Para entender mejor
La campaña “Aléjate de las drogas, el fentanilo te mata” presentada por el gobierno de Claudia Sheinbaum utilizará imágenes de jóvenes solos, en sobredosis y hospitalizados para advertir sobre los riesgos de este opioide en su uso no médico y no regulado, aunque sin contar con datos públicos actualizados sobre el consumo de narcóticos a nivel nacional.
La última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (Encuesta Nacional de Adicciones, Encodat) que se realizó en México corresponde al 2016. El gobierno de López Obrador decidió suspender su aplicación en 2022, argumentando razones presupuestales.
Ante la presión de organizaciones de la sociedad civil, se anunció que se volvería a hacer una encuesta, denominada Enasama y a cargo de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama), con el apoyo del Conahcyt para el muestreo. El 1 de mayo pasado anunciaron que ya había terminado el levantamiento, pero hasta ahora no se presentan los resultados.
Al presentar la nueva campaña, la presidenta aseguró que el país no tiene un problema de fentanilo como el de Estados Unidos, donde murieron 70 mil personas anualmente a causa de esa droga entre 2021 y 2023. Aunque hay regiones de México, sobre todo en las ciudades fronterizas, en donde el consumo del fentanilo ha quedado demostrado, con una tendencia creciente en la atención de casos.
Durante la presentación de la campaña en Palacio Nacional un reportero preguntó si México contaba con estadísticas sobre el consumo de fentanilo y si existía el registro de alguna muerte asociada a esta droga. La presidenta preguntó si alguna de las autoridades presentes quería responder. Quien atendió fue el secretario de Salud, David Kershenobich. Sin embargo, el secretario no dio una respuesta puntual y ante la insistencia del reportero Kershenobich se limitó a decir que los opioides sintéticos son capaces de producir la muerte de una muerte de una persona, pero que “afortunadamente nosotros no tenemos un problema de fentanilo, como lo tienen otros países”.
Lisa Sánchez, directora ejecutiva de Mexicanos Unidos Contra la Delincuencia, menciona que “el problema de que no hubo datos durante todo el sexenio anterior es precisamente que no podemos determinar bien a bien de qué tamaño es el problema … Hasta donde tenemos acceso a los datos es verdad que México refleja en esas encuestas un nivel de consumo y adicción de sustancias ilícitas menor a la media latinoamericana y menor a los registrados en países desarrollados”. Sin embargo, advierte que “eso no quiere decir que México no tenga fuertes problemas de atención a las adicciones, como es la incapacidad de tener la capacidad pública para solventar los tratamientos de superación de las adicciones”.
Sánchez dice que la encuesta Encodat se dejó de levantar debido a que el tema de adicciones “no se percibe como un tema prioritario”, por lo que “le tocó entrar dentro del saco de un montón de ejercicios estadísticos que se cancelaron”, en aras de la denominada austeridad republicana.
“Aquellos problemas que no se miden son problemas que por definición no crecen, no necesitan una atención inmediata, no tienes riesgo de que la opinión pública de alguna manera te llame a cuentas. Entonces, tú simple y sencillamente puedes controlar el discurso alrededor de eso que no quieres que se vuelva un problema público”, señala Sánchez.
“Hay qué recordar además que va a ser una encuesta que no va a ser comparable con las encuestas anteriores porque se decidió tener un enfoque más cualitativo que cuantitativo, de nuevo para que no salieran ahí resultados que no fueran favorecedores al gobierno”, menciona la directora ejecutiva de MUCD, sobre la Enasama.
Otros especialistas consultados señalan que el nuevo esfuerzo de prevención tiene también algunos aspectos positivos, aunque responde a tensiones políticas con Estados Unidos y mantiene rasgos de estigmatización del consumo.
La campaña contempla sesiones pedagógicas y eventos informativos para estudiantes, docentes y familias, pero también clases de box, espectaculares y carteles con la frase: “El fentanilo te mata, lo ponen en otras drogas para engancharte”.
Las campañas antidrogas en otros sexenios han sido cuestionadas por especialistas. Como te contamos en esta investigación, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador gastó más de 74 millones de pesos en campañas criminalizantes y sin evidencia de que sirvieran para reducir el consumo de drogas.
