Acusaciones de sobornos a funcionarios y la participación de una empresa filial de Televisa son los vínculos entre la cadena de televisión mexicana y el “FIFA Gate”, un caso de corrupción que involucró a altos funcionarios del órgano rector del futbol profesional.
Esto derivó en la separación temporal de Emilio Azcárraga Jean de la presidencia del Consejo de Administración de la empresa, según informó en un comunicado este jueves.
El “FIFA Gate” comenzó en 2015 y reveló una trama de corrupción que involucra a altos funcionarios de la FIFA así cabezas de diversas cadenas de televisión en el continente americano que adquirieron los derechos de transmisión de los juegos del Mundial.
Pero, ¿qué tienen que ver Televisa y Emilio Azcárraga con el “FIFA Gate”? ¿Cómo afecta a la empresa?
En El Sabueso revisamos el caso:
El “FIFA Gate” es un escándalo de corrupción y sobornos en el futbol internacional que estalló en 2015, cuando el FBI y el Departamento de Justicia de Estados Unidos dieron a conocer una investigación contra funcionarios del organismo internacional.
La investigación identificó una red de sobornos a cambio de favorecer a cadenas de televisión con la venta de derechos de transmisión de los partidos de distintas ediciones del Mundial de futbol masculino, que se celebra cada cuatro años. Así como de otros torneos como la Copa América y la Copa Libertadores.
Los delitos que se encontraron son asociación delictuosa, lavado de dinero y fraude electrónico. El Departamento de Justicia de Estados Unidos reportó en 2015 el inicio de procesos contra funcionarios de la FIFA y ejecutivos de distintas empresas de televisión, acusados de pagar más de 150 millones de dólares en sobornos.
Entre los funcionarios acusados están Nicolás Leoz y Eugenio Figueredo, expresidentes de la Confederación Sudamericana de Futbol (Conmebol) y exmiembros del Comité Ejecutivo de la FIFA. Además de los exdirigentes de la Confederación de Norte, Centroamérica y el Caribe (Concacaf), Jeffrey Webb y Jack Warner.
En 2017, el diario estadounidense The New York Times publicó un reportaje que relaciona a una filial de Televisa, la empresa suiza Mountrigi, con los sobornos a altos funcionarios de la FIFA.
Según la publicación, Mountrigi adquirió los derechos para la transmisión de los partidos del Mundial desde 2018 y 2022 por alrededor de 190 millones de dólares. Además, la filial también compró los derechos de los torneos de 2026 y 2030, aunque no se reveló el monto.
Para ello, según fuentes del NYT, la empresa contó con el apoyo de Alejandro Burzaco, expresidente de la televisora Torneos y Competencias (TyC).
Al mes siguiente, en su declaración como testigo ante una Corte de Nueva York, Burzaco confesó haber participado en el pago de sobornos para obtener los derechos televisivos y señaló a otras empresas además de Televisa, como la brasileña TV Globo y Fox Sports.
Tras esas revelaciones, Televisa negó haber conocido o autorizado el pago de sobornos o cualquier otra conducta inapropiada.
Sin embargo, en medio de esta situación, también a finales de 2017 anunció que su director general, Emilio Azcárraga Jean, dejaría el cargo a partir del 1 de enero de 2018, tras 20 años al frente del grupo.
Aunque se mantuvo como presidente del Consejo de Administración, además de seguir a cargo del área de futbol del grupo, incluido el Club América, y Fundación Televisa.
En 2018, un grupo de accionistas en Estados Unidos iniciaron una demanda colectiva contra la televisora mexicana por haber ocultado su relación con el “FIFA Gate” y con ello haber inflado artificialmente el precio de sus acciones.
Tras años de litigio, en agosto de 2023, un juez autorizó un acuerdo de Televisa con los accionistas por 95 millones de dólares para compensar a los accionistas por las pérdidas sufridas tras la revelación del “FIFA Gate”. De cualquier manera, la televisora negó haber actuado de manera ilícita.
“Aunque Televisa continúa creyendo que las alegaciones en el caso carecían de fundamento, también consideró que eliminar la distracción, los gastos y el riesgo de continuar con el litigio era lo mejor para los intereses de la compañía y sus accionistas”, afirmó entonces.
