
Al menos diecisiete aspirantes para ser ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) tuvieron cargos en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador o algún vínculo con personajes clave de Morena, como Martí Batres, Clara Brugada, Olga Sánchez Cordero y Arturo Zaldívar.
Estos representan una cuarta parte de las 64 personas que se perfilan para contender por los nueve lugares del Pleno de la Suprema Corte en la elección judicial del 1 de junio.
Aunque se esperaba un máximo de 84 candidaturas, 27 por cada comité más las tres ministras en funciones que pidieron participar en el proceso, al final sólo 64 personas distintas superaron todos los filtros. Ello porque el Poder Judicial sólo presentó 21 nominaciones, mientras que 13 postulaciones se presentaron por dos poderes y una, Jazmín Bonilla García, superó los filtros de los tres comités.
Otra veintena de los aspirantes tiene experiencia en el Poder Judicial de la Federación (PJF) o en alguno de los poderes judiciales locales, mientras que el resto de los contendientes provienen de la academia o del sector privado.
Partidos de oposición han criticado irregularidades en todo el proceso de la elección judicial, con tal de que Morena tenga personajes afines en los principales cargos del sistema de justicia, aunque el partido guinda defiende que con la elección popular se democratiza y mejora el Poder Judicial.
Entre las aspirantes que llegarán a la boleta están las tres ministras en activo que se inscribieron para participar en la elección: Lenia Batres, Loretta Ortiz y Yasmín Esquivel, quienes abiertamente se han declarado simpatizantes de Morena y, como te contamos en esta nota, han realizado actividades de promoción anticipada aunque no se permiten precampañas.
También resultó seleccionada por los Comités de los Poderes Ejecutivo y Legislativo la exconsejera jurídica del gobierno de López Obrador, María Estela Ríos González.
Otro de los aspirantes es Raymundo Espinoza Hernández, quien fue titular de la unidad de asuntos jurídicos del Conacyt en el gobierno anterior, y Arely Reyes Terán, funcionaria de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) con López Obrador.
Luz María Zarza Delgado fue directora jurídica de Pemex hasta el cierre del gobierno de López Obrador. Y en el caso de Margarita Darlene Rojas Olvera, colaboró como directora jurídica y de gobierno en el gobierno de Iztapalapa de la actual jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, entre 2009 y 2012.
Entre los seleccionados por el Comité de Evaluación del Poder Ejecutivo se encuentra Federico Anaya Gallardo, quien según su perfil de LinkedIn e información del Senado, fue consultor jurídico en el Senado y colaborador del ahora director del ISSSTE, Martí Batres.
Este mismo Comité seleccionó a Irving Espinosa Betanzo, quien fue asesor de la Secretaría de la Mesa Directiva del Grupo Parlamentario de Morena a cargo de Ernestina Godoy Ramos, entre noviembre de 2015 y julio del 2018. También fue Magistrado de la Sala Superior Sección Especializada del Tribunal de Justicia Administrativa de la Ciudad de México.
Otros elegidos fueron Eduardo Santillán Pérez, diputado local de Morena en la Ciudad de México entre 2019 y 2021, y Luis Rafael Hernández Palacios Mirón, quien fue titular de la Procuraduría Agraria en el sexenio de López Obrador.4
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Además será postulada Natalia Téllez Torres Orozco, quien fue promovida por el expresidente López Obrador como magistrada de la Sala Superior del Tribunal Federal de Justicia Administrativa. Políticos de oposición acusaron, en 2022, que Torres Orozco fue beneficiada por la reforma al TFJA.
Mientras que Selene Cruz Alcalá fungió como Procuradora Federal de la Defensa del Trabajo (Profedet) en el gobierno de López Obrador, y fue designada por la ahora dirigente morenista, Luisa Alcalde Luján.
En la lista de aspirantes también aparece Paula María García Villegas Sánchez Cordero, magistrada de Circuito e hija de la diputada morenista Olga Sánchez Cordero; además de Ana María Ibarra Olguín y Fabiana Estrada Tena, quienes cuentan con trayectoria en el Poder Judicial Federal y colaboraron con el ahora asesor presidencial Arturo Zaldívar, cuando era ministro de la Suprema Corte de Justicia.
