El presidente Andrés Manuel López Obrador presumió en su sexto informe que el sistema de Salud en México ya era incluso “mejor que el de Dinamarca”, y luego incluso bromeó diciendo que solo había usado esa frase para “dar miga” o llamar la atención de la prensa.
Pero más allá de sus dichos, están los datos oficiales que contiene el propio documento del Sexto Informe y las historias y testimonios que evidencian la baja en la atención médica y la entrega de medicamentos a lo largo del sexenio, con los cambios en el sistema de la compra de medicinas y el fracaso del INSABI.
Este sexenio se registró una disminución de 29% en consultas externas, generales y de especialidades en instituciones públicas del sector salud en comparación con los primeros 5 años del gobierno anterior.
En 2018, por ejemplo, se registraron 200 millones 062 mil consultas generales en instituciones públicas de Salud, mientras que en 2022 la cifra cayó a 160 millones 924 mil, una baja de 19%. Para 2024, la estimación es de 157 millones 806 mil consultas.
Respecto a las consultas de especialidad en instituciones públicas, pasaron de 46 millones 948 mil en 2018 a 40 millones 841 mil en 2022, una baja del 13%. Para 2024, la estimación es de 36 millones 826 mil.
De 2012 a 2018, según el informe, la Secretaría de Salud en el sistema INDICAS registró en el primer nivel de atención un promedio de 81% de recetas surtidas de forma completa, mientras que para 2023 bajó a 74%, y en el primer cuatrimestre de 2024 se observa la cifra preliminar de 69.8%.
Enfocados en el IMSS, se observa el indicador de que las consultas de especialidad en unidades de segundo nivel por cada 1,000 derecho-habientes bajó de 321 en 2018 a 292 en 2023.
La tasa de surtimiento completo de recetas del Instituto fue de 99.6 en 2018; con el impacto de la pandemia de COVID-19 bajó a 91.3 en 2021, y en 2023 se ubicó en 98.3.
Con el programa IMSS-Bienestar, antes conocido como IMSS-Prospera, el surtimiento completo de recetas bajó de 85% en 2018 a 81.66% en 2023.
Mientras en 2018 el Sistema Nacional de Salud Pública registró la realización de 2,452,706 mastografías, para 2023 fueron 1,184,755, un 50% menos.
En el caso de citologías cervicales, la Secretaría de Salud pasó de 1,809,793 en 2018 a 1,465,919 en 2023, reducción de 19%.
La cobertura con esquema básico completo de vacunación en niñas y niños de 1 año pasó de 89.8 en 2018 a 75.7 en 2023, también según datos del Sexto Informe.
En cuanto a la comparación con Dinamarca, entre otros puntos está la diferencia importante en el gasto en salud, mientras que ese país registró un gasto per cápita de 6,280 dólares en 2022, México registró apenas 1,181 dólares, según los datos en el reporte de la OCDE Health at a Glance.
“Estados Unidos gastó considerablemente más que cualquier otro país (12,555 dólares por persona, ajustado al poder adquisitivo) en 2021, y también gastó más cuando se mide como proporción del producto interno bruto (PIB). El gasto en salud per cápita también fue relativamente elevado en Suiza, Alemania, Noruega, los Países Bajos y Austria. México, Colombia, Costa Rica y Türkiye son los que gastaron menos, menos de 2,000 dólares per cápita”.
Se pasó de 20.1 millones de mexicanos con carencias en el acceso a servicios en salud en 2018 a 50.4 millones en 2022, según el Coneval.
A nivel nacional, entre 2018 y 2022 hubo un aumento de 30% en el gasto de bolsillo de los hogares en salud, que afectó en particular a los hogares con menos ingresos, refirieron México Cómo Vamos y el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), citando datos del Inegi.
Y aunque el gobierno activó el proyecto de la Megafarmacia, supuestamente para resolver el problema del desabasto, desde su inauguración en diciembre y hasta junio solo se atendieron 1,155 solicitudes, esto es, 6 recetas diarias en promedio, según los datos en el Sexto Informe.
Como te contamos en el especial No fuimos Dinamarca, durante este gobierno se dejó a 6 millones de niños sin vacuna entre 2019 y 2020, y las que adquirió el gobierno fueron con sobrecostos.
