El Instituto Nacional Electoral (INE) asignará las 32 senadurías de representación proporcional -también conocidas como plurinominales- antes del 23 de agosto, para completar la conformación de la Cámara de Senadores en la nueva Legislatura.
La Cámara de Senadores, que será clave en la discusión del paquete de reformas constitucionales que el presidente Andrés Manuel López Obrador denomina como ‘plan C’, está conformada por un total de 128 senadores: 64 elegidos por mayoría relativa, 32 por el principio de primera minoría, y 32 por el principio de representación proporcional.
A continuación te explicamos cómo se eligen:
El artículo 56 de la Constitución mexicana menciona que 32 senadores serán asignados mediante el principio de representación proporcional, y que en este proceso solo se tomará en cuenta los partidos políticos que consigan al menos el tres por ciento de los votos directos en las elecciones.
Más a detalle en el artículo 21 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE) se menciona que la asignación de senadores plurinominales se llevará a cabo mediante dos operaciones matemáticas: Cociente Natural y Resto Mayor.
Como te explicamos en esta nota, el Cociente Natural es el número de votos que vale cada espacio plurinominal, mientras que el Resto Mayor se refiere al partido que tenga más votos que no fueron utilizados en el primer cálculo.
Así se realizan las operaciones:
1.- Se identifica la votación total emitida: Esta corresponde al total de votos depositados en las urnas, considerando candidatos no registrados, votos nulos y candidatos independientes.
Con este dato, se calcula el porcentaje de la votación que tuvieron los partidos. Esto es necesario para conocer qué partidos alcanzaron al menos el 3% de los votos.
2.- Posteriormente, se calcula la votación nacional emitida. A la votación total se le restan los votos de los partidos políticos que no hayan obtenido el tres por ciento de la votación emitida, los votos nulos, los votos por candidatos no registrados y los votos por candidatos independientes.
3- La votación nacional emitida se divide entre los espacios a asignar, 32 en el caso de senadores, y con ellos obtenemos el Cociente Natural, es decir el número de votos que vale cada espacio plurinominal.
5.- Para conocer cuántas senadurías le toca a cada partido político, se divide la votación obtenida por cada uno de ellos entre el Cociente Natural. El resultado será el número de espacios que le tocan a cada fuerza política, y solo se tomarán en cuenta números enteros.
6.- Si sobran espacios por asignar, se utiliza el criterio de Resto Mayor. Para obtenerlo, se multiplica el Cociente Natural por el número de senadurías otorgadas al partido y, con ello, se obtienen los votos utilizados.
Después, se restan los votos utilizados a los votos totales para obtener el remanente de cada partido. Como se muestra en la imagen:
El criterio de Resto Mayor indica que los espacios faltantes se asignan a los partidos que tengan un mayor remanente, tal como lo muestra la siguiente tabla de las elecciones de 2018:
Las asignaciones de las personas que ocupan estos puestos dependen del orden que tienen los candidatos en cada una de las listas presentadas por los partidos.
Si algún candidato obtiene una senaduría por mayoría relativa y representación proporcional al mismo tiempo, las autoridades electorales adjudicarán la senaduría de representación proporcional al suplente del candidato ganador.
En el caso de que algún suplente renuncie al espacio asignado, el INE otorgará la senaduría plurinominal a la siguiente fórmula, de acuerdo a la lista nacional que entregó cada partido.
Además de los espacios plurinominales, la Cámara de Senadores se compone por 64 legisladores seleccionados por el principio de mayoría relativa, y otros 32 seleccionados bajo la modalidad de primera minoría.
Los senadores elegidos por mayoría relativa son aquellos que recibieron más votos directos en las urnas, es decir, que aparecieron en la boleta electoral.
Por cada estado se eligen a dos senadores del mismo partido a los que se les llama fórmula (primera y segunda), porque sus votos se cuentan en pareja. Además cada integrante de la fórmula tiene su propio suplente, quien debe ser de su propio género, según el artículo 232 de la LGIPE.
Un ejemplo de senadores elegidos por mayoría relativa fueron Omar García Harfuch y Ernestina Godoy, quienes compitieron como primera y segunda formula por las senadurías de la Ciudad de México.
Los 32 senadores de primera minoría también son elegidos por voto directo, pero solo se escogen a los candidatos de los partidos que obtuvieron el segundo lugar en el conteo de votos de cada entidad.
