“A partir de hoy, la política oficial del gobierno de los Estados Unidos será que sólo existen dos géneros, masculino y femenino”, dijo Donald Trump en la inauguración de su segundo mandato, anticipando que su administración activaría políticas discriminatorias, en contra de minorías y de la diversidad de género y sexual.
Desde su primer día de vuelta en la Casa Blanca, y luego de criticar en campaña que había un sesgo y un “sentimiento antiblanco”, Trump ordenó eliminar los programas de Diversidad Equidad e Inclusión (DEI), tachándolos de “radicales y derrochadores”.
Borró protecciones y programas a favor de las personas trans, y ordenó “defender a las mujeres del extremismo de la ideología de género”. Esto a fin de restaurar, según sus órdenes, la “verdad biológica” en el gobierno federal estadounidense.
Pero lo que él llama radical, extremista y derrochador, en realidad son programas diseñados para cerrar la brecha de desigualdad creada a través de décadas de discriminación a poblaciones vulnerabilizadas, como las personas de la diversidad, minorías racializadas y mujeres, según explica a El Sabueso la especialista y activista trans, Oslavia Linares.
Y aunque Trump habla de una supuesta “realidad biológica”, deja de lado evidencia científica que valida la diversidad sexogenérica.
La orden ejecutiva de Trump comienza por definir lo que considera como una supuesta realidad biológica inmutable e inamovible, dando respectivamente una definición de lo que consideran como sexo femenino y sexo masculino.
El texto define “femenino” como a una persona que al momento de la concepción pertenece al sexo que produce la célula reproductiva grande, y “masculino” como una persona que al momento de la concepción pertenece al sexo que produce la célula reproductiva pequeña.
En redes sociales varias personas mencionaron lo erróneo de estos puntos, ya que las dos definen a una persona como parte del sexo femenino. Porque de acuerdo con el Centro Nacional de Biotecnología de Estados Unidos, el cromosoma Y que determina el sexo masculino no se manifiesta sino hasta la sexta o séptima semana de gestación, así que al momento de la concepción solo hay cromosomas X.
Además, ese mismo instituto científico explica que hay personas del sexo masculino con cromosomas XX, y personas del sexo femenino con cromosomas XY, generando así una población conocida como intersexual, personas con características u órganos reproductivos de ambos sexos.
“Es un claro ejemplo de cómo estas nociones binarias de género en realidad son pseudocientíficas”, señala Oslavia Linares. “La población intersex ha luchado por décadas contra la asignación forzosa de un género”.
Kellan E. Baker, director ejecutivo del Instituto de Investigación y Política de Salud de la red de servicios de salud Whitman-Walker, coincidió en mencionar al medio ABC News que “el sexo no es un rasgo singular, binario e inmutable… es de hecho, un conjunto complejo de múltiples rasgos, algunos de los cuales se alinean entre sí y, a veces, otros no”.
El decreto de Trump elimina la posibilidad de que en sus identificaciones oficiales las personas trans o no binarias muestren el género con el que se identifican. El gobierno previo, de Joe Biden, había establecido una orden para que las personas que solicitaran pasaportes estadounidenses tuvieran la opción de seleccionar una “X” para marcar su género .
De ahora en adelante, según la orden de Trump, sólo habría dos categorías en Estados Unidos: femenino y masculino, con el sexo asignado en el momento del nacimiento, lo cual excluye por completo a las personas intersexuales y a quienes se perciben como no binarias.
Además, se dicta que el acceso a espacios excluyentes se hará con base al sexo asignado al nacer, y no con el género de una persona. Por ejemplo, las mujeres trans deberán ir a la cárcel en un penal de hombres, y viceversa, los hombres trans a penales de mujeres. Esto también los expone a que puedan ser expulsados por usar el baño del género con el que se identifican.
“A menos de que estén escaneando a las personas conforme entran al baño o que esté alguien manoseando a la gente para que pueda entrar, pues va a ser difícil aplicarlo a ciertas personas que tienen passing”, que es la capacidad de una persona para ser percibida de manera física como miembro del género con el que se identifica, explica la especialista.
“También para otras personas que no tienen necesariamente ese passing o que tienen una expresión de género fuera del binario, pues va a ser algo que sencillamente va a discriminar más claramente”.
