora en la vicepresidenta de la República, María José Pinto.
Una de las principal quejas del presidente de la Federación de Nacional de Médicos del Ecuador, Santiago Carrasco, es precisamente la falta de liderazgo técnico y la mala gestión derivada de la falta de conocimiento del sector de los dirigentes.
BBC Mundo se puso en contacto la presidenta de la Comisión del Derecho a la Salud y Deporte de la Asamblea Nacional del Ecuador, Diana Blacio, de partido gobernante, pero no obtuvo respuesta.
“El presupuesto para salud ha sufrido recortes significativos: de US$3.219 millones en 2023 bajó a US$2.959 millones en 2024 y a US$2.798 millones en 2025”, explica a BBC Mundo María Verónica Iñiguez Gallardo, asambleísta por la provincia de Loja.
Según datos del Banco Mundial, en 2021 y 2022 también se redujo el monto destinado a los recursos relacionados con la operación y mantenimiento del sistema sanitario. Esto incluye salarios de personal, compra de medicamentos e insumos, servicios básicos (luz, agua), mantenimiento de instalaciones, y administración.
Es decir, los costos para que los hospitales, clínicas y programas de salud funcionen día a día, sin incluir grandes inversiones en infraestructuras nuevas
Pero para Iñiguez Gallardo, lo más alarmante es la ejecución de esos fondos: “Hasta julio de 2025, solo se había utilizado el 34,6% del presupuesto de inversión, lo que significa que hospitales y centros de salud operan con recursos mínimos”.
La asambleísta de Revolución Ciudadana, el principal partido de la oposición liderado por el expresidente Rafael Correa, indica que “el desabastecimiento de insumos y medicamentos es generalizado en todo el país. En septiembre, los hospitales públicos reportaban apenas un 45% de abastecimiento de medicamentos”.
Iñiguez Gallardo indica que, por ejemplo, en los hospitales Monte Sinaí y del Guasmo, los dos centros de salud más grandes de Guayaquil, la capital económica del país, la falta de insumos esenciales alcanzó el 80%.
“En otro hospital de Guayaquil, el Hospital Universitario, 18 recién nacidos murieron tras contraer infecciones asociadas a la atención sanitaria, producto de la reutilización de cánulas contaminadas, insumos cuyo costo es mínimo (US$1 aproximadamente)”, recuerda la asambleísta.
Juan, nombre ficticio de un especialista del Hospital General Monte Sinaí que no quiere ser identificado, describe la precariedad con la que trabajan desde hace un año:
“Si alguien se va a operar al hospital, tiene que traer todo. Faltan agujas, cánulas, hilos de sutura, sedantes, analgésicos. A veces no hay ni algodón o sábanas en las camas. Tenemos guardias de 24 horas pero ya no hay donde comer en el hospital porque a la gente de la cantina hace meses que no le pagan”.
“Ni siquiera podemos hacer exámenes de laboratorio, análisis de sangre, son servicios que prácticamente no funcionan por falta de pago”, le cuenta a BBC Mundo y añade:
“Como faltan muchas medicinas, las familias se ven obligadas a acudir a chulquero (prestamista) y tomar dinero con tasas de interés extremadamente altas y abusivas. O hacen eso o se les muere el familiar. La crisis de salud se extiende a todo el tejido social. Va más allá de la sanidad”.
BBC Mundo trató de contactar el Ministerio de Salud Pública porlos canales oficiales pero tampoco logró que alguien respondiera a estas acusaciones.
Otros pacientes que sufren estos días la escasez de medicamentos son los que necesitan diálisis o quienes padecen diabetes y necesitan una dosis diaria de insulina.
En Guayaquil, el 28 de noviembre, hubo una movilización para denunciar el desabastecimiento de insulina, que según diversas asociaciones se ha agudizado desde 2023 y que afecta tanto a farmacias privadas como públicas.
