Donald Trump iniciará su nuevo periodo como presidente de Estados Unidos este lunes 20 de enero, anticipando que activará un plan para expulsar migrantes indocumentados, imponer aranceles y medidas para combatir a los cárteles, mismas que tendrían impacto en la relación con México.
Y si bien en el pasado varias de sus promesas no se cumplieron y las usó como estrategia para presionar al gobierno mexicano, las autoridades nacionales han respondido a sus advertencias e incluso anunciaron que preparan acciones para responder.
A diferencia de su primer periodo como presidente, para este nuevo mandato contará con el respaldo del Congreso estadounidense, lo que le dará más capacidades para cumplir sus promesas. Aquí te presentamos de qué se tratan:
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Donald Trump prometió iniciar un programa de deportación masiva de migrantes indocumentados desde su primer día en la Casa Blanca. El gobierno estadounidense estima que hay más de 11 millones de personas en esta situación en su territorio, de los cuales 4 millones serían mexicanos.
Esta advertencia desató alertas en el territorio mexicano, donde los gobiernos federal y de estados y municipios fronterizos han anunciado posibles acciones.
“Nos hemos estado preparando para recibir a las y a los mexicanos: que tengan un espacio en la frontera y en otros lugares para que puedan tener acceso a los programas sociales, al empleo, a poderse mover en nuestro territorio nacional para ir a sus lugares de origen”, aseguró en su conferencia del viernes 17 de enero la presidenta Claudia Sheinbaum.
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Desde diciembre pasado, la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, prometió que se instalarían 25 albergues a lo largo de la frontera para atender a mexicanos si son expulsados de Estados Unidos.
Pero a nivel local, las respuestas son diversas. Mientras en Tijuana se alista la instalación de al menos cinco albergues con servicios básicos para recibir a los mexicanos deportados, el gobierno del estado de Chihuahua advirtió que sólo abrirá “centros de procesamiento” para registrar a los mexicanos deportados, y guiarlos para que vuelvan a su lugar de origen.
Para Soraya Vázquez, subdirectora de la ONG para la atención a migrantes “Al otro lado”, las medidas anunciadas por el gobierno de Sheinbaum son novedosas, en tanto que buscan dar la mejor recepción posible a los connacionales repatriados. Sin embargo, no plantea opciones de soluciones a mediano plazo.
Si bien el Consejo Coordinador Empresarial local ha ofrecido un programa de empleo para los migrantes repatriados, hay otros temas que se han dejado de lado, como el derecho a la vivienda accesible. Además, Vázquez cuestionó que tampoco se pone atención al tema de la salud mental.
“El reto es cómo le van a hacer para que estas personas que llegan en un estado de shock, se tengan que reconstruir acá y pensar en un proyecto de vida acá, en un lugar de donde hace mucho se fueron, ya quizá no tienen muchos vínculos, no conocen cómo son las cosas acá. Entonces sí se requiere yo creo de una especie de programa como de inclusión de integración de cómo echar a andar su vida acá”, afirmó.
Tras una reunión del gobierno de Baja California con autoridades estadounidenses el jueves pasado, el secretario de Economía e Innovación de esa entidad, Kurt Honold Morales, aseguró que no se tratará de deportaciones masivas, sino de traslados programados e informados al gobierno de México.
Otra de las amenazas que lanzó Trump para el inicio de su gobierno es la imposición de aranceles a productos importados de distintos países, con una tasa de 25% a productos mexicanos. Esta nueva tarifa impositiva va de la mano de una exigencia de reforzar las acciones para frenar el tráfico de drogas, y la migración irregular.
En respuesta, la presidenta de México se manifestó en contra de los aranceles, y adelantó que buscarán diálogo con el gobierno de Trump. En línea con esa postura, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, externó en noviembre pasado que se buscaría negociar con el gobierno entrante, y descartó que vaya a haber una batalla en que México responda con aranceles a productos de ese país.
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Sin embargo, para Jesús Carrillo, director de Economía del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), estos impuestos afectarían las cadenas productivas de la región de Norteamérica, al elevar los costos de producción –principalmente de la industria automotriz, petrolera y alimentaria– e incluso retrasar los envíos ante el alza de precios por estos aranceles.
“Para México, el impacto directo sería sobre la industria exportadora, ya que 83% del total se dirige a Estados Unidos. En 2023, el monto exportado fue de 490 mil 183 millones de dólares, lo que representa casi 30% del PIB nacional”, explicó el IMCO en una nota.
Carrillo recordó además que el plan de imponer aranceles contempla a otros países, especialmente China, por lo que el mayor impacto sería directamente al consumo interno en EU. “Falta ver los detalles, porque justamente parece ser que va a ser sólo a algunos productos, y no a todos. Y que van a ser unos niveles no necesariamente de 25%”, dijo.
