Los vapeadores son dispositivos electrónicos utilizados para inhalar aerosoles de nicotina. La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) los define como productos de tabaco que utilizan “e-líquido”.
El vapeador usa baterías. Al encenderlo se calienta el “e-líquido” y se crea un aerosol que el usuario inhala. Además de la nicotina, los vapeadores, cigarros electrónicos o ‘vapes’ pueden tener aditamentos de aromas o sabores artificiales, sustancias como propilenglicol, glicerina vegetal y otros ingredientes.
La FDA refiere que “si bien el aerosol de cigarrillos electrónicos generalmente contiene niveles más bajos de sustancias químicas nocivas que el humo del cigarrillo, ningún producto de tabaco es seguro”. De hecho, diversos estudios han demostrado que, al igual que los cigarrillos comunes, su consumo implica riesgos en la salud.
Un informe del Ministerio de Salud de España (2022) señaló que no se encuentra justificado el uso de vapeadores como estrategia de reducción de riesgo ante el tabaco. “La eficacia de los cigarrillos electrónicos como ayuda para dejar de fumar, no ha sido demostrada”, indicó.
En el mismo sentido Guadalupe Ponciano, investigadora del programa de investigación y prevención del tabaquismo de la Facultad de Medicina de la UNAM, refirió que para las que personas que quieren dejar de fumar son mejores otras alternativas de reemplazo de la nicotina.
Por otro lado, el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido sí menciona que los cigarros electrónicos pueden ayudar a dejar de fumar, sin que ello signifique que su consumo no tenga impacto en la salud, y advirtiendo que estos productos no deben ser consumidos por jóvenes.
“Cambiar al vapeo reduce significativamente la exposición a toxinas que pueden causar cáncer, enfermedades pulmonares y enfermedades del corazón y de la circulación, como ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Estas enfermedades no son causadas por la nicotina, que es relativamente inofensiva para la salud.
Sin embargo, vapear no está exento de riesgos. Los no fumadores y los jóvenes menores de 18 años no deberían empezar a vapear”, señala el Servicio.
La opción más saludable, agrega su guía, es no fumar ni vapear. “Por lo tanto, si vapeas para dejar de fumar, deberías intentar dejar de vapear también con el tiempo”.
Los vapeadores contienen una batería, en algunos casos recargable, para que el dispositivo funcione de manera portátil. Además llevan un cabezal o atomizador, que contiene una resistencia y un algodón.
Dentro del vapeador está un cartucho o un depósito para cartuchos recargables, que son los que almacenan el “e-líquido”.
Al presionar el botón del vapeador, la batería activa la resistencia que calienta el cabezal o atomizador, se vaporiza el e-líquido impregnado en el algodón y el vapor producido se inhala mediante la boquilla.
Hoy en día existen numerosos diseños de vapeadores, con distintas cargas de nicotina y otras sustancias, según la regulación de cada país. Aunque también existe un mercado informal, por el que autoridades de Salud e investigadores advierten de riesgos, de que la gente no sepa realmente qué está consumiendo.
Vapeadores similares a cigarro o conocidos como “cig-a-likes”. Son compactos y ligeros, su batería es de uso limitado no recargable. Ya son muy poco comunes, pues se les conoce como vapeadores de primera generación.
Los vapeadores desechables, como su nombre lo dice, se desechan después de su uso, cuentan con un “e-líquido” precargado y una cantidad ya establecida de inhalaciones que van entre 200 o mil 500, mismas que dependen del uso del usuario.
En enero de este año Reino Unido informó sobre la prohibición de este tipo de vapeadores de un solo uso, que “suelen caracterizarse por sus colores llamativos o sus sabores afrutados o dulces, entre otros métodos de marketing que pueden atraer a la población joven”, como refirió el sitio Newtral. Esto, para prevenir que jóvenes los consuman.
Las Vape Pens son más compactas, generan menos vapor y se pueden rellenar con “e-líquidos” o cartuchos de sabores y colores, estos también pueden ser utilizados alternando con otro tipo de sustancias, como el aceite de cannabis.