Entre los aspirantes que llegarán a la boleta también está el actual consejero jurídico de Nuevo León, Ulises Carlin de la Fuente, colaborador del gobierno de Movimiento Ciudadano Samuel García.
Asimismo, figura Hugo Aguilar Ortiz, excoordinador general del INPI en el gobierno de López Obrador. Antes fue subsecretario de derechos indígenas en el Gobierno de Oaxaca con Alejandro Murat.
También avanzó la extitular de la PGR en el gobierno de Felipe Calderón, Marisela Morales, quien además ha sido Cónsul de México en Milán con el expresidente Peña Nieto. Así como Mauricio Ricardo III Tortolero Serrano, quien fungió como director jurídico de la Comisión Federal de Competencia y asesor de la Secretaría de Economía durante el gobierno de Felipe Calderón.
Igualmente buscará llegar a la Corte Dora Alicia Martínez Valero, quien fue diputada federal del PAN en 2006 e incluso fue militante de ese instituto, aunque ya no aparece en el último padrón de militantes del blanquiazul. También fue directora de asuntos electorales de Televisa.
Además, aparece Lutgarda Madrigal Valdez, quien fue diputada local por el PRI en Veracruz y es excolaboradora del gobierno de Cuitláhuac García. Apenas en diciembre, ya en el gobierno de la también morenista Rocío Nahle, fue nombrada encargada de despacho de la Comisión Estatal de Búsqueda.
Mónica Arcelia Güicho González fue colaboradora de los gobiernos de Sigfrido Millán y Mario López Valdez de Sinaloa, así como del entonces Distrito Federal durante la administración de Miguel Ángel Mancera. Actualmente, es magistrada del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje.
Del mismo modo, Sara Irene Herrerías Guerra ha sido colaboradora de la entonces PGR y de la FGR en los gobiernos de Enrique Peña Nieto y López Obrador. Actualmente es titular de la Fiscalía Especializada en materia de Derechos Humanos.
De los aspirantes a la Corte que llegarán a la boleta, 18 tienen trayectoria profesional en el PJF o en alguno de los poderes judiciales de las entidades.
Entre ellos hay seis magistradas de circuito: Jazmín Bonilla García, quien además fue secretaria en la ponencia del ministro Javier Laynez; y Lorena Josefina Pérez Romo, ambas magistradas de circuito en la CDMX. También están Marisol Castañeda Pérez, en Querétaro; Rosa Elena González Tirado, magistrada en Jalisco; Jaime Allier Campuzano en Oaxaca, y Ricardo Garduño Pastén en Toluca.
Además, también será candidato Gabriel Regis López, quien es juez federal de distrito en la CDMX; Sergio Javier Molina Martínez hasta noviembre pasado fue integrante del Consejo de la Judicatura Federal. Y Guillermo Pablo López Andrade, quien es secretario de Estudio y Cuenta en la Suprema Corte, adscrito a la Ponencia del ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo
En las instancias judiciales locales, aparece Estela Fuentes Jiménez, magistrada presidenta del Tribunal de Justicia Administrativa de la CDMX; además, fue jueza penal en el Poder Judicial del Estado de México.
También serán candidatas Irma Guadalupe García Mendoza, integrante del Consejo de la Judicatura en la CDMX; así como Gloria Rosa Santos Mendoza, magistrada en el Poder Judicial de la capital.
Por otro lado, están las magistradas Rebeca Stella Aladro Echeverría, del Tribunal Superior de Justicia de Hidalgo; Alma Delia González Centeno, del Tribunal Supremo de San Luis Potosí; Consuelo Rosillo Garfias, magistrada en retiro del Poder Judicial de Querétaro; Verónica Elizabeth Ucaranza Sánchez del Tribunal Supremo de Jalisco; Ricardo Alfredo Sodi Cuellar, del Tribunal Superior de Justicia del Estado de México, del cual fue presidente; y Ángel Mario García Guerra, del Poder Judicial de Nuevo León.
Dentro del listado de candidatos a ministras y ministros, también se encuentran académicos, especialistas en derechos humanos y transparencia, así como integrantes de bufetes privados.
Olivia Aguirre Bonilla fue integrante de la Comisión Estatal de Víctimas de Chihuahua y del Consejo para la Prevención, Combate y Erradicación de la Trata de Personas y Protección, Atención y Asistencia a las Víctimas del mismo estado. También es especialista en violencia de género.
