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¿Hay un Día Cero? Te explicamos la escasez del agua en CDMX y el Cutzamala
¿Hay un Día Cero? Te explicamos la escasez del agua en CDMX y el Cutzamala
Fotografía: Cutzamala Diagnóstico integral. Conagua.
5 minutos de lectura

¿Hay un Día Cero? Te explicamos la escasez del agua en CDMX y el Cutzamala

Especialistas coinciden en que no se puede predecir el día exacto en que una ciudad se puede quedar totalmente sin agua, pero la situación de escasez es real
23 de febrero, 2024
Por: César Dorado, León Ramírez y Luz Rangel
@LuzGrimaldy 

La versión de que el Día Cero, en que la Ciudad de México se quedará sin agua en tan sólo meses, comenzó a circular en redes sociales e incluso medios de comunicación. 

Consultada por El Sabueso, la especialista en educación ambiental por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Gabriela Jiménez Casas, nos mencionó que no se puede predecir con exactitud el día en que una ciudad o país se quedarán sin agua.

Pero eso no significa que la Ciudad de México no está padeciendo escasez. El sistema Cutzamala, que aporta 18% del agua potable de la ciudad, está a 38.5% de su capacidad, cuando el año pasado estuvo a 52.21%. 

Tanto en la capital como en otras ciudad del mundo, hay un riesgo por el que se recomiendan precauciones de política pública. 

El Día Cero, según la fundación The Social Water, se trata del momento en el que una ciudad, región o país se queda sin suficiente agua para satisfacer plenamente las necesidades básicas. El Instituto Mexicano de Tecnología del Agua lo define como la imposibilidad de abastecer agua a la población.

The Conversation, un medio de comunicación australiano de textos académicos e investigaciones, publicó en 2023 que entre 2016 y 2018 Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, experimentó la posibilidad del Día Cero. Esto, “debido a la insuficiencia de lluvias que causó sequía, más la ineficaz gobernanza del agua”.

Hubo restricciones porque Ciudad del Cabo estaba a punto de convertirse en la primera gran ciudad del mundo en quedarse sin agua. Por fortuna, llegaron las lluvias y los embalses, hasta a 20% de sus reservas, nunca alcanzaron el nivel crítico de 13.5%, con el que la red de abastecimiento se cerraría.

Estimaciones sobre el ‘Día Cero’ 

“Yo no puedo decirte ‘el 25 de julio a las doce del día se acabará el agua’. No tengo cómo calcularlo, yo no sé cuándo va a llover, si es que va a llover y en qué lugar”, explicó a El Sabueso Jiménez Casas, investigadora del Instituto de Ecología.

Entre los documentos que comenzaron a mencionarse sobre el 2028 como el año del Día Cero está una iniciativa presentada en el Congreso de la Ciudad de México que cita a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como fuente de la estimación, aunque no se remite a algún enlace o documento del organismo internacional.

Cuestionado al respecto en una conferencia en agosto de 2023, Roberto Constantino Toto, coordinador general de la Red de Investigación en Agua (AgUAM), respondió:

En relación con el Día Cero, son estimaciones. Algunas estimaciones, dado que no cambiase ni el nivel de las lluvias, si todo se mantuviese para el Valle de México igual, colocan el día cero hacia 2028. Algunas otras estimaciones consideran que es posible que mejoren las condiciones meteorológicas, que se hagan esfuerzos en materia de infraestructura, por ejemplo, colocan un día cero eventualmente hacia el 2050”.

La cita de Roberto Constantino Toto fue descontextualizada en algunos medios de comunicación, aunque el propio académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)  hizo énfasis en que lo importante era pensar en la mejor forma de utilizar el agua.

“Cualquiera que sea la estimación, me parece que lo que es pertinente es, en todo caso, establecer que si tenemos agua suficiente, no la usamos de la mejor manera”, mencionó.

Entonces, ¿qué está pasando con el Cutzamala? 

El Cutzamala es un sistema hídrico de funcionamiento, infraestructura, almacenamiento, conducción, potabilización y distribución de agua potable para la población e industria que se extiende por las entidades de Michoacán, Estado de México y  Ciudad de México.