En 2022, se registraron mil 602 juicios de amparo promovidos por desabasto de medicamentos e insumos para la salud, mientras que en 2018 hubo 220 recursos. Un crecimiento de 628%, de acuerdo con el informe “Radiografía del desabasto de Medicamentos en México 2022”, del colectivo Cero Desabasto.
No fueron sólo números, sino casos de mexicanas y mexicanos, con nombre y apellido, que no encontraron respuesta adecuada en el sector público de salud para atender sus padecimientos y el de sus familiares. Un problema que ya existía en sexenios previos, pero que se agravó en los últimos 6 años.
Según los datos del Sexto Informe, se pasó de 230 mil 977 médicos con plaza en el sector público de salud en 2018 a 276 mil 096 en 2024, un aumento de 20%.
Respecto a la cantidad de enfermeras, se pasó de 316,043 con plaza en 2018 a 355,595 en 2024, un incremento de 12%.
Al respecto López Obrador presumió en su discurso del sexto informe en el Zócalo que durante su mandato habían sido contratados 48 mil 736 médicos generales y especialistas, entre los que se encuentran 5 mil médicos de Cuba.
En la historia de Adela Velarde, que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
Adela Velarde Pérez fue las dos cosas.
Pero, como sucede con todos los mitos identitarios, en la historia de esta mujer que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
La imagen de Adela Velarde, jovencísima, de ojos grandes, mirando intensamente a la cámara bajo su enorme sombrero, agarrando una bandera mexicana en una mano y una espada en la otra, su diminuto cuerpo cruzado por un cinturón de balas, encarna la esencia de un espíritu nacional, de una identidad mexicana valiente y revolucionaria.
Ella representa a las miles de mujeres anónimas que se unieron a la Revolución mexicana (1910-1920) a las que se conoce como “adelitas”, y que consiguieron derrocar la dictadura de Porfirio Díaz.
El corrido de “La Adelita”, quizás el más famoso de toda la época de la revolución, se cantaba obsesivamente en los frentes y hoy se sigue escuchando, popularizado por cantantes como Jorge Negrete o Amparo Ochoa. Sin embargo, la historia de la “Adelita” original sigue siendo en parte un misterio.
Se sabe que nació en el estado de Chihuahua, probablemente en Ciudad Juárez, en el año 1900, en el seno de una familia acomodada.
Según la biografía que el gobierno de México tiene sobre ella, fue nieta del destacado general juarista Rafael Velarde, que luchó contra las tropas francesas.
Siendo aún adolescente se unió a las filas de la revolución, apoyando a la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca en labores de enfermería.
Formó parte de la División del Norte del Ejército Constitucionalista, y posteriormente se incorporó al Cuerpo de Ejército del Noreste.
El 22 de febrero de 1941, Velarde fue reconocida como “Veterana de la Revolución” por la Secretaría de Defensa Nacional mexicana y, según el Museo de la Mujer, fue nombrada miembro de la Legión de Honor Mexicana en 1962.
Al acabar la revolución trabajó en Ciudad de México como mecanógrafa en la administración de Correos. En 1965 se reencontró con un coronel que había conocido en sus años de lucha, Alfredo Villegas, con quien se casó en 1965.
Poco después, la pareja se mudó a Estados Unidos, donde vivió hasta su muerte en 1971, debido a un cáncer de ovario. Sus restos yacen en el cementerio de San Felipe, en Del Río, Texas.
Estas es, practicamente, casi la única información contrastada que se tiene de ella.
A partir de ahí, casi todo son relatos, más o menos fabulados, inspirados por el romanticismo de su personaje.
El mito la retrata como una muchacha valiente y bella, cuyos ideales revolucionarios la convirtieron en un ejemplo para otras mujeres que se unieron al alzamiento, a las que hoy se conoce como “adelitas” y que desempeñaron un papel fundamental en las guerrillas.
Pocos han descrito el papel de las “adelitas” de una forma más hermosa que la escritora Elena Poniatowska en su libro “Las indómitas”.
“Yo te doy agua. Yo llevo las ollas y las cazuelas para hacerte tu comida. Yo te despiojo. Yo te lío tu petate. Yo te lavo tu ropa. Yo junto la leña para hacer lumbre. Yo te aceito tu fusil. Yo te prendo tu cigarrito, y si no hay tabaco, te hago uno de macuche, aquí tengo hojas de maíz. Yo cargo tu Mauser y tus cartuchos. Yo cuido de que no se moje la pólvora. Yo te hago casa en el campo de batalla. Yo soy tu colchón de tripas. Yo tengo a tu hijo en la trinchera”.
