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Subregistro y clasificación imprecisa afectan el conteo de casos de secuestro en México
Subregistro y clasificación imprecisa afectan el conteo de casos de secuestro en México
4 minutos de lectura

Subregistro y clasificación imprecisa afectan el conteo de casos de secuestro en México

Los secuestros que no se denuncian o de los que no se inician carpetas pasaron de 91.2% en 2018 a 98.6% en 2020, según estimación del Inegi.
12 de julio, 2022
Por: León Ramírez
@leonramz 

El gobierno mexicano presume una disminución en el número de secuestros durante los últimos tres años, pero  los indicadores con que intentan respaldar esos dichos se quedan cortos para medir el verdadero impacto de ese delito en el país, o son imprecisos.

En primer lugar, destaca que sólo son denunciados 1.4 de cada 100 secuestros en México, según estimación del INEGI. Es decir, predomina y ha ido en aumento este sexenio la llamada “cifra negra”, con cientos de casos que nunca llegan a los registros oficiales.

Y además, está el tema de la clasificación que hace el Secretariado Ejecutivo, a partir de lo que reportan las fiscalías de los estados. Se permite registrar delitos en la categoría de “otros”, sin dar más detalles de sus características.

“Cifra negra”, más delitos sin denuncia 

“El secuestro se ha reducido en un 44%”, dijo el presidente López Obrador al presentar la refinería Olmeca de Dos Bocas, Tabasco, el 1 de julio pasado.

Las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) muestran que sí hay una reducción de 42.9% en el delito de secuestro si se comparan los primeros cinco meses del 2018 –615 víctimas–, contra los primeros cinco de 2022 –351–.

Fuente: SESNSP

Sin embargo, como ya mencionamos, este “logro” deja fuera que en México el secuestro es el delito con mayor subregistro, con 98.6%,  según la estimación del Inegi en la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE).

Es decir, de acuerdo con estos datos, por cada 100 secuestros solo 1.4 entraron al registro, mientras que en 98.6 no hubo denuncia o bien las autoridades decidieron no iniciar una carpeta de investigación.

Tal situación, conocida como “cifra negra”, se ha incrementado desde que López Obrador asumió el cargo.

En 2018 el secuestro tenía un subregistro de 91.2%; en 2019 pasó a 93.9% y en 2020, con la información más reciente, se ubicó en 98.6%, más que cualquier otro delito.

 

secuestro, secuestros, delito, víctimas
Fuente: INEGI

Estamos ante un aumento en el subregistro de información, en cuanto a cifra negra de secuestros”, explica en entrevista Daniela Osorio, investigadora de la organización México Unido Contra la Delincuencia (MUCD).

Y, como se puede ver en la gráfica del Inegi, esto sucede también con la extorsión, el fraude, robo de vehículos y robos en casa habitación.

Al respecto, Angélica Canjura, investigadora de Causa en Común, señala que “tenemos una cifra negra altísima que nos impide ver con claridad cuáles son las cifras de delito que hay en el país. Lo que nos da el Secretariado es solamente una mínima porción, una décima parte de los delitos que ocurren en el país”.

Osorio también comenta que es necesario atender la creciente cifra negra: qué sucede con las víctimas que quedan fuera del conteo, por qué no acudieron a denunciar o cuáles fueron las razones de los Ministerios Públicos para no atender estos casos.

Aumentan víctimas de “otros” delitos contra la libertad

Por otro lado, la base de datos del SESNSP exhibe que, mientras hay un descenso en los secuestros, el conjunto de “Víctimas de delitos contra la libertad personal” ha crecido 12.8% de 2018 a 2021, debido por la categoría de “otros”, que carecen de detalles.

Fuente: SESNSP

Como se puede ver en la tabla anterior, las víctimas de secuestro representan solo el 3.2% de todas las personas que vivieron delitos contra la libertad personal, mientras que los “otros”, que van en aumento y se presentan sin desglose, abarcan el 96.1%. 

Y, como se puede ver en la siguiente gráfica, mientras los secuestros han disminuido, los “otros” aumentan.

Fuente: SESNSP

Según el manual de registro del SESNSP, esta categoría de “otros” incluye intermediación, colaboración, asesoría, intimidación a la víctima; “otros actos relacionados con la privación ilegal de la libertad”.

También autosecuestro, desaparición forzada de personas cometidas por particulares, retención y sustracción de incapaces, o “cualquier otro que reúna los supuestos de conducta antes expuestos”.

Las especialistas consultadas lamentan lo ambiguo de esta clasificación. 

“Desafortunadamente, como el reporte que entrega el Secretariado Ejecutivo no es amplio en cuanto al desglose de víctimas que incluyen en esta subcategoría, no podemos tener certeza de qué está pasando con los ministerios públicos y las fiscalías, que son quienes reportan información al Secretariado”, señala Osorio.

