De aprobarse su propuesta de presupuesto para 2024, el presidente Andrés Manuel López Obrador dejará en términos reales una deuda superior en 2.6 billones de pesos a la que México tenía en el 2018.
Equivaldrá al 48.8% del PIB y habrá crecido 5.2 puntos respecto al último año de la administración de Enrique Peña Nieto.
Porque sí, aunque el mandatario ha dicho en reiteradas ocasiones que no habrá más deuda, la realidad es que su gobierno sí ha recurrido a ese instrumento financiero.
De hecho en el pasado él mismo criticó que existiera déficit, es decir, que se gastará más de lo que se ingresa, y que entonces se recurriera a la deuda, aunque especialistas han mencionado que como tal no es un recurso negativo, si se utiliza para productos de inversión que a la larga den beneficios.
Durante la crisis sanitaria por COVID-19 el gobierno decidió no recurrir a la deuda, aunque ahora sí lo hace, en el último año del sexenio y cuando se tendrá el proceso electoral, lo que ha generado críticas de oposición y especialistas.
Aunque por otro lado, la administración federal defiende que es un plan sostenible a largo plazo.
A continuación te contamos más detalles clave del endeudamiento de México:
El partido Morena afirmó, citando al propio presidente, que “el gobierno de López Obrador dejará la deuda de nuestro país en un nivel más bajo que en los gobiernos de Felipe Calderón y de Peña Nieto”.
Sin embargo, esta afirmación es engañosa. Ya que, si bien es cierto que el crecimiento de la deuda total ha sido menor en el sexenio de López Obrador que en las administraciones de Felipe Calderón y Peña Nieto, esto no significa que la deuda se haya reducido y que se encuentre hoy “en un nivel más bajo” que hace seis o doce años.
Solo durante el primer año de la gestión del presidente López Obrador (2019) la deuda logró reducirse 0.2 bdp en términos reales, pero a partir del 2020 la deuda total ha crecido ininterrumpidamente (2020-2024).
De acuerdo con la Secretaría de Hacienda la deuda del próximo año será de 1.8 bdp (equivalente a 5.4% del PIB). Esta cifra será 50% superior a los 1.2 bdp solicitados para el año en curso, y el endeudamiento o déficit más alto en un año del que se tiene registro.
En 2024 el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP) se ubicará en 16.8 bdp, equivalente al 48.8% del PIB y el monto más alto del endeudamiento acumulado de los últimos 23 años.
Víctor Gómez Ayala, investigador del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), en entrevista con Animal Político, refiere que el SHRFSP considera toda la deuda del sector público federal, dicha medición incluye “la deuda del Gobierno Federal, la deuda de Pemex, la deuda de CFE y la deuda de la banca de desarrollo”.
Nominalmente —sin tomar en cuenta la inflación— durante el gobierno de López Obrador se ha registrado el mayor aumento de la deuda (6.2 bdp).
Pero en términos reales, tomando en cuenta la inflación, es el gobierno de Peña Nieto el periodo en el que más se ha abonado al crecimiento de la misma.
De acuerdo con México Evalúa, solo el 59% del endeudamiento que se propone para 2024 se gastará en inversión, es decir, en proyectos de los que se espera obtener ganancias en el futuro. Este porcentaje es “la proporción más baja desde 2009”.
El 41% restante se utilizará para financiar el gasto corriente. En este rubro se encuentran: los servicios públicos de salud, educación y energía eléctrica; así como el pago de pensiones, la compra de medicamentos y las remuneraciones a maestros, médicos, policías y personal militar, entre otros.
En el artículo 73 de la Constitución se refiere que en materia de deuda pública “ningún empréstito podrá celebrarse sino para la ejecución de obras que directamente produzcan un incremento en los ingresos públicos”.
Pese a que la deuda de México en relación a su PIB es menor en comparación con otros países, como Estados Unidos, China o Brasil, economías en las que la deuda supera el 50% de su PIB; esto no significa que el país pueda o deba endeudarse más.
Víctor Gómez Ayala refiere que “lo más importante con el endeudamiento es si es sostenible… si vas a poder pagarlo”.
El investigador refirió que para una economía como la mexicana, que en promedio en los últimos 30 años ha crecido al 2%, y con tasas de interés reales como las que ahora están arriba del 5% en promedio, los números que se proponen “sí generan un poco de preocupación”.
“Hay espacio como porcentaje de la economía, pero quizás donde no hay tanto espacio es que no va a tener el país, con el ritmo de crecimiento que tiene, la capacidad de endeudarse más”.
Gómez Ayala mencionó que si la deuda es productiva y financia proyectos de inversión que hagan que la economía crezca más “entonces hace sentido que contrates más deuda”, pero que no tiene tiene sentido “si el resultado de ese endeudamiento original no ocasiona que la economía crezca a una tasa más alta”.