Sin ellas, afirma la autora mexicana, no habría habido revolución. Muchas fueron llevadas por sus hombres, esposos, padres o hijos, al combate como apoyo. Otras fueron obligadas a participar por la fuerza y, aunque la mayoría ejercía apoyos básicos y de enfermería, algunas llegaron a tener cargos importantes.
Después de haber dado sangre, sudor y lágrimas en la batalla, con el fin de la guerra la mayor parte de estas mujeres regresaron a los antiguos roles que la sociedad les deparaba, y sus hisotrias de olvidaron.
Solo un puñado de nombres de “adelitas” han sobrevivido al anonimato de la Historia, entre ellos el de Adela Velarde, en gran parte gracias al corrido que lleva su nombre.
La versión más edulcorada de la historia de esta famosa canción, que se convirtió en símbolo de la revolución y responsable de que medio mundo hispanohablante no pueda escuchar la palabra “Adelita” sin tararear “se fuera con otro…”, la narra el historiador mexicano José Alberto Galindo.
Galindo es el autor del libro “Un cielo lleno de metrallas: La verdadera historia de la Adelita”, en el que relata la siguiente historia:
Velarde entró en el ejército revolucionario como enfermera, por lo que fue repudiada por su familia, que consideraba, como otras de su época, que las mujeres solo podían abandonar el hogar de su familia para casarse.
Al poco de unirse a la revolución, la joven conoció a Antonio Gil Del Río Armenta, sargento del ejército de Pancho Villa, y ambos mantuvieron un tórrido romance.
De acuerdo con algunos relatos no corroborados, ambos tuvieron un hijo, que más tarde moriría en la Segunda Guerra Mundial.
La historia de amor tuvo también un final trágico.
El sargento fue alcanzado por una bala en la ciudadad de Gómez Palacio, y murió en los brazos de su amada. Sin embargo, antes de fallecer, le pidió a su enamorada que mirara dentro de su petate, donde Velarde encontró un papel con la letra de la canción que se convertiría en un himno nacional revolucionario. Ella había sido su musa y sería su último amor.
¿Demasiado perfecto? Pues hay más.
Según Galindo, la letra de la canción no estaba completa, por lo que Gil Del Río Armenta le cantó allí mismo, y con su aliento postrero, la última estrofa, que Adelita apuntó en el papel de su puño y letra.
Algunas versiones dicen que esta última estrofa dictada al borde de la muerte fue la que dice: “Si acaso yo muero en campaña /y mi cadáver lo van a sepultar, /Adelita por Dios te lo ruego /que con tus ojos me vayas a llorar”.
Sin embargo, en una entrevista con el diario “Excélsior” en 1948, la propia Velarde confirmó que fue ella quien inspiró al compositor, aunque el corrido original solo contaba con tres estrofas:
“Popular entre la tropa era Adelita, /la mujer que el sargento idolatraba, /porque a más de ser valiente era bonita /que hasta el mismo coronel la respetaba.
Y si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar; /si por mar, en un buque de guerra /si por tierra, en un tren militar.
Si Adelita quisiera ser mi esposa, /si Adelita fuera mi mujer, /le compraría su vestido de seda /para llevarla a bailar al cuartel”.
El historiador Galindo afirma, además, que el “coronel” que menciona la canción es, para rizar más el rizo, hombre con el que finalmente se casó Adela Velarde en 1965, Alfredo Villegas.
Sin embargo, existen diferentes versiones sobre el origen de la canción que, según la Secretaría de Defensa Nacional (SDN) mexicana, fue difundida por la División del Norte entre 1914 y 1915.
Según el libro “Las Fuerzas Armadas en la Revolución Mexicana”, editado por la SDN en 2013, algunos atribuyen su autoría al joven capitán Elías Cortázar Ramírez, otros a un tal Ángel Viderique.
Otra interpretación afirma que se trata de una canción anónima que el general Domingo Arrieta y sus tropas escucharon en el estado de Sinaloa, y otra más que el mismo general Arrieta se la encomendó a un maestro de su banda militar, Julián S. Reyes, para que la escribiera y la instrumentara.
Pero en la creación de los mitos el relato es importante, y una buena historia de amor trágico siempre será más potente que un anodino encargo.
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