“Esa es una de las mayores trampas que nos encontramos para poder hacer un análisis real de los datos del Secretariado”, comenta Canjura.

“Los datos del secretariado solamente hablan de una décima parte de los delitos que ocurren en el país, y esa décima parte tiene sus trucos para la clasificación, y cuando tenemos categorías como ‘otros’ ahí es donde se nos van muchos delitos que ya no podemos analizar”.

“No tenemos los datos reales de un delito que tiene 98% de cifra negra, se nos pierden en esos datos de ‘otros’ porque cada fiscalía lo toma como mejor le parece”, concluye.

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Imagen BBC
¿Los niños perciben el tiempo de manera diferente? Entérate de la razón
10 minutos de lectura

Mientras crecen los niños van adquiriendo la concepción del tiempo, pero mientras lo hacen su percepción del mismo es muy distinta a la de los adultos.

11 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
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La percepción del tiempo por parte de los niños es un tema poco estudiado. Aprender a ver cómo pasa el tiempo podría ser fundamental para tener una experiencia de vida mucho más feliz.

En mi casa nos vemos siempre absorbidos por el debate de cuándo el tiempo va más rápido o más despacio.

“Es más corto en el carro”, grita mi hijo.

“Nunca”, contesta mi hija

Pero también hay consensos: los dos están de acuerdo en que los días después de Navidad y sus cumpleaños son especialmente lentos debido a la idea de que deben esperar otros 365 días para celebrar ambas fechas.

Para ellos un año es un espacio de tiempo muy largo.

Es un sentimiento que yo recuerdo bien: las vacaciones de mitad de año llenas de meterse en el agua, caminar por el pasto recién cortado, la ropa secándose al sol.

En momentos así, el tiempo realmente parece moverse más lento.

Teresa McCormack, profesora de psicología en la Universidad de Belfast en Irlanda del Norte, cree que la relación niños y el tiempo es un campo poco estudiado.

Su trabajo ha probado que hay algo fundamentalmente diferente sobre cómo los niños procesan el tiempo, especialmente con el tema del reloj interno, que funciona a una velocidad distinta que a la de los adultos.

Pero en esto hay más preguntas que respuestas.

“Es extraño que no sepamos todavía cuándo es el momento en que los niños pueden hacer una distinción entre pasado y futuro, dado el hecho de que eso estructura la forma en que pensamos cuando somos adultos”, señala la académica.

Ella explica que a pesar de que no tenemos claro cuándo los niños entienden la sensación de estar en una línea del tiempo, sabemos que desde etapas tempranas del crecimiento, los niños entienden eventos rutinarios como las horas de comer y la de ir a acostarse.

Niña dibuja un reloj
Getty Images
La capacidad de vincular la duración con la velocidad con la que pasa el tiempo se desarrolla en la parte tardía de la infancia.

Pero McCormack aclara que esto no es lo mismo que la sensación lineal del tiempo que tenemos los adultos.

A diferencia de los niños, los adultos tienen la capacidad de pensar en puntos en el tiempo de forma independiente de cuando va a ocurrir un evento, basando su conocimiento en el sistema del calendario y la hora convencional.

La forma de llamar al tiempo

La semántica también juega un papel fundamental.

“Le toma tiempo a los niños ser competentes a la hora de usar el lenguaje temporal, como usar términos como antes, después, mañana o ayer”, explica McCormack.

Ella señala que nuestra compresión de las partes del tiempo también están basadas en cuándo se le pregunta a las personas sobre esos juicios temporales.

“¿Estás haciendo la pregunta sobre eventos que están pasando o que pasaron antes?”, cuestiona la académica.

Y añade: “Por ejemplo, el tiempo entre que mi hijo nació hasta que dejó la casa ahora parece que fue en un abrir y cerrar de ojos, pero durante el tiempo en el que había que lidiar con la crianza del niño, un solo día podía durar la eternidad”.

Estudios han encontrado que juzgar la duración y la velocidad del paso del tiempo se desarolla de forma separada en los humanos.

Los niños menores de seis años pueden percibir que tan rápido pasa una hora de clase, por ejemplo, pero su juzgamiento tiene que ver más con su estado emocional que con la propia duración de la clase.

Esos dos elementos se juntan en una etapa más tardía, cuando los niños comprenden la relación entre velocidad y duración.

Entonces ahi comienza a ser un tema de memoria.

Muchas investigaciones se enfocan en cómo nuestra experiencia del paso del tiempo depende en la manera en que nuestro cerebro acumula las memorias y captura las experiencias.

