En los nuevos libros de texto gratuitos de la SEP para alumnos y docentes aparecen conceptos como “opresores y oprimidos”, la mención de que existen “clases sociales” y críticas al sistema económico capitalista. Sin embargo, a decir de especialistas, “no hay elementos” y es “arcaizante” calificar a los nuevos libros de texto gratuitos como comunistas.
Al revisar los materiales no se encontró que en ellos se impulsen textualmente conceptos como la abolición de la propiedad privada, aunque en “Un libro sin recetas para la maestra y el maestro” sí se indica que es un “mito” considerarla fundamento del desarrollo de la persona humana.
Tampoco se habla de expropiaciones o de que el Estado tome el control de las industrias o de los bienes de producción. Sin embargo, sí hay una crítica al capitalismo, al considerarlo como una “forma de opresión”.
Además de menciones constantes en contra del “neoliberalismo”, criticando medidas como la reforma energética que permitió la inversión privada en el sector y planteando como un cambio de paradigma al actual gobierno de López Obrador.
El Dr. Luis Herrán Ávila, especialista de la Universidad de Nuevo México, dijo a Animal Político que “no hay elementos” para calificar a los nuevos libros de texto gratuitos como “comunistas”. En ese mismo tono, el Dr. Sebastián Rivera Mir, investigador de El Colegio Mexiquense, señaló que calificar de “comunistas” a los nuevos libros de texto gratuito es “arcaizante” —término que refiere a lo viejo o antiguo—.
Por otro lado, voces como las de la académica Denise Dresser critican que en los nuevos libros de texto se plantee una “ideologización”, insistiendo en la dicotomía de opresores y oprimidos. Por otra parte, el investigador Raúl Trejo Delarbre señaló en una de sus columnas que “en los nuevos libros no se propone un cambio comunista, ni socialista” sino una “idealización de la pobreza”, incluso un conformismo ante ella.
El comunismo puede definirse y entenderse desde la teoría y la práctica; al ser tanto una doctrina como un sistema político basado en la lucha de clases y en la supresión de la propiedad privada.
En la historia del México contemporáneo se han presentado episodios en los que se ha acusado a la educación de comunista y en los que se tuvieron reacciones similares a las que observamos en días recientes, por ejemplo: en 1930, a causa del proyecto de educación socialista impulsado por el expresidente Lázaro Cárdenas; y en 1960, luego de que se creara la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg).
El martes 2 de agosto en Hechos, el noticiero de TV Azteca, se aseguró que “México está en peligro por un virus que se creía erradicado: el virus comunista”. El periodista Javier Alatorre afirmó que “su resurgimiento está en la educación comunista que la Secretaría de Educación Pública busca imponer a las niñas y a los niños de México”.
Alatorre aseguró que los manuales para los maestros están “en contra de la libertad” y que promueven “el desprecio al trabajo, a la cultura, a la religión y hasta a la familia”. Asimismo, el periodista acusó que los manuales para los maestros utilizan términos como “opresor y oprimidos”, “clases sociales” y “lucha de clases” —todos ellos conceptos pertenecientes al terreno teórico del comunismo—.
En tanto el dueño de TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego, refirió en su cuenta de Twitter que está “a favor de la familia tradicional” y “en contra del rencor social, de incentivar el odio a través de forzar una ‘lucha de clases’”.
Una revisión de los libros de texto que realizó Animal Político encontró el uso de algunos de los conceptos referidos en los libros para el docente, por ejemplo en: “miles de hombres y mujeres de todas las clases sociales”, para explicar la interculturalidad.
O para describir a la pedagogía decolonial, donde sí se establece que a lo largo de la historia han existido opresores y oprimidos, tomando como referencia al pedagogo y filósofo Paulo Freire:
“En las perspectivas decoloniales la pedagogía parte del oprimido, como afirma Freire. Centra la crítica en la concepción colonial de la educación. Paulo Freire anotó que se necesita una pedagogía del oprimido, que hay que aprehender con él; a esto apunta la pedagogía decolonial”, se lee en uno de los materiales.
