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‘Las máquinas aprenden’: Inteligencia Artificial evoluciona y puede usarse para engañar, pero no todo está perdido
‘Las máquinas aprenden’: Inteligencia Artificial evoluciona y puede usarse para engañar, pero no todo está perdido
Ilustración de Andrea Paredes / @driu.paredes
7 minutos de lectura

‘Las máquinas aprenden’: Inteligencia Artificial evoluciona y puede usarse para engañar, pero no todo está perdido

El desarrollo de Inteligencia Artificial para la generación de imágenes y videos ha sido aprovechada por desinformadores para intentar alterar la realidad, pero la IA también se emplea en herramientas que nos permiten combatirla.
23 de abril, 2023
Por: Samedi Aguirre
@ 

El avance tecnológico ha logrado poner al alcance de cualquier persona con acceso a internet herramientas de Inteligencia Artificial (IA) tan sofisticadas que son capaces de idear un nuevo negocio de emprendimiento, mejorar diagnósticos médicos y hasta mantener una conversación sobre el amor

Pero: ¿qué pasa cuándo la IA puede crear imágenes tan realistas que parecen fotografías y pueden hacernos creer que son reales? Ya vimos ejemplos como el de las imágenes de Trump encarcelado o las del papa Francisco y un abrigo blanco con mucho ‘flow’.

Platicamos al respecto con Pablo Fernández, director ejecutivo y periodístico de Chequeado, y con Tomás Rudich, coordinador de verificación de bulos en Newtral, quienes nos contaron que, aunque la Inteligencia Artificial es un campo muy cambiante que sigue en desarrollo y que representa nuevos retos, aún hay herramientas para combatir la desinformación. 

Y mejor aún: el aprendizaje y el ojo humano. 

Desinformación con IA

En las últimas semanas, el equipo de Animal Político ha verificado al menos seis imágenes creadas con IA que fueron utilizadas para desinformar: primero nos quisieron hacer creer que existía una especie de Serpens Cattus o gato serpiente, también que el expresidente Donald Trump fue perseguido por la policía de New York, y que la fotografía del activista Julian Assange encarcelado y demacrado era real. 

Alguien también uso una herramienta de IA para crear la imagen del papa Francisco portando tenis y una chamarra voluminosa, y otra del presidente Putin de rodillas frente al presidente de China.

Pero el uso de imágenes ficticias no es la única forma de desinformar con IA; también hemos detectado el uso de avatares con aspecto humano para intentar dar credibilidad a información engañosa sobre política, vender productos milagro para bajar de peso, y de paso para hacer campaña a favor de López Obrador y de Morena en redes sociales. 

Estas desinformaciones tienen en común que se usó IA para generarlas, pero también para verificarlas. Empecemos por saber a qué nos referimos cuando hablamos de Inteligencia Artificial. 

¿Qué es la Inteligencia Artificial? 

La empresa Google lo define como “un campo de la ciencia relacionado con la creación de computadoras y máquinas que pueden razonar, aprender y actuar de una manera que normalmente requeriría inteligencia humana o que involucre datos cuya escala exceda lo que los humanos pueden analizar”.

En otras palabras, tecnología que con algoritmos y sistemas administra y procesa una gran cantidad de datos, con lo que pueden realizar tareas que antes solo concebíamos como una posibilidad humana. 

Una de las técnicas que la IA emplea es el machine learning (ML), que se centra en la creación de sistemas que mejoran en función de los datos que consumen. Tal como lo hace ChatGPT cada vez que alguien mantiene una “conversación” con dicha aplicación.

Pero la aplicación de IA en las herramientas digitales no es algo tan nuevo como pensamos, por ejemplo, el buscador de Google o los programas de asistencia virtual como Alexa usan este tipo de tecnología. 

Pero últimamente ha pasado de todo, como que el diario El Mundo utilizara IA para ilustrar su portada. Y para dar un ejemplo de la magnitud del tema, incluso Elon Musk y cientos de expertos pidieron pausar avances en Inteligencia Artificial. Aunque poco después el mismo Musk aseguró en una entrevista que buscará desarrollar TruthGPT, “una IA que busque la verdad absoluta e intente comprender la naturaleza del universo”.

