Al menos diecisiete aspirantes para ser ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) tuvieron cargos en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador o algún vínculo con personajes clave de Morena, como Martí Batres, Clara Brugada, Olga Sánchez Cordero y Arturo Zaldívar.
Estos representan una cuarta parte de las 64 personas que se perfilan para contender por los nueve lugares del Pleno de la Suprema Corte en la elección judicial del 1 de junio.
Aunque se esperaba un máximo de 84 candidaturas, 27 por cada comité más las tres ministras en funciones que pidieron participar en el proceso, al final sólo 64 personas distintas superaron todos los filtros. Ello porque el Poder Judicial sólo presentó 21 nominaciones, mientras que 13 postulaciones se presentaron por dos poderes y una, Jazmín Bonilla García, superó los filtros de los tres comités.
Otra veintena de los aspirantes tiene experiencia en el Poder Judicial de la Federación (PJF) o en alguno de los poderes judiciales locales, mientras que el resto de los contendientes provienen de la academia o del sector privado.
Partidos de oposición han criticado irregularidades en todo el proceso de la elección judicial, con tal de que Morena tenga personajes afines en los principales cargos del sistema de justicia, aunque el partido guinda defiende que con la elección popular se democratiza y mejora el Poder Judicial.
Entre las aspirantes que llegarán a la boleta están las tres ministras en activo que se inscribieron para participar en la elección: Lenia Batres, Loretta Ortiz y Yasmín Esquivel, quienes abiertamente se han declarado simpatizantes de Morena y, como te contamos en esta nota, han realizado actividades de promoción anticipada aunque no se permiten precampañas.
También resultó seleccionada por los Comités de los Poderes Ejecutivo y Legislativo la exconsejera jurídica del gobierno de López Obrador, María Estela Ríos González.
Otro de los aspirantes es Raymundo Espinoza Hernández, quien fue titular de la unidad de asuntos jurídicos del Conacyt en el gobierno anterior, y Arely Reyes Terán, funcionaria de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) con López Obrador.
Luz María Zarza Delgado fue directora jurídica de Pemex hasta el cierre del gobierno de López Obrador. Y en el caso de Margarita Darlene Rojas Olvera, colaboró como directora jurídica y de gobierno en el gobierno de Iztapalapa de la actual jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, entre 2009 y 2012.
Entre los seleccionados por el Comité de Evaluación del Poder Ejecutivo se encuentra Federico Anaya Gallardo, quien según su perfil de LinkedIn e información del Senado, fue consultor jurídico en el Senado y colaborador del ahora director del ISSSTE, Martí Batres.
Este mismo Comité seleccionó a Irving Espinosa Betanzo, quien fue asesor de la Secretaría de la Mesa Directiva del Grupo Parlamentario de Morena a cargo de Ernestina Godoy Ramos, entre noviembre de 2015 y julio del 2018. También fue Magistrado de la Sala Superior Sección Especializada del Tribunal de Justicia Administrativa de la Ciudad de México.
Otros elegidos fueron Eduardo Santillán Pérez, diputado local de Morena en la Ciudad de México entre 2019 y 2021, y Luis Rafael Hernández Palacios Mirón, quien fue titular de la Procuraduría Agraria en el sexenio de López Obrador.4
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Además será postulada Natalia Téllez Torres Orozco, quien fue promovida por el expresidente López Obrador como magistrada de la Sala Superior del Tribunal Federal de Justicia Administrativa. Políticos de oposición acusaron, en 2022, que Torres Orozco fue beneficiada por la reforma al TFJA.
Mientras que Selene Cruz Alcalá fungió como Procuradora Federal de la Defensa del Trabajo (Profedet) en el gobierno de López Obrador, y fue designada por la ahora dirigente morenista, Luisa Alcalde Luján.
En la lista de aspirantes también aparece Paula María García Villegas Sánchez Cordero, magistrada de Circuito e hija de la diputada morenista Olga Sánchez Cordero; además de Ana María Ibarra Olguín y Fabiana Estrada Tena, quienes cuentan con trayectoria en el Poder Judicial Federal y colaboraron con el ahora asesor presidencial Arturo Zaldívar, cuando era ministro de la Suprema Corte de Justicia.
