Para evaluar si una persona padece de obesidad, los nutriólogos, endocrinólogos y otros especialistas del sector salud tradicionalmente utilizan el Índice de Masa Corporal (IMC) como parámetro. Pero ahora la Comisión Global de Obesidad —conformada por 75 organizaciones médicas— propone redefinir el concepto.
Actualmente el Índice de Masa Corporal (IMC) es el resultado de un cálculo basado en el peso y estatura de una persona, pero la apuesta es incluir parámetros adicionales de grasa corporal, como medir la circunferencia de la cintura o la medición directa de la grasa, detalla la propuesta publicada en la revista de ciencia The Lancet Diabetes& Endocrinology.
La idea es que el IMC no sea el único parámetro que determine la obesidad, con el fin de reducir el riesgo de una clasificación errónea y proporcionar un tratamiento personalizado y adecuado para cada paciente.
El IMC sirve para indicar si una persona tiene o no sobrepeso, y con ello identificar el desarrollo de algún problema de salud.
Para hacer el cálculo solo se necesita dividir el peso de la persona entre el cuadrado de su estatura —en centímetros—. Por ejemplo, una persona que pesa 68 kilos y mide 165 centímetros, tiene un índice de masa corporal de casi 25.
De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, para considerar que una persona tiene un peso saludable debe mantener un rango de entre los 18.5 y los 24.9 en su índice de masa corporal. Quienes superan los 25 se considera tienen sobrepeso, y quienes superan los 30 tienen obesidad.
Sin embargo, en este cálculo el IMC no determina realmente si la masa corporal es de músculo o de grasa, explica el doctor José Luis Cabrera González, nutriólogo y académico del Departamento de Reproducción Humana, Crecimiento y Desarrollo Infantil de la Universidad de Guadalajara.
“Si una persona es activa físicamente muy probablemente la masa muscular le dé un IMC alto”, explicó el nutriólogo.
La Comisión Global de Obesidad reconoce que el IMC es útil, pero es una herramienta imprecisa porque no distingue entre masa muscular y masa grasa, y tampoco refleja si la masa corporal está distribuida equilibradamente.
“Dadas las limitaciones del IMC, la Comisión utiliza otras mediciones del tamaño corporal —circunferencia de la cintura, índice cintura-cadera o índice cintura-estatura—, además del IMC, para definir el estado de obesidad”, refiere el artículo en la revista científica.
En la actualidad existen formas para calcular la grasa corporal, por ejemplo, medir el espesor del pliegue cutáneo con ayuda del plicómetro o exámenes más sofisticados como la absorciometría de rayos X que consiste en ver cuánto y dónde se ubica el tejido adiposo en un cuerpo.
Pero, los resultados de estas mediciones pueden variar si las personas que las toman no están bien capacitadas, y en algunos casos las variaciones también dependen de cuánta agua o retención de líquidos tenga un paciente. En otros casos los exámenes son costosos e inaccesibles para la población en general.
“El IMC es el parámetro de referencia debido a su facilidad de uso sin necesidad de recursos costosos, por lo que las nuevas mediciones del tamaño corporal deberían ser igualmente fáciles de realizar. Sin embargo, la necesidad de una evaluación médica más exhaustiva de la obesidad podría aumentar la carga de trabajo y las presiones de tiempo de los trabajadores de la salud y, con ello, los costos”, advierte el artículo científico frente al nuevo reto de la redefinición.
La Comisión explica que justo por estas razones el IMC se volvió un método práctico y fácil para determinar si una persona puede tener sobrepeso. Pero, de continuar con el actual marco de diagnóstico –que considera inexacto– podría generar una carga y costos mucho mayores a los sistemas de salud, y a las personas que viven con obesidad.
El artículo científico propone dos categorías diagnósticas para la obesidad: obesidad clínica y obesidad preclínica. Si bien, estos conceptos ya se utilizan, la Comisión señala que aún no se tiene un consenso mundial sobre esta clasificación y definición de la obesidad.
“Al proporcionar una nueva definición y un marco de diagnóstico, la Comisión identifica cuándo la obesidad es un factor de riesgo (obesidad preclínica) y cuándo representa una enfermedad independiente (obesidad clínica)”, explica el escrito.
La obesidad clínica –como la define la Organización Mundial de la Salud (OMS)–, se refiere a una enfermedad crónica asociada a la falla funcional de un órgano debido al exceso de grasa.
Esto puede provocar el aumento del riesgo de padecer diabetes tipo 3, cardiopatías, afecciones en los huesos, la reproducción, y también aumenta el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer, menciona la OMS.
Este tipo de obesidad se determina por el IMC. Sin embargo, el estudio señala que debe de cambiar, pues se ha encontrado que personas con un IMC de peso saludable, en realidad pueden tener problemas de salud relacionados con la grasa corporal. Mientras personas con un IMC con sobrepeso pueden estar bien de salud.