Los programas de Diversidad, Equidad e Inclusión comenzaron a establecerse desde los años 60, con la promulgación del Acta de los Derechos Civiles de 1964 para combatir la discriminación en espacios laborales, promoviendo la diversidad y el acceso de minorías a mejores oportunidades.
Esto tuvo el objetivo de asegurar que quienes históricamente están en desventaja experimenten un tratamiento justo para ser contratados y en sus vidas laborales, incluyendo pero no limitado a las poblaciones LGBT, mujeres, personas racializadas y personas discapacitadas.
Los programas no solo buscaron que los espacios laborales tengan la participación plena de todas las personas, sino que se reconozca la experiencia y el trabajo de las personas de poblaciones minoritarias, y que en su día a día no se les discrimine, gozando de un trato digno.
Sin embargo, el presidente de Estados Unidos señala en su orden ejecutiva y en su discurso que estos programas supuestamente se crearon para discriminar a los hombres blancos, heterosexuales y cisgénero, y promover lo que llama “ideas radicales sobre la raza”.
Aboliendo los programas DEI, según su órden, se dará pie a una meritocracia, en la que solo importan los logros de una persona.
De acuerdo con este estudio del Centro de Investigación Pew (Pew Research Center), la mayoría de las personas empleadas piensa que ser hombre o ser blanco es una ventaja. Mientras que 56% de las personas empleadas opina que tener una mayor diversidad en el ámbito laboral es algo positivo.
Desde que se firmó la orden, cientos de empleados de programas DEI en el gobierno de Estados Unidos han sido enviados a un periodo vacacional, con la expectativa de que en los próximos días se les entreguen sus cartas de despido oficialmente.
El fin de estas políticas abre la puerta de nuevo a una discriminación laboral, no sólo en contra de las personas trans, sino de todas las poblaciones minoritarias, en favor de una retórica meritocrática que regresa el poder a quienes históricamente lo han tenido siempre.
Empresas como Meta, Amazon y Walmart ya abandonaron sus políticas de diversidad e inclusión para alinearse con la visión del nuevo gobierno, pero aún quedan empresas que se resisten a la regresión. Entre ellas, resalta la cadena de ventas al mayoreo Costco, cuyos directivos votaron en contra de eliminar sus prácticas DEI, y JP Morgan Chase, quienes reafirmaron y renovaron su compromiso con la diversidad después de que Trump tomara posesión de su cargo.
Apple también se encuentra entre las empresas que eligieron conservar la DEI, pero ha sido cuestionada, ya que el Director Ejecutivo, Tim Cook, lleva una relación estrecha con Trump desde su primera administración. Según un reporte de Axios, hizo una donación de 1 millón de dólares a su ceremonia de inauguración, y en 2019 le regaló la primera computadora de Apple creada en la Fábrica Flex en Austin, Texas, valuada en 6 mil dólares.
Escaparon en un viaje tan sorprendente como aterrador rumbo a Australia. Eran 19 jóvenes que lo dieron todo por tener una vida mejor.
La exjugadora de cricket australiana Mel Jones fue una de las tres mujeres que organizaron y financiaron el plan para que el equipo femenino de cricket de Afganistán huyera de su país en 2021 tras el regreso al poder del Talibán.
Entre las 19 jugadoras que hicieron el aterrador viaje a Australia estaba Firooza Amiri, quien temblaba de miedo cada vez que su familia era detenida en el auto en el que viajaba.
Ocho eran los puestos de control por los que tuvieron que pasar para abandonar su país de origen.
Hasta el día de hoy, Amiri no puede comprender cómo se creyeron sus excusas de que iban a asistir a una “boda familiar” y a “llevar a su madre a recibir atención médica en Pakistán”.
“Fue el mayor milagro de mi vida”, le dijo a la BBC.
Tres años y medio después, ella y su equipo pisaron el campo de juego en el Junction Oval, en Melbourne, para representar al equipo femenino de Afganistán que jugaba su primer partido.
Otro capítulo en su notable historia acababa de comenzar.
Entre quienes observaban emocionados estaba Jones, quien se encargó de conseguir visas humanitarias de emergencia, dinero y un pasaje seguro para las jugadoras y sus familias.
