La nueva Ley de extinción de dominio aprobada por el Congreso para “debilitar al crimen organizado”, es también un riesgo para la sociedad civil, que queda expuesta a la posibilidad de perder su patrimonio por una denuncia que no necesita estar acreditada por un Ministerio Público, según expertos entrevistados por Animal Político.
El presidente Andrés Manuel López Obrador defendió el proceso que marca esta nueva ley diciendo que “si resulta que esa retención del bien era injusta de inmediato el Instituto le paga el valor del bien a la persona”, y añadió que esto se hace “porque si no, ese bien se puede mantener por años y se deteriora y el Estado además tiene que pagar (…)”.
Aquí te explicamos qué es esa ley y cuáles son sus principales características:
La extinción de dominio es la pérdida de los derechos sobre un bien porque proviene de un crimen, o se utiliza para cometer algún delito.
“Esto significa que si empleaste una casa para cometer trata de personas, el gobierno te la puede quitar”, explica Miguel Alfonso Meza, miembro del área de investigación y litigio de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI).
“Esto se hace con el fin de causar una afectación patrimonial y económica para que no se puedan seguir realizando actividades ilícitas”, dice por su parte Alejandro Ponce Rivera y Chávez, director general de la Consultoría en Actividades Vulnerables (CAV).
La nueva ley aprobada tiene injerencia en todo el territorio nacional y se puede aplicar tras la comisión de once delitos: los cometidos por servidores públicos, el robo de vehículos y de hidrocarburos, corrupción, delincuencia organizada, secuestro, delitos contra la salud, trata de personas, encubrimiento, lavado de dinero y extorsión.
La característica principal de esta Ley es que permite que el gobierno asegure bienes que presuntamente fueron empleados para realizar alguno de los once delitos mencionados, u obtenidos mediante ellos.
Al incautarlos también puede venderlos y hacerlo incluso antes de que se dicte una sentencia en juicio, es decir, sin que se haya determinado que el dueño es culpable de algún delito.
“Con la nueva Ley, te pueden quitar tus bienes hasta seis meses antes de que haya una demanda formal en tu contra, y los pueden vender antes de que concluya un juicio. El ministerio público puede pedir que se confisquen tus bienes antes de que te demanden de manera formal, sin que quede claro cuál es el delito que se persigue”, explica Miguel Alfonso Meza.
La ley indica que una vez que el Ministerio Público solicite el aseguramiento de bienes, estos quedarán fuera del alcance de su dueño por 4 meses antes de juicio, y que ese periodo se puede extender dos meses más si se solicita una prórroga; además, pueden quedar asegurados por todo el tiempo que dure el juicio.
Pero la posibilidad de perder los bienes va más allá.
Aún cuando no se pruebe el supuesto delito, existe la posibilidad de que los bienes y propiedades ya hayan sido vendidos.
“Si al final del proceso penal resulta que la persona es inocente, sus bienes ya podrán haber sido enajenados, rematados o vendidos, no se podrán devolver. Lo que se va a devolver es una cantidad en dinero que el gobierno considere es lo que valían sus bienes”, explicó Alejandro Ponce Rivera y Chávez.
Si bien no en todos los casos se llevará a cabo la venta anticipada —previo a la sentencia— de los bienes, existe la posibilidad que eso ocurra cuando se trate de un bien que pueda devaluarse o que no sea rentable para el gobierno mantener.
La ley también indica que las ganancias por vender los bienes no se sumarán al presupuesto ni se asignarán por el Congreso, sino que serán parte de un fondo cuyos recursos podrá repartir el gobierno federal.
“Constitucionalmente le corresponde al Congreso aprobar todo lo que gasta el Ejecutivo y repartir el presupuesto federal, pero en este caso no sería así, ya que los recursos pasan directamente a lo que llaman el Instituto Para Devolverle al Pueblo lo Robado y estarán a la disposición del gobierno federal”, dijo el abogado de MCCI.
Esta Ley también contempla la extinción del dominio de bienes y propiedades en donde sean cometidos los delitos, aún cuando estos bienes no sean propiedad del presunto delincuente.
El investigador de Mexicanos Contra la Corrupción señala que esta Ley persigue los bienes ‘ilícitos’ y no a una persona, por lo que, aunque alguien no sea propietario del bien, como podría ser un arrendatario, esta persona podría perderlo.
Sin embargo, si al final el dueño es declarado inocente por el juez civil y el juez penal, entonces la persona afectada tendrá derecho a solicitar la reparación de los daños y perjuicios.
En este sentido, Alejandro Ponce agrega que no importa si un arrendador desconocía que sus arrendatarios empleaban su propiedad para cometer delitos pues, “la ley dice que él debió cuidar que su inmueble no se utilizará para actividades ilícitas, por eso todos los dueños de propiedades tendrán que tener el cuidado de que la persona que ocupa su inmueble no cometa ningún delito”.
La Ley de Extinción de Dominio se aprobó por el Senado el viernes 28 de junio; días después, el 25 de julio, la Cámara de Diputados aprobó el dictamen en lo general con 420 votos a favor, 10 en contra y nueve abstenciones. Finalmente se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 9 de agosto.
