Bulos que dicen que los países de Occidente atacan a Rusia; desinformaciones que afirman a la vez que esos mismos gobiernos han dejado de apoyar a Ucrania. Son campañas de desinformación transfronterizas que difunden contenidos sobre el papel de la OTAN y los países de Occidente, a través de actores cercanos o vinculados al Kremlin. Aunque parecen contradictorias, son una estrategia desde hace al menos diez años y en los últimos meses están cobrando más presencia.
Esta falta de coherencia en las narrativas, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD por sus siglas en inglés), no es casual, sino que tiene como fin mantener “a sus oponentes desequilibrados” como estrategia.
Esta investigación es la tercera entrega de un proyecto en el que participan StopFake (Ucrania), Delfi (Lituania), Media Development Foundation (Georgia), Chequeado (Argentina), La Silla Vacía (Colombia), Animal Político (México) y EsPaja (Venezuela), liderada por Maldita.es (España). Mediante la creación de una herramienta tecnológica pionera para el estudio de la FIMI y las campañas de desinformación transfronterizas, el sistema centraliza y funciona como repositorio de los contenidos desinformativos detectados en estos países. El uso de metodología común nos permite identificar las campañas de desinformación transfronterizas, así como las narrativas que se mueven simultáneamente en Europa y América Latina.
Acusaciones sin pruebas, falseamiento de la realidad o difusión de imágenes reales como si fuesen de Ucrania o de la actualidad cuando son de hace meses o años, son algunas de las tácticas empleadas para alcanzar sus objetivos, desplegando una gran variedad de actores que van desde el propio presidente, Vladímir Putin, pasando por medios afines o controlados por Rusia, así como influencers en redes sociales.
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Contenidos como que la OTAN ha bombardeado recientemente la región rusa de Tver, o que países como Francia o Lituania han enviado tropas a Ucrania, han estado circulando en los últimos meses en diferentes países al mismo tiempo. Si bien el contenido desinformativo, los bulos, varían de un país a otro, todos ellos forman parte de una misma narrativa que apunta que la OTAN y los países que la componen están atacando a Rusia de forma directa.
Entre marzo y mayo de 2024, en Georgia, Colombia o México se hizo viral el bulo de que el presidente de China, Xi Jinping, habría dicho que China y Rusia eran “socios y amigos”, y en el caso de que, bajo la influencia de Estados Unidos, la OTAN iniciase un conflicto con Rusia, China utilizaría los recursos militares a su disposición para proteger a Rusia.
No es cierto: no hay constancia de tales declaraciones por parte del presidente de China. El grupo de los BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es un grupo informal de cooperación política y de seguridad, económica o cultural.
Estas campañas de desinformación viajan de un continente a otro en poco tiempo. Según un informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos de 2023, “el Kremlin resucita esta narrativa de desinformación cada vez que los socios de Ucrania anuncian más ayuda militar a Ucrania”. De esta forma, presentan el conflicto a la población rusa como una guerra “elegida por ellos contra Ucrania como respuesta a la supuestas amenazas de Estados Unidos y la OTAN”.
En los últimos meses, hemos visto cómo han surgido bulos y desinformaciones después de que un presidente de un país haya hecho unas declaraciones sobre la guerra o haya mostrado apoyo a Ucrania. También ocurrió después de que Ucrania lanzara por primera vez misiles de largo alcance de Estados Unidos contra Rusia:
La narrativa que señala a la OTAN o a los países que la componen están atacando a Rusia de forma directa es, según el Servicio Europeo de Acción Exterior, la “más común” en los mensajes y afirmaciones analizados en su primer informe sobre la manipulación de la información extranjera y las amenazas de interferencia (FIMI por sus siglas en inglés).
Esta narrativa lleva, al menos, una década activa, según explicó Roman Osadchuk, investigador asociado para Eurasia en el Laboratorio de Investigación Forense Digital del Atlantic Council, un think tank estadounidense en el ámbito de los asuntos internacionales y próximo a la OTAN, en una entrevista con Deutsche Welle. “Probablemente comenzaron ya durante las manifestaciones del Euromaidán, alrededor de 2014. Desde entonces, los rusos han estado afirmando que Occidente está interfiriendo en Ucrania“, explicaba.