Asimismo, esta revisión encontró que se hace referencia al “capitalismo” como un sistema en el “persiste” el “poder colonial” bajo “formas de conocimiento totalizantes que reafirman el binomio dominador-dominado”.
De igual manera, el capitalismo es descrito como una de las “grandes formas” de opresión.
“La expresión ‘el sur global’ es una metáfora del sufrimiento humano causado por las grandes formas de opresión (capitalismo, colonialismo, patriarcado, feminicidio, entre otras)”, indica el libro para los maestros en su fase 5.
Finalmente, en el libro para el maestro Fase 1, correspondiente a los grados primero y segundo de primaria, existe un capítulo titulado “¿Soy un opresor, soy un oprimido?; ¿existen las clases sociales? Dinámicas de poder y control que se ejercen sobre las personas”.
En este capítulo se incluye una cita de Pablo Freire que califica de “mito” a “la propiedad privada como fundamento del desarrollo de la persona humana, en tanto se considere como personas humanas sólo a los opresores”.
Asimismo, en el mismo capítulo se indica: “el principio básico que debemos cuestionar es aquél que señala que hoy no existen las clases sociales; que el modelo de liberalismo económico generó dinámicas según las cuales todas las personas, como emprendedores y en la búsqueda del bienestar personal, son los dueños de sus destinos”.
El texto recomienda a los maestros que las reflexiones de este capítulo se compartan en las academias escolares en un análisis que “dé cuenta del reconocimiento de las dinámicas de poder y control que se ejercen en sus comunidades”. Sin embargo, es necesario aclarar que todos estos conceptos fueron encontrados en los libros o manuales para el docente y no en los ejemplares para las y los estudiantes.
Entre las acusaciones a las que se atribuye este calificativo se encuentra, por ejemplo, una conversación entre tres niños que se encuentran en el Zócalo. Dos de ellos hablan variantes del me’phaa y se encuentran con un tercer niño que intenta menospreciar su lengua.
“Buenos días, indios”, dice Pascacio. “Buenos días, presumido”, le responden Juan y Pedro, para luego destacar que ellos hablan dos lenguas, mientras que Pascacio solo una, lo cual es “preocupante”. Finalmente, Pascacio se disculpa con ellos.
Esta historia, presente en los nuevos libros de texto gratuitos, es la que colocó en un tuit la senadora panista Kenia López Rabadán, para acusar que “¡El comunismo de @lopezobrador_ quiere dividir a los mexicanos!”.
La historia “Los niños me’phàà”, que la senadora utiliza como ejemplo para acusar de “comunismo”, forma parte del libro “Nuestros lenguajes” de primero de primaria. La usuaria de TikTok, Gabriela Galmos, siguió las pistas del cuento y encontró que la historia fue escrita por la niña Érica Cabrera, perteneciente a la Escuela Miguel Hidalgo y Costilla Alcamani, de Guerrero y forma parte de un compendio de cuentos escritos por niños y niñas indígenas.
Asimismo, en redes sociales es posible encontrar múltiples asociaciones entre la forma en la que los nuevos libros de texto gratuitos presentan la información sobre temas de género, sexualidad y familias diversas con el comunismo.
Por ejemplo, en Facebook un usuario señala: “Así es la transformación de los libros de texto. Ahora la ideología comunista y de género, con lucha de clases, odios y resentimientos de López Obrador, son la identificación de lo que quieren imponer a nuestros hijos y nietos desde la SEP y sus ideólogos comunistas”.
Para echar luz sobre este tema Animal Político entrevistó al Dr. Luis Herrán Ávila, historiador de la Guerra Fría en América Latina, con énfasis en movimientos conservadores, anticomunistas y de extrema derecha y al Dr. Sebastián Rivera Mir, investigador de El Colegio Mexiquense, cuyas líneas de investigación son la historia de la educación y la cultura.
