Para entender mejor
La discapacidad tiene diferentes tipos, puede ser física, mental o psicosocial, intelectual o sensorial, y el próximo 2 de junio 14 millones de personas con discapacidad mayores de 17 años podrían votar, de acuerdo con cálculos de la fundación Yo También.
Aunque hasta el momento no hay un registro oficial por parte del Instituto Nacional Electoral (INE) sobre cuántas personas con discapacidad están registradas en el padrón electoral en todo el país, el INE ha preparado materiales—como la mascarilla braille para la boleta y el sello X—para recibir y atender a las personas que lo necesiten el día de la jornada electoral.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define que una persona con discapacidad es una persona que presenta restricciones en la clase o en la cantidad de actividades que puede realizar debido a dificultades corrientes causadas por una condición física o mental permanente o mayor a seis meses.
Sin embargo, a veces esta condición no resulta ser evidente para otras personas. Esto le pasa a Manuel, de 46 años, quien fue diagnosticado con ataxia cerebral después de un accidente automovilístico.
“Como personas con una discapacidad debemos de tener responsabilidad y respeto. Lo mínimo es que esos valores sean recíprocos frente a cualquier discapacidad”, señala Manuel.
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Su discapacidad no es visible, pero puede detonarse en situaciones donde hay mucho estrés y su cuerpo lo refleja con movimientos involuntarios en piernas, brazos y ojos.
Por ello, dentro de la capacitación a los funcionarios de casilla el INE también se les instruye sobre cómo auxiliar a todas las personas que requieran algún tipo de apoyo para ejercer su derecho al voto.
Ellos reciben el Protocolo para la Inclusión de las Personas con Discapacidad como funcionarios y funcionarias de Mesas Directivas de Casilla que son parte de los contenidos que tienen el objetivo de prepararlos y sensibilizarlos para los simulacros y el día de la elección.
“No es que sean discapacitados, tienen capacidades diferentes, pero pueden votar”, resaltó la doctora Juana Navarrete, genetista y presidenta de la Asociación Mexicana de Atención y Apoyo a Grupos Vulnerables (AMAAGV).
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La consejera Dania Ravel explicó a El Sabueso que ellos como autoridades electorales, tienen que dar todas las garantías para que las personas puedan ejercer su derecho al voto.
Una de las formas en las que se incentiva la participación es mediante el voto anticipado para las personas con discapacidad y se implementará por primera vez en elecciones federales entre el 6 y 20 de mayo.
Esta posibilidad sucede cuando los funcionarios acuden a los domicilios y recopila el voto para las personas en estado de postración que no pueden trasladarse a sus casillas el día de la jornada electoral.
Este formato aplica siempre y cuando la persona que votará de forma anticipada haya obtenido la credencial de elector desde su domicilio porque tiene incapacidad física que les impidió ir a su Módulo de Atención Ciudadana.
Ravel comentó que el INE tiene registro de las personas que se han credencializado en su domicilio y a partir de esa información enviaron las invitaciones para saber si querían participar en el voto anticipado. La opción de voto es aplicable para las personas que habitaron en el domicilio registrado desde el 2018 hasta el 22 de enero de este año.
La mascarilla braille, que se ha implementado desde el 2003, se coloca encima de la boleta electoral para que las personas con discapacidad visual puedan votar por sí mismos. A su vez, pueden depositar las papeletas en la urna con braille.
Por ejemplo, la boleta electoral para elegir el cargo a la Presidencia de la República contiene ocho recuadros, de los cuales en siete aparecen los candidatos registrados, pero con esta plantilla ayuda a identificar y seleccionar a la candidata o candidato mientras tocan el relieve redondo que tiene el braille.
Incluso si es necesario, las personas con discapacidad pueden acudir a la casilla con el acompañamiento de una persona de su confianza.
Además, el Instructivo para la y el Funcionario de Casilla del INE indica que la o el segundo escrutador debe llenar el “Registro de personas con discapacidad que acuden a votar” a la casilla electoral, lo cual ayuda a recopilar datos para futuras estadísticas.
Para las personas de baja estatura o con discapacidad motriz que utilizan silla de ruedas, estará adaptada la mampara especial. Esta herramienta la pueden colocar en sus piernas para tener la facilidad de votar en secreto porque el resto de las mamparas son altas y no son funcionales para sus necesidades.
Por su parte, el sello X, funcionará para marcar la “X” encima del recuadro de la o el candidato que desee votar. El sello tiene la finalidad de permitir que la persona que se encuentra impedida físicamente para marcar sus boletas coloque de manera sencilla su voto con este instrumento.
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La consejera Ravel detalló que esta herramienta es una innovación para las elecciones 2024, a pesar de que era un instrumento que se utilizaba en elecciones locales desde el 2003, es una de las innovaciones a favor de la inclusión.