En ese sentido, Lisa Sánchez, señala que “estas campañas han existido en todos los sexenios y siempre han tenido un componente de responder a la presión estadounidense sobre el tráfico ilícito de drogas, sea la sustancia en voga que sea, ahora es el fentanilo, antes lo fueron otras drogas”.
Estudios como este publicado por The Lancet en 2023 advierten que las campañas que buscan una abstinencia estricta son menos eficaces que aquellas que fomentan una elección informada desde la perspectiva de reducción de daños.
Silvia Cruz, farmacóloga y especialista en neurobiología de las adicciones, señaló que, en efecto, el consumo de fentanilo en México es diferente al de Estados Unidos y Canadá, pues en territorio estadounidense comenzó a popularizarse en 2008 con la prescripción indiscriminada de opioides. Pero esto no significa que no haya un consumo preocupante al norte del país.
En México informes como el de la Conasama y el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de las Adicciones (SISVEA) concentran el consumo y los casos de atención por fentanilo en los estados del norte, con un aumento del 30% en las atenciones entre 2022 y 2023, como te contamos en esta nota.
“En 2023 se registraron 430 casos de atención por consumo de fentanilo, mientras que en 2022 fueron 333, los cuales se concentran en estados del norte del país como Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Sinaloa y Sonora”, refirió el informe sobre demanda y oferta de Fentanilo en México, publicado por Conasama este año.
“Desde el segundo semestre de 2023, en la atención a urgencias se utiliza el código emergente U94 en todo el sistema de salud para hacer un monitoreo preciso de las atenciones relacionadas con la intoxicación por fentanilo. Mediante este sistema de monitoreo se registraron nueve atenciones hospitalarias de junio de 2023 a enero de 2024 por intoxicación por fentanilo, de las cuales desafortunadamente tres personas fallecieron”.
A la par de estos datos, un monitoreo del Instituto Nacional de Psiquiatría en colaboración con organizaciones —como Verter y Prevencasa A.C. — expuso que en 93% de 80 muestras de residuos de heroína en jeringas recabadas en 2020 tenían fentanilo. Para 2023, se identificó un aumento rápido del consumo de fentanilo y encontraron “siete de cada diez muestras contenían este opioide, policonsumo de drogas con metanfetaminas, aunado a sobredosis, que la población intentó revertir sin éxito con agua y sal”.
En julio de 2022, Semefo de Baja California inició un programa piloto en Mexicali, autorizado por el Poder Judicial del estado, para realizar pruebas y determinar cuáles son las drogas más consumidas entre las personas que perdieron la vida en la ciudad.
Dicho estudio realizado hace dos años y medio determinó que alrededor del 30% de las personas que murieron en Mexicali tenían restos de fentanilo en el cuerpo y en el 50% de los casos se identificaron otro tipo de sustancias psicoactivas.
Baja California comparte problemáticas con el estado de California en Estados Unidos, mismo que en 2022 registró 10 mil 179 muertes por fentanilo, lo que representó el 10% de decesos relacionados al consumo de dicha sustancia en el país.
“En los estados fronterizos, sobre todo, aunque no únicamente, sí tienen un problema de consumo de fentanilo y de drogas sintéticas, sobre todo en una población que estaba habituada al consumo de heroína inyectable y que encuentra en el fentanilo una alternativa de mayor potencia”, destaca la directora ejecutiva de MUCD.
Said Slim, coordinador de proyectos de Verter A.C., y la especialista Silvia Cruz, mencionan que este esfuerzo de prevención focalizado en estudiantes de secundaria y educación media superior tiene aspectos rescatables, aunque sigue apostando por el miedo para desincentivar el consumo.
“Sí es una campaña que está abordando cosas positivas como el ‘habla con tus hijos’ y el autocuidado, pero que tiene obviamente muchos de estos elementos de miedo. Decir ‘el fentanilo te mata’ es parcialmente cierto, hay un punto que hay que matizar y es que los opioides son también muy eficaces como medicamentos”, señala la especialista sobre las acciones anunciadas por el gobierno de Sheinbaum.