Es decir que por primera minoría se elige un candidato por cada estado, y el elegido es quien encabeza la primera fórmula del partido político que quedó en segundo lugar en las elecciones.
En las elecciones de Guerrero de 2018, el priista Manuel Añorve Baños ocupó la tercera senaduría por primera minoría, al ser el líder de la fórmula que postuló la coalición que quedó en segundo lugar, “Todos por México”, integrada por el PRI, el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza.
Te puede interesar: ¿A dónde van los millones de pesos de las multas impuestas por el INE a partidos políticos?
Sin embargo, Gabriela Bernal Reséndiz, compañera de fórmula de Añorve Baños, no alcanzó escaño porque ocupó la segunda fórmula de la coalición que quedó en segundo lugar en las elecciones.
En síntesis, el partido que obtiene más votos consigue dos senadurías, mientras que el que queda en segundo lugar, sólo una. Esto da un total de 96 senadurías elegidas por voto directo y 32 por representación proporcional para completar las 128 senadurías.
En la historia de Adela Velarde, que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
Adela Velarde Pérez fue las dos cosas.
Pero, como sucede con todos los mitos identitarios, en la historia de esta mujer que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
La imagen de Adela Velarde, jovencísima, de ojos grandes, mirando intensamente a la cámara bajo su enorme sombrero, agarrando una bandera mexicana en una mano y una espada en la otra, su diminuto cuerpo cruzado por un cinturón de balas, encarna la esencia de un espíritu nacional, de una identidad mexicana valiente y revolucionaria.
Ella representa a las miles de mujeres anónimas que se unieron a la Revolución mexicana (1910-1920) a las que se conoce como “adelitas”, y que consiguieron derrocar la dictadura de Porfirio Díaz.
El corrido de “La Adelita”, quizás el más famoso de toda la época de la revolución, se cantaba obsesivamente en los frentes y hoy se sigue escuchando, popularizado por cantantes como Jorge Negrete o Amparo Ochoa. Sin embargo, la historia de la “Adelita” original sigue siendo en parte un misterio.
Se sabe que nació en el estado de Chihuahua, probablemente en Ciudad Juárez, en el año 1900, en el seno de una familia acomodada.
Según la biografía que el gobierno de México tiene sobre ella, fue nieta del destacado general juarista Rafael Velarde, que luchó contra las tropas francesas.
Siendo aún adolescente se unió a las filas de la revolución, apoyando a la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca en labores de enfermería.
Formó parte de la División del Norte del Ejército Constitucionalista, y posteriormente se incorporó al Cuerpo de Ejército del Noreste.
El 22 de febrero de 1941, Velarde fue reconocida como “Veterana de la Revolución” por la Secretaría de Defensa Nacional mexicana y, según el Museo de la Mujer, fue nombrada miembro de la Legión de Honor Mexicana en 1962.
Al acabar la revolución trabajó en Ciudad de México como mecanógrafa en la administración de Correos. En 1965 se reencontró con un coronel que había conocido en sus años de lucha, Alfredo Villegas, con quien se casó en 1965.
Poco después, la pareja se mudó a Estados Unidos, donde vivió hasta su muerte en 1971, debido a un cáncer de ovario. Sus restos yacen en el cementerio de San Felipe, en Del Río, Texas.
Estas es, practicamente, casi la única información contrastada que se tiene de ella.
A partir de ahí, casi todo son relatos, más o menos fabulados, inspirados por el romanticismo de su personaje.
El mito la retrata como una muchacha valiente y bella, cuyos ideales revolucionarios la convirtieron en un ejemplo para otras mujeres que se unieron al alzamiento, a las que hoy se conoce como “adelitas” y que desempeñaron un papel fundamental en las guerrillas.
Pocos han descrito el papel de las “adelitas” de una forma más hermosa que la escritora Elena Poniatowska en su libro “Las indómitas”.
“Yo te doy agua. Yo llevo las ollas y las cazuelas para hacerte tu comida. Yo te despiojo. Yo te lío tu petate. Yo te lavo tu ropa. Yo junto la leña para hacer lumbre. Yo te aceito tu fusil. Yo te prendo tu cigarrito, y si no hay tabaco, te hago uno de macuche, aquí tengo hojas de maíz. Yo cargo tu Mauser y tus cartuchos. Yo cuido de que no se moje la pólvora. Yo te hago casa en el campo de batalla. Yo soy tu colchón de tripas. Yo tengo a tu hijo en la trinchera”.