Teniendo en cuenta los peligrosos viajes que habían hecho, este iba a ser un día de alegría abrumadora para las jugadoras que finalmente volvían a competir en el deporte que aman.
Pero la insignia especialmente diseñada en sus uniformes, en lugar de un escudo oficial, era un gran recordatorio de que su lucha por jugar está lejos de terminar, mientras el Consejo Internacional de Cricket (ICC, por sus siglas en inglés) no las reconozca como una selección nacional.
En un nuevo documental, “El equipo olvidado de cricket”, la BBC analiza la historia del equipo hablando con las jugadoras y aquellos que desempeñaron un papel crucial en su salida de Afganistán.
Amiri estaba tomando té en casa con su abuela en agosto de 2021 cuando se enteró de que el Talibán había regresado.
“En ese momento me quedé en shock y sentí que lo perdería todo”, dijo con lágrimas en los ojos, agregando que supo de inmediato que el equipo tendría que abandonar el país.
“Mis padres vivieron la primera vez que el Talibán estuvo en Afganistán y sabían lo que les pasaría a las niñas”.
“No sabía si iba a sobrevivir. No sabía si habría una oportunidad para mí y mi familia de salir de Afganistán, no sabía si íbamos a vivir o morir”.
“Lo quemé todo, todos mis certificados, todas mis medallas. No queda nada”.
Según las leyes del Talibán, las mujeres tienen prohibido el acceso a las universidades, el deporte y los parques. También está prohibido que sus voces se escuchen fuera de sus hogares.
La compañera de equipo de Amiri, Nahida Sapan, recordó cómo llegaron a su casa buscándola.
“Mi hermano salió y uno de los miembros del Talibán le preguntó: ‘¿Sabes de una chica de cricket? Creemos que vive aquí’. Mi hermano estaba muy asustado. Yo tenía un libro de resultados de todas mis compañeras de equipo, así que me fui a casa, rompí todos los papeles y los tiré a la basura”.
Sapan, cuyo hermano trabajaba para el gobierno anterior, dijo que su familia comenzó a recibir llamadas y mensajes.
“Eran amenazas directas. Decían: ‘Las vamos a encontrar y, si las encontramos, no las dejaremos vivir. Si encontramos a alguna de ustedes, las encontraremos a todas'”.
“Estaba muy preocupada por todas las chicas del equipo. Todas necesitábamos un lugar seguro”.
Ese lugar seguro iba a venir de una fuente inesperada al otro lado del mundo.
A miles de kilómetros de distancia, Mel Jones se encontraba en cuarentena en un hotel australiano durante la pandemia de covid-19, cuando recibió un mensaje de un periodista indio que le preguntaba si había oído hablar de la situación del equipo de cricket afgano.
Las jugadoras habían pedido ayuda a la Junta de Cricket de Afganistán (ACB, por sus siglas en inglés) después de que el Talibán tomara el poder, pero no recibieron ninguna.
Estaban aterrorizadas bajo el gobierno del grupo islamista.
El periodista puso a Jones en contacto con una de las jugadoras y ella le preguntó si había algo que pudiera hacer para ayudarlas. La jugadora respondió que todas sus compañeras de equipo y el personal de apoyo debían salir de Afganistán.
Jones, quien ganó dos Copas del Mundo con Australia, revisó sus contactos y trajo a varios voluntarios a bordo, incluida su amiga Emma Staples, quien solía trabajar para Cricket Victoria, y Catherine Ordway, quien había ayudado a evacuar a las futbolistas afganas.
Creando una red de personas que podían ayudar, incluso sobre el terreno en Afganistán, organizaron visas y transporte para finalmente sacar a 120 personas del país, principalmente a Pakistán, y luego en vuelos militares a Dubái. Desde allí volaron a Melbourne y Canberra en vuelos comerciales financiados por el gobierno australiano.
“No creo que comprendiera la enormidad de lo que estábamos haciendo en ese momento”, dijo Staples. “Nos dijeron que tal vez no podríamos salvar a todos”.
“Para mí, fue como coordinar un servicio de inmigración clandestino. Tuve que completar los documentos de las visas e intentar transferir dinero a Afganistán para que las chicas compraran pasaportes”.
“Fueron seis semanas de recopilación de información de los miembros de las familias de las jugadoras, tratando de obtener identificaciones, pero solo teníamos esta hoja de cálculo con los detalles de todos”.