Herramientas contra la desinformación generada con IA

Olga Papadopoulou, miembro del Grupo de Análisis, Verificación y Recuperación de Medios (MeVer) y directora general del proyecto de vera.ai, explicó en un seminario sobre tecnología de datos que la desinformación visual plantea mayores riesgos porque puede ser más persuasiva que el texto, llama más la atención, es más tentador compartirla, y además puede cruzar fácilmente las fronteras.

En este sentido, comenzaron a popularizarse los deepfake que son un video, una imagen o un audio creado con tecnología y que imita la apariencia y el sonido de una persona. 

Hasta ahora ya hay varias aplicaciones que intentan ayudar a identificar este tipo de productos que crean confusión y desinformación. 

Por ejemplo, la herramienta de detección de DeepFake. Evalúa la probabilidad de manipulaciones faciales falsas profundas en imágenes y videos. En el caso del video, la herramienta segmenta el video en tomas, detecta los rostros representados en cada toma y estima la probabilidad de manipulación facial falsa en cada rostro.

Hugging Face y Mayachitra son otras plataformas de acceso abierto que suelen indicar si alguna imagen se generó con IA.

Pero, a decir de Tomás Rudich, coordinador de verificación de bulos en Newtral, “hay que tomar con pinzas estas herramientas porque te indican una probabilidad pero no puedes estar 100% seguro; además, la IA va evolucionando”.

También existen otras herramientas que pueden ayudar a identificar desinformación visual. 

El proyecto vera.ai, por ejemplo, colabora en el desarrollo aplicaciones para herramientas de verificación. Por ejemplo, el asistente de verificación de imágenes que resalta las áreas de una imagen que han sido manipuladas digitalmente.

WeVerify e InVID también tienen herramientas muy útiles para revisar si una imagen ha sido alterada digitalmente. 

De hecho, Tomás Rudich destaca que las principales herramientas para combatir la desinformación generada con IA son las que ya conocemos como la búsqueda inversa de la imagen en Google para rastrear en dónde ha circulado, o encontrar marcas de agua y sellos que nos permitan llegar a la persona que ha generado esta imagen. 

Si quieres saber más al respecto, en este video te contamos cómo usar las herramientas de búsqueda inversa.

El aprendizaje no para

Pablo Fernández, director ejecutivo y periodístico de Chequeado, señala que “quienes generan desinformación tienen muchos recursos y herramientas y nosotros no nos podemos quedar atrás, para no perder esa batalla”. 

Así que invita a los verificadores a usar elementos de IA y seguir aprendiendo sobre nuevas herramientas y metodologías de verificación. 

Pero no solo se trata de saber cómo identificarlas, sino también cómo pueden generarse. “Si logramos resolver esto y seguir en la vanguardia y actualizados en cómo se generan estas piezas de Inteligencia Artificial, va a seguir siendo súper interesante el trabajo de nosotros y de nuestro colegas porque va a ser vital para la gente”, señala Fernández. 

“Eso no lo hacemos tanto con máquinas sino con nuestro ojo”, destaca. Además, advierte que si bien todavía se pueden encontrar errores que quizá cualquiera pueda ver, es muy probable que muy pronto la IA aprenda a evitarlos y sea más difícil verificar.

De hecho, advierte que esto ya ha pasado, como él mismo lo comprobó, cuando en diciembre pasado ChatGPT le arrojó respuestas incorrectas, pero el error se corrigió al mes siguiente. 

Error en la matrix

Hasta ahora, Midjourney y otras aplicaciones de IA que son usadas para generar imágenes que desinforman tienen dificultades para generar manos y eso se ha convertido en una pieza clave de la verificación. Aunque eso podría cambiar muy pronto. 

Uno de los problemas que supone la desinformación creada con IA es que es algo que se actualiza de manera constante, lo que hace más difícil su verificación. 