Cabe recordar que, en 2019, Trump amenazó con implementar una medida similar aunque con una tasa menor, de 5% sobre mercancías mexicanas, para presionar al gobierno del expresidente López Obrador para contener el flujo migratorio desde Centroamérica.
Ante ello, el gobierno mexicano aumentó la presencia de agentes federales –una de las primeras tareas de la recién creada Guardia Nacional– en la frontera sur, con el fin de frenar el paso de migrantes.
Una tercera amenaza que lanzó Trump contra México fue la de declarar a los cárteles del crimen organizado como organizaciones terroristas.
Aunque el miércoles 15 de enero, el futuro secretario de Estado de Trump, Marco Rubio, afirmó que si bien el futuro presidente podría considerar una intervención militar para combatir a los cárteles, desde su perspectiva lo mejor sería cooperar con el gobierno mexicano para frenarlos.
Mientras que la presidenta Sheinbaum se ha pronunciado en contra de una posible intervención militar de EU en México y ha insistido en mantener el diálogo y la cooperación con respeto a la soberanía.
Especialistas en seguridad como Francisco Rivas y Javier Oliva coincidieron en que la declaración de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas no es inmediata, ya que lleva un proceso legislativo y tendría que ser aprobada por el Senado de Estados Unidos.
Además, ambos especialistas mencionaron que los cárteles no cumplen con las definiciones de organizaciones terroristas, tales como tener fines políticos, ideológicos o religiosos. Asimismo, el gobierno de Donald Trump debería comprobar cómo estas organizaciones afectan a sus ciudadanos.
Por otro lado, tanto Oliva como Gerardo Rodríguez, docente de Relaciones Internacionales en la Universidad de las Américas de Puebla, mencionaron que una declaración de este tipo tendría implicaciones en temas financieros, comerciales y migratorios, con mayores controles para la emisión de visas a ciudadanos mexicanos, así como mayor vigilancia a inversiones y operaciones con capitales del país, lo que podría impactar de forma negativa al comercio y las inversiones.
La isla del Ártico es el declarado objeto de deseo de Donald Trump, pero la idea de incorporarla a Estados Unidos no es nueva.
Donald Trump ha vuelto a apuntar a Groenlandia al plantear de nuevo que Estados Unidos la compre o se haga con ella por otros medios.
Trump dijo esta semana que para Estados Unidos adquirir la isla es “una necesidad absoluta” para garantizar su “seguridad económica” y no descartó el uso de la fuerza militar para lograrlo.
El interés de Estados Unidos en hacerse con ella no es nuevo, pero se ha reavivado en los últimos años a medida que el deshielo provocado por el cambio climático aumentaba las expectativas de apertura de nuevas rutas para la navegación y un mayor acceso a las materias primas estratégicas que alberga.
Los analistas identifican la creciente rivalidad con China y Rusia como otra de las razones por las que el presidente electo ha vuelto a desempolvar la vieja aspiración estadounidense de adueñarse de Groenlandia.
Pero Trump tiene un problema: Groenlandia forma parte del reino de Dinamarca y, según afirman tanto el gobierno nacional danés como el gobierno autónomo groenlandés, “no está en venta”.
Pese a ser la mayor isla del planeta, Groenlandia es también el territorio más escasamente poblado, con alrededor de 56.000 habitantes, la mayoría inuit (conocidos antes como esquimales).
Como cerca de un 80% de su superficie está helada, la población se concentra en la costa sudoccidental, en torno a la capital, Nuuk.
La economía local se basa principalmente en la pesca y depende en gran parte de los subsidios que aporta el gobierno danés, que representan aproximadamente una quinta parte del Producto Interno Bruto de Groenlandia.
En los últimos años han aumentado las expectativas y el interés por sus recursos naturales, como las tierras raras, el hierro y el uranio, que podrían ser más fáciles de explotar como resultado del deshielo provocado por el calentamiento del planeta.
Aunque ubicada geográficamente dentro de Norteamérica, Groenlandia forma parte de Dinamarca desde hace tres siglos.
A Groenlandia llegaron exploradores y colonos nórdicos desde finales del siglo X, pero para el siglo XV sus asentamientos habían desaparecido.
Hasta que, en 1721, el misionero Hans Egede comandó una expedición tras la que colonos daneses comenzaron a instalarse en las cercanías de lo que hoy es la ciudad de Nuuk y Groenlandia se convirtió en territorio danés.
Groenlandia es, como las Islas Feroe, un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca.
Gobernada como una colonia, permaneció aislada y apenas desarrollada hasta mediados del siglo XX.
En 1953 fue oficialmente incorporada al Reino de Dinamarca y sus habitantes se convirtieron en ciudadanos daneses.
