Home
>
Analisis
>
Invitades
>
A media luz: el mal, la palabra, la herida
Blog invitado
Blog invitado
Espacio de análisis, blogueo y... Continuar Leyendo
5 minutos de lectura

A media luz: el mal, la palabra, la herida

En Crisis o apocalipsis. El mal en nuestro tiempo, Sicilia y Dayán no nos invitan a contemplar el mal: nos obligan a preguntarnos qué hacemos con él. Cómo lo nombramos. Cómo lo enfrentamos. Cómo evitamos volvernos sus instrumentos.
15 de julio, 2025
Por: Rossana Reguillo

A propósito de Crisis o apocalipsis. El mal en nuestro tiempo, de Javier Sicilia y Jacobo Dayán.

Hay libros que no se reseñan: se cruzan en silencio, con respeto, como se cruzan ciertos umbrales. Crisis o apocalipsis. El mal en nuestro tiempo, escrito por Javier Sicilia y Jacobo Dayán, fue para mí una de las lecturas más difíciles de mi vida. No por su densidad conceptual —que la tiene—, sino porque su potencia está en otro lado: en su decisión radical de mirar de frente.

Mientras lo leía, me sentía pequeña entre dos gigantes. Era como asistir a una conversación a media luz entre dos almas muy antiguas. Uno, el poeta que carga el dolor como forma de lucidez. El otro, el jurista que ha tocado el cuerpo roto de la historia. El diálogo entre ellos no es un ensayo ni un tratado. Es un espacio de exposición —en el sentido más hondo del término—: la palabra puesta a prueba por el espanto.

El libro no sólo piensa el mal. Lo convoca. Lo hace aparecer en su dimensión concreta, histórica, política. No es el mal metafísico de las religiones ni el mal psicológico de los noticieros: es el mal que se ejecuta con burocracia, con siglas, con órdenes. El mal que tiene rostro, uniforme, firma, cómplices e incluso, causas. El mal que no se disfraza, sino que se normaliza.

Entre los muchos nombres que el libro pone a circular —víctimas, perpetradores, ausencias—, hubo dos que me dejaron en silencio, días enteros.

Uno fue el de Germana Stefanini. Tenía 67 años, estaba inválida, y fue secuestrada y ejecutada por las Brigadas Rojas en 1977 tras un “juicio revolucionario”. Su cuerpo nunca fue recuperado. Germana trabajaba como guardia civil en la prisión de Rebibbia; su función era entregar paquetes a los presos. La acusaron de ejercer una “función represiva” sobre la piel de los detenidos comunistas. La sentenciaron a muerte en nombre del pueblo.

¿Qué pasó ahí? ¿Qué derivas ideológicas permiten que una mujer vieja, sin poder, sin defensa, sea convertida en enemigo a aniquilar? ¿Cómo se desfigura el rostro del otro hasta hacerlo prescindible?

La historia de Germana no cabe en ningún relato heroico. Incomoda. Porque desarma la ilusión de que el mal es siempre el otro, el monstruo reconocible. Nos recuerda que el fanatismo no necesita verdad, solo justificación. Y que el mal, cuando se administra desde el dogma, se vuelve ciego, implacable, absoluto.

El otro estremecimiento que experimenté vino con los hermanos de la Rosa Blanca. Estudiantes alemanes que resistieron al nazismo desde dentro de la Universidad de Múnich. Jóvenes que escribían panfletos, los multiplicaban en secreto y los dejaban en los pasillos, confiando todavía en la fuerza de la palabra. Yo ignoraba todo sobre ellos. Pero no pude —no quise— dejar de imaginar a Hans y Sophie Scholl, temblorosos pero decididos, bajando por las escaleras con los abrigos llenos de hojas clandestinas.

No tenían más de 25 años, carajo. Hans tenía 24. Sophie, 21. Fueron detenidos. Fueron ejecutados.