Pero el caso no paró ahí. Y en agosto pasado, la empresa informó que le notificaron de una investigación por parte de las autoridades de EU. Sin dar detalles, Televisa informó que esto “podría tener un impacto material en las condiciones financieras de la compañía o en los resultados de sus operaciones”.
“La Compañía no puede predecir el resultado de la investigación o si esta realmente tendrá un impacto material. Nosotros estamos colaborando con la investigación”, agregó en un comunicado fechado el 30 de agosto de 2024.
Este jueves 24 de octubre, la empresa informó la separación de Azcárraga Jean de la presidencia del Consejo de Administración de Televisa mientras se resuelve la investigación.
A raíz de eso, las acciones de Televisa en la Bolsa Mexicana de Valores tuvieron pérdidas de 8.86%. Mientras que en Estados Unidos las acciones del grupo cayeron 9.75%.
Los votantes que le dieron la victoria quieren ver precios bajos como los que había antes de la pandemia. Y aunque la inflación actual de EE.UU. es de solo 2,4%, la rabia persiste. ¿Qué está pasando?
Una de las causas del triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos fue la preocupación de los votantes por el estado de la economía.
Y puede resultar paradójico si se analiza el estado global de la principal economía del mundo.
“La economía, estúpido”, es el lema que refleja en la política estadounidense que son las finanzas las que deciden las elecciones en el país.
Y si nos atenemos a eso, podríamos haber pensado que triunfaría Kamala Harris como heredera de la economía del gobierno de Joe Biden.
Al fin y al cabo, el nivel de crecimiento, el desempleo en mínimos históricos, el haber evitado la recesión que muchos temían y una inflación de apenas un 2,4% podrían parecer indicadores muy positivos. Y lo son.
Pero estas elecciones reflejaron casi como ninguna otra la brecha entre las buenas cifras de la macroeconomía y la economía familiar de las personas, preocupadas por la inflación que creció durante la pandemia y que en los últimos años ha provocado un alza de precios que se mantiene, aunque su incremento ya se haya mitigado.
El gobierno de Biden tuvo que lidiar con los efectos económicos de la pandemia de 2020 y de la crisis energética desatada por la invasión de Rusia en Ucrania en febrero de 2022 y de acuerdo a los datos económicos, lo hizo bien.
Pero los números muestran una realidad que la gente no ve reflejada en su vida diaria.
“Aquí se paga US$5 por una docena de huevos. Antes costaba US$1”, comenta Samuel Negrón, un puertorriqueño de la ciudad de Allentown, en Pensilvania.
En ese estado, uno de los más decisivos en la contienda electoral, los demócratas ganaron en 2020, pero perdieron en las últimas elecciones.
“Es simple en realidad. Nos gustaba cómo eran las cosas hace cuatro años”, le dice Negrón a la BBC.
Trump supo capitalizar esa brecha entre los números y la percepción personal de la economía que muchos estadounidenses sentían al pagar en la caja del supermercado o la renta de su vivienda.
Estados Unidos tuvo la recuperación post-pandémica más fuerte dentro del Grupo de los Siete (conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), según los datos del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).
En los cuatro años del gobierno de Biden, el PIB real creció a una tasa anual promedio de 3,2%, un resultado considerado por economistas de distintos colores políticos como un logro importante en medio de las vicisitudes que impuso el contexto internacional.
Una de las principales banderas de los demócratas durante la campaña electoral fue el récord de creación de empleo en este mandato: casi 16 millones de puestos de trabajo nuevos.
Y siguiendo con el mercado laboral, el desempleo -que rondaba el 7% cuando Trump dejó la presidencia- hoy está en 4,1%, considerado un muy buen nivel para la economía estadounidense.
En 2023 el desempleo incluso alcanzó su nivel más bajo en 54 años.
El gasto de los consumidores creció a una tasa anual del 3,7%, el nivel más alto en casi dos años. Eso quiere decir que pese al malestar con el costo de la vida, la gente sigue comprando. Y aunque el endeudamiento de los hogares aumentó a partir del 2021, su ritmo se desaceleró este año.
En cuanto a la inflación interanual, con las cifras disponibles hasta septiembre, ésta aumentó un 2,4% en los últimos 12 meses, muy cerca del nivel óptimo de 2% que se ha fijado el país.