Entre los aspirantes que llegarán a la boleta también está el actual consejero jurídico de Nuevo León, Ulises Carlin de la Fuente, colaborador del gobierno de Movimiento Ciudadano Samuel García.
Asimismo, figura Hugo Aguilar Ortiz, excoordinador general del INPI en el gobierno de López Obrador. Antes fue subsecretario de derechos indígenas en el Gobierno de Oaxaca con Alejandro Murat.
También avanzó la extitular de la PGR en el gobierno de Felipe Calderón, Marisela Morales, quien además ha sido Cónsul de México en Milán con el expresidente Peña Nieto. Así como Mauricio Ricardo III Tortolero Serrano, quien fungió como director jurídico de la Comisión Federal de Competencia y asesor de la Secretaría de Economía durante el gobierno de Felipe Calderón.
Igualmente buscará llegar a la Corte Dora Alicia Martínez Valero, quien fue diputada federal del PAN en 2006 e incluso fue militante de ese instituto, aunque ya no aparece en el último padrón de militantes del blanquiazul. También fue directora de asuntos electorales de Televisa.
Además, aparece Lutgarda Madrigal Valdez, quien fue diputada local por el PRI en Veracruz y es excolaboradora del gobierno de Cuitláhuac García. Apenas en diciembre, ya en el gobierno de la también morenista Rocío Nahle, fue nombrada encargada de despacho de la Comisión Estatal de Búsqueda.
Mónica Arcelia Güicho González fue colaboradora de los gobiernos de Sigfrido Millán y Mario López Valdez de Sinaloa, así como del entonces Distrito Federal durante la administración de Miguel Ángel Mancera. Actualmente, es magistrada del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje.
Del mismo modo, Sara Irene Herrerías Guerra ha sido colaboradora de la entonces PGR y de la FGR en los gobiernos de Enrique Peña Nieto y López Obrador. Actualmente es titular de la Fiscalía Especializada en materia de Derechos Humanos.
De los aspirantes a la Corte que llegarán a la boleta, 18 tienen trayectoria profesional en el PJF o en alguno de los poderes judiciales de las entidades.
Entre ellos hay seis magistradas de circuito: Jazmín Bonilla García, quien además fue secretaria en la ponencia del ministro Javier Laynez; y Lorena Josefina Pérez Romo, ambas magistradas de circuito en la CDMX. También están Marisol Castañeda Pérez, en Querétaro; Rosa Elena González Tirado, magistrada en Jalisco; Jaime Allier Campuzano en Oaxaca, y Ricardo Garduño Pastén en Toluca.
Además, también será candidato Gabriel Regis López, quien es juez federal de distrito en la CDMX; Sergio Javier Molina Martínez hasta noviembre pasado fue integrante del Consejo de la Judicatura Federal. Y Guillermo Pablo López Andrade, quien es secretario de Estudio y Cuenta en la Suprema Corte, adscrito a la Ponencia del ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo
En las instancias judiciales locales, aparece Estela Fuentes Jiménez, magistrada presidenta del Tribunal de Justicia Administrativa de la CDMX; además, fue jueza penal en el Poder Judicial del Estado de México.
También serán candidatas Irma Guadalupe García Mendoza, integrante del Consejo de la Judicatura en la CDMX; así como Gloria Rosa Santos Mendoza, magistrada en el Poder Judicial de la capital.
Por otro lado, están las magistradas Rebeca Stella Aladro Echeverría, del Tribunal Superior de Justicia de Hidalgo; Alma Delia González Centeno, del Tribunal Supremo de San Luis Potosí; Consuelo Rosillo Garfias, magistrada en retiro del Poder Judicial de Querétaro; Verónica Elizabeth Ucaranza Sánchez del Tribunal Supremo de Jalisco; Ricardo Alfredo Sodi Cuellar, del Tribunal Superior de Justicia del Estado de México, del cual fue presidente; y Ángel Mario García Guerra, del Poder Judicial de Nuevo León.