Y sin embargo, en su gesto resiste algo inmenso: una ética del riesgo, de la desobediencia, del cuidado por el mundo.

Ese es el tipo de temblor que este libro convoca. Sicilia y Dayán no nos invitan a contemplar el mal: nos obligan a preguntarnos qué hacemos con él. Cómo lo nombramos. Cómo lo enfrentamos. Cómo evitamos volvernos sus instrumentos.

En medio del temblor que produce esta lectura, resuena una figura que el propio libro convoca: Jean Améry, filósofo y sobreviviente de Auschwitz, que pensó el mal desde el cuerpo roto, desde el resentimiento como derecho y forma de lucidez ética. Améry defendía con fuerza la idea de que no todo debe ser reconciliado ni olvidado ni perdonado.

“Sólo perdona realmente quien consiente que su individualidad se disuelva en la sociedad…”.

La frase corta el aliento. Porque nos recuerda que hay duelos que no buscan clausura. Que hay dolores que no pueden —y quizás no deben— ser absorbidos por el mandato de la reconciliación. Y que la memoria, a veces, se sostiene mejor en el filo que en el alivio.

Crisis o apocalipsis no elude esa tensión. La deja abierta. La escucha. La transita con dignidad. Y en ello reside gran parte de su potencia: en no buscar consuelo, sino verdad.

Siempre he guardado una distancia crítica con el trabajo de ByungChul Han. Su perspectiva sobre los universos y prácticas digitales me parece más que un análisis situado, un pensamiento fatalista. En sus críticas hay un peligro inverso: reducir lo digital a una distopía sin matices es cerrarlo; impedir ver que en ese territorio hay también formas de resistencia, de construcción colectiva, de memoria viva.

“Lo que hacen las humanidades digitales es más que empleo de herramientas: crean objetos que ni son libros ni música; son otras entidades en red. Estas tecnologías habilitan narraciones, comunidades y memorias que antes no cabían en el relato impreso”.

Estas palabras, firmadas por Jaime Ricardo Huesca, no son retórica académica: son una reivindicación de la digitalidad como espacio ético, político y creativo. Muestran que lo digital, lejos de ser mero instrumento —como teme Han—, es una trama viva donde se articulan memorias, se crean archivos, se juntan voces de resistencia, y donde se articula comunidad. Esa potencia es parte del mismo gesto ético del libro de Sicilia y Dayán: no solo nombrar el mal, sino documentarlo, dispersarlo, extenderlo para que no muera en silencio.

En un mundo donde no sobra la esperanza, y donde —como bien dice Jacobo Dayán— “nuestras acciones parecen no reparar nada”, la idea de reparación adquiere el rostro de una pura resistencia. Y es ahí donde aparece, con fuerza, la figura del Kathekón: ese principio que, dicho en simple, retrasa, contiene, detiene el colapso inminente.

Quizás sin proponérselo del todo, Javier Sicilia y Jacobo Dayán han creado con este libro un kathekón. No para tranquilizar. No para cerrar. Sino para no sucumbir. Para entender lo que duele. Para no colapsar. Para poner al centro a las víctimas, a la memoria, al mal nombrado sin atajos. Y en estos tiempos oscuros, eso es ya un acto luminoso. Gracias.

Lo que hacemos en Animal Político requiere de periodistas profesionales, trabajo en equipo, mantener diálogo con los lectores y algo muy importante: independencia
Tú puedes ayudarnos a seguir.
Sé parte del equipo
Suscríbete a Animal Político, recibe beneficios y apoya el periodismo libre.
Iniciar sesión

Registrate
Suscribete para comentar...
Imagen BBC
“Creo que eres un vampiro emocional”: 5 consejos para lidiar con relaciones agotadoras
6 minutos de lectura

La expresión “vampiro emocional” se refiere a aquellas personas en tu entorno que de alguna manera logran drenar toda tu energía cada vez que estas con ellas.