Los sistemas de Pods son dispositivos de vapeo que utilizan un atomizador rellenable y reemplazable emparejado con un dispositivo de batería, que se activan al inhalar. Al igual que las Vape Pens, éstos también se pueden rellenar con diferentes “e-líquidos.
El “e-líquido” de los vapeadores contiene sustancias que, al igual que el cigarrillo común, pueden ser nocivas para la salud.
La nicotina es un estimulante adictivo que se encuentra en los cigarros comunes, pero también presente en los vapeadores, ya que éstos se diseñaron como una alternativa para personas que deseaban dejar de fumar y disminuir gradualmente su dependencia a la nicotina.
En esta infografía, la UNAM refiere que un cigarro de tabaco tiene, en promedio, 8 mg de nicotina y al fumar solo llega entre 1 y 2 mg al organismo. Pero “los e-cigarros no tienen una dosis específica y las cantidades de nicotina varían de acuerdo con cada fabricante, por lo que el consumidor realmente no sabe qué ni cuánto está consumiendo”.
Otra sustancia presente en el “e-líquido” de los vapeadores es el Propilenglicol (PG), líquido base de los vapeadores que ayuda a producir el “vapor”. Esta sustancia derivada del glicerol es utilizada para uso cosmético y farmacéutico.
La Glicerina vegetal (VG) es similar al PG, de igual manera se utiliza para generar el aerosol, sin embargo ésta produce “nubes de vapor” más densas.
“Los glicoles son sustancias que podemos encontrar en los anticongelante de los autos. Cuando los inhalas, por supuesto que van a tener un efecto en tu organismo y ese efecto es un efecto totalmente inflamatorio”, explicó la doctora Ponciano Rodríguez.
Aunque ambos compuestos se consideran inocuos al consumirse oralmente, refiere la guía del Ministerio de Salud de España, por estar presentes en gran cantidad de productos alimenticios, su uso en combustión e inhalados por las vías respiratorias conlleva efectos negativos para la salud.
“Estos compuestos, al ser inhalados, producen irritación de las vías respiratorias lo cual conlleva el agravamiento de enfermedades del tracto respiratorio y pueden propiciar infecciones. En este sentido, se ha relacionado el consumo de cigarrillos electrónicos con el agravamiento de enfermedades como el asma, la fibrosis quística y la EPOC. Además, al ser sometidos a combustión, estos compuestos generan pequeños compuestos orgánicos como son el formaldehído, el acetaldehído y la acroleína. Todos estos compuestos son mutagénicos y cancerígenos”.
El “e-líquido” también contiene diversos saborizantes artificiales, además de colorantes que hacen más atractiva la experiencia con los vapeadores, pues generalmente los dispositivos tienen diseños muy llamativos y suelen combinarse con sustancias coloridas.
Ponciano Rodriguez explica que si bien los saborizantes artificiales utilizados en los vapeadores están aprobados para el consumo humano, es muy distinto el consumo mediante el aparato digestivo a consumirlo a través del aparato respiratorio.
La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic) emitieron a finales de 2021 una alerta sobre el riesgo para la salud al utilizar vapeadores, pues consideraron que “ocasionan graves daños a la salud de la población y son altamente adictivos”.
Mediante la técnica de cromatografía, que permite separar, identificar y cuantificar los componentes del vapeador, la Cofepris encontró 30 componentes químicos nocivos para la salud y que no son declarados en los empaques de los vapeadores en su totalidad, pues éstos sólo indicaban que contenían glicerina, propilenglicol y saborizantes.
“Se logró identificar: dimetil éter, sustancia inflamable utilizada para quemar verrugas; linalol, usado como insecticida; eugenol, el cual se emplea para matar peces en acuarios; alcohol bencílico, empleado en jabones, cremas y productos de limpieza”, refirió Alejandro Svarch Pérez, titular de Cofepris cuando presentó la campaña producida por Canal Once “Déjalo ya. Alto riesgo a la salud por vapeadores” en octubre del 2022.