Dentro del listado de candidatos a ministras y ministros, también se encuentran académicos, especialistas en derechos humanos y transparencia, así como integrantes de bufetes privados.
Olivia Aguirre Bonilla fue integrante de la Comisión Estatal de Víctimas de Chihuahua y del Consejo para la Prevención, Combate y Erradicación de la Trata de Personas y Protección, Atención y Asistencia a las Víctimas del mismo estado. También es especialista en violencia de género.
En esa línea, participan Édgar Corzo Sosa, quien fue visitador de la CNDH en 2018 y, recientemente, Presidente del Comité para la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares de la ONU, y Presidente de los Comités de Derechos Humanos de la ONU.
Antonio Sorela Castillo fue integrante del mecanismo de protección a periodistas; director de Atención de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobierno de Morelos en el gobierno de Graco Ramírez. Recibió el premio nacional de Derechos Humanos de El Salvador.
Desde la academia, será candidato Arístides Rodrigo Guerrero García, docente de Derecho Constitucional en la UNAM. Además fue comisionado del Instituto de Transparencia de la CDMX y colaboró con el Poder Judicial local.
También irán a la boleta Ingrid De Los Ángeles Tapia Gutiérrez, docente del ITAM y abogada que públicamente se ha posicionado contra el aborto; César Enrique Olmedo Piña, que ha sido docente del Tecnológico de Monterrey, la Universidad Anáhuac y la Barra Nacional de Abogados; Eduardo José Torres Maldonado, académico de la UAM; Giovanni Azael Figueroa Mejía de la Ibero; e Isaac De Paz González, académico de la Universidad Autónoma de Baja California.
Entre los abogados que vienen del sector privado se encuentran Cynthia Ortiz Monroy, consultora de género; Roberto Illanes Olivares, abogado privado; Javier Jiménez Gutiérrez, asesor en comercio internacional; Carlos Enrique Odriozola Mariscal y Mauricio Flores Castro, que trabajan en bufetes privados; Abraham Amiud Dávila Rodríguez, director de un despacho especializado en asuntos médicos; Cesar Mario Gutiérrez Priego, especializado en seguridad y derecho militar; y Jaime Salvador García González, especializado en comercio; y Francisco Luna Jaime, egresado de la Escuela Libre de Derecho.
Mientras que Luis Edwin Molinar Rohana y Magda Zulema Mosri Gutiérrez son magistrados de los Tribunales de Justicia Administrativa Federal y de la CDMX, respectivamente.
Científicos están analizando los olores del espacio, desde los vecinos más cercanos a la Tierra hasta los planetas a cientos de años luz de distancia, para aprender sobre la composición del universo.
El planeta más grande del sistema solar tiene varias capas de nubes, explica, y cada capa tiene una composición química diferente. El gigante gaseoso podría tentarte con el dulce aroma de sus “nubes venenosas de mazapán”, dice. Después, el olor “solo empeoraría a medida que te adentras”.
“Probablemente desearías estar muerto antes de llegar al punto de ser aplastado por la presión”, añade.
“Creemos que la capa superior de nubes está hecha de hielo de amoníaco”, comenta Barcenilla, comparando este hedor con el de la orina de gato.
“Luego, a medida que desciendes, encuentras sulfuro de amonio. Ahí es cuando tienes amoníaco y azufre juntos: una combinación infernal”. Los compuestos sulfurosos son famosos por ser los responsables del olor a huevo podrido.
Si pudieras explorar aún más profundo, continúa, encontrarías las características rayas y remolinos de Júpiter. “Júpiter tiene estas gruesas bandas coloreadas. Creemos que algunos de estos colores podrían ser creados por columnas de amoníaco y fósforo”.
También podría haber moléculas orgánicas llamadas tolinas, moléculas orgánicas complejas relacionadas con la gasolina. Por lo tanto, Júpiter, señala, podría tener un toque de “oleosidad” como de petróleo con un poco de ajo.
Barcenilla es científica espacial, diseñadora de fragancias y estudiante de doctorado en astrobiología en la Universidad de Westminster, Londres. Durante sus primeros años estudiando el cosmos, se preguntaba constantemente: “¿A qué olería eso?”. Entonces se dio cuenta: “Tengo esa molécula en mi laboratorio. Podría crearlo”.