Por otro lado, la obesidad preclínica, la definen como una variable de riesgo para la salud, pero sin considerarse como una enfermedad. Además, consideran que para disminuir el riesgo podría tratarse con cambios en su estilo de vida, como una mejor alimentación y realizar ejercicio.
Mariana Váldes Moreno, nutrióloga y jefa de la carrera de nutrición de la UNAM, explicó a El Sabueso que la propuesta de tener un consenso sobre obesidad preclìnica es un reto, pues puede entenderse sólo como un síntoma, pero en su experiencia este padecimiento es más complejo.
“Por un lado no ofrece una visión integral de la complejidad de la obesidad, porque la obesidad no solamente es una condición, no solamente se debe a aspectos químicos, biológicos o a la ingestión de los alimentos, si no que puede tener otros orígenes, es multifactorial”, agregó la también maestra en ciencias bioquímicas.
Frente a los retos de la definición del IMC, ambos especialistas consultados aconsejan que cualquier persona que desee atender su salud debe acudir con médicos y nutriólogos profesionales, para un enfoque más integral. Incluso debe tratarse también desde la salud mental.
“Ahora tenemos la oportunidad de transformar la atención de la obesidad, alejándonos de un sistema en el que se ve a las personas bajo una sola etiqueta, hacia un sistema que reconozca la salud y las necesidades únicas de cada persona”, concluye el artículo que busca redefinir el concepto del índice de masa corporal.
Como otras regiones en Colombia, el Catatumbo parece estar condenado por su riqueza natural, geográfica y de recursos.
El río Catatumbo es testigo de la historia de vida y muerte que marca a Colombia.
Baña a la región a la que da nombre, una de las más ricas en recursos y mejor geolocalizadas del país, y por años también fue depósito de los cadáveres que dejó la brutalidad paramilitar en la zona a fines de los 90.
Si bien la violencia nunca se apaciguó del todo, expertos ven ahora, más de dos décadas después, cómo se reviven algunas de las peores escenas de aquella época.
Desde el 15 de enero, violentos enfrentamientos entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y disidencias de las FARC dejan al menos 80 muertos y más de 30.000 desplazados huyendo del horror.
La situación es ya considerada una crisis humanitaria.
La disputa por esta región es tan feroz que puso en jaque a la paz total que anhela el presidente Gustavo Petro para Colombia, quien suspendió las negociaciones con el ELN y movilizó a miles de soldados a la zona.
“La situación del Catatumbo es un fracaso de la nación”, dijo Petro.
Muchos leen la frase como un reconocimiento de que su política de paz está lastimada, pero otros la vinculan a las décadas que el Catatumbo acumula a merced de grupos armados, con un Estado que no logra resolver la violencia y precariedad a la que se exponen sus habitantes.
Como muchas otras partes del país, el Catatumbo parece condenado por su riqueza.
La región ocupa alrededor de la mitad del departamento Norte de Santander, en el nororiente colombiano, y parte del sur del Cesar.
Es un territorio de más de 4.800 km² junto a la frontera venezolana donde predominan bosques y selvas y una amplia variedad climática.
“Esta condición la hace muy apetecible como corredor estratégico y de movilidad para grupos armados insurgentes e ilegales”, le dice a BBC Mundo Gerson Arias, investigador de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).
“En términos geográficos, el Catatumbo permite conectar el norte del país con Venezuela”, agrega por su parte Jorge Mantilla, doctor en criminología de la Universidad de Illinois en Chicago.
Si una guerrilla llegase a controlar por completo el Catatumbo, como ahora mismo se la disputan el ELN, disidencias de las FARC y grupos paramilitares, estaría cerca de dominar la frontera colombo-venezolana y el norte colombiano.
Esto es, en la práctica, hacerse con un vasto y estratégico territorio lleno de recursos naturales al que se le pueden sacar rentas millonarias.
Fue algo que comprendieron los primeros grupos guerrilleros que se asentaron en la región desde los 70, en pleno conflicto armado.
El Catatumbo fue en la primera mitad del siglo XX la primera provincia petrolera de Colombia.
Según la Agencia Nacional de Hidrocarburos, su cuenca ha sido una de las más prolíficas del país, aunque el crudo no trajo el progreso esperado para la región.
En ese contexto llegaron las guerrillas, atraídas por rentabilizar esa industria y aprovechar que el territorio vivía “marginado por el Estado”, según describe el Centro Nacional de Memoria Histórica.
El ELN y el Ejército Popular de Liberación (EPL, ya desmovilizado) arribaron a fines de los 70. Las FARC a mediados de los 80.
Según se expandieron estos grupos insurgentes de izquierda, el Estado aumentó su presencia militar, intensificándose el conflicto.
Luego, a fines de los 90, los habitantes sufrieron lo que ellos llaman la “arremetida paramilitar”, una barbarie que desde entonces estigmatiza a la región con sangre y terror.