El Laboratorio Nacional de Referencia fue el encargado de analizar diferentes vapeadores y señalan que, a mediados del 2022, la Comisión de Control Analítico de Cobertura (CCAYAC) “recibió productos empleados en el uso y consumo de vapeadores” con el fin de ser analizados.
Sin embargo, no se especifican cuántos ni de qué tipo de vapeadores fueron revisados.
Aunque en un video promocional de la campaña muestran una recreación de cómo se realizaron los análisis, se observa que se realiza a un vapeador desechable, y en el estudio no especifica a cuales o a qué tipo de vapeadores se aplicaron las pruebas.
En cuanto a su método, refieren que en la regulación vigente hasta entonces “no existía un método de análisis que indicara los procesos de preparación de muestras para el análisis de compuestos orgánicos volátiles en estos dispositivos”.
Razón por la que “se procedió a abrir los productos para evaluar las partes que lo componen”. Identificaron las partes generales del dispositivo y del cartucho donde se encuentra el “e-líquido”, y se le realizó una extracción con diclorometano para el análisis de los compuestos orgánicos volátiles.
Dicho extracto se analizó mediante la técnica de cromatografía de Gases-MS/MS. (masas-masas), que permite la separación e identificación de mezclas de sustancias volátiles y semivolátiles, de acuerdo con el Instituto de Química Aplicada de la Universidad Veracruzana.
El análisis también refiere que los componentes encontrados se analizaron utilizando la biblioteca del National Institute of Standards and Technology (NIST), Mass Spectral Search Program Library, un grupo de la División de Medición Biomolecular (BMD), que se encarga de desarrollar bibliotecas que permiten identificar compuestos en fase gaseosa, ubicado en Estados Unidos.
El estudio concluyó que, debido a que 30 de las 33 sustancias analizadas no fueron declaradas en las etiquetas de los vapeadores, no están diseñadas para ser ingeridas por su nivel de toxicidad y representan un ”alto riesgo para quienes vapean”.
Por su parte, el presidente López Obrador, en diferentes ocasiones ha manifestado su intención de prohibir el uso de los vapeadores o los dispositivos electrónicos apelando a la salud de los mexicanos.
“Estamos viendo cuántas sustancias dañinas tiene un vapeador. Es un orgullo que sea México el primer país que hace un análisis, porque no se atreven a hacerlo, sobre lo que contienen los vapeadores. El sector salud de México, número uno mundial para encontrar que: declaran que son tres sustancias que desde luego no dañan, cuando hay 30 sustancias no dadas a conocer, dañinas”, dijo en su conferencia de prensa del pasado 13 de febrero 2024.
Sin embargo, además del estudio de España que se ha citado ya en este artículo, en septiembre de 2019 la ciudad de Nueva York en Estados Unidos y la India, por un día de diferencia, fueron los primeros países en prohibir los vapeadores, de acuerdo con medios internacionales y datos del propio gobierno federal de México.
En mayo del mismo año, un organismo gubernamental de la India publicó un informe que recomendaba la prohibición del uso de vapeadores al no haber suficiente evidencia científica que avalara la seguridad en su uso, de igual forma la medida se adoptó luego de que varios estadios indios tomaran medidas similares.
“Depende quién lo utilice, si los dispositivos electrónicos los utilizan las personas adultas fumadoras que quieren dejar de fumar y que lo han intentado previamente y no han podido, pues evidentemente entonces estos dispositivos electrónicos son de gran utilidad. Si los utilizan menores de edad, como está ocurriendo en nuestro país debido a la falta de regulación y de supervisión por las autoridades, pues entonces está terrible”.
Así lo explicó a El Sabueso José Manuel Mier, cirujano de tórax y coordinador de la Clínica de cáncer de pulmón y tumores de tórax del Hospital Ángeles de las Lomas, así como también el director del Instituto de Cirugía Torácica.
