Al menos 138 homicidios, 173 casos de privación de la libertad y 195 personas desaparecidas es el saldo de 24 días de violencia en distintos municipios de Sinaloa, mientras que autoridades estatales y federales han minimizado la situación del estado.
En su primera mañanera el miércoles 2 de octubre, al preguntarle sobre la situación en Sinaloa tras su reunión con el gabinete de seguridad, la presidenta Claudia Sheinbaum afirmó que por ahora no cuentan con un diagnóstico de la seguridad en la entidad.
“Vamos a esperar a que podamos tener el análisis más detallado del caso Sinaloa para poderles comentar. Pero sí, lo que les puedo decir es que este fin de semana no fue de los estados con mayor número de homicidios”, agregó.
Si bien es cierto que otras entidades como Guanajuato y el Estado de México tuvieron más homicidios, en Sinaloa se registraron 21 víctimas de homicidio, según la Fiscalía estatal, además de que hubo bloqueos carreteros.
Incluso, el sábado 28 de septiembre, durante la última gira del expresidente López Obrador y a la que asistió Sheinbaum, se reportó el hallazgo de una camioneta con al menos 10 cuerpos y el mensaje de “Bienvenidos a Sinaloa” escrito en la carrocería.
Hasta ahora las autoridades han señalado que estos hechos se deben a enfrentamientos entre grupos del crimen organizado. Aunque oficialmente no se ha señalado de qué grupos se trata, esto comenzó después de la detención en Texas de Ismael “El Mayo” Zambada, cofundador del Cártel de Sinaloa, a finales de julio de 2024 por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos.
La ola de violencia comenzó en la capital del estado, Culiacán, el lunes 9 de septiembre, y con el paso de los días se extendió a municipios vecinos como Cosalá, Elota, Eldorado, San Ignacio y Navolato.
Entre ese día y el 30 de septiembre pasado se registraron 129 víctimas de homicidio en Sinaloa, que sumados a 13 casos más reportados a inicio de mes, totalizan 142 víctimas, con lo que septiembre cerró como el mes con más homicidios en la entidad desde julio de 2017, según datos de la Fiscalía Estatal.
Mientras que en los dos primeros días del nuevo sexenio, se han reportado nueve víctimas de homicidio en la entidad, de acuerdo con la Fiscalía estatal.
Además, durante una protesta este 3 de octubre, el colectivo Sabuesas Guerreras reportó que hay al menos 195 casos de personas desaparecidas desde septiembre pasado, y exigieron a las autoridades estatales investigar los casos.
A la par de estos crímenes, a lo largo de estas tres semanas y media, se reportaron balaceras, ataques a casas, saqueos de negocios, quema de vehículos y bloqueos carreteros en distintos puntos de la entidad.
Igualmente se han registrado otros delitos. Entre el 9 de septiembre y el 2 de octubre, la Fiscalía estatal suma 219 reportes de robo de vehículos y 173 personas privadas de la libertad.
El gobierno estatal contabilizó 5 inmuebles asegurados, 50 personas detenidas, 20 enfrentamientos armados contra las fuerzas de seguridad y 20 civiles neutralizados, hasta el 29 de septiembre.
Ante la falta de condiciones de seguridad, como medida preventiva, el gobernador del estado, Rubén Rocha, canceló las celebraciones públicas y privadas del grito de Independencia el 15 de septiembre. Además, el 21 de septiembre, el Ejército envió 600 elementos a Sinaloa para reforzar la seguridad. Pero la violencia no paró.
Por ello, planteles educativos en Culiacán y localidades vecinas suspendieron actividades presenciales. Como te contamos en esta nota, desde que inició el ciclo escolar, del 26 de agosto al 18 de septiembre, los estudiantes de primarias y secundarias asistieron sólo en siete ocasiones a clases. Un día después, aunque oficialmente no hubo suspensión de clases, en los planteles educativos imperó la ausencia de los niños, adolescentes y jóvenes.
Hasta el 25 de septiembre, la Secretaría de Educación de Sinaloa informó que 582 escuelas de las 978 instituciones públicas estuvieron cerradas, y se registró presencia del 27% alumnos secundaria, el 11% en primaria y el 10% preescolar, de acuerdo con el Sol de Sinaloa.
A pesar de que las autoridades han llamado a continuar con las actividades presenciales, distintas escuelas han continuado con clases en línea.
Por su parte, la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) informó que sus unidades de Culiacán, Elota, El Dorado, Navolato y Concordia mantendrán sus actividades a distancia. Mientras que los planteles en Mazatlán, San Ignacio, Escuinapa, Badiraguato y Cosalá reanudarán las clases presenciales.
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A la par, los negocios se han visto afectados por la falta de actividad. La Unión de Comerciantes de Culiacán estimó que para el 25 de septiembre pasado, las pérdidas superan los 800 millones de pesos sólo en la capital del estado.