Así que, además de su trabajo académico —la búsqueda de señales de vida en Marte—, Barcenilla se ha dedicado a diseñar aromas que recrean el olor del espacio exterior para la última exposición del Museo de Historia Natural de Londres, Espacio: “¿Podría existir vida más allá de la Tierra?”.
Desde el hedor a huevos podridos hasta el dulce aroma de las almendras, el espacio es un lugar sorprendentemente apestoso, dice.
Cometas, planetas, lunas y nubes de gas tendrían cada uno su propio olor único si pudiéramos olerlos. Pero ¿qué pueden revelar estos aromas sobre los misterios del Universo?
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Antes de lanzarnos a explorar las delicias olfativas del cosmos, quizás valga la pena detenernos un momento en qué son los olores en primer lugar.
El olfato, a menudo subestimado, es posiblemente el sentido más antiguo.
Tomemos como ejemplo un diminuto organismo unicelular, una bacteria, que surcaba los mares arqueozoicos hace unos 3500 millones de años. Al detectar la presencia de una sustancia química, quizás un sabroso nutriente o algún peligro que evitar, el flagelo de la bacteria (su apéndice con forma de cola) actuaba como una hélice, permitiendo a esta diminuta criatura redirigir sus movimientos.
Para nuestros primeros antepasados, este “sentido del olfato más rudimentario” marcaba la diferencia entre la vida y la muerte.
Y nuestro propio sentido del olfato es simplemente una versión más sofisticada de esta capacidad para detectar sustancias químicas en el entorno que nos rodea.
Nuestras narices contienen densos grupos nerviosos compuestos por millones de neuronas especializadas, repletas de moléculas conocidas como quimiorreceptores. Cuando se adhieren a una sustancia química, envían una señal a nuestro cerebro que se interpreta como un olor distintivo.
Este sentido del olfato nos permite detectar las sustancias químicas que nos rodean. Para los humanos, el olfato no solo nos ayuda a identificar alimentos o nos advierte de peligros ambientales, sino que también evoca recuerdos y desempeña un papel crucial en la comunicación social.
Tras millones de años de evolución, la capacidad de oler está intrínsecamente ligada a nuestro bienestar emocional.
Durante los largos y aislados meses en órbita, también puede ser un importante vínculo con el hogar para los astronautas. Pero una estación espacial también puede ser un lugar extraño en lo que a olores se refiere.
“Alexei Leonov [la primera persona en completar una caminata espacial] estaba a cargo de todos los astronautas extranjeros”, dice Helen Sharman, la primera astronauta de Reino Unido.
Era 1991 y Sharman se preparaba para pasar ocho días en la Mir, la estación espacial soviética. Justo antes del lanzamiento, Leonov “me dio una ramita de ajenjo”.
Durante su estancia en la Mir, Sharman de vez en cuando machacaba las hojas de ajenjo para liberar su aroma parecido al de la salvia, porque, dice ella, “es agradable tener un poco de olor a algo”.
En la estación espacial Mir, explica Sharman, había muy poco olor. En microgravedad, el aire caliente no asciende, así que “el olor de la comida caliente no se desprende del plato”. La única forma de experimentar el olor sería “meter la nariz en el paquete”, dice.
Pero había un olor distintivo en la estación espacial que muchos astronautas han reportado después de una caminata espacial. “Me recordó a cuando era niña y pasaba por delante de un taller de coches”, dice Sharman. “Podía oler soldaduras; ese olor metálico en el aire”.
Durante la misión, Sharman realizó experimentos con posibles materiales para la construcción de naves espaciales. “Tenía un montón de películas delgadas, principalmente cerámica, que tuve que colocar en un marco y luego exponer al ambiente circundante de la estación espacial”.
Cuando trajo sus muestras de la esclusa de aire, sintió una oleada de olor, el aroma metálico del espacio. “Ese fue mi experimento favorito, porque olía”. Otros astronautas han descrito un olor similar al de carne carbonizada, pólvora o cableado eléctrico quemado.