“Es un campo que está muy en evolución y muy cambiante y hay determinadas cuestiones que pueden servir hoy y más adelante pueden no servir”, advierte Tomás Rudich.

“Era un elemento muy identificable pero ya ha evolucionado la IA y ya no salen tan mal los dedos como antes”, dice Rudich, quien de momento sugiere poner atención y buscar anomalías como rostros difuminados o proporciones anómalas.

Pablo Fernández coincide: “Esto es muy dinámico y esto puede cambiar mañana. Hoy las imágenes estáticas tienen errores grandes en las manos, a veces en los ojos. Pero justamente se basa en un aprendizaje, las máquinas aprenden y esto seguramente se solucionará pronto”.

“No hay una solución mágica, es una combinación de todo esto: observación atenta, tratar de rastrear el original, buscar marcas de agua, ponerse en contacto con quien las ha generado y comparar con imágenes reales”, señala el especialista en verificación de Newtral. 

Rudich recuerda que si no tenemos seguridad de la veracidad de la imagen lo mejor es no compartirla. Consejo que aplica para cualquier imagen, aun si no se sospecha de haber sido generada con IA. 

Herramientas de IA contra la desinformación

Pero la IA no solo genera desinformación, también herramientas para combatirla, y un ejemplo de ello es el Chequeabot del proyecto argentino de verificación Chequeado.

Desde 2016, el chequeabot funciona con Inteligencia Artificial de Machine Learning, según nos compartió  Pablo Fernández. Esta herramienta ayuda a encontrar frases a verificar, por ejemplo, dentro de un discurso político muy largo.  

Otra herramienta que usa Inteligencia Artificial y que es usada para combatir la desinformación es ClaimHunter, un desarrollo de los verificadores de Newtral.es en España. Tomás Rudich nos contó que ayuda a los verificadores a detectar afirmaciones verificables de políticos en Twitter. 

También desarrollaron la herramienta Claim Check, que permite detectar cuando una afirmación que desinforma se repite de manera constante por los personajes políticos.

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Imagen BBC
Jonathan Shanklin, el científico que hace 40 años descubrió el agujero en la capa de ozono
14 minutos de lectura

Shanklin habló con BBC Mundo sobre la historia de perseverancia detrás del histórico hallazgo, los secretos del éxito del Protocolo de Montreal y qué debemos aprender de ese acuerdo para enfrentar el cambio climático.

01 de mayo, 2025
Por: BBC News Mundo
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Hace 40 años tres científicos británicos hicieron un anuncio que causó alarma a nivel mundial.

Habían detectado un agujero en la capa de ozono, el manto que protege a la Tierra de la radiación más dañina del sol y sin el cual no sería posible la vida tal como la conocemos en nuestro planeta.

El estudio se publicó el 1 de mayo de 1985 en la revista Nature y sus autores fueron Jonathan Shanklin, Joe Farman y Brian Gardiner, investigadores del Instituto Antártico Británico (BAS, por su nombre en inglés).

Años antes, en la década del 70, dos químicos y luego Premios Nobel, Mario Molina, de México, y Sherwood Rowland, de Estados Unidos, habían advertido del impacto dañino sobre el ozono de compuestos llamados clorofluorocarbonos o CFC, usados entonces ampliamente en refrigeradores, aires acondicionados y aerosoles, entre otros productos cotidianos.

Pero fue el hallazgo del agujero en la capa de ozono lo que dio impulso a los gobiernos a actuar. Y lo hicieron muy rápido.

En 1987 se prohibió el uso de los CFC en el que muchos consideran el tratado ambiental más exitoso, el Protocolo de Montreal, el primer acuerdo en la historia de la ONU ratificado por todos los países miembros.

Jonathan Shanklin estaba entonces en los inicios de su carrera. Cuatro décadas tras su descubrimiento, habló con BBC Mundo sobre la historia de perseverancia detrás del hallazgo, los secretos del éxito del Protocolo de Montreal y qué debemos aprender de ese acuerdo para enfrentar el cambio climático.

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BBC

Antes de ir atrás en la historia y a efectos de comprender el enorme impacto de su descubrimiento, ¿qué es la capa de ozono y por qué este gas es tan crucial?