La comunicación con las jugadoras fue “realmente desafiante”, pero “nada que Google Translate no pudiera solucionar”, según contó Staples.
“Todo pasó tan rápido para ellas que no creo que tuvieran tiempo de pensar en lo que tuvieron que dejar atrás. No tengo dudas de que algunas de ellas están pasando por la culpa del sobreviviente”.
Jones, de 52 años, quien ahora trabaja como locutora de cricket, dijo que hubo momentos en los que no estaba claro si la misión tendría éxito. Las cosas sucedían minuto a minuto”, dijo.
“Sin sonar frívola, hubo momentos en los que parecía que estabas en una película de Jason Bourne”, contó, recordando que intentaba comentar en televisión mientras enviaba mensajes a una jugadora afgana que trataba de encontrar el auto correcto que la llevara a un lugar seguro.
“Esa fue la parte que me dio miedo, el asegurarme de que tomaran las decisiones correctas”.
Durante meses después de aterrizar en Australia, las jugadoras mantuvieron en secreto su paradero, mientras vivían en un alojamiento temporal, ya que todavía temían por su seguridad.
Los clubes de cricket locales a los que se unieron también ayudaron a proteger sus identidades.
Esperaron hasta diciembre de 2022 y luego escribieron al ICC para decirles que vivían en Australia y para plantear dos grandes preguntas: ¿qué había pasado con sus contratos con la ACB y qué había pasado con el dinero destinado a la ACB y que debería usarse en su preparación?
También solicitaron que algunos de esos fondos se redirigieran a las jugadoras en Australia.
Después de un mes, el ICC respondió que los contratos eran un asunto de la ACB y que dependía de la junta decidir cómo gastar los fondos que recibe del organismo rector mundial.
Pero como la ACB se negó a tratar con las jugadoras, el equipo se quedó con la sensación de que los organismos rectores del deporte se habían desentendido de ellas.
En junio de 2024, tras la llegada del equipo masculino de Afganistán a las semifinales del Mundial T20, las mujeres aprovecharon el momento para escribir una segunda carta al ICC.
Esta vez pidieron que se les permitiera formar un equipo internacional de refugiadas.
Dicen que nunca han recibido respuesta a esa carta.
“Es tan doloroso y tan decepcionante”, dijo Shabnam Ahsan, quien tenía solo 14 años cuando huyó de su país. “No entiendo por qué ellos [el ICC] no están haciendo nada para ayudarnos. Hemos trabajado muy duro y merecemos ayuda como cualquier otro equipo”.
El ICC le dijo a BBC Sport en un comunicado que “sigue comprometido con la situación en Afganistán, con el bienestar y las oportunidades de los jugadores como nuestra máxima prioridad”.
Su presidente, Jay Shah, añadió: “Estamos comprometidos a apoyar el desarrollo del cricket a través de la Junta de Cricket de Afganistán, al tiempo que reconocemos los desafíos que enfrenta el cricket femenino afgano, incluidas las preocupaciones de las jugadoras que viven en el exilio”.
“El ICC también está revisando ciertas comunicaciones relacionadas con el cricket femenino de Afganistán y explorando cómo se las puede apoyar dentro del marco legal y constitucional del ICC. Nuestro enfoque está en el diálogo constructivo y en soluciones viables que salvaguarden los mejores intereses de todas las jugadoras de cricket afganas”.
El día del partido en Melbourne estuvo lleno de emoción y alegría, pero aún queda una pregunta importante: ¿qué le espera al equipo?
No cuentan con financiación oficial, aunque al día siguiente del partido se puso en marcha un fondo en línea llamado “Pitch Our Future”, que pretende recaudar cerca de US$950.000 para ayudar a asegurar el futuro del equipo.
La Marylebone Cricket Club Foundation de Reino Unido también se ha comprometido a que las jugadoras de Afganistán sean las primeras beneficiarias de su nuevo Fondo Mundial de Cricket para Refugiados.
Las jugadoras aún tienen grandes sueños de jugar algún día en el escenario internacional, pero eso depende de que el ICC colabora con ellas.
Sin embargo, una cosa es segura: en un momento en el que las mujeres de Afganistán sienten que no tienen voz, este equipo no será silenciado.
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