El especialista dice que los vapeadores son mundialmente conocidos como dispositivos de riesgo reducido, si bien, esto no significa que son libres de riesgos para la salud. “No es una medida inocua, pero sí es una medida menos mala”, señaló.
De acuerdo con el Royal College of Physicians, vapear es menos dañino que fumar.
Aunque a diferencia de países como Estados Unidos, los vapeadores que contienen nicotina y que se venden en Reino Unido están regulados por la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA, por sus siglas en inglés). No se les permite contener cannabis ni ingredientes derivados del cannabis, ni aceite de acetato de vitamina E, que también ha sido vinculado a enfermedades pulmonares y, en algunos casos, la muerte.
También en Reino Unido, en 2023 el gobierno implementó un esquema llamado “Swap to stop”, que significa “cambiar para parar”, el cual consistió en entregar un kit de inicio en el vapeo de forma gratuita, así como el ofrecimiento de 400 libras a mujeres embarazadas para dejar de fumar, así como una campaña en contra de la venta ilegal de vapeadores con el fin de que estos dispositivos no llegaran a menores de edad y no fumadores.
De igual forma, en países como Suiza refieren que el uso monitoreado de vapeadores como una alternativa para dejar de fumar ha dado una mayor eficacia para dejar de fumar en su totalidad, de acuerdo con la revista de ciencia The New England, Journey and Medicine.
“En el líquido de los cigarrillos electrónicos se puede utilizar cualquier droga que se pueda diluir en ese líquido, estamos hablando aceite de cannabis, puedes utilizar fentanilo, puedes usar MDMA puedes usar ghd, o sea, todas las drogas que se puedan o disolver o que sean líquidas”, refiere la académica de la UNAM.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades CDC y la FDA recomiendan a los usuarios evitar el consumo de vapeadores que contengan THC, específicamente aquellos que consigan de manera informal.
Científicos están analizando los olores del espacio, desde los vecinos más cercanos a la Tierra hasta los planetas a cientos de años luz de distancia, para aprender sobre la composición del universo.
El planeta más grande del sistema solar tiene varias capas de nubes, explica, y cada capa tiene una composición química diferente. El gigante gaseoso podría tentarte con el dulce aroma de sus “nubes venenosas de mazapán”, dice. Después, el olor “solo empeoraría a medida que te adentras”.
“Probablemente desearías estar muerto antes de llegar al punto de ser aplastado por la presión”, añade.
“Creemos que la capa superior de nubes está hecha de hielo de amoníaco”, comenta Barcenilla, comparando este hedor con el de la orina de gato.
“Luego, a medida que desciendes, encuentras sulfuro de amonio. Ahí es cuando tienes amoníaco y azufre juntos: una combinación infernal”. Los compuestos sulfurosos son famosos por ser los responsables del olor a huevo podrido.
Si pudieras explorar aún más profundo, continúa, encontrarías las características rayas y remolinos de Júpiter. “Júpiter tiene estas gruesas bandas coloreadas. Creemos que algunos de estos colores podrían ser creados por columnas de amoníaco y fósforo”.
También podría haber moléculas orgánicas llamadas tolinas, moléculas orgánicas complejas relacionadas con la gasolina. Por lo tanto, Júpiter, señala, podría tener un toque de “oleosidad” como de petróleo con un poco de ajo.
Barcenilla es científica espacial, diseñadora de fragancias y estudiante de doctorado en astrobiología en la Universidad de Westminster, Londres. Durante sus primeros años estudiando el cosmos, se preguntaba constantemente: “¿A qué olería eso?”. Entonces se dio cuenta: “Tengo esa molécula en mi laboratorio. Podría crearlo”.
Así que, además de su trabajo académico —la búsqueda de señales de vida en Marte—, Barcenilla se ha dedicado a diseñar aromas que recrean el olor del espacio exterior para la última exposición del Museo de Historia Natural de Londres, Espacio: “¿Podría existir vida más allá de la Tierra?”.