En esa línea, participan Édgar Corzo Sosa, quien fue visitador de la CNDH en 2018 y, recientemente, Presidente del Comité para la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares de la ONU, y Presidente de los Comités de Derechos Humanos de la ONU.
Antonio Sorela Castillo fue integrante del mecanismo de protección a periodistas; director de Atención de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobierno de Morelos en el gobierno de Graco Ramírez. Recibió el premio nacional de Derechos Humanos de El Salvador.
Desde la academia, será candidato Arístides Rodrigo Guerrero García, docente de Derecho Constitucional en la UNAM. Además fue comisionado del Instituto de Transparencia de la CDMX y colaboró con el Poder Judicial local.
También irán a la boleta Ingrid De Los Ángeles Tapia Gutiérrez, docente del ITAM y abogada que públicamente se ha posicionado contra el aborto; César Enrique Olmedo Piña, que ha sido docente del Tecnológico de Monterrey, la Universidad Anáhuac y la Barra Nacional de Abogados; Eduardo José Torres Maldonado, académico de la UAM; Giovanni Azael Figueroa Mejía de la Ibero; e Isaac De Paz González, académico de la Universidad Autónoma de Baja California.
Entre los abogados que vienen del sector privado se encuentran Cynthia Ortiz Monroy, consultora de género; Roberto Illanes Olivares, abogado privado; Javier Jiménez Gutiérrez, asesor en comercio internacional; Carlos Enrique Odriozola Mariscal y Mauricio Flores Castro, que trabajan en bufetes privados; Abraham Amiud Dávila Rodríguez, director de un despacho especializado en asuntos médicos; Cesar Mario Gutiérrez Priego, especializado en seguridad y derecho militar; y Jaime Salvador García González, especializado en comercio; y Francisco Luna Jaime, egresado de la Escuela Libre de Derecho.
Mientras que Luis Edwin Molinar Rohana y Magda Zulema Mosri Gutiérrez son magistrados de los Tribunales de Justicia Administrativa Federal y de la CDMX, respectivamente.

Si usaste una cámara digital a principios de la década de los 2000, es muy probable que se hayan borrado capítulos enteros de tu vida. Una generación de fotos ha desaparecido en discos duros dañados y sitios web inactivos.
Para mi 40 cumpleaños, les pedí a mis amigos y familiares un regalo: fotos mías de mis veintipocos. Mi colección de fotos de esa época —aproximadamente de 2005 a 2010— es terriblemente escasa.
Hay un espacio en blanco entre mis álbumes de fotos impresas de la universidad y mi carpeta de Dropbox con las instantáneas de mis primeros años como madre. Lo único que pude encontrar de aquellos años fue un puñado de fotos de baja resolución de mí en un bar haciendo algo raro con las manos.
¿Y el resto? Quedaron atrás debido a una computadora muerta, cuentas de correo electrónico y redes sociales inactivas y un mar de pequeñas tarjetas de memoria y memorias USB perdidas en el caos de múltiples mudanzas internacionales. Es como si mis recuerdos no fueran más que un sueño.
Resulta que no soy la única. A principios de la década de los 2000, el mundo experimentó una transición repentina y drástica de la fotografía analógica a la digital, pero tardó un tiempo en encontrar un almacenamiento fácil y fiable para todos esos nuevos archivos.
Hoy en día, tu smartphone puede enviar copias de seguridad de tus fotos a la nube en cuanto las tomas. Muchas fotos capturadas durante la primera ola de cámaras digitales no tuvieron la misma suerte. A medida que la gente cambiaba de dispositivo y los servicios digitales prosperaban y decaían, millones de fotos desaparecieron en el proceso.
Hay un agujero negro en el registro fotográfico que se extiende por toda nuestra sociedad. Si tenías una cámara digital en aquel entonces, es muy probable que muchas de tus fotos se perdieran al dejar de usarla.
Incluso ahora, los archivos digitales son mucho menos permanentes de lo que parecen. Pero si tomas las medidas adecuadas, no es demasiado tarde para proteger tus nuevas fotos del mismo olvido.
