Para entender mejor
Claudia Sheinbaum no propuso cerrar la Basílica de Guadalupe y convertirla en un museo del INBA, ahora conocido como Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). Dicha declaración no se encontró en ninguna de sus redes sociales, entrevistas o discursos, ni tampoco publicó al respecto el diario Excélsior, citado como supuesta fuente en cadenas de WhatsApp.
Además, el equipo de la candidata a la presidencia por la coalición Sigamos Haciendo Historia (Morena, PT y PVEM) confirmó que ella no hizo la propuesta, que lo que circula es desinformación.
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“Propone @Claudiashein cerrar la Basílica de Guadalupe (…) no está de acuerdo con esa creencia respecto a la Madre de Dios y Reyna de México, nuestra Morenita (…) destacó que para no cerrar en su totalidad esa “capilla”, la convertirá en un museo a cargo del INBA (sic)”, señalan en publicaciones en redes sociales y cadenas de WhatsApp.
Sin embargo, ni en las páginas oficiales de Claudia Sheinbaum ni de la Basílica de Guadalupe hay reportes sobre la supuesta propuesta del cierre del santuario de la Iglesia católica.
Un rastreo en Google, con los fragmentos del escrito difundido, tampoco llevó a notas periodísticas ni publicaciones en redes sociales de medios de comunicación que informaran del tema.
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Mientras que una búsqueda inversa en Google Lens con la fotografía que contiene un post en X dirigió a la imagen original en el repertorio de Shutterstock, es decir, no tiene relación con hechos noticiosos, es de archivo.
Cabe resaltar que algunas cadenas en WhatsApp refieren que el diario Excélsior fue quien comunicó la noticia, pero en su sitio web no hay rastro de ello. Únicamente fue hallada una nota periodística del pasado 23 de febrero relacionada con la entrega de una rosa de plata por parte de la aspirante a la presidencia a Efraín Hernández, rector de la Basílica de Guadalupe.
Claudia Sheinbaum también publicó fotografías sobre ese encuentro y mencionó que dicha rosa, elaborada por Adrian Pallarols, fue bendecida por el papa Francisco cuando visitó al sumo pontífice en el Vaticano.
El Sabueso contactó a Alfonso Brito, del equipo de Claudia Sheinbaum, quien corroboró que la aspirante de Sigamos Haciendo Historia no propuso cerrar la Basílica de Guadalupe y convertirla en un museo.
“Absolutamente falso”, dijo Alfonso Brito a este medio. Explicó que han circulado post atribuidos al Excélsior, pero que consultaron con el diario y les notificó la falsedad de los reportes a su nombre.
En febrero de 2024, Claudia Sheinbaum visitó al papa Francisco en el Vaticano. Durante la reunión, que duró una hora, le obsequió unas piezas del pueblo wixárika al sumo pontífice, de acuerdo con la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
“Además de ser el máximo representante de la Iglesia católica, la religión de la gran mayoría de mi pueblo, tengo una profunda admiración por su pensamiento humanista”, destacó la candidata a la presidencia, en la plataforma X.
El pasado 11 de marzo, como te informamos en esta nota, la abanderada de Morena firmó el “Compromiso Nacional por la Paz” con el que autoridades religiosas, víctimas de la violencia y especialistas buscan dar salida a la inseguridad que persiste en México.
No obstante, expresó que no coincidía con diversas afirmaciones y propuestas, por lo que se anexó el documento denominado: “Sigamos dialogando”.
En conclusión: las publicaciones en redes sociales y cadenas en WhatsApp en las que se asegura que Claudia Sheinbaum propuso cerrar la Basílica de Guadalupe y convertirla en un museo a cargo del INBA, ahora INBAL, son desinformación. No se encontró evidencia en sus redes, discursos y entrevistas; sumado a esto, su equipo lo desmintió.
A las pocas horas de la muerte del papa Francisco, el Vaticano reemplazó su foto y la información sobre su papado por un escudo que simboliza la vacancia de la Santa Sede, la cual se extenderá hasta que se elija a un nuevo pontífice.
A partir de este lunes, la Iglesia católica entró en un periodo especial que se denomina “sede apostólica vacante”, como ocurre siempre tras la muerte (o la renuncia) del Papa.
Así se ve reflejado en la página web del Vaticano, que reemplazó a pocas horas de la muerte de Francisco su foto y la información sobre su papado por el escudo que simboliza la vacancia de la Santa Sede. La vacancia se extenderá hasta que se elija un nuevo pontífice.