Con base en el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), provee de agua a 12 de 16 alcaldías: Álvaro Obregón, Azcapotzalco, Benito Juárez, Coyoacán, Cuajimalpa, Cuauhtémoc, Iztacalco, Iztapalapa, Magdalena Contreras, Miguel Hidalgo, Tlalpan y Venustiano Carranza. Se trata de la segunda fuente de abastecimiento más importante de la capital del país.

En total, puede almacenar 782.5 millones de metros cúbicos de agua, pero el más reciente reporte de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) muestra que al 14 de febrero tenía 301.6 millones de metros cúbicos, lo que representa apenas 38.5% de su capacidad.

Este es un porcentaje históricamente bajo, pues en la misma fecha de 2023 el almacenamiento de agua estaba en 52.21%. En cuanto a 2022 y 2021, se encontraban en 61.13% y 55.33%, respectivamente.

Esto se debe a la falta de lluvias y sequía por la que atraviesa México. Que depende de cuestiones meteorológicas, hidrológicas y agrícolas, pero también es consecuencia del cambio climático provocado por las actividades humanas.

Según la Conagua, del 31 de enero al 15 de febrero de 2024, debido a las lluvias recientes, las sequías extrema y excepcional disminuyeron ligeramente. A nivel nacional, el área con estas condiciones pasó de ocupar 28.98% del país a 28.43%.

Y si bien el Cutzamala está a 38.5% de su capacidad, también es importante mencionar que la principal fuente de abastecimiento de la Ciudad de México son los pozos, es decir, infraestructuras de las cuales se extrae agua de los mantos acuíferos subterráneos. 

Según la página Agua En tu Colonia, los pozos abastecen con mil 140 millones de litros diarios, equivalentes a 50% del consumo total, y el Cutzamala el 18% del agua potable.  

Además hay otras fuentes como el sistema Lerma, el agua de los tanques que abastecen Chalmita, el acueducto Chiconautla, los manantiales y la planta de bombeo La Caldera.

¿Hay un Día Cero? Te explicamos la escasez del agua en CDMX y el Cutzamala
Captura de pantalla: Agua en tu colonia.

Y, ¿por qué hay reducción de suministro de agua?

Ante los bajos niveles de almacenamiento de agua en el sistema Cutzamala, la Conagua, el Sacmex y  la Comisión del Agua del Estado de México (Caem) determinaron, entre otras medidas, reducir el suministro al Valle de México, a fin de garantizar la disponibilidad del agua a mediano plazo. Aunque ninguna de estas autoridades ha hablado del Día Cero en la Ciudad de México.

La primera reducción fue el 14 de junio de 2022, pasando de 14.8 metros cúbicos por segundo a 14.1 metros cúbicos por segundo. La segunda reducción fue el 15 de agosto de 2022, pasando de 14.8 metros cúbicos por segundo a 13.2 metros cúbicos por segundo. La tercera reducción ocurrió el 17 de octubre, de 13.2 a 12.2. 

“De manera colegiada la Conagua, CAEM y Sacmex han tomado la determinación de reducir a 9.2 metros cúbicos por segundo, en un acto de responsabilidad para evitar llegar al nivel mínimo de operación”, explicó la directora del Organismo de Cuenca Aguas del Valle de México, Citlalli Peraza Camacho, en la conferencia de prensa del 10 de noviembre de 2023.

Si bien el Día Cero es una posibilidad como lo refieren fundaciones, institutos y especialistas, la reducción en el suministro de agua en la Ciudad de México es real y  el sistema Cutzamala está a niveles históricamente bajos de su capacidad, sin que eso signifique que ya hay una fecha definida para que la capital no sea capaz de abastecer a la población este recurso para las necesidades básicas. 