Cuestionado sobre si era adecuado el uso de la etiqueta “comunista” para calificar a los nuevos libros de texto, el doctor Luis Herrán Ávila respondió que “definitivamente no” y agregó que “no hay elementos que justifiquen el uso de esa etiqueta”.
El investigador refirió que “si analiza uno la retórica de estos reportajes de TV Azteca están hablando de comunismo, cuando lo que hay quizás es, por ejemplo, una crítica al individualismo capitalista; que bueno, la crítica al individualismo capitalista también lo tiene la doctrina social católica. Entonces eso no es comunismo, es una crítica al capitalismo”, dijo.
Herrán aseguró que “simplemente no tienen ni pies ni cabezas esas equivalencias que hacen”. Pero precisó que es justamente eso lo que “nos permite ver cómo se trata de una estrategia burda, pero una estrategia muy intencional de utilizar el término comunismo para infundir miedo, para espantar, para inducir pánico”.
Sebastián Rivera Mir señaló que llama su atención como historiador cómo después de 20 o 30 años, “haya sectores políticos no solo en México, digamos en el mundo entero, en Estados Unidos, incluso en Europa, en Asia, en todos lados, recurriendo a un discurso, que si uno lo pone en términos prácticos y concretos, es bastante arcaizante”.
El investigador del departamento de historia de la Universidad de Nuevo México mencionó que “en todo proyecto político, llámese liberal, comunista, fascista —podemos poner los ‘ismos’ que queramos—, su aparato educativo va necesariamente a reflejar una serie de metas respecto a el tipo de individuos y comunidades e identidades que quiere formar”.
“Los libros de texto son instrumentos importantes para llevar a cabo un proyecto político, pero como lo son en cualquier parte del mundo y como lo fueron en México durante el siglo XX” no es algo muy distinto a “lo que han hecho otros gobiernos anteriores”, señaló Herrán.
“Pareciera que hay libros que son limpios o neutrales y otros libros que son tendenciosos”, mencionó Sebastián Rivera Mir, “cuando en realidad todos los libros, precisamente porque son el resultado de un trabajo intelectual, tienen una carga ideológica-política que representa al autor, que representa la editorial, que representa a quien lo financia, representa distintos actores que están detrás de ese material” dijo.
El investigador de la Universidad de Nuevo México destacó que en México “el anticomunismo realmente cobra mucho más fuerza a raíz de la Revolución y muy concretamente a raíz de la Constitución de 1917” donde se establecieron, dijo, la educación laica, la separación iglesia – estado y cuestiones como la la idea de la función social de la propiedad y los derechos laborales.
Asimismo, durante el cardenismo la expansión del aparato educativo en México vino con una idea de la educación socialista que era la idea de “promover la igualdad entre clases sociales y una educación científica”. De igual forma, destaca el investigador, “rechazaban la idea de educación sexual y lo vinculan con un intento del comunismo por pervertir a la niñez”.
Sebastián Rivera Mir señala que en la década del 30 en México uno de los opositores fue “la derecha anti libresca; que dice que en realidad los libros no deberían de estar en la sala de clases y que la gente debería de aprender de La Biblia o del ejemplo del preceptor que está delante”.
También en el año 1960, señala Herrán, cuando se crea la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, las reacciones fueron muy similares. “La reacción viene de sectores conservadores de la sociedad mexicana que veían con mucha desconfianza la idea de que existiera un texto único y que ese fuera a imponer en las escuelas públicas”.
En Memoria Política de México, Doralicia Carmona menciona que, ante la obligatoriedad de los libros de texto gratuitos se acusó al Estado “de tratar de uniformar el pensamiento de una generación de acuerdo con las ideas de unos cuantos autores” y a los libros de “antipedagógicos”. A las protestas se unieron la Unión Nacional de Padres de Familia, el Partido Acción Nacional y la Barra Mexicana de Abogados.