Este año se celebra el 50º aniversario de la fotografía digital. La primera cámara digital era un dispositivo descomunal y poco práctico que parecía más bien una “tostadora con lente”, como explica su inventor Steve Sasson a la BBC.
Pasaron décadas antes de que se convirtieran en un producto de consumo viable, pero todos mis conocidos tenían una cámara digital a principios de la década de los 2000.
Tomamos miles de fotos y las compartimos en álbumes online con nombres como “¡Martes por la noche!” o “Viaje a Nueva York – parte 3”. ¿Seguro que alguien de mi círculo tenía estas fotos 20 años después? Cuando pregunté, resultó que muy pocos las tenían. Todos acumulaban los mismos problemas que yo. ¿Cómo podía haber tan poco de una época tan llena de fotos?
Al observar nuestra relación con las fotos, el período 2005-2010 se percibe como un microcosmos de la Era de la Información. Es toda una vida de innovación, disrupción y acceso condensada en un lapso de cinco años en la cronología de la historia humana.
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El año 2005 fue un buen momento para ser un usuario de cámaras digitales. Ese año, el auge digital arrasó con las ventas de cámaras de película, según datos de la Asociación de Productos de Cámara e Imagen (Cipa).
La feroz competencia redujo el precio de las cámaras digitales compactas básicas lo suficiente como para que se compraran por impulso. La calidad de las cámaras mejoró rápidamente, lo que dio a algunos consumidores una excusa para actualizar sus compactas una o incluso dos veces al año.
Piensa en esto: durante un siglo, la fotografía personal fue un proceso lento y deliberado. Tomar fotos requería dinero. Cada rollo de película ofrecía un número limitado de fotos. Y si querías ver tus fotos, tenías que dedicar tiempo a revelar la película o pagar a un laboratorio para que hiciera el trabajo, y luego repetir el proceso si querías copias.
Sin embargo, a partir de 2005, todas esas barreras se derrumbaron en un abrir y cerrar de ojos. Pronto, los consumidores producían millones de fotos digitales al año. Pero lo que parecía una época de abundancia fotográfica fue, en realidad, un momento de extrema vulnerabilidad.
“[Los consumidores] desconocían lo que no conocían”, afirma Cheryl DiFrank, fundadora de My Memory File, una empresa que ayuda a sus clientes a organizar sus bibliotecas de fotos digitales. “La mayoría de nosotros no nos tomamos el tiempo necesario para comprender a fondo las nuevas tecnologías. Simplemente descubrimos cómo usarlas para hacer lo que necesitamos hoy… y el resto lo resolvemos después”.
La gente no lo sabía en ese momento, dice DiFrank, pero no pudieron “averiguar el resto más tarde”.
La memoria del consumidor promedio se encontraba dispersa de forma precaria en una amplia gama de tecnología portátil de primera generación, susceptible a pérdidas, robos, virus y obsolescencia: cámaras, tarjetas SD, discos duros, memorias USB, cámaras Flip Cam, CDs y una maraña de cables USB que funcionaban con algunos dispositivos, pero no con otros.
Al mismo tiempo, las laptops comenzaban a superar a las computadoras de escritorio por primera vez en la historia. La gente podía almacenar y ver fotos exclusivamente en sus laptops, un dispositivo que, por desgracia, también era más fácil de romper o extraviar.
Las ventas de cámaras digitales se dispararon en 2005, alcanzaron su punto máximo en 2010 y luego se desplomaron, según la Cipa. El iPhone de Apple se lanzó en 2007, y pronto los teléfonos móviles revolucionaron por completo la incipiente explosión de las cámaras digitales. Los consumidores adoptaron rápidamente la nueva tendencia fotográfica, a menudo sin detenerse a proteger las fotos que ya habíamos tomado.
El dolor de perder fotos es personal para Cathi Nelson. En 2009, le robaron de casa su ordenador y su disco duro externo de respaldo. Ante la falta de almacenamiento en la nube accesible en ese momento, perdió gran parte de los recuerdos de su familia para siempre. Es irónico, ya que Nelson se gana la vida ayudando a otras personas a recuperar sus fotos desaparecidas.