¿Hay un Día Cero? Te explicamos la escasez del agua en CDMX y el Cutzamala
Imagen: Sacmex
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Imagen BBC
Gardi Sugdub: la comunidad de Panamá que tuvo que abandonar su isla ante el riesgo de ser tragada por el mar
14 minutos de lectura

300 familias dejaron la isla en que vivían en el Caribe panameño huyendo del hacinamiento y los efectos del cambio climático, y fueron trasladadas a una barriada en tierra firme. BBC Mundo visitó ambos lugares.

06 de febrero, 2025
Por: BBC News Mundo
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“Es una isla casi abandonada. Quedó como muerta”, me advierte Delfino Davies nada más poner un pie en su pequeño museo de herramientas e instrumentos.

El sonido de su escoba al barrer es lo único que se escucha ahora entre estas casas. Ya casi no recibe a nadie en su “pequeño tesoro”, como llama a su local, pero le gusta tenerlo siempre impecable.

“Antes se escuchaba a los niños gritar y jugar por los rincones, había música en todos lados, los vecinos se peleaban… Pero todos los sonidos se escaparon”.

Los recuerdos asaltan rápido la memoria de este indígena guna, cuya isla cambió por completo el pasado mes de junio, cuando decenas de botes a motor y cayucos de madera trasladaron a 300 familias desde la isla Gardi Sugdub, en el Caribe panameño, a una barriada en tierra firme conocida como Isberyala.

Fueron unas mil personas las que huyeron del hacinamiento y del aumento del nivel del mar. Se trata de una de las primeras comunidades que es reubicada en América Latina debido a causas climáticas y la primera en Panamá.

La mudanza duró varios días.

“Se fue mi papá, mi hermano, mis cuñadas, mis amigos… Los niños preguntaban ‘¿dónde se fue mi amiguito?’ Y comenzaron a llorar”, me relata Delfino.

Soltero y sin hijos, las piezas de su museo son ahora su mejor compañía.

Se calcula que apenas una veintena de familias -poco más de cien personas- siguen viviendo en Gardi Sugdub.

Muchos se quedaron porque en Isberyala no había espacio para todos. La evacuación comenzó a planificarse hace más de 10 años, cuando había menos habitantes. Otros simplemente se negaron a abandonar su isla.

La mayoría, sobre todo los hombres, pasan el día en un embarcadero jugando a las damas junto a una cafetería que tiene ya más empleados que clientes. Hasta que un sonido se acerca desde el horizonte.

“Está llegando el pescado”, me explica Delfino al ver mi cara de sorpresa.

En ese momento, entra al puerto un cayuco de madera con dos hombres a bordo. Mientras uno hace sonar una enorme caracola marina para avisar de su llegada, el otro entona a voz en grito: “¡un pez, un dólar!”.

Es el momento más esperado del día para los últimos ocupantes de la isla.

“De mi familia nos quedamos solo tres personas”, cuenta Delfino. “En otra solo se quedaron dos, en otras no se quedó nadie… solo las puertas cerradas”.

Los candados en sus cerraduras atestiguan que se han marchado.

“Me acostumbré a estar aquí y me quedaré con mi comunidad. Si se hunde la isla, yo me hundiré con ella”, me dice Delfino sin perder la sonrisa.

Ganarle terreno al mar

Los gunas, que originalmente vivían en el interior del continente, llegaron a estas islas hace siglos, huyendo primero de los conquistadores españoles y luego de las epidemias y conflictos con otros pueblos indígenas.

En concreto, la isla Gardi Sugdub -cuyo nombre significa “Isla Cangrejo”-, fue ocupada hace más de un siglo, y desde entonces, no ha parado de crecer. En gente… y también en tamaño.

Una imagen tomada por un drone de la isla Gardi Sugdub
Paolo Castillo | BBC Mundo
La isla de Gardi Sugdub se encuentra en el archipiélago Guna Yala, en el Caribe panameño.

Ubicada en el archipiélado Guna Yala (antes llamado archipiélado de San Blas), es un espacio de aproximadamente 400 x 150 metros, donde hasta hace poco se apiñaban alrededor de 1.300 personas con servicios básicos limitados.

Muchos habitaban en extensiones hechas ganándole terreno al mar.