Desde el hedor a huevos podridos hasta el dulce aroma de las almendras, el espacio es un lugar sorprendentemente apestoso, dice.
Cometas, planetas, lunas y nubes de gas tendrían cada uno su propio olor único si pudiéramos olerlos. Pero ¿qué pueden revelar estos aromas sobre los misterios del Universo?
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Antes de lanzarnos a explorar las delicias olfativas del cosmos, quizás valga la pena detenernos un momento en qué son los olores en primer lugar.
El olfato, a menudo subestimado, es posiblemente el sentido más antiguo.
Tomemos como ejemplo un diminuto organismo unicelular, una bacteria, que surcaba los mares arqueozoicos hace unos 3500 millones de años. Al detectar la presencia de una sustancia química, quizás un sabroso nutriente o algún peligro que evitar, el flagelo de la bacteria (su apéndice con forma de cola) actuaba como una hélice, permitiendo a esta diminuta criatura redirigir sus movimientos.
Para nuestros primeros antepasados, este “sentido del olfato más rudimentario” marcaba la diferencia entre la vida y la muerte.
Y nuestro propio sentido del olfato es simplemente una versión más sofisticada de esta capacidad para detectar sustancias químicas en el entorno que nos rodea.
Nuestras narices contienen densos grupos nerviosos compuestos por millones de neuronas especializadas, repletas de moléculas conocidas como quimiorreceptores. Cuando se adhieren a una sustancia química, envían una señal a nuestro cerebro que se interpreta como un olor distintivo.
Este sentido del olfato nos permite detectar las sustancias químicas que nos rodean. Para los humanos, el olfato no solo nos ayuda a identificar alimentos o nos advierte de peligros ambientales, sino que también evoca recuerdos y desempeña un papel crucial en la comunicación social.
Tras millones de años de evolución, la capacidad de oler está intrínsecamente ligada a nuestro bienestar emocional.
Durante los largos y aislados meses en órbita, también puede ser un importante vínculo con el hogar para los astronautas. Pero una estación espacial también puede ser un lugar extraño en lo que a olores se refiere.
“Alexei Leonov [la primera persona en completar una caminata espacial] estaba a cargo de todos los astronautas extranjeros”, dice Helen Sharman, la primera astronauta de Reino Unido.
Era 1991 y Sharman se preparaba para pasar ocho días en la Mir, la estación espacial soviética. Justo antes del lanzamiento, Leonov “me dio una ramita de ajenjo”.
Durante su estancia en la Mir, Sharman de vez en cuando machacaba las hojas de ajenjo para liberar su aroma parecido al de la salvia, porque, dice ella, “es agradable tener un poco de olor a algo”.
En la estación espacial Mir, explica Sharman, había muy poco olor. En microgravedad, el aire caliente no asciende, así que “el olor de la comida caliente no se desprende del plato”. La única forma de experimentar el olor sería “meter la nariz en el paquete”, dice.
Pero había un olor distintivo en la estación espacial que muchos astronautas han reportado después de una caminata espacial. “Me recordó a cuando era niña y pasaba por delante de un taller de coches”, dice Sharman. “Podía oler soldaduras; ese olor metálico en el aire”.
Durante la misión, Sharman realizó experimentos con posibles materiales para la construcción de naves espaciales. “Tenía un montón de películas delgadas, principalmente cerámica, que tuve que colocar en un marco y luego exponer al ambiente circundante de la estación espacial”.
Cuando trajo sus muestras de la esclusa de aire, sintió una oleada de olor, el aroma metálico del espacio. “Ese fue mi experimento favorito, porque olía”. Otros astronautas han descrito un olor similar al de carne carbonizada, pólvora o cableado eléctrico quemado.
Pero la causa de este olor sigue siendo un misterio. Una posible explicación, según Sharman, es que se deba a la oxidación. “La atmósfera, el entorno, alrededor de la estación espacial, es prácticamente un vacío, pero no completamente a esa altura”, explica. “Lo que tenemos en la atmósfera residual es oxígeno atómico”.