La capa de ozono es una capa alta en la atmósfera, entre 12 y 30 a 40 km por encima de nosotros. Su función es actuar como una especie de manta protectora: impide que las longitudes de onda más cortas de luz ultravioleta del sol lleguen a la superficie.

Si empezáramos a destruir la capa de ozono en todo el planeta causaríamos un gran daño a la vida en la superficie. Los microorganismos podrían tener graves daños genéticos. En algunas plantas se podría blanquear la clorofila, perjudicando su crecimiento. Los seres humanos podríamos sufrir ceguera de la nieve, donde la mera intensidad de la luz daña la vista. Y en la piel se puede provocar cáncer.

Si sufres una quemadura solar grave cuando eres joven puedes recuperarte con bastante rapidez. Pero eso puede predisponerte a padecer cáncer de piel más adelante en la vida, por lo que siempre es bueno proteger a los niños.

Los tres científicos británicos que descubrieron el agujero en la capa de ozono: Joe Farman, Brian Gardiner and Jon Shanklin.
Science Photo Library
Los tres científicos británicos que descubrieron el agujero en la capa de ozono con un instrumento similar al que permitió el hallazgo. De izquierda a dererecha: Joe Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin.

Volvamos a 1977. Usted tenía 23 años y acababa de graduarse en física de la Universidad de Cambridge cuando vio un anuncio del Instituto Antártico Británico que decía: “Se busca físico con interés en meteorología y conocimientos de programación”. ¿Cuál era su trabajo en el BAS?

Cuando vi este anuncio tenía un interés de aficionado en meteorología, ya que hacía mediciones de precipitaciones y temperaturas en casa. Y en la universidad hice un curso de programación.

Mi trabajo tenía tres componentes. Uno era analizar los datos de radiación solar que medíamos en nuestras estaciones antárticas y detectar errores.

Otro era verificar la consistencia de las observaciones meteorológicas realizadas en la Antártida.

Y el tercer componente tenía que ver con los datos de ozono registrados en la Antártida con un instrumento llamado espectrofotómetro de ozono Dobson, que es prácticamente manual: todo se anotaba a mano en hojas de papel que se enviaban a Cambridge una vez al año.

Mi trabajo inicial fue comprobar que todo se registrara correctamente en la computadora y luego crear programas que hicieran todos los cálculos para convertir los datos del instrumento Dobson en mediciones de ozono, además de calibrar los instrumentos.

Foto de archivo de Shanklin calibrando un instrumento Dobson.
British Antarctic Survey
Shanklin realizando observaciones de ozono con un instrumento Dobson en la década de 1980.
Las hojas con anotaciones a mano de valores de ozono registrados por el instrumento Dobson
British Antarctic Survey
Las anotaciones registradas a mano en la Antártida que fueron la base del descubrimiento.

¿Qué expectativas tenía cuando comenzó a examinar los datos de ozono y compararlos con los de la década anterior?

En aquel entonces había mucha preocupación por la posibilidad de que los gases de escape de los aviones supersónicos Concorde o los gases de los aerosoles destruyeran la capa de ozono.

Y yo, siendo un científico joven e ingenuo pensaba: “¡Qué tontería! Tengo un montón de registros de ozono para comprobar lo contrario”.

Por esos días teníamos una jornada de puertas abiertas en el BAS para mostrar al púbico nuestro trabajo y pensé: “Voy a hacer un gráfico con los datos de este año y los que había registrado mi jefe, Joe Farman, hacía 10 años. Los valores serán los mismos y no tendremos que preocuparnos por nada”.

El problema, por supuesto, fue que los datos no eran los mismos.

¿Qué significaban los datos? ¿Qué descubrió?

Lo primero que vi al compilar estos gráficos fue que los valores de ozono en primavera en la Antártida eran mucho más bajos que 10 años antes.

Pero Joe señaló: “Como dice un proverbio inglés: una golondrina no hace verano”. Y dijo que necesitábamos más registros, que el año que viene sería completamente diferente.