En caso de que no existiera el espacio suficiente en la casilla para ingresar en silla de ruedas o la persona que votará no desea entrar porque no se sienta segura, existe la opción de que el funcionario de casilla se traslade con la boleta electoral dentro de un sobre para que el o la ciudadana pueda emitir el voto; siempre y cuando cuente con la observación y acompañamiento del representante de algún partido político.
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En el remot asentamiento de Kapisillit, los groenlandeses le cuentan a la BBC que Trump puede visitar la isla “pero eso es todo”.
El sol se eleva sobre las montañas cubiertas de hielo del fiordo de Nuuk mientras viajamos por una de las últimas fronteras salvajes del mundo.
Pero hay sombras que se ciernen sobre este paisaje y sobre el resto de los espacios helados de Groenlandia.
Con Donald Trump a punto de convertirse en presidente de Estados Unidos, su negativa a descartar la toma de Groenlandia por la fuerza resuena en conversaciones de toda la isla.
“Será bienvenido si viene a visitarnos, por supuesto”, dice el patrón del barco pesquero reconvertido que nos lleva hacia el este. Consciente de que necesita relacionarse con gente de todos los colores políticos, pide que no se le nombre, pero utiliza una frase que se oye a menudo por aquí.
“Groenlandia pertenece a los groenlandeses. Así que Trump puede visitarla, pero nada más”.
Las aguas están en calma cuando llegamos al asentamiento aislado de Kapisillit, de unos 40 habitantes, donde unos cuantos cazadores salen en busca de focas.
La temperatura es de -16 ºC y, con el viento, la sensación térmica es de -27 ºC.
Pero cerca del puerto me encuentro con Kaaleeraq Ringsted, un bisabuelo de 73 años, que está secando filetes de bacalao pescados en las abundantes aguas junto a la puerta de su casa.
Cuando le pregunto si el presidente electo Trump comprará o invadirá Groenlandia, al principio se ríe. Luego su tono se vuelve serio.
“No se puede aceptar que diga esto. Groenlandia no está en venta”.
Luego me cuenta cómo aprendió a pescar y cazar aquí con su padre y su abuelo, y cómo quiere preservar esta vida para sus hijos y nietos.
Al cruzar la bahía, el barco se adentra en el hielo roto de la superficie. Dos águilas se posan en una roca en busca de peces en las aguas cristalinas.
Nos dirigimos a la granja de Angutimmarik Hansen, que cría ovejas y caza focas, aves silvestres y conejos.
Todo el alimento de invierno para las ovejas tiene que importarse de Dinamarca, un recordatorio de cómo el duro clima determina las condiciones de vida aquí.
En la puerta de su casa hay un estante con rifles de caza. Se da cuenta de que los miro.
“Son por si hay una invasión”, bromea.
Pero su actitud ante la retórica belicosa procedente de Mar-A-Lago dista mucho de ser tranquila.
“Menudo estúpido que es Trump”, afirma. “Jamás venderemos Groenlandia”.
Esta pequeña granja está a unos 4.828 km de Florida, donde el presidente entrante de EE.UU. dio su ya célebre rueda de prensa la semana pasada.
“Pero Trump no es EE.UU. Podemos entendernos con la gente de EE.UU.”, declara Hansen.
El efecto Trump se disparó con la llegada a Groenlandia de Donald Trump Jr, que se sumó a las declaraciones de su padre. Llegó a la capital, Nuuk, en el avión 757 de la familia, el Trump Force One, y permaneció allí durante cuatro horas y treinta y tres minutos.
“Ha sido un placer increíble conocer gente, y la gente estaba muy contenta de reunirse con nosotros”, dijo, después de almorzar en un hotel local. “Papá tendrá que venir aquí”.
Luego regresó a los climas más soleados de Florida.
Trump Jr fue recibido por el empresario local Jorgen Boassen, que en su día hizo campaña por el presidente electo.
Boassen declaró a los medios locales que era el “mayor fan” de Trump y que “por supuesto que están interesados en nuestro país, y pueden venir y ver cómo es nuestro país. También se trata de abrirse al comercio y la cooperación”.
La ciudad de Nuuk es la capital más septentrional del mundo. Tiene una próspera sociedad civil y una prensa potente. Y hay cierta satisfacción por que los comentarios de Trump hayan impulsado el debate sobre la independencia de Groenlandia a la escena internacional.
Debe haber una Groenlandia que no sea colonia de nadie, dicen activistas como Kuno Fencker, diputado de la coalición gobernante y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad del Parlamento local.
Nos reunimos en el puerto, bajo la estatua de bronce de Hans Egede, el misionero del siglo XVIII considerado aquí como el hombre que abrió el camino a la colonización.