El oxígeno atómico, o átomos individuales de oxígeno, puede adherirse al traje espacial o a las herramientas de un astronauta. Al reingresar a la estación espacial, los átomos individuales de oxígeno se combinan con el O2 presente en la cabina, produciendo ozono (O3).
“En cuanto reacciona, se percibe ese olor a ozono”, afirma Sharman. Y nosotros, los humanos aquí en la Tierra, también podemos experimentar el fuerte olor del ozono. ¿Han notado alguna vez el olor metálico de la electricidad estática justo después de una tormenta? Eso es ozono.
Otra posibilidad es que Sharman estuviera inhalando los átomos de una estrella moribunda.
Cuando una estrella muere, libera una enorme cantidad de energía. Durante este proceso, la estrella produce hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) —moléculas con forma de malla de alambre, explica Sharman— que flotan por el universo y contribuyen a la creación de nuevos cometas, planetas y estrellas.
En la Tierra, los HAP están presentes en combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo crudo y la gasolina, y a menudo se forman durante la combustión incompleta de materiales orgánicos.
“Si quemas tu comida”, dice Barcenilla, “ese es el tipo de molécula que estás creando. Cuando las estrellas mueren, la combustión crea el mismo tipo de moléculas. Luego flotan en el espacio para siempre”. Muchos de estos compuestos tienen un olor similar al de un disolvente o a naftalina, mientras que otros recuerdan más al plástico o al betún quemados.
Los datos espaciales llegan en diversas formas. La primera información científica espacial llegó en 1958, a través del Explorer 1 de la NASA, en forma de sonido.
En 2022, el Telescopio Espacial James Webb (JWST) de la NASA detectó el primer rastro de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera de un exoplaneta —un planeta fuera de nuestro sistema solar—, el gigante gaseoso WASP-39 b.
El JWST no olió el CO2 en el sentido de inhalarlo, sino que detectó su presencia al rastrear cómo la atmósfera del planeta alteraba la luz estelar al pasar frente a su sol. Al analizar los sutiles cambios en la luz, el JWST puede identificar las diversas sustancias químicas de los mundos extraterrestres.
Y “el espacio es inmenso”, afirma Barcenilla. Está lleno de mundos con olores diversos.
El análisis químico de la atmósfera de Titán, la luna más grande de Saturno, sugiere que huele a almendras dulces, gasolina y pescado podrido. Mientras tanto, el olor a huevos podridos podría disuadirte de visitar el planeta HD 189733 b, un gigante gaseoso abrasador a unos 64 años luz de la Tierra.
Las nubes de polvo interestelar, que giran a través de los brazos espirales de la Vía Láctea, combinan olores a “helados locos” y amoníaco que te hace doblar las rodillas, según dicen los investigadores.
Mientras tanto, en Sagitario B2, una gigantesca nube molecular de gas y polvo cerca del centro de nuestra galaxia, se podrían oler “algunas de las moléculas prebióticas necesarias para la vida”, afirma Barcenilla.
“Allí encontramos sustancias como etanol, metanol, acetona, sulfuro de hidrógeno y etilenglicol, que se pueden usar como anticongelantes”.
Al formiato de etilo se le suele atribuir el aroma a frambuesa del centro de la Vía Láctea, pero, según Barcenilla, esto no es del todo cierto. “Es solo una molécula entre muchas, y si la hueles aisladamente, no huele a frambuesa”.
El formiato de etilo, explica, se encuentra en el interior de diversas frutas. Es en parte responsable del sabor —no del olor— de las frambuesas, pero también del sabor de otras frutas. [También] se asocia con el esmalte de uñas o quizás con el quitaesmalte, y con un olor a alcohol, casi a ron.
Y rastrear sustancias químicas cósmicas no solo puede proporcionarnos detalles vitales sobre la composición del universo, sino también pistas sobre dónde buscar vida, afirma Barcenilla.