Jonathan Shanklin con un globo de observación en la Antártida
Gentileza J. Shanklin
“Lo primero que vi (…) fue que los valores de ozono en primavera en la Antártida eran mucho más bajos que diez años antes”.

Pero al año siguiente no fue completamente diferente. Mientras tanto yo revisé todos los datos y pude demostrar que se trataba de una tendencia sistemática a la baja desde que Joe completó sus registros hasta ese entonces, en 1984.

Una vez que tuvimos evidencia clara de que era algo sistemático, era improbable que se tratara de un error instrumental o en mis cálculos. Debía ser algo que estaba sucediendo en la atmósfera.

Y lo que estaba sucediendo en la atmósfera era que había cada vez más clorofluorocarbonos procedentes de aerosoles, de sistemas de refrigeración, del relleno de espuma de los tapizados, etc., y estaban alcanzando en grandes cantidades la atmósfera.

¿Por qué el agujero en la capa de ozono fue detectado sobre la Antártida?

Los clorofluorocarbonos se producían sobre todo en el hemisferio norte. Sin embargo, la difusión de gases a través de la atmósfera es bastante rápida por lo que en pocos años lo que se libera a nivel del suelo en el hemisferio norte llega a la atmósfera superior de la Antártida. Y el problema era, en particular, el cloro de estos clorofluorocarbonos.

La razón por la que veíamos el agujero en la Antártida era que durante el invierno antártico el centro de la capa de ozono se enfría mucho, lo suficiente como para que se formen nubes en el medio.

Y es en la superficie de esas nubes donde se producen las reacciones químicas que convierten el cloro de los clorofluorocarbonos en una forma activa. De esta manera, cuando el sol regresa en la primavera antártica, las reacciones fotocatalíticas (reacciones que involucran la luz solar) destruyen el ozono muy rápidamente, a una tasa de aproximadamente un 1% al día.

Ilustración del agujero en la capa de ozono en la Antártida en 2024
NASA
El agujero de ozono (en rojo en 2024) se abre cada año durante varios meses sobre la Antártida. El “agujero” es en realidad un adelgazamiento de la capa, con concentraciones de ozono por debajo del umbral de 220 unidades Dobson.

Usted ha señalado que en 1984 la capa de ozono sobre la estación británica antártica Halley tenía solo dos tercios del espesor de la década anterior…

Así es. Parecía asombroso que pudiéramos cambiar nuestra atmósfera tan rápidamente. Es una de las lecciones que deberíamos haber aprendido del descubrimiento, pero me temo que probablemente no se haya aprendido: que la acción humana puede generar muy rápido una diferencia en la habitabilidad de nuestro planeta.

El Protocolo de Montreal adoptó el principio de la precaución y se prohibió la liberación a la atmósfera de gases que pudieran dañar la capa de ozono.

Hoy debemos adoptar ese mismo principio con el dióxido de carbono y el metano para asegurarnos de no dañar demasiado nuestro clima, porque vamos camino a tener un clima muy dañino que hará mucho más difícil que la gente viva en la superficie de la Tierra.

¿Por qué fue tan exitoso el Protocolo de Montreal y se adoptó tan rápido?

Una combinación de circunstancias afortunadas permitió que se actuara con rapidez.

La primera fue que a alguien se le ocurrió usar el término “agujero”. No creo que se haya demostrado históricamente quién fue, pero los agujeros, por supuesto, son malas noticias. Si hay uno en la calle hay que repararlo. Si existe un agujero en la capa de ozono hay que hacer algo.

Otro factor fue que con el aumento de la radiación ultravioleta que llega a la superficie aumenta el riesgo de cáncer de piel. Es un grave problema de salud pública y la población exigía que se resolviera.

Además, los fabricantes de clorofluorocarbonos estaban encantados de cambiar a un producto alternativo porque podían obtener más ganancias.

Y finalmente, otro factor que marcó una gran diferencia fue que la primera ministra británica, Margaret Thatcher, era una líder mundial muy respetada. Ella se había graduado en química en la universidad y comprendía la ciencia detrás del descubrimiento. Pudo explicarla a otros líderes mundiales y lograr que coincidieran en que era necesario actuar de inmediato.