Este tipo de discurso, agrega, puede alentar un rechazo al fentanilo de uso médico, que sí está regulado para el dolor. Además Slim destacó que los diseños de esta campaña colocan a los consumidores de drogas como infelices, cuando hay personas que tienen vida productiva, familias o un consumo recreativo.
Lisa Sánchez dice que “si bien cuidaron que el lenguaje en sí mismo no fuera tan estigmatizante como fue en la campaña ‘Las drogas no tienen un final feliz’ o ‘Juntos por la paz’ (…) el tono sigue siendo amarillista y las imágenes podrían ser incluso revictimizantes”.
Destaca además que “no hay en los pilares de la estrategia un componente fundamental que se ubica entre la prevención y el tratamiento que es la reducción de riesgos y daños, y que es un área de oportunidad donde más claramente podría tener resultados positivos el gobierno mexicano”.
En este sentido, los especialistas coinciden en que reproducir la caracterización de “zombies” en este tipo de campañas puede obstaculizar el acceso a la salud, justicia y otros servicios a los consumidores.
El gobierno imprimirá un millón de guías para docentes, 10 millones de cuadernillos de orientación para familiares, mil 448 espectaculares y 500 mil carteles que serán distribuidos por todo el país, como parte de su campaña.
Luis Arroyo, padre de Josué e Ismael, relata a BBC Mundo la angustia de la desaparición de los menores y el proceso de reconocer sus cuerpos cuando fueron encontrados incinerados.
Es 2 de enero de 2025 y Luis Arroyo y su familia celebran en su casa en el barrio popular de Las Malvinas, en el sur de Guayaquil, el cumpleaños de su hija.
La niña cumple 9 años, pero el ambiente no es festivo. Hace días que no come, está triste. Extraña a sus hermanos mayores, Ismael y Josué, a quienes vio por última vez el 8 de diciembre.
Su papá se esfuerza para darle, aunque parezca un imposible, algo de normalidad. Compra un pollo asado y comen todos juntos.
Arroyo afirma que a ratos quisiera estar viviendo una pesadilla de la que va a despertar. “Pero no es una pesadilla, es real (…) me arrebataron a mis hijos de la peor forma”, dice en conversación telefónica con BBC Mundo.
Sólo horas antes había enterrado a Ismael (15) y Josué (14), cuyos cuerpos incinerados y con signos de tortura le tocó reconocer.
Sus hijos son dos de los “4 de Guayaquil”, los menores de edad ecuatorianos que fueron víctimas de una presunta desaparición forzada tras ser detenidos por miembros del ejército, un caso que ha conmocionado a Ecuador y que pone en entredicho la política de seguridad del gobierno y el papel que está teniendo el Ejército.
Además de Ismael y Josué, las otras víctimas son Nehemías Arboleda, de 15 años, y Steven Medina, de 11.
Los cuatro salieron a jugar fútbol el 8 de diciembre, pero nunca regresaron.
La noche del 8 de diciembre Luis Arroyo salió a comprar y cuando volvió a su casa, a eso de las 8:40 de la noche, le pareció raro que Ismael y Josué no hubiesen regresado.
“Como la luz se va acá a las 9 de la noche, antes de esa hora ellos siempre estaban en casa. Le pregunté a mi mujer: ‘¿Y los bebés?’. ‘Se fueron a jugar a la pelota, ya vienen’, me dice.
Entonces, pensé que debían de venir en camino. Pero no llegaban y luego me empecé a preocupar, los salí a buscar y no los encontraba. Yo decía: ‘¿Qué pasó? ¿ Dónde están’? En eso fueron pasando las horas y mi mujer recibió una llamada a las 10:40 de la noche”.
El padre de los adolescentes cuenta que un hombre que nunca se identificó contactó a su esposa para decirles que sus hijos habían sido detenidos por militares, que estaban desnudos y necesitaban ayuda, pero que él no podía protegerlos porque temía meterse en problemas.
“Y ahí me pasa a mi hijo Ismael, el mayor. Y me dice: ‘Papi, ven, sálvame que estamos por aquí en Taura [un barrio de Guayaquil], botados, los militares nos cogieron por supuestamente haber estado robando, pero nosotros no estábamos haciendo nada, papá, ven acá a rescatarnos por favor. Estoy asustado'”.