Esto es algo que ha fascinado a Zoltán Nádasdy, profesor de psicología en la Universidad Eötvös Loránd de Budapest.

Joven sostiene la mano de un anciano.
Getty Images
No se sabe con exactitud cuándo los niños tienen un concepto claro del tiempo lineal como lo tienen los adultos.

Como estudiante universitario, Nádasdy convenció a sus compañeros de llevar a cabo una investigación sobre cómo perciben el tiempo los niños y los adultos.

Él quería comprender porque el tiempo parecía dilatarse cuando había un accidente, por ejemplo. El experimento fue simple: le mostraron tanto a niños, como a adultos dos videos, cada uno de un minuto de duración, y les preguntaron cuál le parecía el más largo y cuál el más corto.

Tres décadas después, Nádasdy y su equipo decidieron repetir el experimento. Dos videos, uno de un enfrentamiento lleno de acción entre policías y ladrones y otro en el que no parecía pasar donde había gente navegando sobre un río.

El resultado fue igual.

“Para los niños entre cuatro y cinco años, el video lleno de acción les pareció más largo que el otro que era aburrido. Para la mayoría de los adultos, fue todo lo contrario”, explicó el académico.

Ellos usaron gestos con las manos para comprender si los participantes percibían el tiempo como algo horizontal, algo que fue evidente en los tres grupos investigados.

Lo que el experimento mostró, señala Nádasdy, es que en ausencia de un órgano sensorial para predecir el tiempo, los humanos usamos otras aproximaciones.

“Nuestra experiencia sensorial explícita sobre el tiempo siempre es indirecta, lo que significa que necesitamos alcanzar algo que pensamos se correlaciona con el tiempo”, explica.

“Y en psicología esto se llama heurística. Entonces, para los niños, ¿qué pueden alcanzar? Pues lo más que puedan hablar sobre ello”.

Esa aproximación tiende a cambiar una vez el niño entra al colegio, un lugar donde debe aprender sobre los conceptos de simultaneidad y tiempo absoluto.

“No nos da la sensación de tiempo, pero reemplaza esos heurísticos con otro. Cuando vas al colegio tienes que cumplir con un horario. Tu día está totalmente controlado”, añade Nádasdy

Niña se mide en una pared
Getty Images
A medida que los niños van creciendo, comprenden los conceptos del paso del tiempo en duración e intensidad.

Pero entonces McCormack añade dos factores adicionales que están en juego cuando hablamos del concepto del tiempo de los niños.

“Uno, es que su proceso de control no es el mismo que el de los adultos”, anota la académica.

“Ellos pueden ser más impacientes y puede resultarle más difícil esperar. También puede estar relacionado con su proceso de atención. Entre más atención le pongas al paso de un periodo de tiempo, más lento te va a parecer”, indica.

De acuerdo a una investigación hecha por Sylvie Droit-Volet, profesora de psicología de la Universidad Clermont Auvergne en Francia y John Wearden, profesor emérito de psicología en la Universidad de Keele en Reino Unido, lo mismo aplica para los adultos.

Ellos descubrieron que la experiencia del paso del tiempo de una persona en la vida diaria no fluctua con la edad, pero sí con su estado emocional.

Para ponerlo simple: si estás feliz, el tiempo pasa rápido. Si estás triste, el tiempo se arrastra lentamente.

Un ejemplo de esto se vio en la cuarentena durante la pandemia del covid-19, donde investigadores encontraron evidencia de que el paso lento del tiempo estaba asociado con estar más estresado, tener menos cosas para hacer y envejecer.

También es posible inducir el efecto viendo una película: las películas aterradoras pueden hacer que el tiempo parezca más largo, por ejemplo, al igual que mirar imágenes que nos repugnan.

Otras investigaciones han demostrado que las experiencias desagradables, como un viaje en un tren lleno de gente en la hora más congestionada, también parecen durar más que un viaje más tranquilo.

El cuerpo y el tiempo

A medida que envejecemos se produce un grado de deterioro físico que también podría afectar a nuestro juicio sobre el tiempo, señala Adrian Bejan, profesor de ingeniería mecánica en la Universidad de Duke en Durham, Carolina del Norte.

Bejan ha intentado explicar el enigma de nuestra percepción del tiempo por medio de una teoría que desarrolló en 1996 sobre la “física de la vida” que se ha conocido como “ley constructiva”.

“La mayor fuente de información que llega a nuestro cerebro es la visión, desde la retina hasta el cerebro”, señala Bejan.

El académico explica que a través del nervio óptico, el cerebro recibe instantáneas, como los fotogramas de una película. El cerebro se desarrolla en la infancia y está acostumbrado a recibir muchas de estas “capturas de pantalla”.