Cuando necesitaron más casas para albergar a la creciente población, los gunas comenzaron a colocar en la orilla grandes piedras traídas desde los arrecifes.

Luego fueron rellenando los huecos usando residuos como cáscaras de coco, y a modo de ingrediente final, lo recubrían todo con tierra extraída de la costa. Sobre ese “relleno”, como le dicen, levantaban nuevas viviendas.

Aun así, el espacio se hizo pequeño.

“Había familias que tenían que dormir con doble hamaca, una encima de la otra. Había que construir una nueva comunidad para ellos”, me cuenta Delfino mientras paseamos por las calles casi desiertas.

Solo unos niños jugando al fútbol se cruzan en nuestro camino. Menos gente, más sitio para jugar.

Una construcción junto al mar sirve para que los habitantes hagan sus necesidades
Gonzalo Cañada | BBC Mundo
Los habitantes de Gardi Sugdub construyen, junto al mar, plataformas con huecos para hacer sus necesidades

El agua por los tobillos

Fue precisamente debido al hacinamiento que la comunidad de Gardi Sugdub empezó a pedir en la década de 2010 un sitio para reubicarse.

Pero la falta de espacio no era el único problema que los afectaba. El agua también se había convertido en una amenaza tangible.

Según un estudio elaborado por el gobierno de Panamá y la Universidad de Cantabria (España), para 2050 la isla podría ser ya inhabitable.

Y las autoridades temen que muchas de las más de 40 islas habitadas por los gunas en el archipiélago corran la misma suerte en las próximas décadas.

“Todas están a apenas 50 centímetros sobre el nivel del mar, por lo que es prácticamente inevitable que el traslado sea obligatorio para todos”, le explica a BBC Mundo Jaime Jované, ministro de Vivienda y Ordenamiento Territorial de Panamá.

Steven Paton, del Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales, cree que “es casi seguro que antes del final del siglo, la mayoría de las islas de Guna Yala quedarán sumergidas”.

En Gardi Sugdub, la urgencia es palpable.

Muchas de las casas, construidas con madera, paja y techos de hojalata, terminan inundadas durante el periodo de lluvias entre noviembre y febrero.

En esos momentos, la única solución es permanecer tumbados en las hamacas, a pocos centímetros del agua que anega las viviendas.

Mapa que muestra el traslado de la comunidad guna desde Gardi Sugdub hasta Isberyala
BBC

“Cada año, veíamos que las mareas eran más altas. Como soy bajita, el agua me llegaba hasta los tobillos”, me cuenta Magdalena Martínez, una mujer de 74 años que sí se trasladó a tierra firme.

“No es posible que fuéramos a cocinar en fogones y siempre estuviera inundado. Así que dijimos: ‘tenemos que salir de aquí'”.

Delfino, sin embargo, cree que lo que está ocurriendo es cíclico.

“Mis abuelos y mi papá me dijeron que antes el nivel del mar subía más, los niños jugaban dentro de la casa en el cayuquito… Y, después de unos días, ¿qué había? Abundancia de pescado. Esa subida del agua nos trae los peces”.

En su relación ancestral con el mar, el concepto de cambio climático es secundario al del hacinamiento.

Pero expertos y ambientalistas creen que el caso de la comunidad guna puede ser un anticipo de lo que está por venir.

“Para finales de este siglo, se estima que 500 millones de personas que viven en costas de todo el planeta se tengan que mudar porque el nivel del mar va a hacer que ciudades grandes como Yakarta, Nueva Orleans o Miami sean inhabitables”, cuenta Steven Paton.

“¿Qué nos esperará?”

“Mi mente se remontó al éxodo de la Biblia cuando vi todas las familias que estábamos embarcando en diferentes barquitos”.

Sentada en su nueva casa en Isberyala, Magdalena recuerda el momento en que tuvo que abandonar la isla.

Unos días antes, y años después de que se iniciaran los planes de traslado, el gobierno -liderado entonces por Laurentino Cortizo- había hecho entrega de las llaves a los primeros vecinos de la nueva comunidad.