Cuantas más opciones, más difícil se hace elegir, y el resultado de nuestra elección nunca es demasiado satisfactorio. ¿Cómo lidiar con el exceso de opciones?
¿Alguna vez te ha costado más escoger una película o una serie en una plataforma de streaming que ver directamente algo? ¿O has dado muchas vueltas antes de comprar un producto online solo para seguir dudando después? En una sociedad con más posibilidades que nunca, elegir se ha convertido en una fuente de ansiedad: lo que en principio parecía una ventaja puede acabar siendo una carga.
La psicología lo define como la “paradoja de la elección”: cuantas más opciones hay, más difícil es decidir… y menos satisfacción genera la decisión tomada.
Este fenómeno fue descrito por el psicólogo Barry Schwartz, quien propuso que el exceso de libertad puede tener efectos adversos sobre el bienestar. En lugar de hacernos más felices, una abundancia de opciones tiende a bloquear, frustrar y provocar la sensación persistente de que se podría haber elegido mejor.
Un estudio clásico de Sheena Iyengar y Mark Lepper demostró que ante una variedad de 24 sabores de mermelada frente a solo 6, los consumidores eran menos propensos a comprar. La sobrecarga de alternativas no solo complica la decisión, también reduce la satisfacción con lo elegido.
Este patrón no se limita al consumo. También se observa en decisiones vitales, desde la elección de estudios hasta relaciones personales. En contextos universitarios y profesionales, el exceso de opciones puede generar una sensación de parálisis, dudas constantes y miedo a equivocarse.
La psicología ha identificado diferentes estilos de afrontamiento ante la toma de decisiones. Entre ellos, los dos más estudiados son el perfil del maximizer y el del satisficer.
Esta distinción fue formalizada en un influyente estudio publicado en Journal of Personality and Social Psychology.
Las personas con un estilo maximizer tienden a buscar siempre la mejor opción posible. Evalúan muchas alternativas, comparan exhaustivamente, investigan a fondo y posponen decisiones en busca de una elección óptima. Aunque este comportamiento puede parecer racional o ambicioso, en la práctica suele asociarse a consecuencias negativas para el bienestar emocional.
El estudio citado mostró que los maximizers:
Además, otras investigaciones han asociado este perfil a síntomas depresivos, especialmente cuando las decisiones se toman en contextos complejos o inciertos.
En contraste, el estilo satisficer se basa en elegir una opción que cumpla criterios personales mínimos o razonables, sin necesidad de compararla con todas las demás. Estas personas no buscan lo perfecto, sino algo que encaje con sus necesidades o valores.
Según la misma investigación, los satisficers:
Tienen una mayor estabilidad emocional tras la toma de decisiones.
El estilo satisficer no implica conformismo, sino un enfoque más funcional y adaptativo. Como señalan otras investigaciones, estas personas tienden a conservar recursos cognitivos y emocionales, lo que les permite enfrentar mejor la incertidumbre y reducir la fatiga a la hora de tomar decisiones.
La diferencia entre ambos perfiles no solo influye en cómo se decide, sino en cómo se vive el proceso y sus consecuencias. El estilo maximizer puede ser útil en contextos técnicos o decisiones de alto riesgo, pero su aplicación constante en la vida diaria –donde muchas veces no existe una opción claramente “mejor”– puede deteriorar el bienestar psicológico.
Por el contrario, adoptar una actitud satisficer permite tomar decisiones con más tranquilidad, asumiendo que ninguna será perfecta, pero muchas pueden ser válidas. En tiempos de sobreabundancia de opciones, este enfoque parece más sostenible emocionalmente.
La paradoja de la elección se manifiesta en múltiples aspectos de la vida cotidiana:
Elegir entre muchas alternativas exige recursos cognitivos y emocionales. A mayor número de opciones, mayor probabilidad de experimentar ansiedad anticipatoria, dudas persistentes, arrepentimiento posterior a la decisión, disminución del placer con lo elegido y fatiga mental.
Además, en contextos de presión social o autoexigencia elevada, esta dificultad se agrava. La sensación de que “todo depende de una elección correcta” puede derivar en estrés crónico o evitación.
El fenómeno de la fatiga decisional ha sido descrito también en el ámbito clínico. Algunos estudios muestran cómo el esfuerzo mental acumulado por tomar muchas decisiones reduce la capacidad de autocontrol y aumenta la vulnerabilidad al estrés.
Desde la psicología aplicada, se han propuesto diversas estrategias para reducir el impacto negativo de la sobreabundancia de opciones:
En un contexto cultural que asocia libertad con cantidad, puede parecer contradictorio que reducir opciones aumente el bienestar. Sin embargo, numerosos estudios lo confirman: un exceso de alternativas genera ruido, fatiga y frustración.
Apostar por una toma de decisiones más simple, más conectada con lo personal y menos centrada en encontrar lo “óptimo” puede ayudar a mejorar la salud mental y la calidad de vida. En este sentido, elegir menos no es conformarse, sino decidir con más sentido.
*Oliver Serrano León es director y profesor del Máster de Psicología General Sanitaria de la Universidad Europea de Canarias, Universidad Europea
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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