Niños escribe en un papel con un reloj al lado.
Getty Images
Al entrar en el colegio los niños van comprendiendo el concepto del tiempo debido a que están en un entorno controlado por los horarios.

“En la edad adulta, el cuerpo es mucho más grande. La distancia entre la retina y el cerebro se ha duplicado en tamaño, las vías de transmisión se han vuelto más complejas y tienen más ramificaciones. Y además, con la edad, experimentamos una degradación”, destaca.

Esto, agrega, significa que la velocidad a la que recibimos “imágenes mentales” de los estímulos de nuestros órganos sensoriales disminuye con la edad.

Y concluye que esto crea la sensación de tiempo comprimido en nuestras mentes, ya que recibimos menos imágenes mentales en una unidad de tiempo de reloj como adultos en comparación con cuando éramos niños.

Los estudios sobre los cambios neurodegenerativos relacionados con la edad sugieren que bien puede haber una asociación entre el deterioro del nervio óptico y una disminución en la velocidad a la que se procesa la información y la capacidad de la memoria de trabajo.

Una cuestión de mecánica

Pero es necesario realizar más investigaciones para comprender esto por completo.

Lo que ves que con tus ojos también puede ser importante. La percepción del tiempo puede verse afectada por las propiedades de lo que se observa: el tamaño de la escena, lo fácil que es recordarla y lo desordenada que está.

Un estudio reciente realizado por psicólogos de la Universidad George Mason en Fairfax, Virginia, descubrió que los dos primeros factores dilatan el tiempo, mientras que el desorden y lo recargada que está una escena lo contraen.

El corazón también envía una señal interoceptiva (lo que permite saber dónde está el cuerpo en el espacio) importante al cerebro sobre el paso del tiempo: nuestra percepción de cuánto dura un acontecimiento cambia con el ritmo de los latidos del corazón.

Si esto realmente desempeña un papel importante en nuestra percepción del tiempo, tal vez no sea casualidad que nuestra frecuencia cardíaca tienda a disminuir con la edad.

Nuestra frecuencia cardíaca tiende a alcanzar un pico en los meses posteriores al nacimiento, antes de disminuir lentamente a medida que envejecemos.

A muchos de nosotros nos sucede otra cosa a medida que envejecemos: se instala una rutina menos fluida y más inflexible.

Las investigaciones han demostrado que cuanto mayor es la presión del tiempo, el aburrimiento y la rutina en la vida de una persona, así como cuanto más orientada hacia el futuro está una persona en comparación con vivir en el momento, más rápido experimenta el tiempo.

Como era de esperar, lo que estamos haciendo en el presente es primordial para nuestra comprensión del tiempo, sin importar nuestra edad.

A medida que aumenta nuestra carga de trabajo mental, por ejemplo, tendemos a experimentar un acortamiento del tiempo, ya que subestimamos la duración de una tarea cuanto más exigente es.

Pensemos en un campamento de vacaciones de dos semanas lleno de diversión: puede que eso sea más memorable que todo el año escolar.

Niña al lado de un reloj de sol
Getty Images
La intensidad de lo que viven los niños también tiene que ver con el concepto del tiempo que van adquiriendo mientras crecen.

Nádasdy explica que es muy probable que esos recuerdos del campamento de vacaciones ocupen una porción mucho mayor del tejido cerebral, debido a la gran cantidad de aventuras que tuvieron lugar durante ese breve período.

“Es posible que los juicios de las personas sobre lo que realmente ocurrió durante un período de tiempo determinado reflejen en parte su memoria por la cantidad de cosas nuevas que recuerdan que sucedieron”, señala McCormack.

“Por ejemplo, si eres un adulto mayor, es posible que no hayas experimentado muchos cambios importantes en tu vida en los últimos 10 años”.

Entonces, indica el académico, cuando los haya, se quedarán en tu memoria tanto como ese campamento de verano.

Teniendo esto en cuenta, ¿es posible que los adultos ralenticen el tiempo y recuerden esos sencillos días de la infancia?

Algunas investigaciones sugieren que el ejercicio físico puede ayudar a ralentizar nuestra percepción del tiempo, por lo que simplemente ser más activo podría ayudar (aunque esforzarnos demasiado podría tener el efecto contrario, ya que la fatiga física puede acortar nuestra percepción del tiempo).

Bejan también tiene otras ideas que requieren menos esfuerzo. “Ve más despacio, oblígate a hacer cosas nuevas para salir de la rutina”, anota.

“Date el gusto de sorprenderte. Haz cosas inusuales. ¿Has oído un buen chiste? ¡Cuéntamelo! ¿Tienes una idea nueva? Haz algo. Crea algo. Di algo”, concluye.

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BBC

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