En los últimos tres ciclos escolares, la matrícula de las escuelas públicas de nivel básico se redujo en más de medio millón de alumnos mientras que las planteles privados registraron un alza en los estudiantes inscritos para ese mismo nivel. Y aunque el Gobierno de México justifica esta baja con que cada vez hay menos niñas, niños y adolescentes en edad escolar, a la par de esta caída han aumentado factores como el trabajo infantil y recortes al presupuesto educativo.
Apenas el pasado 3 de enero, la presidenta Claudia Sheinbaum aseguró que la baja en la matrícula en escuelas primarias públicas se debe a un menor número de niños entre 6 y 12 años.
Pero mientras la población estudiantil de escuelas públicas de nivel básico –preescolar, primaria y secundaria– se redujo en 528 mil 930 alumnos entre los ciclos 2021-2022 y 2023-2024, la de planteles privados creció en 287 mil 825 estudiantes. Por lo que no se puede asociar esta baja sólo a que durante la última década, la población infantil ha disminuido.
De dicha disminución en la matrícula 34 mil 513 corresponden al nivel preescolar, 426 mil 509 a la educación primaria y 67 mil 908 a la secundaria.
También lee: Presumen inversión millonaria para La Escuela es Nuestra, pero se desconoce el destino del dinero
En línea con el discurso oficialista, en los últimos 11 años, la población infantil en edad de cursar educación básica en México ha descendido de forma ininterrumpida.
Mientras en el ciclo escolar 2012-2013 se registraron 27.7 millones de niñas, niños y adolescentes de 3 a 14 años, esta cifra cayó a 26.1 millones 140 mil 458 para el ciclo 2023-2024. Esto representa 1.5 millones menos de posibles alumnos, es decir, una reducción de 5.6%.
Pero a la par de esa reducción de la población, la proporción de niños de esas edades que están inscritos en alguna escuela también ha bajado.
Esto lo podemos observar en dos datos oficiales: la cobertura educativa, que muestra el porcentaje de la población que asiste a un nivel educativo, independientemente de si tienen la edad correspondiente para ese nivel. Y la Tasa Neta de Escolarización (TNE), que mide únicamente a la población en la edad oficial de cursar un nivel educativo que está matriculada en dicho nivel.
Ambos indicadores reflejan si las políticas públicas fomentan el acceso y la permanencia en la educación. Y, por tratarse de porcentajes, no se ven afectadas por la disminución de la población total en edad escolar, y contemplan a la matrícula escolar de planteles públicos y privados.
Desde el ciclo 2016-2017, tanto las tasas de cobertura y escolarización en los tres niveles de educación básica han ido a la baja, aunque esta caída se agravó con el impacto de la COVID-19, que mantuvo a los alumnos con clases a distancia, y no se ha logrado una recuperación, a los niveles prepandemia.
La cobertura bajó 3.6 puntos porcentuales entre ese periodo y el ciclo 2023-2024, al pasar de 94.2% a 90.6%; de forma similar, la tasa de escolarización se redujo 2.8 puntos porcentuales en ese periodo, para quedar en 89.9%.
“Hay un fenómeno de transición demográfica que estamos viviendo y está cayendo la población infantil, pero no es el único efecto. Hay una porción de niños que no están inscritos en la escuela y esa es la que nos debe de importar”, comentó Alejandra Macías Sánchez, directora ejecutiva del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), a Animal Político.
A ello se suma que entre 2019 y 2022 se dio un aumento en la tasa de trabajo infantil, que creció de 11.4 a 13.1%, según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil 2022 del INEGI. Según dicho estudio, 3 de cada 10 infantes ocupados no acudieron a la escuela.
Entre las principales razones por las que esta población no acudió o interrumpió la escuela se encuentran la falta de interés, aptitud o requisitos para entrar a la escuela con 47.8%, por el trabajo a cambio de un pago o ayudando en las tierras o negocio familiar, 17.8%; por la falta de recursos económicos, 10.1%; y por la distancia a la escuela o la inseguridad, 6.2%.