04 de agosto, 2025
Por: BBC News Mundo
0

¿Tienes un “vampiro emocional” en tu vida?

No estamos hablando de esos estilo Drácula que duermen en ataúdes y se alimentan de sangre.

La expresión “vampiro emocional” se refiere a aquellas personas en tu entorno que de alguna manera logran drenar toda tu energía cada vez que estás con ellas; las amistades que lo único que hacen es quejarse, exigen que te sientes con ellas y escuches sus problemas y nunca te preguntan por tu vida.

Un vampiro emocional manifiesta varias características, expresó la psicóloga y autora Suzy Reading al programa de radio de la BBC Woman’s Hour.

“Tienen una necesidad excesiva de llamar la atención, de validación, de reconfirmación”, explicó Reading. “Pero también un sentido que nada de lo que ha ocurrido en su vida es culpa suya”.

Mientras están enfocadas en el yo, el ego, también están conscientes de sus patrones de comportamiento y cómo impactan a otras personas, dice la psicóloga. No obstante, tienen poca compasión por otros, aunque no son conscientes de esa falta de empatía.

Esas relaciones, aparte de agotadoras, pueden socavar poco a poco tu autoestima y hacerte dudar sobre si tú eres quien tiene el problema.

Una mujer abraza a otra que llora.
Getty Images
Los vampiros emocionales necesitan constante atención y validación de las personas en su entorno.

Esa fue la experiencia que tuvo la periodista Radhika Sahghani, que también fue invitada a Woman’s Hour para contar cómo enfrentó el problema.

“Cuando era adolescente y entrados mis 20, creo que no podía identificarlos (los vampiros). Me preguntaba si era mi culpa; ¿por qué esta conversación no está funcionando? ¿Tal vez soy yo?”, comentó en el programa.

Con el tiempo, pudo darse cuenta de que su agotamiento emocional se debía a esas personas y establecer límites.

Aquí hay cinco consejos que Reading y Sanghani compartieron para saber cómo lidiar con los vampiros emocionales en tu vida.

1. Aborda directamente el comportamiento

Reading señala que cuando enfrentamos a una persona para darles nuestra opinión sobre su comportamiento “necesitamos ser hábiles al expresar nuestra crítica, siendo directos y diciendo: ‘Cuando haces tal cosa, se siente de tal manera’“.

De lo contrario, la persona podría pasar el resto de su vida viendo cómo sus amistades desaparecen sin tener idea por qué.

“Es una oportunidad de crecimiento”, afirma la psicóloga. “Hay muchos ejemplos de personas que reciben comentarios críticos y quedan perplejas. No tenían idea del impacto que su comportamiento tenía en otros”.

Así que hay que decirles lo que uno piensa, pero hábilmente. Y, si no hay cambio, entonces tenemos que pensar en qué es lo que necesitamos.

2. Comunica cómo te sientes

“Lo que yo trato de hacer, y que siento que me empodera mucho, es encontrar el valor para dar mi opinión”, comenta Sanghani.

“No estoy diciendo: ‘Creo que eres un vampiro emocional’, estoy diciendo: ‘Mira, siento que últimamente, cuando nos reunimos, realmente no hay mucho espacio para mí. Siento que no me escuchas. Realmente no me haces ninguna pregunta'”.

Cualquier cosa que se le comunique a la persona, lo importante es decirlo en voz alta, recomienda Sahghani. “Para mí, una amistad verdadera que merece mantenerse e invertir en ella es una donde la persona me puede escuchar y tener una conversación al respecto”.

“Si se niegan o se ponen defensivas al instante, eso me demuestra que no son alguien que quiero en mi vida”.

Tres amigos caminan y conversan
Getty Images
“En lugar de sentarse a tomar café y enfrentar ese muro de ruido, ¿por qué no salen a caminar?”, sugiere Reading.

3. Establece límites

Reading sugiere que cuando la persona no tiene voluntad ni deseo de generar un cambio, debemos protegernos, articulando claramente qué es lo que necesitamos para saber que la relación con ella es segura y sana.