Una vez que se alcanzó una masa crítica, prácticamente todos los gobiernos del mundo se vieron obligados a firmar el Protocolo. Y eso lo ha convertido en el tratado más exitoso de la ONU: todos sus estados miembros lo firmaron.

Margaret Thatcher con el presidente de Kenia, Daniel Arap Moi, en una cumbre sobre ozono en 1989
Reuters
Margaret Thatcher con el presidente de Kenia, Daniel Arap Moi, en una cumbre sobre ozono en 1989, año en que entró en vigencia el Protocolo de Montreal.

El Protocolo también estipuló una revisión cada cuatro años; la próxima será en 2026. ¿Por qué esto resultó visionario?

El Protocolo de Montreal estaba muy bien diseñado. Existe un ciclo regular de revisión de lo que la ciencia nos dice.

Y, por ejemplo, uno de los posibles cambios en la próxima revisión podría ser el análisis de los lanzamientos de satélites y su reingreso a la atmósfera. Porque se produce una lluvia de óxido de aluminio y esto podría proporcionar un nuevo sustrato para reacciones con el cloro.

La ciencia aún es ambigua al respecto, pero es claramente algo que debe analizarse en la próxima revisión.

Si se demuestra que estos satélites debido a su combustión en la atmósfera están destruyendo la capa de ozono, esa será una decisión muy difícil para los políticos, ya que hay mucho dinero en la industria de los satélites. Sin embargo, si destruyen la capa de ozono esto será un gran problema.

Documentos con anotaciones y gráficos a mano usados en el estudio de 1985
British Antarctic Survey
Algunos de los documentos usados en el estudio de 1985 que advirtió al mundo sobre el agujero en la capa de ozono.

Usted ha insistido en la importancia del monitoreo continuo de la capa de ozono, que según la NASA podría recuperarse totalmente recién en 2066…

Hoy enfrentamos tantos problemas ambientales. Sigue existiendo la cuestión de la capa de ozono. Existe el cambio climático, existe la pérdida de biodiversidad en todo el planeta. Existe el plástico en nuestros océanos, la degradación del suelo.

En realidad, dondequiera que miremos estamos dañando aspectos de nuestro medio ambiente. Y aun así, seguimos adelante. Necesitamos contar con un sistema de monitoreo.

Además, debido a la estabilidad de los clorofluorocarbonos, es probable que los tengamos en cantidad suficiente en la atmósfera durante unos 50 años más, lo que les permitirá seguir causando agujeros en la capa de ozono sobre la Antártida.

En un artículo que escribió para la revista Nature cuando se cumplieron 25 años de su descubrimiento, usted decía: “Mi verdadera contribución fue mi perseverancia en analizar los datos”. Quería preguntarle sobre ese compromiso personal, su persistencia.

Soy de esas personas que, una vez que le hinco el diente a algo, no lo largo. Como el perro con el hueso. Una vez que creo haber descubierto algo, aunque los expertos digan “no te preocupes por eso”, yo sigo adelante.

Además, nuestro grupo científico era bastante pequeño y estaba aislado. No interactuábamos mucho con la comunidad internacional del ozono y eso fue una ventaja. Es más probable descubrir algo si se aborda el tema con una mente abierta.

Cuando hicimos el descubrimiento, el consenso era que si el cloro de los CFC iba a afectar la capa de ozono, esto se vería primero a gran altitud sobre los trópicos. Así que la Antártida no era un lugar donde se suponía que debíamos buscar.

Pero yo no sabía eso. Y estaba absolutamente convencido de haber hecho mis cálculos correctamente. Así que no iba a aceptar un “no” por respuesta.

Seguí insistiendo con Joe y Brian, y cuando les puse sobre la mesa un gráfico que demostraba que la reducción en el ozono era algo sistemático -un gráfico que dibujé a mano sin ordenador, solo con papel, lápiz y un poco de tinta-, y pude trazar una línea recta a través de todos los puntos de datos, en ese momento se dieron cuenta.