Ese mismo año, Nelson fundó The Photo Manager”, una organización de miembros para organizadores profesionales de fotos digitales. Para entonces, las colecciones de fotos ya estaban tan desordenadas que se despertó una enorme demanda de ayuda profesional, afirma. “La gente está abrumada por las opciones, la tecnología y los datos”, escribió Nelson en un informe técnico que detallaba el problema.
Los miembros de The Photo Managers ayudan a sus clientes con el “agujero negro” de 2005-2010 constantemente. “Lo veo una y otra vez, todo el asunto del ‘agujero negro’ digital”, dice Caroline Gunter, miembro del grupo. “Hubo un período, desde principios de la década de 2000 hasta 2013, en el que era muy difícil para la gente organizarse y se perdían fotos”.
Nelson, Gunter y otros miembros de The Photo Managers dicen que recuperan fotos pixeladas de bebés de teléfonos Nokia plegables, recuperan fotos de CDs de fotos y lidian con el servicio de atención al cliente en sitios web de álbumes de fotos en línea como Snapfish o Shutterfly.
“Nuestros miembros siempre dicen que es el único trabajo que hacen en el que la gente llora cuando les devuelven todo”, dice Nelson.
Al mismo tiempo, se produjo otro cambio radical: el intercambio gratuito de fotos online. No solo teníamos la capacidad de generar millones de fotos, sino que también podíamos compartirlas con toda la humanidad, de una forma que parecía mucho más permanente de lo que realmente era.
En 2006, la plataforma de redes sociales MySpace era el sitio web más popular de Estados Unidos y, para muchos, se convirtió en el servicio predilecto para compartir y almacenar fotos. Pero su reinado duró poco.
Facebook se lanzó en 2004 y, para 2012, contaba con más de 1.000 millones de usuarios. Pronto, MySpace cayó en el olvido, dejando atrás innumerables fotos y otros recuerdos digitales.
En 2019, MySpace anunció que 12 años de datos se habían borrado en un fallo accidental del servidor. La compañía afirmó que “todas las fotos, vídeos y archivos de audio” publicados antes de 2016 se habían perdido para siempre, toda una generación de imágenes perdidas en el tiempo.
Sin embargo, MySpace no era el único centro para almacenar fotos. Kodak, Shutterfly, Snapfish, la cadena de farmacias Walgreens y muchas más apostaron por los servicios de fotografía en internet.
Los clientes obtenían galerías de fotos online gratuitas, y las empresas podían generar ingresos mediante impresiones y regalos. Al principio, el modelo fue un éxito rotundo. Shutterfly, por ejemplo, salió a bolsa en 2006 con una oferta pública de venta de acciones de gran repercusión que recaudó US$87 millones.
El resto de lo que sucedió queda para los libros de historia y para los estudios de casos de las escuelas de negocios. Kodak, por ejemplo, se declaró en quiebra (aunque la empresa resurgió tiempo después).
Shutterfly adquirió todas las fotos de la Galería Kodak EasyShare, pero mi propia experiencia demuestra que no fueron buenas noticias para mis fotos. Para transferir mis fotos de Kodak EasyShare a Shutterfly, necesitaba vincular ambas cuentas, una tarea que nunca completé a pesar de los múltiples correos electrónicos de Shutterfly instándome a hacerlo.
Los correos electrónicos de marketing de la empresa prometían a los clientes que Shutterfly nunca las eliminaría. Tiempo después, inicié sesión en mi cuenta y descubrí que las fotos estaban archivadas y eran inaccesibles.
Un portavoz de Shutterfly afirma que mi historia es conocida y que la empresa hizo todo lo posible para ayudar a los clientes con la transición a Kodak. Sin embargo, lamentablemente, algunas fotos se volvieron irrecuperables con el tiempo.
Shutterfly aún conserva algunas fotos, pero la empresa no las entrega. Según un portavoz, no se puede acceder, descargar ni compartir las fotos almacenadas en Shutterfly a menos que se compre algo cada 18 meses. Puedo usar esas fotos para crear un producto como un calendario de fotos que Shutterfly me vende con gusto, pero no puedo tener mis archivos a menos que haga compras regulares. Casi siento que mis recuerdos están secuestrados.
“Lo que la gente no comprende es que uno de los mayores gastos de los negocios en línea es el almacenamiento”, afirma Karen North, profesora de la Facultad de Comunicación Annenberg de la Universidad del Sur de California. “Había tanto entusiasmo por las nuevas tecnologías que no se prestó atención real —y mucho menos atención pública— a la necesidad de un modelo de negocio sostenible”.