El texto de Doralicia Carmona señala que a partir de agosto de 1960, “comenzó una campaña de propaganda contra el poder del Estado que argumentaba la violación a las libertades individuales y señalaba la postura antirreligiosa del comunismo. La polémica dejaba de concentrarse en el aspecto ideológico y se transformaba en una disputa de carácter político”.
“Ya no estamos en la Guerra Fría, la Unión Soviética ya no existe. Existen gobiernos que se dicen comunistas. Pero bueno, ya son cualquier otra cosa”, indica el investigador de la Universidad de Nuevo México. “Esa amenaza en términos reales no existe, pero al conectar el término comunismo con cosas como la tiranía, cosas como la destrucción de la propiedad privada o de la libre empresa, o tocando estos botones de la educación de la sexualidad eso le da al término comunismo unos significados muy palpables”.
“Entonces no importa que la Unión Soviética ya no exista, no importa que el comunismo internacional se haya desintegrado, para mucha gente, no sé cuánta, pero para mucha gente el término comunismo todavía significa todas esas cosas”, señala Herrán.
Por otra parte el Dr. Sebastián Rivera Mir indica que: “En realidad deberíamos de cuestionarnos por qué el debate sobre los libros de texto no ha sido tan profundo en los últimos 30 o 40 años … Me parece muy sano discutir y me parece muy poco sano no haberlo hecho durante tanto tiempo”, destacó el investigador del Colegio Mexiquense.
El llamado “dolor de helado” es una expresión de procesos neurológicos complejos. Lejos de ser banal, podría ayudar a entender mejor los umbrales de dolor y la predisposición a trastornos neurosensoriales más amplios.
Según la Clasificación Internacional de Trastornos de Cefalea, se trata de una “cefalea por estímulo frío”, también conocida con el nombre de dolor de cabeza por helado (en inglés brain freeze). Y aunque parezca trivial, revela una sorprendente complejidad neurológica y médica.
En los últimos años, varias investigaciones han revelado que este pequeño “dolor de verano” podría enseñarnos sobre el tratamiento de las migrañas, las reacciones cerebrales al frío e, increíblemente, cómo proteger al cerebro en situaciones críticas.
El brain freeze es el dolor frontal o temporal de corta duración, que puede ser intenso, inducido en personas susceptibles por el paso de material frío (sólido, líquido o gaseoso) sobre el paladar y/o la pared faríngea posterior.
Este cambio de temperatura tan brusco provoca una vasoconstricción, seguida de vasodilatación en los vasos sanguíneos de la zona. El nervio trigémino, que conecta el rostro con el cerebro, interpreta este cambio como una amenaza térmica, y lanza una señal de “dolor” al cerebro.
Lo curioso del caso es que ese dolor no lo sentimos en la boca, sino en la frente o las sienes. Es lo que se llama dolor referido: el cerebro malinterpreta la fuente del estímulo, algo muy común en otros tipos de dolor visceral.
Un artículo publicado en Critical Care Medicine en 2010 –con el provocador título “Can an Ice Cream Headache Save Your Life?” (¿Puede un dolor de cabeza por helado salvarle la vida?)– sugirió que los mecanismos detrás del brain freeze podrían inspirar estrategias clínicas para proteger el cerebro después de un paro cardíaco, usando hipotermia terapéutica.
Este tipo de reacciones neurovasculares rápidas ayudarían a regular la presión intracraneal, el flujo sanguíneo cerebral y los reflejos autonómicos.
En otras palabras, un helado puede activar rutas que los médicos intentan replicar de forma controlada en cuidados intensivos.
Un artículo de revisión publicado en 2023 examinó la involucración en este fenómeno de estructuras profundas del cráneo como el nervio trigémino y el ganglio esfenopalatino, ambos conocidos por estar implicados en migrañas, cefaleas en racimo y neuralgias faciales.