El investigador del ITAM señaló que la justificación de Hacienda ante el endeudamiento es que hay que acabar las obras prioritarias del Gobierno, como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, las cuales están generando un costo extra.
Y ante ello, dice Gómez Ayala, “el tema de la rentabilidad económica o social de esas obras es bastante cuestionable”.
En el 2020 —año de pandemia— el presidente López Obrador decidió que México no se endeudaría al grado en el que muchos países lo hicieron para sostener sus economías.
Aunque por otro lado el gobierno utilizó fondos de estabilización —ahorros nacionales para enfrentar situaciones adversas— para financiarse.
Estos son el Fondo de Estabilización de Ingresos de Entidades Federativas (FEIEF) y el Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios (FEIP).
Y de acuerdo con un análisis del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), ya que se agotaron esos fondos actualmente el país no tendría los recursos suficientes para hacer frente a una nueva crisis económica de la magnitud que se tuvo en 2020.
Es otro punto a considerar en medio de la preocupación que han señalado especialistas por el nivel de déficit que propone el gobierno.
Altos funcionarios de la Casa Blanca usaron la aplicación comercial Signal para discutir planes de guerra confidenciales. ¿Cómo es esta plataforma y qué nivel de seguridad tiene?
La plataforma de mensajería Signal ocupó por sorpresa muchos titulares de noticias después de que la Casa Blanca confirmara el lunes que la app se utilizó en un chat grupal secreto entre altos funcionarios estadounidenses.
El redactor jefe de la revista The Atlantic, Jeffrey Goldberg, fue añadido inesperadamente al grupo en el que se discutían planes de ataque contra el grupo militante hutí en Yemen.
La operación militar estadounidense resultó en el lanzamiento de misiles sobre la capital yemenita, Saná, que dejaron decenas de muertos el pasado 16 de marzo.
El presidente de EE.UU., Donald Trump, dijo ese día que era una acción “decisiva” contra “la piratería, la violencia y el terrorismo”.
Pero el probable uso descuidado de una aplicación comercial de mensajería -en el que se dice que participaron el vicepresidente, JD Vance; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; el secretario de Estado, Marco Rubio; y el asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, entre otros- ha causado reacciones en Washington.
El líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, lo ha calificado de “una de las filtraciones de inteligencia militar más sorprendentes” de la historia y ha pedido una investigación.
¿Qué es realmente Signal y hasta qué punto eran seguras o no las comunicaciones de altos funcionarios a través de ella?
Se calcula que Signal tiene entre 40 y 70 millones de usuarios mensuales, lo que la hace bastante pequeña comparada con los mayores servicios de mensajería, WhatsApp y Messenger, que cuentan con miles de millones de clientes.
Pero en lo que sí lidera a sus competidores es en términos de seguridad.
La clave es el cifrado de extremo a extremo (E2EE) que utiliza. En pocas palabras, significa que solo el remitente y el destinatario pueden leer los mensajes. Ni siquiera Signal puede acceder a ellos.
Otras plataformas también tienen E2EE -incluido WhatsApp-, pero las características de seguridad de Signal van más allá.
Por ejemplo, el software que hace funcionar la aplicación es de código abierto, lo que significa que cualquiera puede comprobarlo para asegurarse de que no hay vulnerabilidades que los hackers puedan explotar.
Sus propietarios afirman que recopila mucha menos información de sus usuarios y, en concreto, no almacena registros de nombres de usuario, fotos de perfil o los grupos a los que pertenecen las personas.
La aplicación pertenece a la Fundación Signal, una organización sin ánimo de lucro con sede en EE.UU. que depende de las donaciones y no de ingresos por publicidad.
“Signal es el estándar de oro en comunicaciones privadas”, dijo su jefa, Meredith Whittaker, en un post en X después de que se hiciera pública la historia de la seguridad nacional estadounidense.
En una entrevista con la BBC en diciembre pasado, Whittaker aseguró que Signal se utiliza en comunicaciones militares en todo el mundo.
El “estándar de oro” de su seguridad es lo que hace que Signal resulte atractiva para expertos en ciberseguridad y periodistas, que suelen utilizar la aplicación.
Pero incluso ese nivel de garantía se considera insuficiente para conversaciones de muy alto nivel sobre asuntos de seguridad nacional extremadamente delicados.
Esto se debe a que la comunicación a través de un teléfono móvil entraña un riesgo en gran medida inevitable: solo se mantiene tan segura como lo haga la persona que usa el dispositivo.
Si alguien accede a un teléfono con la app de Signal abierta -o si descubre su contraseña- podrá ver los mensajes.
Y nada puede evitar que alguien eche un vistazo por encima del hombro de alguien que esté usando el teléfono en un espacio público.