Pero la causa de este olor sigue siendo un misterio. Una posible explicación, según Sharman, es que se deba a la oxidación. “La atmósfera, el entorno, alrededor de la estación espacial, es prácticamente un vacío, pero no completamente a esa altura”, explica. “Lo que tenemos en la atmósfera residual es oxígeno atómico”.
El oxígeno atómico, o átomos individuales de oxígeno, puede adherirse al traje espacial o a las herramientas de un astronauta. Al reingresar a la estación espacial, los átomos individuales de oxígeno se combinan con el O2 presente en la cabina, produciendo ozono (O3).
“En cuanto reacciona, se percibe ese olor a ozono”, afirma Sharman. Y nosotros, los humanos aquí en la Tierra, también podemos experimentar el fuerte olor del ozono. ¿Han notado alguna vez el olor metálico de la electricidad estática justo después de una tormenta? Eso es ozono.
Otra posibilidad es que Sharman estuviera inhalando los átomos de una estrella moribunda.
Cuando una estrella muere, libera una enorme cantidad de energía. Durante este proceso, la estrella produce hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) —moléculas con forma de malla de alambre, explica Sharman— que flotan por el universo y contribuyen a la creación de nuevos cometas, planetas y estrellas.
En la Tierra, los HAP están presentes en combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo crudo y la gasolina, y a menudo se forman durante la combustión incompleta de materiales orgánicos.
“Si quemas tu comida”, dice Barcenilla, “ese es el tipo de molécula que estás creando. Cuando las estrellas mueren, la combustión crea el mismo tipo de moléculas. Luego flotan en el espacio para siempre”. Muchos de estos compuestos tienen un olor similar al de un disolvente o a naftalina, mientras que otros recuerdan más al plástico o al betún quemados.
Los datos espaciales llegan en diversas formas. La primera información científica espacial llegó en 1958, a través del Explorer 1 de la NASA, en forma de sonido.
En 2022, el Telescopio Espacial James Webb (JWST) de la NASA detectó el primer rastro de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera de un exoplaneta —un planeta fuera de nuestro sistema solar—, el gigante gaseoso WASP-39 b.
El JWST no olió el CO2 en el sentido de inhalarlo, sino que detectó su presencia al rastrear cómo la atmósfera del planeta alteraba la luz estelar al pasar frente a su sol. Al analizar los sutiles cambios en la luz, el JWST puede identificar las diversas sustancias químicas de los mundos extraterrestres.
Y “el espacio es inmenso”, afirma Barcenilla. Está lleno de mundos con olores diversos.
El análisis químico de la atmósfera de Titán, la luna más grande de Saturno, sugiere que huele a almendras dulces, gasolina y pescado podrido. Mientras tanto, el olor a huevos podridos podría disuadirte de visitar el planeta HD 189733 b, un gigante gaseoso abrasador a unos 64 años luz de la Tierra.
Las nubes de polvo interestelar, que giran a través de los brazos espirales de la Vía Láctea, combinan olores a “helados locos” y amoníaco que te hace doblar las rodillas, según dicen los investigadores.
Mientras tanto, en Sagitario B2, una gigantesca nube molecular de gas y polvo cerca del centro de nuestra galaxia, se podrían oler “algunas de las moléculas prebióticas necesarias para la vida”, afirma Barcenilla.
“Allí encontramos sustancias como etanol, metanol, acetona, sulfuro de hidrógeno y etilenglicol, que se pueden usar como anticongelantes”.
Al formiato de etilo se le suele atribuir el aroma a frambuesa del centro de la Vía Láctea, pero, según Barcenilla, esto no es del todo cierto. “Es solo una molécula entre muchas, y si la hueles aisladamente, no huele a frambuesa”.
El formiato de etilo, explica, se encuentra en el interior de diversas frutas. Es en parte responsable del sabor —no del olor— de las frambuesas, pero también del sabor de otras frutas. [También] se asocia con el esmalte de uñas o quizás con el quitaesmalte, y con un olor a alcohol, casi a ron.
Y rastrear sustancias químicas cósmicas no solo puede proporcionarnos detalles vitales sobre la composición del universo, sino también pistas sobre dónde buscar vida, afirma Barcenilla.