En 1979 la isla adquirió el estatus de territorio autónomo tras un referéndum en el que se decidió que el gobierno local se encargaría de la mayoría de los asuntos, reservándose la seguridad y la defensa al de Copenhague.
En 2009 Dinamarca aprobó tras un nuevo referéndum entre los groenlandeses una ley que amplió las competencias del gobierno local y abrió la puerta a una posible independencia de Groenlandia tras negociaciones entre los gobiernos de Copenhague y Nuuk.
Desde que Trump comenzó a plantear que Estados Unidos le compre Groenlandia a Dinamarca, el gobierno danés ha respondido que son los groenlandeses quienes deben decidir su destino, lo que refleja el reconocimiento al derecho a la autodeterminación de la isla, algo que admite el gobierno danés.
El ministro de Exteriores de Dinamarca, Lars Lokke Rasmussen, lo mostró el pasado miércoles en su respuesta a los últimos comentarios de Trump: “Reconocemos plenamente que Groenlandia tiene sus propias ambiciones. Si se materializan, Groenlandia se independizará, pero sin la ambición de convertirse en un estado de Estados Unidos”.
En Copenhague reconocen que durante años no han prestado la atención necesaria ni invertido lo suficiente en Groenlandia y ya han comenzado a tomar medidas para mantenerla dentro del reino.
El primer ministro groenlandés, Múte Egede, sin embargo, ha abogado por la independencia, rechaza su incorporación a Estados Unidos y recientemente llamó a Groenlandia a “romper los grilletes del colonialismo”.
Efectivamente, en otras épocas Estados Unidos se expandió mediante la compra de territorios que estaban en manos de potencias europeas.
En 1803 le compró Luisiana a Francia, en 1819 Florida a España y en 1867 Alaska a la Rusia de los zares.
Dinamarca también fue parte de esos tratos, ya que en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, le vendió las Indias Occidentales Danesas, unas islas que poseía en el Caribe, que pasaron a llamarse Islas Vírgenes de Estados Unidos y desde entonces han estado bajo soberanía de Washington.
El gobierno estadounidense ya contempló comprarle a Dinamarca Groenlandia cuando en 1867 adquirió Alaska.
La idea rondó las mentes y los escritorios de políticos de Washington en diferentes épocas hasta que la Segunda Guerra Mundial alteró radicalmente el escenario.
Con Dinamarca ocupada por las tropas de la Alemania de Hitler, fuerzas estadounidenses tomaron control de Groenlandia, iniciando una presencia militar que se mantendría durante décadas.
Según le dijo a BBC Mundo Mark Jacobsen, de la Real Escuela de Defensa Danesa, “la ocupación de Groenlandia fue inicialmente casi una invitación de Dinamarca ante la amenaza nazi y al terminar la guerra el gobierno danés le dijo a Estados Unidos que esa amenaza había desaparecido, pero la respuesta de Estados Unidos fue que no tenía ninguna intención de retirarse, sino de aumentar su presencia ante la nueva amenaza de la Unión Soviética”.
En 1946, convencido de la importancia estratégica de la isla del Ártico, el entonces secretario de Estado estadounidense, James Byrnes, ofreció al embajador danés en Washington US$100 millones en lingotes de oro por ella. La oferta fue rechazada de plano por el gobierno danés.
Finalmente, cuando asumió que los militares estadounidenses no iban a marcharse de la isla, Dinamarca firmó en 1951 con Estados Unidos un acuerdo que regulaba su presencia en Groenlandia.
Washington mantuvo allí elementos de su sistema de alerta temprana antimisiles y la Base Aérea John Thule, hoy convertida en la Base Espacial Pituffik.
Las palabras de Trump han reabierto una cuestión que parecía zanjada.
Y no se trata solo de Groenlandia. El presidente electo ha manifestado que Estados Unidos debe asegurarse también el control del Canal de Panamá y anexionarse Canadá, sin descartar medidas de fuerza para lograrlo.
A solo unos días de que vuelva al poder, analistas y diplomáticos de todo el mundo se preguntan cuán seriamente hay que tomarse sus comentarios.
El ex primer ministro de Groenlandia Kuupik V. Kleist le dijo a la CNN que no ve “nada en el futuro que allane el camino hacia una venta” y el secretario de Estado del gobierno de Joe Biden, Antony Blinken, descartó que vaya a consumarse.
Jacobsen le dijo a BBC Mundo que “la percepción tanto en Groenlandia como en Dinamarca es que (la de Trump) es una visión desfasada del mundo”.
Pero quizá aquel mundo que las grandes potencias se repartían sin atender otra consideración que la de sus intereses esté, como Trump a la Casa Blanca, a punto de volver.
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