Luego de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenara reinstalar a la brevedad el Programa Quédate en México para que solicitantes de asilo esperen su proceso en nuestro país, la presidenta Claudia Sheinbaum informó sobre un plan de ayuda para migrantes mexicanos, “México te abraza”, pero ni ella ni Trump detallaron acciones de protección para aquellos provenientes de otras naciones.
La mandataria dijo que “si hay una persona de otra nacionalidad que se encuentra en la frontera, en la intemperie, por razones humanitarias no se le puede negar la atención”, aunque de inmediato habló de que se les orientaría para “la repatriación voluntaria”, para “ayudarles” a regresar a sus países de origen.
Esto reavivó el debate sobre si México puede ser un “tercer país seguro” para esos migrantes, o si en los hechos el gobierno de Sheinbaum, aunque lo niegue, ya había aceptado serlo.
Para entender mejor: ¿Qué es el programa ‘Quédate en México’ y cómo va a impactar a personas migrantes y al gobierno de Sheinbaum?
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), el concepto de “tercer país seguro” implica aplicar las garantías de la Convención de Ginebra firmada en 1951; la obligación de proteger a los refugiados, otorgarles estancia legal, impedir detenciones y arrestos arbitrarios, y satisfacer sus necesidades vitales.
Expertos consultados por El Sabueso coincidieron en que, hasta ahora, no se conoce ni se espera un acuerdo formal de tercer país seguro, porque implicaría que México acepte todos los costos de recibir y atender a los migrantes de otros países, les dé a todos la condición de refugiados y se comprometa a garantizar su seguridad y atención médica.
En el inicio del sexenio de López Obrador, ante la amenaza de Trump de imponer aranceles, el gobierno de México aceptó que solicitantes de asilo esperaran la resolución de sus casos en México, y mientras tanto el país les ofrecería “oportunidades laborales y acceso a la salud y educación a los migrantes y sus familias… así como protección a sus derechos humanos”.
Pero como te contamos en esta nota, entre enero de 2019 hasta enero de 2021, México recibió a más de 71 mil solicitantes de asilo a Estados Unidos, incluyendo niñas y niños, de acuerdo con Human Rights Watch.
Y organizaciones sociales denunciaron que la estancia de estos migrantes en la frontera del lado de México los expuso a riesgos como persecución, tortura, secuestros y otros delitos, sin que se pudiera garantizar sus derechos a la salud, educación y vida digna.
Algo similar pasó durante los primeros siete meses del gobierno de Biden, cuando se registraron 6 mil 356 casos de ataques violentos (secuestros, violaciones, tráfico de personas, tortura y más) contra personas migrantes obligadas a quedarse en México bajo el programa Quédate en México y el Título 42 –medida para frenar la migración con motivo de la pandemia de COVID-19–, según refiere Hispanics in Philanthropy.
El 12 de septiembre de 2019, el entonces canciller, Marcelo Ebrard, dijo que aceptar ser un “tercer país seguro” implicaría firmar un tratado y “que todas las solicitudes de asilo se tramiten en México, y eso no se aceptaría “bajo ninguna circunstancia”.
A diferencia del compromiso que representaría ser un “tercer país seguro”, el programa Quédate en México no es un protocolo de protección, sino de “disuasión”, comentó en entrevista Gretchen Kunher, directora del Instituto para las Mujeres en la Migración (IMUMI).
“No hay una definición aceptable por la que México pueda ser considerado un tercer país seguro a donde regresar a solicitantes de asilo. México es inseguro para un número significativo de personas migrantes y mexicanas; tiene un récord preocupante de violaciones graves a los derechos humanos; y niveles altos de crimen violento e impunidad”, refirió el Instituto en 2019.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) define a un tercer país seguro como aquel “donde la persona solicitante de asilo será protegida de la devolución a un país donde su vida o libertad corra peligro, y podrá solicitar asilo de acuerdo con los estándares internacionales”.
Los Acuerdos de Tercer País Seguro (ATPS) se basan en la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, de la que México forma parte.
De acuerdo con el IMUMI, un tercer país seguro contempla a países que no son generadores de refugiados, y/o en donde las personas refugiadas pueden disfrutar de esta protección sin riesgo.
Estos países deben cumplir con algunos estándares como: garantizar la seguridad y no devolución de los solicitantes de asilo; servicios de salud, vivienda, educación, seguridad social, empleo, acceso a procedimientos de asilo justos; asegurar la unidad familiar y tomar en cuentas particularidades de los solicitantes.
Además, el tercer país debe asumir todos los procesos y costos para brindar protección a las personas trasladadas bajo un ATPS. Y se debe garantizar que las personas no sean devueltas a sus países de origen, ni enviadas a un país en que sean perseguidas.
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Aunque en un caso como el de la relación entre EU y México, un programa como este requeriría de apoyos desde el país del norte para mejorar las condiciones para recibir a los solicitantes de asilo al sur de la frontera, consideró Daniel Muñoz Torres, internacionalista y académico de la FES Aragón de la UNAM.
“Un programa de un país seguro implicaría también que el gobierno de Estados Unidos tendría que apuntalar, obviamente a petición del gobierno mexicano, para que se concedan inversiones y ayudas económicas que permitan desarrollar la zona donde están llegando estos migrantes, y puedan generarse condiciones de vida que sean favorables para que estas personas no quieran seguir intentando cruzar hacia EU”, comentó.