StopFake, fact-checker ucraniano, tiene diversas verificaciones de esta misma narrativa desde, al menos, 2016. Por ejemplo, ese año, medios controlados o afines al Kremlin difundieron que se había advertido de “un ataque inminente de la OTAN”. En 2020, verificaron desinformaciones que decían que tropas de la OTAN habían entrado en el Donbás.
Su popularidad y permanencia en el tiempo también se debe a la intervención de diversos actores cercanos al Kremlin que han contribuido a su difusión en redes sociales. Ha sido ampliamente difundida y amplificada por diversos actores, desde ministros del Kremlin a influencers.
Putin es el principal promotor de la retórica de que la invasión de Ucrania es una guerra defensiva para “proteger la soberanía de Rusia”. La ha utilizado para justificar la movilización militar, los referendos fraudulentos y la agresión contra Ucrania, acusando a Occidente y a la OTAN de ser los verdaderos responsables del conflicto. En su discurso a la nación en la Nochevieja de 2022, acusó a Occidente de “mentir sobre la paz mientras se prepara para la agresión” y de “utilizar cínicamente a Ucrania como medio para debilitar y dividir a Rusia”.
Su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, también ha contribuido con afirmaciones como que Estados Unidos ha creado una coalición de casi todos los Estados europeos miembros de la OTAN y la UE y está utilizando a Ucrania para librar una guerra por poderes contra Rusia.
En marzo de 2022, el Ministerio de Defensa ruso dijo que Estados Unidos estaba desarrollando en Ucrania “armas biológicas étnicas” para atacar a personas de etnia eslava, como los rusos. Fue amplificado por la agencia rusa de noticias TASS.
En octubre del mismo año, el ministerio publicó fotografías que supuestamente probaban que Ucrania estaba construyendo una bomba sucia. Pero, en realidad, las fotos muestran algo totalmente distinto. Deutsche Welle lo verificó: las imágenes compartidas resultaron ser antiguas de centrales nucleares rusas y detectores de humo en Eslovenia.
Aún con contradicciones y mensajes contrapuestos como que un país como Francia o Lituania ha enviado tropas a Ucrania o que los países están cansados de apoyar económicamente a los refugiados de la guerra, estas narrativas están penetrando en la sociedad y forman parte tanto de la desinformación extranjera, fuera de Rusia, como de la doméstica, en el propio país, teniendo efectos en ambos lados según encuestas.
Así lo demuestra un estudio del Centro de Monitoreo, Análisis y Estrategia, una organización sin ánimo de lucro que analiza teorías de la conspiración, desinformación y narrativas antisemitas): el 19 % de los encuestados en Alemania estaba de acuerdo en que la guerra de agresión rusa contra Ucrania fue una reacción de Moscú a las provocaciones de la OTAN, afirmando que no le dejaron otra alternativa. Otro 21 % estaba de acuerdo “en parte” con esa afirmación, por lo que, en total, un 40 % de los alemanes creía, al menos parcialmente, en esa narrativa.
Otra encuesta, esta vez tomada en Rusia por el Levada Center este 2024, la principal agencia encuestadora independiente de Rusia, calificada de “agente extranjero” por este país en 2016, afirmaba que “dos tercios de los encuestados todavía responsabiliza a Estados Unidos y la OTAN de lo que está sucediendo en Ucrania, y su convicción ha aumentado a lo largo del año”. También dos tercios,
(65%) culpan a Estados Unidos y a los países de la OTAN por las muertes y la destrucción en Ucrania, unos porcentajes que han ido en aumento desde el inicio de la invasión.
Como explicó la investigadora del Real Instituto Elcano, Mira Milosevich-Juaristi, en un análisis publicado en 2017, uno de los mensajes principales de la desinformación dirigida por el Kremlin es que Rusia estaba amenazada por el Occidente hegemónico y decadente, que aspira a excluirla del orden internacional.
Antes del inicio de la invasión rusa de Ucrania fueron varios los bulos y desinformaciones que traspasaron fronteras en los meses y semanas previas al inicio de la invasión. A finales de enero, un mes antes del inicio de la guerra, después del despliegue de soldados rusos en la frontera con Ucrania y los avisos por parte de Estados Unidos de la intención rusa de invadir el territorio ucraniano, se viralizó un vídeo en el que supuestamente la BBC habría alertado de una guerra inminente entre Rusia y la OTAN y del peligro de un ataque aéreo nuclear. No solo era un bulo sino que se trataba de una representación de ficción de una empresa irlandesa, y ya había circulado años antes, en 2018. Fue desmentido por otros verificadores como Reuters.