También ha hablado del azar en la ciencia.

Creo que si yo no hubiera insistido, otros grupos habrían hecho el descubrimiento.

Yo les había escrito a dos de los grupos en Estados Unidos que realizaban mediciones de ozono para ver si sus registros obtenidos con globos o satélites concordaban con nuestros datos.

Afortunadamente la gente de los globos me dijo: “Dejamos de hacer eso por el momento”, y la gente de los satélites ni siquiera se molestó en responder.

Sin lugar a dudas, si hubieran mirado los datos, habrían hecho el descubrimiento. Así que fue un ejemplo de azar en la ciencia: una combinación de circunstancias que permite que un grupo haga un descubrimiento que podría haberse hecho antes.

Su hallazgo no solo tuvo un gran impacto en la capa de ozono sino en la temperatura del planeta. El Protocolo ayudó a evitar entre un 0,5 y 1°C de calentamiento adicional para fin de siglo, según estima un reciente estudio ¿Podría explicar la relación entre los CFC y el cambio climático?

Los clorofluorocarbonos son gases de efecto invernadero que pueden absorber la energía solar en ciertas longitudes de onda, lo que provoca un calentamiento de la superficie y un enfriamiento en capas superiores.

Los sustitutos de los CFC también son gases de efecto invernadero, pero su permanencia en la atmósfera es menor. Esa es una gran diferencia.

Los gobiernos actuaron rápidamente con el Protocolo de Montreal. Pero en el caso del cambio climático, a pesar de todas las cumbres anuales, las emisiones de CO2 siguen creciendo. Y en EE. UU., por ejemplo, el gobierno busca acelerar la explotación de combustibles fósiles. ¿Cuál sería su mensaje a los tomadores de decisión?

Creo que deben ser más altruistas. Deben pensar en los demás, no en sí mismos. Uno de los problemas actuales es que, en muchos países los líderes solo se interesan por su círculo cercano de colaboradores; si algo es bueno para ese grupo, lo harán. Si es malo, no.

La extracción de petróleo en Estados Unidos se considera beneficiosa para muchos de los colaboradores del presidente Trump. Pero para los más pobres del mundo no es tan buena.

Debemos considerar tanto a los pobres como a los ricos, y en muchos casos son los ricos los que tienen voz, pero actúan para sí mismos.

Jonathan Shanklin en la actualidad con un instrumento Dobson
British Antarctic Survey
Shanklin está jubilado pero es miembro emérito del Instituto Antártico Británico y sigue monitoreando allí los datos sobre ozono.

El Protocolo de Montreal habrá evitado hasta 2030 dos millones de casos de cáncer de piel por año, según estima un estudio. ¿Qué siente hoy, 40 años después, al pensar en su enorme contribución al planeta y a la humanidad?

Debo confesar que en el momento del descubrimiento pensé que se trataba solo de una faceta desconocida de la ciencia antártica que probablemente no interesaría a mucha gente.

Por eso me sorprende que sea uno de los momentos clave de la ciencia ambiental, con un impacto tan abrumador que prácticamente todo el mundo en el planeta ha oído hablar del agujero en la capa de ozono.

Y mi tristeza radica en que no se está adoptando el mismo enfoque con respecto a los demás temas ambientales.

Todos están comprometidos con el crecimiento económico, o lo que ellos describen como crecimiento económico, y ese crecimiento es exponencial. Cada año debe haber un 2% más de PIB que el año anterior y eso solo se puede lograr si hay recursos ilimitados. Pero tenemos un solo planeta: los recursos son muy limitados y los estamos agotando a un ritmo insostenible.

Necesitamos realmente cambiar ese modelo económico para que sea sostenible.

Veo el futuro bastante sombrío en este momento porque no miramos a largo plazo. Solo miramos al mañana en lugar de a una, cinco o diez décadas más adelante.

Necesitamos adoptar esa perspectiva a largo plazo. De lo contrario, no habrá un planeta que gestionar.

línea gris
BBC

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