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La Guardia Nacional no ‘tomó’ la Catedral de CDMX; el video es de 2020
La Guardia Nacional no ‘tomó’ la Catedral de CDMX; el video es de 2020
Captura de redes sociales con desinformación
2 minutos de lectura

La Guardia Nacional no ‘tomó’ la Catedral de CDMX; el video es de 2020

En 2020, la Arquidiócesis de México aclaró que la Catedral es resguardada por corporaciones de seguridad como la Guardia Nacional desde hace más de 10 años.
26 de abril, 2024
Por: Diana Soto
@ 

Elementos de la Guardia Nacional no tomaron las instalaciones de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México (CDMX) como aseguran varias publicaciones en redes sociales. Se trata dedesinformación que circula desde 2020.

“Hoy la Guardia Nacional allanaron la Catedral Metropolitana (sic)”, se lee en una publicación en X -antes Twitter- del 25 de abril de 2024, compartida a El Sabueso a través del Verifichat.

En las imágenes una persona avanza por el interior del recinto y asegura que la catedral fue “sitiada” por elementos de la Guardia Nacional, a pesar de que una agente le explica que son medidas para proteger a los sacerdotes ante posibles ataques. 

El Sabueso realizó una búsqueda inversa de las imágenes en Google y encontró que el video está sacado de contexto, pues circula en internet por lo menos desde septiembre de 2020, unos meses después de que la Catedral Metropolitana reabriera sus instalaciones tras el aislamiento social por COVID-19 en México. 

La catedral fue resguardada por la Guardia Nacional en junio del 2020 Foto: Cuartoscuro

Además, una búsqueda avanzada en X y Facebook (Meta) de las palabras “catedral” y “guardia nacional” arrojó que en cada red social el video se compartió por lo menos en otras 10 publicaciones distintas  en los últimos dos días con advertencias sobre la supuesta “toma” actual de las instalaciones.. 

¿Por qué estaba la Guardia Nacional en la Catedral de CDMX?

La persona que grabó al interior del recinto se acercó a una agente de la Guardia Nacional para preguntarle por qué resguardaban el lugar. “Han tenido intentos de golpear a los sacerdotes, por eso estamos aquí”, le respondió. 

En septiembre del 2020, el grupo autodenominado Frente Nacional Anti-AMLO (FRENA) instauró un campamento en el Zócalo capitalino, cuyo logo portaba en un pañuelo la persona que captó las imágenes y por el cual acusó que intentaron obstaculizar su entrada a la catedral.

La difusión de desinformación sobre la Guardia Nacional en el recinto orilló a la Arquidiócesis de México a explicar en un comunicado que el lugar no fue “ocupado o invadido” por los agentes y que las corporaciones de seguridad han protegido el recinto desde hace más de 10 años. 

Comunicado sobre la Catedral en 2020 Foto: X/@Catedral_CDMX

“La custodia de la Catedral quedó a cargo de la Guardia Nacional desde el pasado mes de junio (…) la presencia de los cuerpos de seguridad fue resultado de diversas protestas y acciones de grupos y/o personas violentas y extremistas”, escribieron el 27 de septiembre de 2020 al hacer alusión al ataque que le quitó la vida a un sacerdote en 2017

En conclusión: El video de la Guardia Nacional en la Catedral Metropolitana está sacado de contexto. Se grabó en 2020, poco después de la reapertura del recinto tras su cierre temporal por la pandemia.

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Imagen BBC
“Te damos el apapacho que tanto falta”: la familia de médicos que atiende a migrantes en una clínica particular de CDMX
6 minutos de lectura

En un país con crisis en la salud y con cientos de migrantes a la deriva, clínicas particulares y residenciales dan algo más que un tratamiento médico.

21 de julio, 2025
Por: BBC News Mundo
0

La Unidad Médica Bassuary, al oriente de Ciudad de México, en el inmenso municipio de Nezahualcóyotl, no es una clínica usual: está en una casa residencial, tiene altares en cada rinconcito y en el consultorio de la doctora jefe, Sarahí Hernández, más que diplomas hay fotos: de ella cuando joven, de Pedro Infante, de sus pacientes.

“A mí me gusta ver a la gente a la cara, tocarlos, darles el apapacho que tanto nos hace falta”, dice la doctora, de 58 años. “Me ha llegado gente con el pie podrido, literalmente, oliendo feo, y yo no puedo hacer otra cosa que conmoverme, tratarlos y ayudarles. Porque imagínate tú si los doctores solo atendiéramos a la gente guapa”.

La Bassuary -cuyo nombre es una reunión de las iniciales de su padre, madre y hermano; todos médicos- es, en sus términos, una “clínica particular”. Y familiar.

No está en un edificio construido para ser hospital, pero presta muchos de sus servicios: urgencias, cirugía, consulta.

En México se les suele llamar “clínicas patito”, un término peyorativo que connota informalidad, ilegalidad, mala praxis médica. Pero la Bassuary, así como muchas de estas clínicas particulares, no solo cumplen con la regulación, sino que a veces dan un servicio que los hospitales tradicionales quizá no.

Servicios como el apapacho: palabra náhuatl para el cariño, el consuelo, el abrazo, la palmadita.

Y sobre todo a quienes más lo necesitan: por ejemplo, la población migrante, que por estos días, dice Hernández, “parecen haberse ido, pero ahí están, ya van a volver, porque su situación es muy difícil y acá estamos para ayudarlos”.

Hoy los migrantes son el 10% de los pacientes de Hernández, pero hace unos meses eran más de la mitad.