En la década de los 2000, el costo del almacenamiento digital era considerablemente mayor que en la actualidad. El almacenamiento en la nube externo para empresas apenas comenzaba a surgir en ese momento, y muchas compañías tenían que construir y operar sus propios servidores, lo que suponía un gasto enorme.
Los consumidores producían millones de fotos digitales, pero a largo plazo, las empresas en línea no podían permitirse almacenarlas, afirma North.
“A principios de la década de los 2000, se creía que si subías algo a internet, debía ser gratis”, dice North. “Todos vivíamos nuestras ‘segundas vidas’ gratis. Gmail era gratis. Ahora, al recordarlo, piensas en cómo una pequeña cuota de suscripción a Kodak, o a cualquiera de estos sitios, podría haber protegido nuestros recuerdos”.
En cambio, ahora los clientes pagan un precio diferente: todas esas fotos que se cargaron y compartieron rápidamente (pero no se imprimieron ni se hizo una copia de seguridad en un disco duro externo) entre 2005 y 2010 están gravemente comprometidas.
“Estamos maravillados con todo esto que nos dan gratis”, dice Sucharita Kodali, analista de mercado minorista de Forrester Research. “Nadie se pregunta: ‘¿Qué pasará en cinco o diez años?’. Perdimos por completo nuestro pensamiento crítico porque estábamos deslumbrados por el internet gratuito”.
Las soluciones actuales de almacenamiento de fotografías pueden parecer más permanentes, pero expertos como Nelson dicen que aún existen los mismos riesgos.
“Psicológicamente, la gente no entendía la diferencia entre los datos digitales y una fotografía física”, dice Nelson. “Creemos que estamos viendo una fotografía real. Pero no es así. Estamos viendo un montón de números”. Puedes tener una imagen en la mano, pero los datos están a un clic de desaparecer.
“Todo se reduce a la redundancia”, dice Nelson. “Corremos un riesgo mucho mayor que cuando las fotos simplemente se imprimían”. Si los consumidores dependen demasiado de la nube, el destino de sus fotos está en manos de una empresa que podría quebrar o decidir borrarlas todas.
“O mi ejemplo del robo de un disco duro externo, que pensé que era la copia de seguridad ideal”, añade Nelson. “Por eso la redundancia es clave”.
Los administradores de fotos se adhieren a la regla del “3-2-1” para el almacenamiento de fotografías. Según esta lógica, siempre deberías tener tres copias de cada foto: dos almacenadas en diferentes medios (como la nube y un disco duro externo) y una copia guardada en una ubicación física separada (como un disco duro externo en casa de un familiar). Es la mejor protección contra fallas tecnológicas y desastres naturales.
Aprendí ese mensaje a las malas. Hoy, guardo todas las fotos que me envían por SMS o correo electrónico en mi dispositivo, que se respalda automáticamente en Google Fotos. Una vez al mes, hago una copia de seguridad de Google Fotos en mi disco duro externo.
También es buena idea editar tus fotos a diario. Sentir que tienes una cantidad manejable de fotos significa que es más probable que tengas el control. “El volumen [de fotos] ahora mismo es una locura”, dice Gunter. “La selección de fotos es lo que está metiendo a la gente en problemas, porque no tienen tiempo. Simplemente siguen acumulando el desorden”.
En cuanto a mi 40 cumpleaños, recibí algunas joyas que nunca había visto. Yo con un corte de pelo increíblemente corto, el extraño futón que no pudimos vender y lo abandonamos en la acera, los azulejos de un baño que ya no existe, bolsos enormes e innecesarios. Incluso descubrí un video granulado de mi perro grabado con un teléfono plegable mientras se oye a un amigo diciendo que estaba enamorado de “un chico cualquiera”, el mismo con el que se casó 15 años después.
Hay algo que sabemos ahora y que desconocíamos entonces: las redes sociales, o cualquier servicio online, podrían no ser guardianes fiables de nuestras fotografías. Somos los únicos que podemos asumir la verdadera responsabilidad de nuestros recuerdos y mitigar los riesgos asociados.
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