Las muertes masivas y selectivas fueron constantes. Decenas de cuerpos eran arrojados al río Catatumbo. Muchos por supuestamente estar vinculados a grupos guerrilleros (ELN, EPL o FARC), según las razones que daban los paramilitares.
Las riberas de los afluentes se convirtieron en fosas comunes de las masacres.
Un halo de esperanza apareció para los locales tras el acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC en 2016, pero aquí nunca se materializó esa firma.
Como sucedió en diversas zonas ricas, amplias y de difícil acceso en Colombia, otros grupos armados llegaron antes que el Estado para ocupar los vacíos dejados por los desmovilizados de las FARC y apropiarse así de sus recursos.
En el caso del Catatumbo, “bosques, agua, petróleo, carbón y, desde los 90, coca”, menciona Arias, además de múltiples cultivos base para la alimentación.
Son recursos clave para el desarrollo que hasta la fecha no han servido para traer suficiente bienestar a sus habitantes.
Falta “inversión en infraestructura, en educación, en salud, en vivienda, en oportunidades laborales, en apoyo a proyectos productivos”, según un relato de la Comisión de la Verdad en Colombia.
Las décadas de conflicto, la débil presencia del Estado y su ubicación estratégica convirtieron al Catatumbo en una región prolífica para rentas ilegales como el narcotráfico, la extorsión, el tráfico de migrantes desde Venezuela y el lavado de activos.
Guerrillas como el ELN, surgidas en los 60 con fines políticos, “transitan hacia un escenario donde cada vez es más importante la delincuencia organizada y donde aumentan su dependencia de economías ilícitas”, describe Mantilla.
El Catatumbo es uno de los enclaves cocaleros más importantes del país y, según este experto, superó en los últimos años la producción de cocaína de otras regiones como Nariño o Putumayo.
Un informe de las Naciones Unidas de 2024 estima que el Catatumbo contaba en 2023 con casi 54.000 hectáreas de hoja de coca.
Esta región y otras tres en el país son las únicas que superan las 30.000 hectáreas de ese cultivo.
Una concentración que, de acuerdo a testigos e informes sobre terreno, es controlada por los grupos armados presentes.
“Por algunos años, el ELN y disidencias las FARC, de alguna forma, coexistieron aquí”, cuenta Arias, “a excepción de 2018 cuando hubo enfrentamientos entre un reducto del EPL y el ELN”.
El experto recuerda que incluso el ELN facilitó el rearme de facciones de las FARC que no se adhirieron al proceso de paz de 2016.
“Desde 2019, estos grupos elaboraron algunos acuerdos tácitos de respetar zonas, asuntos y temas de finanzas”, dice Arias.
Dichos tratos abordaban temas de narcotráfico, financiamiento y extorsión, y le dieron una mayor estabilidad a la zona.
Una especie de “gobernabilidad paralela”, dice la Comisión de la Verdad.
En medio, el ELN se sentó a la mesa negociadora de la administración de Petro en unos diálogos de paz que lograron avances prometedores y un cese al fuego.
Pero los diálogos se enquistaron desde mayo de 2024, los acuerdos entre el ELN y otros grupos de la región se quebrantaron y la breve estabilidad del Catatumbo se desmorona en este arranque sangriento de 2025.
El Catatumbo demuestra también su importancia política en un conflicto que hoy luce lejos de resolverse.
Es casi imposible, según expertos, que haya paz en Colombia si no hay paz con el ELN, la guerrilla en activo más numerosa del país.
Además, el dominio por décadas del ELN en esta región fronteriza contribuyó a que en los últimos años se convirtiera en actor “binacional” y un instrumento “clarísimo de Venezuela para influir en Colombia”, según el analista Mantilla.
Esto complica, más si cabe, cualquier resolución.
El gobierno de Venezuela es garante de paz del ELN en las negociaciones con funcionarios colombianos.
“Maduro se lo recuerda con frecuencia a Petro”, dice Mantilla.
El académico también advierte que “la fortaleza militar del ELN es la frontera con Venezuela y el hecho de que ahora esté asumiendo una posición más beligerante es un recordatorio de que cualquier conversación de paz pasa por ese país”.
Un escenario particularmente complejo a la fecha, dado que las relaciones entre los gobiernos de Petro y Maduro atraviesan su momento más complicado después de que Colombia no reconociera la victoria del venezolano en las elecciones del pasado 28 de julio.
En la pugna de poder del Catatumbo, este experto cree que el ELN acabará imponiéndose sobre las disidencias de las FARC y otros grupos armados.
“Esto podría acelerar los acuerdos con las disidencias, que quizás busquen protección del Estado”.
Lo que sucedería con un ELN más poderoso e influyente es una incógnita, aunque muchos en Colombia conciben que la violencia reciente es un golpe definitivo a la legitimidad de cualquier acuerdo de paz.
Todo indica que lo que pase en el Catatumbo marcará en Colombia el debate sobre la seguridad y la paz a poco más de un año de nuevas elecciones presidenciales.
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