Para comparar, la Unión Europea tiene una inflación anual del 2,1%.
Y en el mismo período, los salarios estadounidenses crecieron casi el doble que la inflación, al subir un 4,6%
Pero entonces, ¿cómo se explica la desconexión entre las buenas cifras macroeconómicas y el malestar de la gente?
Pese a las buenas cifras, una gran parte de los estadounidenses está decepcionado. Y el malestar tiene su origen, en la mayoría de los casos, en el aumento de los precios durante los últimos cuatro años.
Una parte de la explicación se puede ver en este gráfico que muestra cómo la inflación subió cerca de un 20% bajo el mandato de Biden.
Y aunque el 2,4% de inflación es un nivel bajo o moderado, los precios siguen estando más caros desde que la pandemia comenzó en febrero de 2020.
Sólo un 6% de los 400 productos monitoreados por la Oficina de Estadísticas Laborales está más barato hoy que entonces.
Y aunque los sueldos aumentaron casi en la misma proporción (sin que se perdiera poder adquisitivo), lo que quedó en la retina de los consumidores fue la gigantesca escalada en los precios en los últimos cuatro años.
En contraste, las cosas estuvieron comparativamente bastante bien para el bolsillo de los estadounidenses bajo el mandato de Trump (2017-2021).
La inflación acumulada en sus cuatro años de gobierno fue de un 7,8% (frente al 20% de los años de Biden), mientras que los salarios subieron casi el doble.
Don Leonard, académico de la Universidad de Ohio, plantea en diálogo con BBC Mundo que las preocupaciones de los estadounidenses sobre la economía no son un mero problema de percepción.
Su argumento es que al menos 20 millones de hogares estadounidenses tienen buenos motivos para estar desilusionados.
“Esos hogares han sufrido un dolor económico real que no es tan fácil de detectar en los datos económicos oficiales”, sostiene. “No es solo un sentimiento pesimista injustificado”.
Leonard dice que al trabajar con promedios, se crea un “un sesgo” que no permite mostrar lo difícil que es la vida diaria de los estadounidenses de menores ingresos, que gastan mucho más (como porcentaje de sus ingresos), en vivienda, alimentos o salud.
El segmento salarial en el que Trump logró mayor ventaja respecto a Kamala (53% frente a 45%) fue el que va entre US$30.000 y US$49.000
Y muchos demócratas, en tanto, insisten en que la frustración de la gente no está justificada.
Sin embargo, hay una gran parte de la población, dice Leonard, que no califica para recibir asistencia del gobierno, pero tiene dificultades económicas en su vida diaria. “No es que estén hipnotizados, lo están pasando mal”.
Algunos analistas creen que en la derrota demócrata fue fundamental la narrativa, es decir, que la campaña no supo comunicar bien los logros económicos del gobierno de Biden y plantear, a partir de ahí, un camino prometedor.
El malestar con la economía también ha estado influido por el alto costo del crédito.
Frente al máximo inflacionario de 9,1% en junio de 2022, el mayor en 40 años, la Reserva Federal (equivalente a un banco central) inició una agresiva política de aumento de tasas de interés que ayudó a ir reduciendo la inflación, pero afectó las finanzas personales.
Los estadounidenses, acostumbrados a vivir con crédito, sufrieron el impacto del aumento en las tasas de interés a la hora de comprar un auto, pagar las tarjetas o conseguir una hipoteca.
Muchos se sintieron acorralados entre la inflación y las tasas de interés, votando finalmente por el cambio. Las tasas sólo empezaron a bajar poco antes de la elección sin dar tiempo a que se refleje en los bolsillos de los votantes.
Y ese es otro elemento a tener en cuenta, dicen algunos analistas políticos.
La crisis generada por la pandemia y la guerra en Ucrania le pasó la cuenta a varios gobiernos que buscaban la reelección y perdieron ante un electorado cansado de los problemas económicos que han afectado sus finanzas personales.
“¿Estás mejor ahora o hace 4 años?”, les preguntaba Trump a los votantes en la campaña en busca de su apoyo. Muchos percibieron que ahora están peor a pesar de lo que digan las cifras macroeconómicas.
Y votaron por un cambio a la espera de que se refleje también en los precios que ven en los supermercados, la gasolinera o el pago de la renta.
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