“Si me preguntas cómo hemos llegado a esta situación, creo que se debe tal vez a una mala gestión desde el Estado al hacer la provisión de las compras”, explica Lucía Mantilla, presidenta de la Fundación Diabetes Juvenil de Ecuador.
“Los diabéticos necesitan insulina todos los días. No es algo que puedas ponerte un día sí y otro no. Y ahora mismo, los miembros de la asociación nos cuentan que tienen que recorrer varias farmacias para encontrar un vial, que a veces lo reparten en dos días o tres”.
“Cuando un paciente diabético no se inyecta insulina esto puede derivar en valores altos de glucosa, que se puede transformar en una cetoacidosis. La cetoacidosis necesita una intervención hospitalaria y si no son atendidos, en el caso extremo pueden caer en un coma diabético”, agrega.
Para varios expertos consultados, la pandemia de COVID-19 -que se ensañó especialmente con Guayaquil- aceleró el colapso del sistema.
“Hubo despidos de miles de profesionales de la salud y salieron a la luz varios casos de corrupción en la compra de insumos médicos”, cuenta Iñiguez Gallardo.
“La pandemia tuvo un gran impacto en Ecuador. Solo hay que recordar los ataúdes en las calles. El país implementó un sistema en el que reservó los hospitales públicos para atender el Covid y derivó al sector privado la atención del resto de patologías”, afirma Marcelo Bortman, ex especialista en Salud del Banco Mundial.
La fórmula suponía transferencias de fondos de los servicios públicos a las clínicas privadas para pagar la factura.
“Para que un sistema de salud sea fuerte, tiene que tener recursos humanos adecuados, estructura y el financiamiento suficiente. Obviamente los hospitales tienen que tener equipamiento y eso es cada vez más caro por la tecnología”, plantea Bortman y añade:
“La mayor parte de los de los presupuestos que tienen los sectores de salud en el mundo son en general para funcionamiento, pero no hay para mantenimiento ni para mejoras. Y con los años, si esas inversiones faltan, los servicios se van deteriorando y las capacidades también”.
El diario El Mercurio reportó estos días la historia de un paciente de 22 años ingresado en el Hospital José Carrasco Arteaga desde hace más de 20 días en la ciudad de Cuenca. Féliz Aurelio Suqui se cayó de un montacargas a 15 metros de altura mientras trabajaba.
Según el informe médico tiene entre otras cosas politraumatismo, es decir, muchos huesos rotos -incluidas tres vértebras-, y neumotórax (un colapso en los pulmones). Está en estado grave.
Cómo no hay materiales para la cirugía que necesita, el hospital sugiere darle el alta y que espere en casa los insumos para la operación que necesita.
Pero si la situación es mala en las ciudades, es peor en las zonas rurales.
“Los puestos de auxilio y los puestos de medicina general son muy poquitos en las zonas rurales. Hay que caminar cuatro horas por la selva. Son construcciones de madera que casi no tienen los elementos básicos”, describe el periodista Sánchez Mendieta.
A esto hay que añadir que los médicos en las áreas remotas “son casi siempre recién egresados de la universidad que están haciendo un año de medicina comunitaria”, expone Pablo Ponce, director del colectivo Violín Rojo, una asociación que trabaja con comunidades indígenas en Ecuador. En concreto, Ponce vive desde hace 5 años con los Achuar.
“Pero lo que se necesita es tener médicos contratados, especialistas, un médico general, un pediatra. En los puestos de salud de la zona no existe la forma de hacer un examen de sangre. No hay una garantía de electricidad”, argumenta.
Ese sistema, que deja las zonas rurales lejos de la zona de reparto de insumos o aleja a los especialistas fue la razón por la que Yawa Sumpa tuviera que llevar a su bebé al Hospital de Macas.
Y cuando creyó que la atención médica salvaría a su hija, se encontró con una crisis del sistema que solo le dejó una caja de cartón en las manos.
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