“Es cuestión de tomarse el tiempo para identificar esas señales de alerta y observar: ¿dónde estamos?, ¿cuáles son los niveles de energía? Démonos permiso de tomar las cosas con calma”.

Por otra parte, podrías expresar directamente: “Lo siento, necesito poner fin a esta relación”.

Pero si se trata de una relación de la que mutuamente no se pueden liberar, la solución sería establecer límites en la manera como se comunican. Cosas sencillas como, “no vamos a enviarnos un sinfín de mensajes”, o “no vamos a hablar de nuestras vidas emocionales”.

“La naturaleza de esa comunicación también debe estar muy bien orientada, dejando en claro qué está bien y qué no”, explica Reading.

4. Mide cuánto te expones

En la medida de lo posible, reduce el tiempo que te expones a estas relaciones y toma la libertad de decidir con quién quieres pasar tu tiempo.

También puedes optar por el lugar de reunión, la actividad que van a hacer, por cuánto tiempo y con qué frecuencia, indica Reading.

Si has identificado a alguien en tu vida que te drena toda la energía emocional, pero quieres mantener la amistad, piensa en diferentes actividades que puedan hacer.

“En lugar de sentarse a tomar café y enfrentar ese muro de ruido, ¿por qué no salen a caminar?”, sugiere la psicóloga. “¿Por qué no hacen ejercicio conjuntamente mientras satisfacen sus necesidades mutuas? Eso reduce la tendencia de que la persona domine todo. Aún mejor: vayan a jugar tenis”.

Dos mujeres sentadas a una mesa. Una mujer levanta sus manos para detener la conversación de la otra
Getty Images
Se necesita habilidad y decisión para decir “no más”.

5. Piensa en lo que estás obteniendo de la relación

Sahghani y sus amistades se han inventado un sistema que les ha sido útil para abordar estas situaciones que llaman +2, -2 y cero.

“Si tienes un encuentro social, piensa: ¿Fue un +2? ¿Saliste con euforia? ¿Fue un cero? ¿Te sientes neutral? O, ¿Fue un -2, como después de estar con un ‘vampiro emocional’ que te está desgastando?”.

La periodista asegura que lo hace con familiares, amistades y colegas, y que le ayuda en su rutina hacer ese cálculo. “¿Cómo voy a planear mi semana?”, se pregunta. “¿Tendré mucho ceros ahí? ¿Podré meter unos +2? Si tengo un -2, ¿podré contrarrestarlo con un +2?”.

Lo importante es tener en cuenta que lo que puede resultar agotador para ti no es igual para las otras personas. Pero si la situación es irreparable, no deberías temer a poner fin a la relación, afirma Sahghani.

“En algunas situaciones, si me es fácil, simplemente me aparto, especialmente si es alguien que acabo de conocer”, dice. “Si es un primer encuentro, entonces no voy a salir una segunda vez con un ‘vampiro emocional’. Obviamente es mucho más complicado si es alguien con quien tienes una relación más estrecha”.

*Este artículo fue adaptado de una conversación de la psicóloga y autora Suzy Reading y la periodista Radhika Sahghani con Anita Rani, presentadora del programa de la BBC Woman’s Hour, que puedes escuchar en inglés aquí.

Línea
BBC

Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.

Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.

También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro nuevo canal de WhatsApp.

Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.

Lo que hacemos en Animal Político requiere de periodistas profesionales, trabajo en equipo, mantener diálogo con los lectores y algo muy importante: independencia
Tú puedes ayudarnos a seguir.
Sé parte del equipo
Suscríbete a Animal Político, recibe beneficios y apoya el periodismo libre.
Iniciar sesión

Registrate
Suscribete para comentar...

Utilizamos cookies propias y de terceros para personalizar y mejorar el uso y la experiencia de nuestros usuarios en nuestro sitio web.