Sin ellas, afirma la autora mexicana, no habría habido revolución. Muchas fueron llevadas por sus hombres, esposos, padres o hijos, al combate como apoyo. Otras fueron obligadas a participar por la fuerza y, aunque la mayoría ejercía apoyos básicos y de enfermería, algunas llegaron a tener cargos importantes.
Después de haber dado sangre, sudor y lágrimas en la batalla, con el fin de la guerra la mayor parte de estas mujeres regresaron a los antiguos roles que la sociedad les deparaba, y sus hisotrias de olvidaron.
Solo un puñado de nombres de “adelitas” han sobrevivido al anonimato de la Historia, entre ellos el de Adela Velarde, en gran parte gracias al corrido que lleva su nombre.
La versión más edulcorada de la historia de esta famosa canción, que se convirtió en símbolo de la revolución y responsable de que medio mundo hispanohablante no pueda escuchar la palabra “Adelita” sin tararear “se fuera con otro…”, la narra el historiador mexicano José Alberto Galindo.
Galindo es el autor del libro “Un cielo lleno de metrallas: La verdadera historia de la Adelita”, en el que relata la siguiente historia:
Velarde entró en el ejército revolucionario como enfermera, por lo que fue repudiada por su familia, que consideraba, como otras de su época, que las mujeres solo podían abandonar el hogar de su familia para casarse.
Al poco de unirse a la revolución, la joven conoció a Antonio Gil Del Río Armenta, sargento del ejército de Pancho Villa, y ambos mantuvieron un tórrido romance.
De acuerdo con algunos relatos no corroborados, ambos tuvieron un hijo, que más tarde moriría en la Segunda Guerra Mundial.
La historia de amor tuvo también un final trágico.
El sargento fue alcanzado por una bala en la ciudadad de Gómez Palacio, y murió en los brazos de su amada. Sin embargo, antes de fallecer, le pidió a su enamorada que mirara dentro de su petate, donde Velarde encontró un papel con la letra de la canción que se convertiría en un himno nacional revolucionario. Ella había sido su musa y sería su último amor.
¿Demasiado perfecto? Pues hay más.
Según Galindo, la letra de la canción no estaba completa, por lo que Gil Del Río Armenta le cantó allí mismo, y con su aliento postrero, la última estrofa, que Adelita apuntó en el papel de su puño y letra.
Algunas versiones dicen que esta última estrofa dictada al borde de la muerte fue la que dice: “Si acaso yo muero en campaña /y mi cadáver lo van a sepultar, /Adelita por Dios te lo ruego /que con tus ojos me vayas a llorar”.
Sin embargo, en una entrevista con el diario “Excélsior” en 1948, la propia Velarde confirmó que fue ella quien inspiró al compositor, aunque el corrido original solo contaba con tres estrofas:
“Popular entre la tropa era Adelita, /la mujer que el sargento idolatraba, /porque a más de ser valiente era bonita /que hasta el mismo coronel la respetaba.
Y si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar; /si por mar, en un buque de guerra /si por tierra, en un tren militar.
Si Adelita quisiera ser mi esposa, /si Adelita fuera mi mujer, /le compraría su vestido de seda /para llevarla a bailar al cuartel”.
El historiador Galindo afirma, además, que el “coronel” que menciona la canción es, para rizar más el rizo, hombre con el que finalmente se casó Adela Velarde en 1965, Alfredo Villegas.
Sin embargo, existen diferentes versiones sobre el origen de la canción que, según la Secretaría de Defensa Nacional (SDN) mexicana, fue difundida por la División del Norte entre 1914 y 1915.
Según el libro “Las Fuerzas Armadas en la Revolución Mexicana”, editado por la SDN en 2013, algunos atribuyen su autoría al joven capitán Elías Cortázar Ramírez, otros a un tal Ángel Viderique.
Otra interpretación afirma que se trata de una canción anónima que el general Domingo Arrieta y sus tropas escucharon en el estado de Sinaloa, y otra más que el mismo general Arrieta se la encomendó a un maestro de su banda militar, Julián S. Reyes, para que la escribiera y la instrumentara.
Pero en la creación de los mitos el relato es importante, y una buena historia de amor trágico siempre será más potente que un anodino encargo.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección del mejor contenido de la semana.
También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en el nuevo canal de WhatsApp.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.