Nezahualcóyotl
Getty Images
Nezahualcóyotl, mejor conocido como Neza, es una ciudad en sí misma pegada a la capital mexicana. Y es donde llegan muchos de los migrantes.

Tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, el flujo migrante en México parece haberse reducido o cambiado de rumbo, con lo que espacios de atención como este, o los albergues, están medio vacíos.

Igual, dice la doctora, “tenemos más de 300 pacientes, porque necesidad es lo que hay y hospitales es lo que casi no hay”, asegura con ironía.

Solución para un sistema colapsado

En prácticamente todos los estados mexicanos es común, sobre todo en las periferias de las ciudades, que la demanda por salud sea parcialmente abastecida por espacios como este.

Algunos son exclusivos para adultos mayores, otros para tratamientos ambulatorios: el portafolio de especialidades y niveles de cobertura es grande.

La Bassuary presta un poco de todo, pero su existencia, admite Hernández, tiene mucho que ver con las falencias del sistema de salud pública.

“Neza tiene solo dos hospitales y muy pocas camas censables; sin nuestro apoyo es imposible dar abasto”, asegura.

El sistema de salud público mexicano está en crisis hace décadas: hay desigualdad en el acceso, desabastecimiento de medicamentos, escándalos de corrupción, entre otros factores.

Clinica Bassuary
BBC
La clínica Bassuary tiene 13 trabajadores entre médicos y enfermeros y dos decenas de especialistas que van cuando tienen citas.

“Solo en pandemia -señala Hernández- yo atendí 14 mil pacientes, por teléfono, por chat, en persona. Un hospital tiene 70 camas, el otro 300. Y quedaron colapsados”.

A la crisis del sector se añade que la población mexicana sufre altas tasas de obesidad, hipertensión, diabetes e infecciones gastrointestinales.

Pero para la población migrante la situación es incluso más difícil, porque vienen de un viaje tortuoso por varios países y se enfrentan a la complejidad bacteriana y alimenticia de México.

“Para casi todos (los migrantes), el primer problema es intestinal. No solo porque acá la comida es irritante y grasosa, sino porque el agua tiene otras bacterias”, señala Hernández.

Pero otros casos son aún más graves. Ella recuerda a una migrante que llegó con fractura de clavícula porque los coyotes la habían lanzado de un puente.

Vanessa Alejo y su hija, migrantes venezolanas en México.
Archivo particular
Vanessa Alejo y su hija, migrantes venezolanas en México.

Una migrante que visitó la clínica es Vanessa Alejo, una venezolana de 29 años que conoció a Sarahí hace unos meses cuando su hija, de 7 años, sufrió una infección.

“Fuimos al hospital y no sirvieron los tratamientos y cada vez que íbamos era muy difícil porque, si bien yo tengo permiso de residencia, piensan que uno está acá de paso y que está indocumentado”, asegura Alejo, que trabaja en una jarcería y en un restaurante.

Entonces le recomendaron a Hernández. “Ella me dio el mismo tratamiento, pero con una gran diferencia, me dio su número de teléfono, entonces yo pude darle cada detalle de su estado, ella nos mandó más exámenes y encontramos que tenía tifoidea”.

Y concluye: “La doctora me levantó a mi hija, si no hubiese sido por ella, esa bacteria me la mata”.

“Vemos cuerpo y alma”

Nezahualcóyotl es un enorme municipio pegado a Ciudad de México en el que viven casi 2 millones de personas. Está construido, de manera informal, sobre lo que fue un lago. Ha sido durante décadas un destino para quienes migran a la zona en busca de un trabajo en la capital.

La clínica Bussary está, hace 15 años, en una casa de dos pisos de fachada verde viche en una calle residencial del municipio.

Al frente, en una casa rosada, hace dos años Sarahí empezó a ver que a la azotea se subían personas con un perfil muy distinto al que se frecuenta por acá: afrodescendientes.

Con el francés que aprendió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se graduó y da clases hace 30 años, Hernández entabló una relación con un grupo de 22 haitianos que iban camino a Estados Unidos huyendo de la violencia y la pobreza que azota a su país.

Sarahí Hernandez
BBC

“Nos volvimos amigos, los niños de la clínica empezaron a jugar con sus niños en la calle, les dábamos comida, no les gustaba el arroz a la mexicana, ni la tortilla, solo los panes y los plátanos”, recuera la doctora.

Con el tiempo se corrió la voz de que acá prestaban, a veces gratis, a veces por el costo habitual de 200 pesos (unos US$10), servicios médicos sin necesidad de ser parte del sistema oficial.

“Empezaron a llegar brasileños, venezolanos, colombianos, cubanos, todos muy afectados y sin dinero porque la ruta migrante es muy dura”, explica Hernández. “En todos lados había abusos y sigue habiendo”.

Fanática de Patch Adams, el doctor estadunidense que revolucionó la medicina con tratamientos entretenidos, Hernández alguna vez quiso ser actriz. Pero, al ver a sus padres ejercer, entendió que la humanidad que le fascinaba del arte se podía traducir en medicina.

“Te puedo quitar un tumor, pero me importa más poderte acompañar en el proceso”, asegura.

A diferencia de la “medicina tradicional”, dice, “nosotros te vemos como iguales, sin soberbia”.

“No solo te quitamos el dolor físico, sino el emocional; no solo vemos el cuerpo, sino también el espíritu, la mente y el alma”.

La sala de cirugía de la clinica Bassuary.
BBC
La sala de cirugía de la clinica Bassuary.
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