Además, múltiples trabajos han mostrado que la respuesta dolorosa al frío podría revelar una hipersensibilidad del sistema trigémino, especialmente en personas predispuestas.
La prevalencia de este fenómeno varía en un rango del 15 al 37 % en la población general, pero es significativamente mayor en niños y adolescentes, alcanzando cifras entre el 40,6 % y el 79 %, según datos recopilados en la literatura científica.
Un estudio clave alemán realizado con estudiantes de 10 a 14 años, padres y profesores, mostró una prevalencia del 62 % en los menores y del 31 % en los adultos. Esta diferencia podría deberse a una combinación de factores: el aprendizaje conductual para evitar desencadenantes dolorosos, una mayor estabilidad neuronal frente al frío con la edad y diferencias anatómicas que hacen que los niños sean más susceptibles a una rápida estimulación de los receptores del frío.
Por otro lado, el dolor por estímulo frío tiene una fuerte relación con antecedentes de migraña. Las personas aquejadas por este tipo de dolor presentan prevalencias de entre el 55,2 % y el 73,7 %, muy por encima de quienes sufren cefaleas tensionales (23-45,5 %).
Un estudio incluso reveló una sorprendente prevalencia del 94 % en personas con antecedentes de cefalea punzante. Esto sugiere que el brain freeze podría servir como marcador clínico indirecto de una sensibilidad trigeminal aumentada, compartida con otras cefaleas más incapacitantes.
Otros factores de riesgo identificados incluyen antecedentes de traumatismo craneal y, especialmente, historia familiar: los hijos de padres con cefalea por estímulo de frío tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollarla. Si la madre la ha sufrido, el riesgo se multiplica por 10,7 y si es el padre, por 8,4.
Todos estos datos revelan que lo que muchas veces se percibe como un simple “dolor de helado” es, en realidad, una expresión de procesos neurológicos complejos.
Lejos de ser banal, podría ayudar a entender mejor los umbrales de dolor y la predisposición a trastornos neurosensoriales más amplios.
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En general, no. Se trata de un fenómeno benigno, autolimitado y sin consecuencias médicas. Sin embargo, existe un caso clínico extraordinario, publicado en 1999 en el American Journal of Forensic Medicine and Pathology, donde un hombre joven colapsó tras beber agua muy fría.
Los forenses sospecharon un reflejo vagal extremo como causa de muerte, no un brain freeze clásico, sino una respuesta autonómica descontrolada en un contexto de calor extremo y predisposición fisiológica.
Este suceso aislado sirve más para mostrar la capacidad del cuerpo para reaccionar drásticamente ante estímulos extremos que para generar alarma sobre los helados o las bebidas frías.
La buena noticia es que esta peculiar cefalea se puede evitar con algunas estrategias simples.
La más eficaz es comer o beber lentamente. Cuando ingerimos alimentos fríos a gran velocidad, el estímulo térmico en el paladar es demasiado brusco para que el cuerpo lo compense a tiempo, activando la respuesta dolorosa.
También es importante evitar que la materia a baja temperatura toque directamente el paladar superior, ya que esta zona está altamente vascularizada y cercana al trayecto del nervio trigémino. Usar una pajita, mantener el líquido en la lengua antes de tragar o no dejar que el helado se derrita demasiado rápido en la boca pueden ayudar.
Y si el dolor ya comenzó, hay un truco sencillo: presiona la lengua contra el techo de la boca. Este contacto ayuda a restaurar la temperatura y aliviar la molestia en segundos.
Así que la próxima vez que una cucharada de helado te congele la frente, recuerda: no estás exagerando. Tu sistema nervioso está ensayando una respuesta que los científicos aún están tratando de descifrar… y quizás de aprovechar.
*José Miguel Soriano del Castillo es catedrático de Nutrición y Bromatología del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidad de Valencia, España.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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