Luis Arroyo intentó calmarlo. “‘Hijo mío, quédate tranquilo, que yo ya te voy a rescatar’. Y ahí este sujeto le quitó el celular y dice: ‘Espérate que aquí viene pasando la mafia en una moto’. Y yo le digo que por el amor de dios no le haga nada a los niños, que tenga misericordia. Él me dice: ‘Tienes 45 minutos, una hora para venir a verlos (…) Si tu quieres a tus hijos, tienes que venirlos a ver ya'”.
El padre de los menores asegura que el hombre le envió su ubicación y efectivamente estaban a la altura del kilómetro 26 de Taura.
“Yo no tenía cómo movilizarme, yo no me iba a arriesgar a ir allá solo. Entonces corté la llamada y dije: ‘Mis hijos están secuestrados, dios mío santo protégelos’. Ahí llamé a un familiar para que reportara la novedad al cuartel de Taura y a los policías con la ubicación que yo le doy. Con la foto de este tipo y el número”.
“Pero cuando los policías llegan al punto no encuentran a nadie. Y ahí mi familiar coge y me llama y me dice: ‘Primo, no están los bebés’. Desesperado le corto la llamada y llamo a este sujeto de nuevo y le digo: ‘Barón, dios te bendiga, ¿por qué no entregastes a mis hijos si yo los mandé a ver? Y él me dijo, disculpe la mala palabra: ‘Eres como la verga porque me mandaste a la policía. Se ve que no quieres a tus hijos (…) vino la mafia como en 10 motos y se los llevó'”.
“Ahí me cortó la llamada y no supe nada más de mis hijos”.
No recibió una llamada, ni un mensaje. Se enteró por las redes sociales, en vísperas de Nochebuena, que cuatro cuerpos habían sido encontrados incinerados y con signos de tortura cerca de una base militar.
“Ahí nos pusimos mal, porque nosotros hasta ese día seguíamos orando, confiando en el señor… Pedíamos: ‘Que no sean nuestros hijos'”.
“Ellos los encontraron el martes y el viernes nos llamaron a nosotros desde criminalística para ir a dar unas características de nuestros hijos. Y ese mismo día hicimos una prueba de ADN”.
A esas alturas una jueza había solicitado que el caso se investigara como una presunta desaparición forzada y 16 militares fueron detenidos.
Pero fue el 31 de diciembre, cuando los familiares participaban de la audiencia de formalización de los 16 militares envueltos en la detención de los menores de edad, cuando tuvieron plena confirmación.
“Cuando se acabó la audiencia, el fiscal llegó donde nosotros, a la sala en la que estábamos reunidos. Vino con el otro fiscal de derechos humanos de Quito y preguntó: ‘¿Ya les dijeron?’
Y nosotros dijimos que no y él dijo: ‘Bueno, papitos, mamitas, yo les dije que yo iba a ser transparentes con ustedes, que no les iba a mentir en nada, y lamentablemente los cuerpos que fueron hallados en Taura sí son sus familiares, son sus hijos'”, recuerda Luis Arroyo.
“Eso fue horrible, ahí mi mujer casi se muere. Fue espantoso”.
La próxima parada sería la morgue.
“Yo vi a mis dos hijos, solamente les dejaron sus pies, debajo de los dedos, y como Ismael tenía sus callos, sus juanetes, de pie de futbolistas, (pude) distinguirlo por eso, porque la cabeza tampoco estaba. Al otro le habían dejado una manito, un dedito y su pelo, parte de su cráneo, y de la cara”.
“Mi esposa no quiso verlos, ella estaba enferma y la dejé en casa. Yo preferí que ella no los viera, pero ahí el papito del niño de 11 años, Steven, vio a su hijo también. Al chiquitito también yo lo vi, sus piececitos pequeños, pobrecito, me da mucha pena de ver todo lo que han hecho. Al niño Nehemías lo vio su tío, y él lo reconoció por los brackets y el pelito. Porque él estaba más completo que los otros”.
El padre de Ismael y Josué dice que como familia quiere pedir la exhumación de los cuerpos, pues aún no tienen la información completa de qué fue lo que pasó con ellos.