“¿Cómo le hacemos para incorporar a esos niños en zonas alejadas que no están yendo a la escuela y que no reciben una educación aunque sea insuficiente?”, cuestionó la especialista. “(Además) hemos dejado de evaluar a los profesores y a los alumnos, y ahora no sabemos para dónde ir ni por dónde mejorar”.
A la par de esto, el presupuesto para la educación también se ha reducido en los últimos años, lo que especialistas vinculan al mal estado de los planteles educativos y a una baja calidad en la enseñanza.
Para 2025 se estableció un gasto educativo de 1 billón 142 mil 491 millones de pesos, una cantidad 1.2% menor en términos reales a la asignada en 2024. Esta suma representa apenas el 3.2% del Producto Interno Bruto, de acuerdo con un análisis del CIEP.
Esto además está muy por debajo de lo que marca la Ley General de Educación, que en su artículo 119 establece que el financiamiento a la educación pública para garantizar su gratuidad no podrá ser menor del 8% del PIB.
Y mientras en las escuelas públicas de nivel básico disminuyó, el número de estudiantes, las escuelas privadas de ese mismo nivel registraron un aumentó de 287 mil 825 niños y niñas entre el 2021 y el 2024, según la Serie histórica y pronósticos de la estadística del Sistema Educativo Nacional, publicada por la SEP.
De hecho, a partir del ciclo escolar 2021-2022, tras el mayor impacto de la pandemia de COVID-19, la matriculación de estudiantes en escuelas privadas ha aumentado año con año, a la par de una caída en el número de estudiantes en planteles públicos en ese mismo periodo en todos los niveles de educación básica.
Esta condición se acentuó más en la educación primaria, en la que durante los últimos tres ciclos escolares se ha reducido un 3% la matriculación en la educación pública, pero se ha incrementado un 9% la matrícula en las escuelas particulares.
Para Marco Fernández, investigador asociado de la organización México Evalúa, esta disminución no se debe sólo a la reducción de la población en edad escolar, como sostiene la presidenta Sheinbaum.
“No necesariamente el hecho de que se aumente la matrícula de las privadas quiere decir que sean mejores que las públicas. Pero sí hay algo que están detectando las familias que están privilegiando el mandar a sus hijos, cuando pueden, a las privadas y no a las públicas”, dijo el también profesor-investigador de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey.
Según datos de la Encuesta Nacional sobre Acceso y Permanencia en la Educación, entre los ciclos 2020-2021 y 2021-2022, la búsqueda de educación de mejor calidad fue la principal causa para pasar de la educación pública a la privada, para 4 de cada 10 personas. Otras causas frecuentes fueron motivos personales, como el cambio de residencia o que la escuela no le gustó.
“Lo que retrata el análisis de las cifras es la necesidad de fortalecer, donde se tiene que fortalecer es la mejora de los aprendizajes. ¿Y cómo se hace eso? Invirtiendo en mejorar la formación y capacitación de los docentes”, señaló Fernández.
En el remot asentamiento de Kapisillit, los groenlandeses le cuentan a la BBC que Trump puede visitar la isla “pero eso es todo”.
El sol se eleva sobre las montañas cubiertas de hielo del fiordo de Nuuk mientras viajamos por una de las últimas fronteras salvajes del mundo.
Pero hay sombras que se ciernen sobre este paisaje y sobre el resto de los espacios helados de Groenlandia.
Con Donald Trump a punto de convertirse en presidente de Estados Unidos, su negativa a descartar la toma de Groenlandia por la fuerza resuena en conversaciones de toda la isla.
“Será bienvenido si viene a visitarnos, por supuesto”, dice el patrón del barco pesquero reconvertido que nos lleva hacia el este. Consciente de que necesita relacionarse con gente de todos los colores políticos, pide que no se le nombre, pero utiliza una frase que se oye a menudo por aquí.
“Groenlandia pertenece a los groenlandeses. Así que Trump puede visitarla, pero nada más”.