“Pensé, ¿qué será allá? Será algo bueno, porque le daremos nuestra imagen a ese lugar, pero ¿qué nos esperará?, ¿qué es lo que tendremos que hacer?, ¿qué nos faltará?”, me cuenta.

Trasladarse significaba empezar de cero.

Una de las calles de Isberyala donde se aprecian dos hileras de casas
Gonzalo Cañada | BBC Mundo
Las viviendas en Isberyala son todas prefabricadas en tonos amarillo y blanco.

“Es bastante triste salir de un lugar donde uno ha estado tanto tiempo. Añora las amistades, las calles en las que vivió, la cercanía del mar. Solo traje mi ropa y algunos utensilios de cocina. Una siente que deja pedazos de su vida en la isla”, confiesa Magdalena.

El mismo recorrido que hicieron aquellas familias en junio en 2024, lo hizo BBC Mundo unos meses después.

Tras 15 minutos en bote y otros 5 en camioneta llegamos a la nueva comunidad.

A la entrada, una pancarta recién instalada con el eslogan ‘Bienvenidos a Isberyala’, y a los costados, comuneros que retiran la maleza de la carretera con grandes machetes.

Varias filas de viviendas blancas y amarillas forman el nuevo hogar de los guna.

El gobierno de Panamá invirtió 15 millones de dólares en la construcción de la nueva barriada y también recibió fondos del Banco Interamericano de Desarrollo. Pero la comunidad jugó un papel esencial en su creación.

“Un haz de lápices es mejor que un lápiz solo, porque un grupo de lápices es difícil que se rompa”, me dice Magdalena, haciendo alusión a ese trabajo comunitario.

“Los pioneros que visualizaron esta comunidad no pudieron ver realizado su sueño. Yo todavía estoy viva y puedo gozar de mi casita”, cuenta orgullosa.

Magdalena enseña a su nieta Bianca a coser molas
Gonzalo Cañada | BBC Mundo
Magdalena quiere que su nieta Bianca siga con las tradiciones y aprenda a coser molas.

Magdalena vive junto a su nieta Bianca, de 14 años, y su anciana perra, Nieve, que esta tarde se resguarda del sol bajo un pequeño techado. Bajo este calor asfixiante, su nombre parece una paradoja.

“Aquí voy a poner un jardín con plantas medicinales y allá quiero plantar yuca, tomate, plátano, mango y piña”, va apuntando mientras me muestra el espacio detrás del inmueble.

Otros están construyendo techados o incluso nuevas habitaciones adosadas a las viviendas originales.

Deudas pendientes

El traslado de los guna es visto como un ejemplo para el resto del mundo, de “cómo puede ser en la práctica la adaptación climática liderada de forma local”, explicó a BBC Mundo la investigadora Erica Bower, experta en desplazamiento climático para Human Rights Watch.

“Esto es algo que ocurrirá cada vez más y más, y tenemos que aprender de estos primeros casos para entender cómo afrontarlo de forma exitosa”, destaca.

De momento, la vida en Isberyala está lejos de ser ideal y algunos de los servicios básicos experimentan interrupciones regularmente.

Por eso cuando Alberto, un vecino que hace las veces de taxista, activa el mecanismo del tanque de agua, se desata el fragor de la rutina mañanera.

Las madres bañan a sus niños, las lavadoras a plena potencia y los bidones vuelven a rellenarse “por si las moscas”. Hay que aprovechar. El agua se corta unas tres horas más tarde y no regresa hasta la noche.

Si regresa.

El tanque que surte a la comunidad se alimenta de cuatro pozos que funcionan con un generador, que en ocasiones, sobre todo debido al mal tiempo, se avería.

Una mujer corta el pelo a su hija en la barriada Isberyala
Gonzalo Cañada | BBC Mundo
Cortar el pelo también forma parte de la rutina mañanera cuando la barriada dispone de agua.

De hecho, poco antes de nuestra visita, nos cuentan, estuvieron sin agua durante una semana.

Magdalena enfrenta las carencias con optimismo.