“Donald Trump es un político”, dice Fencker.
“Es un duro hombre de negocios y conocemos su retórica, y esa retórica es algo a lo que nos hemos acostumbrado desde 2019, y solo se trata de hablar con un igual, un aliado, sobre cómo podemos resolver las cosas aquí en el Ártico y también en la OTAN”.
Fencker ofrece el argumento central de los independentistas.
“Lo que hace falta aquí es que Groenlandia, como Estado soberano, negocie directamente con Estados Unidos y no que Dinamarca lo haga por nosotros”.
La independencia de Dinamarca podría tener un coste financiero importante.
Groenlandia recibe subvenciones de Copenhague por valor de aproximadamente una quinta parte de su PIB cada año. Fencker sugiere, al igual que otras figuras destacadas, que la isla negocie con Estados Unidos y Dinamarca para obtener ayuda.
“No somos ingenuos. Necesitamos apoyo en defensa, seguridad y también desarrollo económico. Queremos una economía sostenible y autosuficiente”.
El director del periódico local Sermitsiaq, Maasana Egede, admite que le preocupó la amenaza implícita de fuerza de Donald Trump, pero quiere ver si la realidad coincide con la retórica.
En cuanto a la independencia, Egede se siente frustrado por lo que considera un debate polarizado en los medios de comunicación locales e internacionales.
“Estamos contando esta historia de que tiene que haber independencia o no independencia. Pero hay todo un relato intermedio, y es que la gente quiere la independencia, pero no a cualquier precio. Hay un nivel de vida que hay que mantener. Hay un comercio que hay que mantener. Hay formas de vida que hay que mantener”.
Existe la expectativa de que en algún momento -no en un futuro inmediato- se vote a favor y Dinamarca acepte el resultado.
El primer ministro de la isla, Mute Egede, ofreció una rueda de prensa conjunta con la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, a raíz de los últimos comentarios de Donald Trump.
“No queremos ser daneses, no queremos ser estadounidenses, queremos ser groenlandeses”, dijo. La primera ministra danesa se cuidó de no ofender a nadie, y menos al presidente entrante de Estados Unidos.
“El debate sobre la independencia de Groenlandia y los últimos anuncios de EE.UU. nos demuestran el gran interés que despierta Groenlandia”, declaró.
“Acontecimientos que ponen en marcha muchas reflexiones y sentimientos en Groenlandia y Dinamarca”, añadió.
Frederiksen sabe muy bien que este sentimiento viene de lejos en Groenlandia. El recuerdo de la injusticia y el racismo sigue fresco entre la población indígena inuit.
Escándalos como la campaña de inserción de dispositivos intrauterinos (DIU) para evitar embarazos en miles de mujeres y niñas inuit en los años 60 y 70 ensombrecen la relación entre Groenlandia y Dinamarca.
No se sabe cuántos de estos procedimientos se llevaron a cabo sin el permiso de las implicadas, pero las cifras son considerables. El objetivo era reducir la población groenlandesa.
Maliina Abelsen es exministra de Finanzas del gobierno de Groenlandia, y ahora asesora a empresas y organizaciones que trabajan en la isla. También ha trabajado para UNICEF Dinamarca y para importantes empresas groenlandesas, como el grupo marisquero Royal Greenland.
Abelsen cree que hay que hacer mucho más para corregir las injusticias del pasado.
“Creo que mucha gente está diciendo, quizá también el gobierno y el Estado daneses: ‘Oh, bueno, ya sabes que esto ocurrió en el pasado. Fue hace muchos años. ¿Cómo vamos a ser responsables de ello? Es hora de seguir adelante'”.
“Pero no puedes seguir adelante si no lo has superado y no has reconocido lo que te ocurrió. Ese es un trabajo que tenemos que hacer junto con Dinamarca, no algo que Groenlandia pueda hacer por sí sola”.
A pesar de su alto perfil en la sociedad civil y los círculos empresariales, Maliina Abelsen afirma que cuando se trata de racismo -por ejemplo, bromas sobre los inuit- ella puede hablar en nombre de la mayoría de los groenlandeses “ya que todos lo hemos experimentado en nuestra vida”.
Las cuestiones de la autodeterminación y de afrontar el pasado están íntimamente entrelazadas.
Ahora, la intervención de Donald Trump ha puesto ambas ante los ojos del mundo.
Pero el mensaje que escuchamos -desde los remotos asentamientos del fiordo hasta la capital, Nuuk- es que el destino de Groenlandia debe decidirse aquí, entre personas cuyas voces han sido ignoradas durante demasiado tiempo.
Con información adicional de Adrienne Murray y Kostas Kallergis.
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