Las aguas están en calma cuando llegamos al asentamiento aislado de Kapisillit, de unos 40 habitantes, donde unos cuantos cazadores salen en busca de focas.
La temperatura es de -16 ºC y, con el viento, la sensación térmica es de -27 ºC.
Pero cerca del puerto me encuentro con Kaaleeraq Ringsted, un bisabuelo de 73 años, que está secando filetes de bacalao pescados en las abundantes aguas junto a la puerta de su casa.
Cuando le pregunto si el presidente electo Trump comprará o invadirá Groenlandia, al principio se ríe. Luego su tono se vuelve serio.
“No se puede aceptar que diga esto. Groenlandia no está en venta”.
Luego me cuenta cómo aprendió a pescar y cazar aquí con su padre y su abuelo, y cómo quiere preservar esta vida para sus hijos y nietos.
Al cruzar la bahía, el barco se adentra en el hielo roto de la superficie. Dos águilas se posan en una roca en busca de peces en las aguas cristalinas.
Nos dirigimos a la granja de Angutimmarik Hansen, que cría ovejas y caza focas, aves silvestres y conejos.
Todo el alimento de invierno para las ovejas tiene que importarse de Dinamarca, un recordatorio de cómo el duro clima determina las condiciones de vida aquí.
En la puerta de su casa hay un estante con rifles de caza. Se da cuenta de que los miro.
“Son por si hay una invasión”, bromea.
Pero su actitud ante la retórica belicosa procedente de Mar-A-Lago dista mucho de ser tranquila.
“Menudo estúpido que es Trump”, afirma. “Jamás venderemos Groenlandia”.
Esta pequeña granja está a unos 4.828 km de Florida, donde el presidente entrante de EE.UU. dio su ya célebre rueda de prensa la semana pasada.
“Pero Trump no es EE.UU. Podemos entendernos con la gente de EE.UU.”, declara Hansen.
El efecto Trump se disparó con la llegada a Groenlandia de Donald Trump Jr, que se sumó a las declaraciones de su padre. Llegó a la capital, Nuuk, en el avión 757 de la familia, el Trump Force One, y permaneció allí durante cuatro horas y treinta y tres minutos.
“Ha sido un placer increíble conocer gente, y la gente estaba muy contenta de reunirse con nosotros”, dijo, después de almorzar en un hotel local. “Papá tendrá que venir aquí”.
Luego regresó a los climas más soleados de Florida.
Trump Jr fue recibido por el empresario local Jorgen Boassen, que en su día hizo campaña por el presidente electo.
Boassen declaró a los medios locales que era el “mayor fan” de Trump y que “por supuesto que están interesados en nuestro país, y pueden venir y ver cómo es nuestro país. También se trata de abrirse al comercio y la cooperación”.
La ciudad de Nuuk es la capital más septentrional del mundo. Tiene una próspera sociedad civil y una prensa potente. Y hay cierta satisfacción por que los comentarios de Trump hayan impulsado el debate sobre la independencia de Groenlandia a la escena internacional.
Debe haber una Groenlandia que no sea colonia de nadie, dicen activistas como Kuno Fencker, diputado de la coalición gobernante y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad del Parlamento local.
Nos reunimos en el puerto, bajo la estatua de bronce de Hans Egede, el misionero del siglo XVIII considerado aquí como el hombre que abrió el camino a la colonización.
“Donald Trump es un político”, dice Fencker.
“Es un duro hombre de negocios y conocemos su retórica, y esa retórica es algo a lo que nos hemos acostumbrado desde 2019, y solo se trata de hablar con un igual, un aliado, sobre cómo podemos resolver las cosas aquí en el Ártico y también en la OTAN”.
Fencker ofrece el argumento central de los independentistas.
“Lo que hace falta aquí es que Groenlandia, como Estado soberano, negocie directamente con Estados Unidos y no que Dinamarca lo haga por nosotros”.
La independencia de Dinamarca podría tener un coste financiero importante.