“Acá tengo mejor condición de vida, luz 24 horas, agua potable… En la isla era más difícil. Teníamos que ir a buscarla al río. Aquí tengo el grifo, me puedo duchar las veces que quiera. Tengo más comodidad”.

“Cuando vivíamos allá solo teníamos luz durante cuatro horas y aquí por lo general mi nieta puede seguir estudiando en la noche”, le explica a BBC Mundo.

Pero hay quienes ante estos incidentes optan por regresar a la isla.

“Sin luz puedo estar, pero sin agua no. Por eso, vengo acá a cocinar y a limpiar la ropa”, me cuenta Yanisela Vallarino desde la isla, mientras cuelga las prendas que acaba de lavar a mano.

Yanisela se mudó a la nueva barriada junto a su marido e hijos, pero vuelve a menudo a Gardi Sugdub, donde aún viven su madre y algunos de sus hermanos.

“Aquí la brisa la siento fuerte, pero allá no. No me acostumbro todavía. Y echo de menos mi casa, porque allá es más chica”.

Yanisela, sentada en una silla fuera de su casa en Isberyala
Gonzalo Cañada | BBC Mundo
Yanisela regresa a la isla siempre que la barriada deja de tener agua.

Aunque el agua no es la única razón que la trae a la isla.

En la barriada tampoco hay un centro de salud, por lo que sus habitantes tienen que seguir acudiendo al que existe en Gardi Sugdub, que no cerrará mientras no haya una alternativa en Isberyala.

“Yo como madre me preocupo, porque si un hijo se enferma allá es difícil”, explica.

En una ocasión, relata, tuvo que conseguir un auto y un bote a las 10 de la noche para llevar a una hija al centro de salud de la isla, porque no podía respirar.

Las autoridades panameñas le dijeron a BBC Mundo que en 2012 (durante el gobierno del expresidente Ricardo Martinelli), se inició la construcción de un hospital, pero la obra fue abandonada dos años después por problemas de financiación.

El equipo del actual ministro de Salud, Fernando Boyd Galindo, aseguró que espera retomar el plan en 2025, aunque no especificó fecha para la entrega de las obras.

Por su parte, Jované, encargado de Vivienda y Ordenamiento Territorial, afirmó que se está estudiando la posibilidad de ampliar Isberyala para acoger a las familias que siguen en Gardi Sugdub y quizás en un futuro a las de otras islas del archipiélago.

Tradición y orgullo

Las ruinas del hospital abandonado contrastan con las de un proyecto que sí se concretó: el Centro Educativo Sahila Olonibigiña.

El enorme complejo de edificios de paredes azules es el gran orgullo de la nueva comunidad, y a él asisten no solo alumnos de Isberyala sino también aquellos que quedan en Gardi Sugdub e incluso desde otras islas.

“De las más de 40 escuelas que tenemos en la comarca Guna Yala, es la única con todas estas facilidades”, me cuenta Francisco González, el director e impulsor de este centro modelo.

Con su apertura, la escuela que existía en la isla cerró definitivamente.

Cuatro niños posan en un aula del Centro Educativo Sahila Olonibigiña
Gonzalo Cañada | BBC Mundo
Al Centro Educativo Sahila Olonibigiña acuden niños de muchas comunidades de la zona.

“En Gardi Sugdub nos enfrentábamos a la subida de la marea y los vientos que soplan del norte… Teníamos que buscar la manera de salir adelante y crear aulas en distintos rincones, donde encontrábamos espacio”, relata Francisco.

La nueva escuela cuenta con más de 20 salones y tiene comedores, computadoras, canchas deportivas, clases de idiomas y artes plásticas, una biblioteca…

También ofrece educación vespertina.

“Me alegré mucho cuando la nocturna se abrió, porque quería estudiar todavía”, me confiesa emocionada Yanisela, y se pone la mano en el corazón.

Además de en las clases formales, los niños participan en actividades destinadas a mantener las tradiciones guna.

Precisamente hoy, en la Casa de la Cultura de la escuela hay un ensayo de danza y música tradicionales.