“Si pudieras navegar en [el planeta] K2-18b —si hubiera un océano allí y pudieras quitarte el traje espacial—, entonces podría oler a repollo podrido”, afirma Subhajit Sarkar, astrofísico de la Universidad de Cardiff, en Reino Unido.
En 2023, Sarkar formó parte de un equipo que, con la ayuda del JWST, detectó lo que podría ser el rastro de vida en K2-18b, un exoplaneta a unos 120 años luz de la Tierra. El telescopio detectó “un leve indicio”, dice Sarkar, de sulfuro de dimetilo (DMS), a veces considerado uno de los principales componentes que producen el “olor a mar”.
“K2-18b es interesante por varias razones”, afirma Sarkar. Forma parte de un grupo más amplio de exoplanetas llamados subneptunos. Más grandes que la Tierra pero más pequeños que Neptuno, los subneptunos son el tipo de planeta más común en la galaxia y, a pesar de su prevalencia, muchos de sus aspectos siguen siendo un misterio.
“Existen grandes preguntas sobre los subneptunos”, afirma Sarkar. “¿Por qué no existen en nuestro sistema solar? ¿Y de qué están hechos?”.
Una forma de comprenderlos mejor, según Sarkar, es observar sus atmósferas. “Se sabía que K2-18b era un buen objetivo para ello”.
K2-18b es, en teoría, un mundo “hicéano”, un exoplaneta habitable cubierto de océanos. En 2025, Sarkar y sus colegas volvieron a analizar la atmósfera de K2-18b y detectaron un olor aún más intenso a sustancias químicas atmosféricas que, hasta donde sabemos, solo son producidas por la vida, específicamente el fitoplancton y otros organismos marinos.
Según los investigadores, la atmósfera de K2-18b podría contener DMS y/o disulfuro de dimetilo (DMDS).
“Actualmente, desconocemos procesos no biológicos que puedan producir estas [sustancias químicas] en grandes cantidades. Sin duda, en la Tierra es evidente que el DMS y el DMDS se producen biológicamente. Desde ese punto de vista, son biofirmas muy específicas”, afirma Sarkar.
Y con concentraciones 10.000 veces superiores a las de la atmósfera terrestre, los hallazgos sugieren que K2-18b podría albergar un océano “rebosante de vida”, añade Sarkar.
Sin embargo, advierte que es posible que las sustancias químicas provengan de fuentes abióticas, por lo que se necesita más investigación. No obstante, añade que si K2-18b es realmente un mundo oceánico habitable, “entonces encaja en ese panorama, porque entonces existe la posibilidad de que la vida marina produzca esta molécula que, en la Tierra, está asociada con la vida marina”.
Así que quizás no sea necesario viajar al espacio para experimentar su verdadero olor. Muchos de los olores del espacio nos resultan familiares y los encontramos aquí mismo en la Tierra, y algunas personas han intentado recrear el aroma del espacio, como Barcenilla.
Cuando meto la nariz en su cápsula de aromas de Marte en la exposición del Museo de Historia Natural, huelo óxido, polvo y un toque de humedad.
El olor evoca un recuerdo: el rincón trasero de un garaje, lleno de viejas cajas de cartón con libros que alguna vez amamos, y trozos de madera de muebles de generaciones anteriores. Un olor acogedor, de infancia.
Pero quizás el mayor tesoro olfativo de todos no se encuentra tan lejos en el espacio, sino aquí en la Tierra.
No hay nada como el aroma de nuestro propio planeta, dice Sharman. La astronauta describe su regreso a casa en 1991, aún vívido en su mente. “Era finales de mayo, así que, incluso en Asia Central, el suelo no estaba completamente seco el día que regresamos a la Tierra”.
Al aterrizar, la nave rebotó bastante, aplastando las plantas del suelo. “Aterrizamos en un matorral de ajenjo en Kazajistán”, recuerda Sharman.
“La ráfaga de aire fresco al abrir la escotilla fue fantástica. Olía de maravilla, absolutamente delicioso”.
*Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para ver la versión original (en inglés).
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