Groenlandia recibe subvenciones de Copenhague por valor de aproximadamente una quinta parte de su PIB cada año. Fencker sugiere, al igual que otras figuras destacadas, que la isla negocie con Estados Unidos y Dinamarca para obtener ayuda.
“No somos ingenuos. Necesitamos apoyo en defensa, seguridad y también desarrollo económico. Queremos una economía sostenible y autosuficiente”.
El director del periódico local Sermitsiaq, Maasana Egede, admite que le preocupó la amenaza implícita de fuerza de Donald Trump, pero quiere ver si la realidad coincide con la retórica.
En cuanto a la independencia, Egede se siente frustrado por lo que considera un debate polarizado en los medios de comunicación locales e internacionales.
“Estamos contando esta historia de que tiene que haber independencia o no independencia. Pero hay todo un relato intermedio, y es que la gente quiere la independencia, pero no a cualquier precio. Hay un nivel de vida que hay que mantener. Hay un comercio que hay que mantener. Hay formas de vida que hay que mantener”.
Existe la expectativa de que en algún momento -no en un futuro inmediato- se vote a favor y Dinamarca acepte el resultado.
El primer ministro de la isla, Mute Egede, ofreció una rueda de prensa conjunta con la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, a raíz de los últimos comentarios de Donald Trump.
“No queremos ser daneses, no queremos ser estadounidenses, queremos ser groenlandeses”, dijo. La primera ministra danesa se cuidó de no ofender a nadie, y menos al presidente entrante de Estados Unidos.
“El debate sobre la independencia de Groenlandia y los últimos anuncios de EE.UU. nos demuestran el gran interés que despierta Groenlandia”, declaró.
“Acontecimientos que ponen en marcha muchas reflexiones y sentimientos en Groenlandia y Dinamarca”, añadió.
Frederiksen sabe muy bien que este sentimiento viene de lejos en Groenlandia. El recuerdo de la injusticia y el racismo sigue fresco entre la población indígena inuit.
Escándalos como la campaña de inserción de dispositivos intrauterinos (DIU) para evitar embarazos en miles de mujeres y niñas inuit en los años 60 y 70 ensombrecen la relación entre Groenlandia y Dinamarca.
No se sabe cuántos de estos procedimientos se llevaron a cabo sin el permiso de las implicadas, pero las cifras son considerables. El objetivo era reducir la población groenlandesa.
Maliina Abelsen es exministra de Finanzas del gobierno de Groenlandia, y ahora asesora a empresas y organizaciones que trabajan en la isla. También ha trabajado para UNICEF Dinamarca y para importantes empresas groenlandesas, como el grupo marisquero Royal Greenland.
Abelsen cree que hay que hacer mucho más para corregir las injusticias del pasado.
“Creo que mucha gente está diciendo, quizá también el gobierno y el Estado daneses: ‘Oh, bueno, ya sabes que esto ocurrió en el pasado. Fue hace muchos años. ¿Cómo vamos a ser responsables de ello? Es hora de seguir adelante'”.
“Pero no puedes seguir adelante si no lo has superado y no has reconocido lo que te ocurrió. Ese es un trabajo que tenemos que hacer junto con Dinamarca, no algo que Groenlandia pueda hacer por sí sola”.
A pesar de su alto perfil en la sociedad civil y los círculos empresariales, Maliina Abelsen afirma que cuando se trata de racismo -por ejemplo, bromas sobre los inuit- ella puede hablar en nombre de la mayoría de los groenlandeses “ya que todos lo hemos experimentado en nuestra vida”.
Las cuestiones de la autodeterminación y de afrontar el pasado están íntimamente entrelazadas.
Ahora, la intervención de Donald Trump ha puesto ambas ante los ojos del mundo.
Pero el mensaje que escuchamos -desde los remotos asentamientos del fiordo hasta la capital, Nuuk- es que el destino de Groenlandia debe decidirse aquí, entre personas cuyas voces han sido ignoradas durante demasiado tiempo.
Con información adicional de Adrienne Murray y Kostas Kallergis.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.