Mientras que apenas el 1 de octubre, las autoridades locales confirmaron que dos hombres armados robaron un millón de pesos en efectivo de una casa de cambio ubicada en la colonia Las Quintas de la capital de Sinaloa.
El Secretario de Economía de Sinaloa, Javier Gaxiola Coppel, dijo al medio local Luz Noticias que 307 microempresas han solicitado créditos para cubrir gastos diarios como salarios, insumos y pago de servicios. Y agregó que inversionistas extranjeros han postergado sus planes de instalarse en la entidad hasta que pase la ola de violencia en el estado.
El 27 de septiembre, familiares de personas desaparecidas protestaron en Mazatlán para exigir la localización de sus familiares, y el 29 de septiembre, cientos de personas protestaron en Culiacán para exigir paz y atención a las personas desaparecidas.
El pasado 2 de octubre, la Red Ciudadana Anticorrupción de Sinaloa exigió a las autoridades estatales y federales atender la crisis de seguridad que ha afectado a la entidad.
“Hacemos un llamado a todas las instituciones y representantes gubernamentales para que en estos momentos de incertidumbre y de vulnerabilidad asuman sus deberes de forma decidida y transparente para el restablecimiento de la seguridad pública. Exigimos también que rindan cuentas sobre cómo están atendiendo la problemática y con qué resultados”, señala el desplegado.
Aun así, el gobierno estatal ha minimizado los hechos. Tras la ceremonia de toma de protesta de Sheinbaum, Rubén Rocha defendió la actuación de su administración ante esta crisis.
“En todas partes existe el problema de la violencia. Y nosotros le estamos respondiendo al pueblo de Sinaloa con carácter y energía. Tengo el respaldo de la presidenta”, aseguró.
Despuntó como destino turístico internacional de primer nivel por más de una década hasta que el conflicto entre Grecia y Turquía la cambió para siempre.
De un lujoso destino turístico a una ciudad con un futuro incierto tras cinco décadas de abandono.
Varosha, suburbio de la localidad de Famagusta en el noreste de Chipre, tuvo su auge en la década de 1960 y la primera mitad de los años 1970.
Con sus hoteles de cinco estrellas, discotecas de primer nivel y más de dos kilómetros de playa bañada por el Mediterráneo, atraía a turistas y celebridades de todo el mundo, desde Elizabeth Taylor hasta Brigitte Bardot o Richard Burton.
Pero su destino cambió drásticamente en 1974, cuando la invasión turca de Chipre forzó a sus habitantes griegos-chipriotas a huir, dejando este territorio desierto y enjaulado en vallas militares.
Varosha quedó bajo el control del ejército turco como parte de un conflicto más amplio que dividió la isla en dos: al sur, la República de Chipre, reconocida internacionalmente y habitada en su mayoría por griegos-chipriotas; al norte, la República Turca del Norte de Chipre, un estado autoproclamado que solo reconoce Turquía.
Desde entonces, este enclave ha sido utilizado por ambas partes como una moneda de cambio en las complejas negociaciones que han intentado, sin éxito, reunificar el país.
La invasión de Chipre por las tropas turcas en julio de 1974 obligó a sus 39.000 residentes, la amplia mayoría mayoría griegos-chipriotas, a huir en cuestión de horas.
Cuando esto ocurrió, Avghi Frangopoulou tenía 15 años y sus padres acababan de comprar dos apartamentos en la playa de Varosha, pero la guerra lo cambió todo de la noche a la mañana.
“Recuerdo que corría porque veía los aviones justo encima de mí”, comenta sobre los bombardeos turcos en una entrevista para el programa de radio Assignment, de la BBC.
Su familia, como otras miles, tuvo que dejar atrás todas sus pertenencias y huir para salvar sus vidas.
Tras tomar el control, el ejército turco cercó Varosha con una valla y la convirtió en una zona militar restringida, vacía e inaccesible para civiles, es decir, una “ciudad fantasma”.
Durante décadas, el destino de Varosha fue un asunto de negociación clave en los fallidos intentos de reunificar Chipre.
En 1984, la ONU adoptó la resolución 550, que declaraba que debía ser devuelta a sus legítimos propietarios, pero el gobierno turco-chipriota de facto no aceptó y la ciudad permaneció intacta, con sus casas, hoteles y tiendas vacías.
“No somos fantasmas, y nuestra ciudad no es una ciudad fantasma”, protesta Frangopoulou, quien, como muchos otros exresidentes, ha visitado Varosha en los últimos años tras su reapertura parcial en 2020.
El estado de abandono del lugar hace aún más dolorosos sus recuerdos. “No me gusta ver esto”, afirma sobre el deterioro de su barrio natal y el “turismo oscuro” que ha surgido en torno de él.
En 2020 Turquía decidió reabrir parcialmente al público este espacio.