“Si pudieras navegar en [el planeta] K2-18b —si hubiera un océano allí y pudieras quitarte el traje espacial—, entonces podría oler a repollo podrido”, afirma Subhajit Sarkar, astrofísico de la Universidad de Cardiff, en Reino Unido.
En 2023, Sarkar formó parte de un equipo que, con la ayuda del JWST, detectó lo que podría ser el rastro de vida en K2-18b, un exoplaneta a unos 120 años luz de la Tierra. El telescopio detectó “un leve indicio”, dice Sarkar, de sulfuro de dimetilo (DMS), a veces considerado uno de los principales componentes que producen el “olor a mar”.
“K2-18b es interesante por varias razones”, afirma Sarkar. Forma parte de un grupo más amplio de exoplanetas llamados subneptunos. Más grandes que la Tierra pero más pequeños que Neptuno, los subneptunos son el tipo de planeta más común en la galaxia y, a pesar de su prevalencia, muchos de sus aspectos siguen siendo un misterio.
“Existen grandes preguntas sobre los subneptunos”, afirma Sarkar. “¿Por qué no existen en nuestro sistema solar? ¿Y de qué están hechos?”.
Una forma de comprenderlos mejor, según Sarkar, es observar sus atmósferas. “Se sabía que K2-18b era un buen objetivo para ello”.
K2-18b es, en teoría, un mundo “hicéano”, un exoplaneta habitable cubierto de océanos. En 2025, Sarkar y sus colegas volvieron a analizar la atmósfera de K2-18b y detectaron un olor aún más intenso a sustancias químicas atmosféricas que, hasta donde sabemos, solo son producidas por la vida, específicamente el fitoplancton y otros organismos marinos.
Según los investigadores, la atmósfera de K2-18b podría contener DMS y/o disulfuro de dimetilo (DMDS).
“Actualmente, desconocemos procesos no biológicos que puedan producir estas [sustancias químicas] en grandes cantidades. Sin duda, en la Tierra es evidente que el DMS y el DMDS se producen biológicamente. Desde ese punto de vista, son biofirmas muy específicas”, afirma Sarkar.
Y con concentraciones 10.000 veces superiores a las de la atmósfera terrestre, los hallazgos sugieren que K2-18b podría albergar un océano “rebosante de vida”, añade Sarkar.
Sin embargo, advierte que es posible que las sustancias químicas provengan de fuentes abióticas, por lo que se necesita más investigación. No obstante, añade que si K2-18b es realmente un mundo oceánico habitable, “entonces encaja en ese panorama, porque entonces existe la posibilidad de que la vida marina produzca esta molécula que, en la Tierra, está asociada con la vida marina”.
Así que quizás no sea necesario viajar al espacio para experimentar su verdadero olor. Muchos de los olores del espacio nos resultan familiares y los encontramos aquí mismo en la Tierra, y algunas personas han intentado recrear el aroma del espacio, como Barcenilla.
Cuando meto la nariz en su cápsula de aromas de Marte en la exposición del Museo de Historia Natural, huelo óxido, polvo y un toque de humedad.
El olor evoca un recuerdo: el rincón trasero de un garaje, lleno de viejas cajas de cartón con libros que alguna vez amamos, y trozos de madera de muebles de generaciones anteriores. Un olor acogedor, de infancia.
Pero quizás el mayor tesoro olfativo de todos no se encuentra tan lejos en el espacio, sino aquí en la Tierra.
No hay nada como el aroma de nuestro propio planeta, dice Sharman. La astronauta describe su regreso a casa en 1991, aún vívido en su mente. “Era finales de mayo, así que, incluso en Asia Central, el suelo no estaba completamente seco el día que regresamos a la Tierra”.
Al aterrizar, la nave rebotó bastante, aplastando las plantas del suelo. “Aterrizamos en un matorral de ajenjo en Kazajistán”, recuerda Sharman.
“La ráfaga de aire fresco al abrir la escotilla fue fantástica. Olía de maravilla, absolutamente delicioso”.
*Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para ver la versión original (en inglés).
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