Un grupo de niños y niñas de 12 y 13 años portan coloridas camisas y vestidos con molas, el diseño textil con formas geométricas típico de este grupo indígena. Ellos tocan flautas y ellas maracas.

El grupo de danza y música de Isberyala ensaya en la casa de la cultura
Gonzalo Cañada | BBC Mundo
El grupo de danza y música de Isberyala ensaya en la Casa de la Cultura.

Ensayan “la danza del tucán” y “las abuelas que lloran”, que se baila en honor a los caídos en la revolución de 1925, cuando los gunas se rebelaron contra las autoridades panameñas para que se respetara su autonomía.

Reunirse de nuevo

Si las mañanas en Isberyala giran en torno al agua, las tardes son el turno del deporte.

Jerson, de 8 años, es fanático del fútbol e imita el célebre grito ‘siuuu’ de Cristiano Ronaldo después de cada gol que logra en una improvisada portería entre dos piedras.

“Prefiero este sitio a la isla porque tenemos más espacio para jugar”, me dice antes de lanzarse de nuevo por el balón.

Un niño posa en el espacio detrás de su casa en la barriada de Isberyala
Gonzalo Cañada | BBC Mundo
Jerson (8 años) pasa las horas jugando al fútbol en el espacio que hay detrás de su casa

Más allá, en uno de los extremos de la barriada, una nueva cancha de baloncesto hace las delicias de unos adolescentes que practican para el gran torneo que se celebrará unas semanas después, en el que cada calle – Naga Kantule, Iguatioquiña, Igwawilubbe, Ibelele,…- contará con su propio equipo.

El voleibol también es muy popular.

“Me gusta ser la que saca, porque puedo golpear fuerte la pelota”, me cuenta Bianca, la nieta de Magdalena.

Ambas llevan un rato sentadas bajo el techado exterior de su casa y la abuela le está enseñando a coser las tradicionales molas.

“Al principio le está costando, pero sé que va a aprender”, se ríe.

Cuando un rato después, Bianca es ‘liberada’ de sus tareas y se marcha con sus amigas, le pregunto a Magdalena qué echa de menos de la isla.

Presiento que me va a hablar del mar, de la brisa o sobre cómo añora comer pescado a diario, pero su respuesta no puede resumir mejor el sentir de este pueblo: “Me gustaría que todos estuviéramos aquí”.

No pierde su sonrisa, pero por primera vez detecto un aire de nostalgia en su mirada.

Hamacas y nísperos

Antes de irnos visitamos la Casa del Congreso, el lugar donde se reúne la comunidad, y la única edificación construida a la usanza guna. Es un edificio grande, rectangular, techado con ramas y hojas.

En el centro, tumbado sobre una hamaca nos espera Tito López, el ‘sayla’ de Isberyala, la máxima autoridad del lugar.

Tito López, el sayla de Isberyala, la máxima autoridad de la comunidad, posa tumbado en su hamaca
Gonzalo Cañada | BBC Mundo
Tito López es el sayla de Isberyala, la máxima autoridad de la comunidad.

“Mientras la hamaca esté viva, el corazón del pueblo guna estará vivo”, nos dice mientras se balancea.

Tan intrínseca es la costumbre de dormir en ellas que las están instalando en sus nuevas casas, sustituyendo las modernas camas que incluían por defecto.

La conexión trasciende el descanso.

Cuando un guna muere, se le viste con las ropas tradicionales y se le coloca en su hamaca durante un día mientras recibe la visita de familiares y amigos.

Luego, se le entierra envuelto en ella. Encima del cuerpo se colocan ramas de níspero, otro elemento muy especial para estos indígenas.

Los guna tienen un respeto sagrado por la naturaleza.

Así que, como se vieron obligados a talar muchos árboles de este fruto para limpiar el terreno donde se levantó la nueva comunidad, decidieron llamarla Isberyala, que en su idioma significa ‘montaña de nísperos’.

Allí está su nuevo hogar.

Mapa: Caroline Souza, Equipo de periodismo visual de BBC Mundo

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