La legislación estadounidense establece que para devolver a una persona solicitante de asilo a un tercer país seguro, Estados Unidos debe tener un acuerdo bilateral con el país receptor. Sin embargo, hasta ahora no hay un acuerdo de este tipo con México.
Actualmente EU sólo cuenta con un ATPS con Canadá, y tuvo acuerdos vigentes entre 2019 y 2021 con Guatemala, Honduras y El Salvador.
Durante el gobierno de López Obrador, México no otorgó la condición de refugiados a las personas que esperaban el trámite de sus solicitudes de asilo en Estados Unidos.
“México actuó en el sentido de recibir a los migrantes que estaban en el proceso de solicitar asilo. No es que México les estuviera ofreciendo el refugio, sino que podían esperar en el país”, comentó Rafael Alarcón, investigador de El Colegio de la Frontera Norte.
La postura del gobierno mexicano, hasta ahora planteada por Sheinbaum, es la de poner como prioridad el repatriar a las personas enviadas a México con motivo del programa Quédate en México, para lo cual incluso ya hay acuerdos con países de la región.
“Buscaríamos los mecanismos a través de la política migratoria y de política exterior de retorno a sus países de origen. Por ejemplo, hay acuerdo con Guatemala, hay acuerdo con, prácticamente, todos los países centroamericanos; de hecho, hubo una reunión el viernes pasado para ello. Hay acuerdo con Cuba, hay acuerdo con otros países para el retorno de personas que no son mexicanas”, aseguró Sehinbaum en su conferencia del 21 de enero pasado.
Ello a pesar de que convenciones internacionales mencionan que los países no pueden retornar a una persona a un lugar donde es posible que sufra tortura o exista un patrón de violaciones a los derechos humanos, ni donde corra peligro su vida.
Desde la primera vez que se implementó Quédate en México, el gobierno mexicano incumplió en dar a conocer oficialmente las medidas para atender a las personas en espera de resolución de su solicitud de asilo en Estados Unidos, lo cual representó una violación de un sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
En 2022, la SCJN resolvió que las autoridades mexicanas fueron omisas en la protección de derechos de las personas devueltas a México bajo el Protocolo “Quédate en México”, al no contar con un proceso claro de protección, no publicarlo en el Diario Oficial de la Federación y no incorporar una perspectiva de género, derivando en actos violentos hacía esta población sin acceso a la justicia.
La ACNUR ha desaconsejado que se designe en general a un país como “tercer estado seguro”, sino que se hagan análisis individualizados, considerando el contexto de cada migrante.
“El país en el que se haya presentado la solicitud de asilo es el principal responsable de examinarla”, recomendó en el año 2000.
“Si este país quiere transferir esta responsabilidad a un tercero, además de asegurar la conformidad de este tercer país para recibir y considerar la solicitud de asilo, se debe demostrar que dicho tercer país es ‘seguro’ para este solicitante de asilo en particular”.
Mulino desmintió la insinuación hecha por Trump sobre la influencia de China en el manejo del canal: “No hay presencia de ninguna nación del mundo que interfiera con nuestra administración del canal”.
El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, expresó su rechazo frontal a las declaraciones hechas por Donald Trump sobre el Canal de Panamá durante su primer discurso tras ser investido presidente de Estados Unidos este lunes.
Trump expresó la intención de su gobierno de “recuperar” la vía interoceánica para EE.UU.
En un comunicado que publicó en su cuenta de X, el presidente panameño dijo que reiteraba lo que ya expresó en un mensaje a la nación del 22 de diciembre: “El Canal es y seguirá siendo de Panamá y su administración seguirá estando bajo control panameño con respeto a su neutralidad permanente”.
Además, aseguró que el canal no fue una concesión de nadie hacia Panamá, sino que su actual administración fue resultado del acuerdo Torrijos-Carter: “Desde entonces hasta la fecha, durante 25 años, de manera ininterrumpida, lo hemos administrado y expandido con responsabilidad para servirle al mundo y su comercio, incluyendo a Estados Unidos”.
El comunicado se publicó en la cuenta de Mulino pocos minutos después de que en su discurso de posesión como presidente de Estados Unidos, Donald Trump insistiera en sus reclamos de “mal trato” por parte de Panamá en el uso del canal.
“A los barcos estadounidenses se les está cobrando de más de manera severa, y no se les trata de manera justa en ningún momento”, sostuvo el mandatario.
“Eso incluye a la Marina estadounidense y, sobre todo China, que está operando el Canal de Panamá, y no se lo dimos a China, se lo dimos a Panamá y lo vamos a recuperar”.
Las quejas del recién posesionado líder las ha reflejado desde que ganó la elección en noviembre, y las ha reiterado en varios discursos desde entonces.
En su comunicado, Mulino desmintió la insinuación de influencia de China sobre el manejo del canal y dijo: “No hay presencia de ninguna nación del mundo que interfiera con nuestra administración [del canal]”.
Además, el presidente panameño llamó al diálogo y al apego de la ley para el manejo de las relaciones entre “países aliados y amigos, como lo demuestran la historia y nuestras acciones con respecto a EE.UU.”.
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