Además, el Grupo de Inteligencia de Amenazas de Google ha detectado un aumento de los intentos de vulneración de la plataforma por parte de hackers al servicio de los servicios de inteligencia rusos.
Es por estas y otras razones que la experta en datos Caro Robson, que ha trabajado con el gobierno estadounidense, dijo que era “muy, muy inusual” que altos funcionarios de seguridad se comunicaran en una plataforma de mensajería como Signal.
“Por lo general, se utilizaría un sistema gubernamental muy seguro, operado y propiedad del gobierno, con niveles muy altos de cifrado”, afirmó.
Esto significa que los dispositivos se mantienen en “lugares muy seguros controlados por el gobierno”.
El gobierno de EE.UU. ha utilizado históricamente una sala Scif para tratar información confidencial y asuntos de seguridad nacional.
Esta célebre foto, tomada en el interior de la que quizá sea la Scif más famosa -la Sala de Situación de la Casa Blanca- en 2011, muestra al entonces presidente Barack Obama y a su equipo reaccionando a una actualización durante la incursión estadounidense que llevó a la muerte de Osama bin Laden.
Un Scif es un área cerrada ultrasegura en la que no se permiten dispositivos electrónicos personales.
“Para acceder siquiera a este tipo de información clasificada, hay que estar en una sala o edificio concreto que se inspecciona repetidamente en busca de micrófonos o dispositivos de escucha”, explicó Robson.
Los Scifs pueden encontrarse en lugares que van desde bases militares hasta los domicilios de los funcionarios.
“Todo el sistema está encriptado de forma masiva y protegido con los más altos estándares de criptografía del gobierno”, explicó. “Especialmente cuando se trata de defensa”.
El gobierno de Estados Unidos tiene también otros medios para transmitir información clasificada, como el Sistema Conjunto de Comunicaciones de Inteligencia Mundial (Jwics) y la red de Enrutadores de Protocolo Secreto de Internet (SIPR), a los que los altos funcionarios del gobierno pueden acceder a través de computadoras portátiles y teléfonos específicamente configurados.
Hay otra cuestión relacionada con Signal que ha suscitado preocupación: la desaparición de mensajes.
Signal, como muchas otras aplicaciones de mensajería, permite a sus usuarios configurar los mensajes para que desaparezcan tras un periodo determinado.
El periodista Jeffrey Goldberg, de The Atlantic, afirma que algunos de los mensajes del grupo de Signal al que estaba agregado desaparecieron al cabo de una semana.
Esto puede violar las leyes sobre el mantenimiento de registros, a menos que los usuarios de la aplicación reenvíen sus mensajes a una cuenta oficial del gobierno.
Este no es ni mucho menos el primer escándalo relacionado con E2EE.
Varios gobiernos han querido instaurar lo que llaman una “puerta trasera” en los servicios de mensajería. Esta sería utilizada para poder leer los mensajes que creen que pueden suponer una amenaza para la seguridad nacional.
Plataformas como Signal y WhatsApp se han opuesto a los intentos de crear una puerta trasera de este tipo, alegando que acabaría siendo utilizada por agentes malintencionados.
Pero, como demuestra esta polémica, ningún nivel de seguridad o protección legal importa si simplemente compartes tus datos confidenciales con la persona equivocada.
O, como dijo sin rodeos un crítico: “La encriptación no puede protegerte de la estupidez”.
La aplicación no está prohibida por completo por el gobierno estadounidense. Durante la presidencia de Joe Biden (2021-2025), algunos funcionarios pudieron descargar Signal en los teléfonos proporcionados por la Casa Blanca.
Pero se les ordenó usar la aplicación con moderación y nunca compartir información clasificada en ella, dijeron exfuncionarios de seguridad nacional del gobierno demócrata a medios de EE.UU.
Las regulaciones del Pentágono establecen que las aplicaciones de mensajería “NO están autorizadas a acceder, transmitir ni procesar información no pública del Departamento de Defensa”, informó la cadena CNN.
John Wheeler de Wheelhouse Advisors, una consultora de ciberseguridad, le dice a la BBC que usar Signal para comunicar mensajes sensibles de esta naturaleza es riesgoso.
“Los canales que generalmente se utilizan para las comunicaciones dentro de los sistemas gubernamentales están monitoreados y bien protegidos desde el punto de vista de su uso”, asegura el experto.
Con herramientas externas, señala, parece que no existen protocolos de autorización.
“Algo tan delicado debería requerir protocolos de comunicación muy estrictos. Me sorprendió mucho que utilizaran este tipo de solución”, añade Wheelhouse.
Después de este incidente, el experto señala que aliados estadounidenses en el exterior tal vez se lo piensen dos veces antes de comunicar información sensible a funcionarios estadounidenses.
* Con información de Tom Gerken, Lily Jamali, Max Matza y Kayla Epstein.
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