“Nosotros quisiéramos sacar los cuerpos y llevarlos internacionalmente a que les hagan el examen de ADN. En eso quisiéramos que nos ayuden, porque queremos justicia. Esto no se puede pasar por alto, eran cuatro niños indefensos, imagínese hacerles todo esto, con esta saña, con esta maldad”, dice.
“Ellos nos entregan los cuerpos pero no nos dicen de qué murieron, si fueron torturados, baleados, sacados sus órganos. Nos entregaron el esqueleto, en estado de descomposición, quemados totalmente, sin cabeza mi hijo, es algo aterrorizante. El forense de criminalística no nos ha dicho las causas, sólo nos hicieron llenar una ficha para poder retirar los cuerpos para darles cristiana sepultura”.
Luis Arroyo llegó este lunes hasta el cementerio Ángel María Canales con las medallas ganadas por su hijo Ismael en las competencias de fútbol colgadas en el cuello. Era un homenaje al que fue su sueño de toda la vida: convertirse en futbolista profesional.
“Mis hijos eran muy amorosos, amigueros, ellos no tenían problema con nadie”.
“Eran unos hijos excelentes, amaban a su mamá, a su papá, a sus hermanos. Ellos siempre estaban dedicados a sus estudios, a la pelota. Nos decían: ‘Papá, mamá, yo voy a llegar a jugar fútbol profesional, voy a viajar por el mundo, te voy a comprar una casa, mamá… Yo los voy a sacar de aquí’. Ese era el sueño de mi hijo”.
“Y a mi otro hijo, Josué, a él le encantaba la pelota, pero le gustaba más el estudio. Y él también decía: ‘Mamá yo te voy a comprar una casa, yo te la voy a comprar primero que Ismael, ya vas a ver'”.
“Yo hacía un esfuerzo por verlos bien, porque ellos se sintieran bien, de pagarles sus estudios, que no les hiciera falta su comida. Todas las semanas llevaba a Ismael a jugar, porque él entrenaba de lunes a viernes y los días sábado y domingo le tocaba ir a jugar los partidos. Imagínese ahora, ¿a quién voy a llevar al fútbol? ¿Dónde dejo esos goles que yo disfruté con él? Mi hijo Josué…¿A quién voy a llevar al colegio? Con todo ese vacío que dejan en nosotros, en esta familia”.
“Yo los amo con mi vida, siempre los voy a tener en mi corazón a Ismael Arroyo y Josué Arroyo, son mi vida. Ellos están en un nuevo lugar, porque yo sé que dios los tiene arriba en el cielo, son unos angelitos, siempre los voy a amar y no voy a descansar hasta que se haga justicia. Eso sí yo se lo prometo, mis amores. Sus muertes no van a quedar impunes. Ellos eran todo para mí, eran mi motor, mi pieza fundamental”.
Arroyo sostiene que sus hijos fueron discriminados por su color de piel y que no son los primeros ni serán los últimos niños que desaparezcan ante la estrategia de seguridad militar del gobierno de Daniel Noboa.
“Esta es una mala estrategia por parte del gobierno: mandar a esta gente a matar a las calles, porque eso es lo que hacen, salir a matar… ¿En qué mundo estamos, en qué país estamos? El presidente apoya la sinvergüencería que hacen estos militares, tapando las cosas y discriminando a nuestros hijos, poniéndolos por los suelos”, critica.
“Ellos quieren dejar mal a nuestros hijos, quieren incriminarlos como terroristas, ladrones, delincuentes, cuando nuestros hijos jamás… Mis hijos no eran delincuentes, ellos tampoco estaban robando, no hay ninguna evidencia de que ellos hayan estado robando nada”, dice en alusión a lo que dijo inicialmente el Ministerio de Defensa sobre el caso, que sugirió que los menores habían estado involucrados en un robo antes de ser detenidos.
“El presidente los declaró héroes nacionales antes del 24 de diciembre y ahora él no se ha manifestado, no nos ha ayudado, nosotros no hemos recibido ninguna ayuda por parte del gobierno”, se queja.
Luis Arroyo dice sentir miedo y hace un llamado a las autoridades ecuatorianas a darles protección a él y a su familia. “Estoy aterrorizado con esto, quisiera salir corriendo de Ecuador. Nos sentimos solos, sin protección, pueden atentar contra nuestras vidas”.
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