El anuncio de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, atrajo de inmediato a visitantes curiosos, convirtiendo al otrora destino de lujo en uno del llamado “turismo oscuro” que invita a lugares marcados por la tragedia, el abandono o el conflicto.
Los turistas que llegan a Varosha se enfrentan a una extraña combinación de belleza y decadencia.
La playa está de nuevo abierta al público y en ella se observan bañistas disfrutando del mar y el sol rodeados de apartamentos en ruinas y hoteles destruidos, con ventanas rotas y fachadas corroídas por el paso del tiempo.
Muchos de los antiguos residentes no ven con buenos ojos esta transformación de su barrio en una especie de atracción turística.
“Conozco a la gente que vivió aquí. No pueden vender esto como un producto, como un pueblo fantasma”, comenta Avghi Frangopoulou, quien considera la reapertura como una forma de trivializar la tragedia de la invasión.
Parte de la comunidad internacional también ha condenado la decisión de Turquía de abrir Varosha sin un acuerdo previo con los grecochipriotas, lo que supone un paso más en la violación de la resolución 550 de la ONU.
Pero el barrio sigue recibiendo turistas y las autoridades turcochipriotas no parecen dispuestas a cambiar su postura.
Para los antiguos residentes de Varosha, regresar a la ciudad tras casi 50 años de exilio es un intenso golpe emocional, ya que sus edificios ahora en ruinas les evocan recuerdos de una vida interrumpida de forma abrupta en 1974.
Avghi Frangopoulou ha vuelto varias veces desde que se abrió parcialmente en 2020.
“Mi casa está aquí”, dice, señalando la calle donde vivía, ahora cubierta de escombros.
Pese a la autorización de visitas turísticas, el barrio sigue bajo estricto control militar y muchas zonas permanecen inaccesibles para los antiguos residentes.
“Solo quieres pasar por esa puerta y subir las escaleras, pero hay policías que te detienen, así que no te arriesgas”, asegura Frangopoulou.
El caso de Andreas Lordos es similar. Su familia construyó uno de los primeros hoteles en Varosha, el Golden Marianna, aún en pie aunque abandonado y cubierto de enredaderas.
“Mi padre construyó este hotel en 1967 cuando tenía 27 años. Era un hotel con piscina, algo nuevo en esa época. Estaba frente a mi colegio, así que durante el recreo íbamos a curiosear qué hacían los turistas”, relata, mientras observa lo que queda del edificio.
Confiesa que su sueño es restaurarlo y abrirlo de nuevo algún día.
Sin embargo, es difícil que los antiguos propietarios huidos hace 50 años puedan recuperar sus inmuebles.
Las autoridades turcochipriotas han instado a los antiguos dueños a que reclamen sus tierras, pero estos aseguran que en la práctica es casi imposible debido a que el proceso legal está plagado de obstáculos.
El gobierno chipriota, además, ve con desconfianza esta oferta al temer que ayude a legitimar la ocupación turca.
El futuro de Varosha está en el aire.
Muchos locales tienen la esperanza de que el barrio pueda ser restaurado y convertirse en un símbolo de la futura reunificación de Chipre, donde griegos y turcos chipriotas coexistan en paz.
“Nos volvimos como familias con algunos de los grecochipriotas, porque pensamos y actuamos de la misma manera: que todos somos los perdedores en este conflicto”, afirma Serdar Atai, un activista turcochipriota comprometido con la preservación del patrimonio cultural de la zona.
Sin embargo, las tensiones políticas siguen siendo un gran obstáculo.
Atai lamenta que tanto las autoridades turcochipriotas como las grecochipriotas han torpedeado continuamente los intentos de un acuerdo de paz.
“Siempre acuerdan estar en desacuerdo desde el principio”, ironiza, en referencia a las últimas cinco décadas plagadas de intentos fallidos.
Por otro lado, figuras políticas como Oguzhan Hasipoglu, miembro del parlamento turcochipriota, ven en Varosha un modo de reclamar la soberanía del norte de Chipre que la comunidad internacional rechaza.
“Perdimos la confianza en los grecochipriotas (…) Sus palabras son amables pero, a la hora de la verdad, no están dispuestos a compartir el gobierno ni la riqueza de esta isla con nosotros. Nos ven como una minoría”, sentencia.
Hasipoglu, quien cree inevitable la división de la isla en dos Estados, ansía ver renacer Varosha como un destino turístico de lujo bajo control turco.
Así, la incertidumbre sobre el futuro de Varosha persiste: ¿seguirá siendo un destino de “turismo oscuro” en ruinas, se convertirá en un nuevo y lujoso balneario del no reconocido Estado de Chipre del Norte, o será un puente hacia la reconciliación de una isla dividida?
Lo que es seguro es que el tiempo se agota poco a poco para los antiguos residentes que sueñan con regresar al barrio donde crecieron.
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