El término sede vacante se usa ante la ausencia de cualquier obispo, pero cuando se trata del obispo de Roma —es decir, del Papa—, se denomina sede apostólica vacante y tiene, naturalmente, mayores implicaciones.
El procedimiento a seguir en ese caso está detalladamente definido por una ley del más alto rango en el derecho canónico expedida por Juan Pablo II en 1996.
Esa ley establece tajantemente que la muerte del pontífice deja sin cabeza a la Iglesia católica. Nadie asume sus funciones ni sus potestades.
Además, dejan de ejercer sus funciones quienes ocupan varios de los altos cargos de la Iglesia.
El Colegio de los Cardenales (es decir, el conjunto de todos los cardenales) asume el liderazgo de la Iglesia, pero su poder es muy limitado. Está estrictamente prohibido promover cualquier cambio en la Iglesia y sus reglas.
Los cardenales únicamente deben encargarse de “los asuntos ordinarios o de los inaplazables” y, por supuesto, de la elección del nuevo Papa.
El artículo 428 del Código de Derecho Canónico resume: “Vacante la sede nada debe innovarse”.
La misma ley promulgada por Juan Pablo II estableció que los cardenales electores durante el cónclave no pueden ser más de 120 y mantuvo la norma de que no pueden participar aquellos mayores a 80 años.
También definió que, los cardenales y otros miembros de la Iglesia que participan en la organización del cónclave deben permanecer alojados en la Ciudad del Vaticano durante la elección y que esta se debe realizar a través de escrutinio secreto dentro de la Capilla Sixtina.
La figura más prominente durante el periodo de sede apostólica vacante es el Camarlengo de la Iglesia católica.
Es el cardenal que se encarga de constatar la muerte del Sumo Pontífice y sellar su estudio y su habitación.
A continuación, asume la tarea de liderar la organización del funeral del difunto Papa, el cónclave y la transición al nuevo papado.
El actual Camarlengo es el irlandés-estadounidense Kevin Farrell, ex obispo de Dallas, Texas.
A partir de este martes y de acuerdo con la ley canónica, Farrell se reunirá diariamente con todos los cardenales en el Vaticano en lo que se conoce como congregaciones generales.
En estas reuniones, los cardenales abordarán tanto las cuestiones logísticas en torno a la elección del nuevo pontífice como los problemas profundos que atraviesa la Iglesia.
Todas estas discusiones se sostienen bajo estricto secreto.
A la vez que ocurren las congregaciones generales, el Camarlengo integra una congregación particular junto a otros tres cardenales —llamados asistentes— para encargarse de asuntos del día a día, como cuidar los bienes de la Santa Sede.
Los cardenales asistentes (un obispo, un presbítero y un diácono) son elegidos por sorteo y reemplazados cada tercer día.
Durante la sede vacante, el gobierno civil de la Ciudad del Vaticano queda en manos del Colegio de Cardenales, pero estos deben evitar expedir decretos a menos que sea estrictamente necesario.
La muerte del papa limita casi completamente las facultades de los dicasterios de la Curia Romana, que son algo así como los ministerios de la Santa Sede.
Tanto los jefes como los miembros de los dicasterios deben abandonar sus cargos, con excepción del Camarlengo y el Penitenciario Mayor, que es el que se encarga de conceder indulgencias y absoluciones a miembros de la Iglesia.
También mantiene sus funciones el Vicario de Roma, que es quien administra la diócesis de Roma en nombre del papa.
Todos los asuntos que competen a los dicasterios que puedan ser postergados deben serlo hasta que el nuevo papa decida sobre ellos.
Si el Colegio de Cardenales decidiera expedir algún decreto durante la vacancia, este solo será vigente hasta que se nombre un nuevo pontífice.
Además, el escudo del Vaticano en tiempos de sede vacante también cambia.
En lugar de la tiara papal, una corona que solían usar los sumos pontífices, el escudo en tiempos de vacancia muestra el conopeo o umbráculo, una especie de sombrilla que sirve para dar sombra al papa.
Entre los siglos XIII y XV, la sede vacante se extendió por más de dos años en varias ocasiones.
Recientemente, sin embargo, los periodos de sede vacante se han vuelto mucho más cortos. Desde 1846, ninguno excede los 20 días.
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