Ya a principios de febrero circuló un mapa de supuestas bases de la OTAN. Se movió en España, Portugal, Bulgaria, Ucrania. Desde la OTAN explicaron que ese mapa no representaba sus bases alrededor del mundo y que los puntos que aparecen en él no se corresponden con los que señalan la presencia de la organización en distintos países en los mapas de la web de la OTAN.
En Ucrania, también justo antes del inicio de la guerra, se hizo viral un vídeo donde se pueden ver soldados en un metro, afirmando que eran las tropas de la OTAN, que ya se encontraban en Kiev. Sin embargo, era un vídeo grabado en Estocolmo (Suecia), en 2015.
A la vez que estamos viendo una amplia campaña desinformativa sobre supuestos ataques directos de países occidentales a Rusia, en ocasiones, aparecen desinformaciones que indican todo lo contrario, que los países están cansados de apoyar económicamente a los refugiados de la guerra o al país en sí.
Un ejemplo es la desinformación que circuló el pasado mes de septiembre afirmando que Suecia estaba “dispuesta a pagar 30.000 euros a cada inmigrante ucraniano que decida abandonar voluntariamente el país escandinavo”. StopFake lo desmintió. Si bien es cierto que se trata de una medida propuesta por el Ministerio de Migración y Asilo por la que se pretendía aumentar la cifra de 3.000 euros a 30.000 en 2026, está destinada a los inmigrantes que dependen del apoyo social del Estado debido al desempleo o a sus bajos ingresos, pero no a aquellos que tienen “un permiso de residencia según la directiva de migración masiva y proviene de Ucrania”, como explica la página web de ese ministerio.
En otras ocasiones, esas desinformaciones indican el cese del apoyo militar a Ucrania y el soporte a otros países en conflicto, en su lugar. Un ejemplo es el bulo que circuló en Georgia apuntando al cese de ayuda de Francia a Ucrania y apoyo a Armenia, en su lugar. Como explica Myth Detector, verificador georgiano, Francia firmó acuerdos de cooperación militar con Armenia en 2023 y, en junio de 2024 se firmó un contrato para el suministro de sistemas de artillería, no obstante, eso no excluye la ayuda militar a Ucrania. En países como Venezuela se movió que Estados Unidos había dejado de apoyar Ucrania, como verificó EsPaja.
Si bien la mayoría de los bulos van en la misma dirección, afirmando que Occidente ataca a Rusia, a veces aparecen contenidos que indican que ciertos países la apoyan. Es el caso de las imágenes de aviones sobre el cielo de Marsella, en Francia, con la bandera del país que circuló con mensajes que apuntaban a que se trataba de la bandera de Rusia, que tiene los mismos colores pero en otro orden. Como explicaron los verificadores de La Silla Vacía, en Colombia, las imágenes, del 8 de mayo, corresponden a la celebración de la llegada de la llama olímpica a esa ciudad, en el marco de los Juegos Olímpicos 2024 que se celebrarán desde julio en París, en la que los aviones pintaron la bandera francesa y se veían los colores invertidos por la perspectiva.
También fue verificado por otros fact-checkers como dpa o AFP Factual.
Otra desinformación que forma parte de la narrativa contrapuesta es el vídeo que circuló en países como Argentina, Bolivia o Chile, de un avión despegando con afirmaciones como “el Gobierno boliviano anuncia el envío de más de 3.000 militares al país aliado de Rusia”. Como explicó Chequeado, el Gobierno de Bolivia no envió tropas militares para participar del conflicto bélico y las imágenes originales correspondían a un desfile militar por el aniversario de la Fuerza Armada Boliviana en octubre de 2013.
Todos estos contenidos pueden resultar contradictorios a la narrativa predominante de que Occidente o la OTAN están acusando a Rusia, e incluso se pueden ver como una falta de compromiso con la coherencia con el objetivo de estas campañas de desinformación, reduciendo su efecto, según un artículo publicado por RAND en 2016. Estas contradicciones pueden formar parte de la estrategia en sí y ser una táctica para “generar incertidumbre y ambigüedad”. Al cambiar constantemente las narrativas, “los propagandistas rusos mantienen a sus oponentes desequilibrados y crean una niebla que enmascara la verdad”, explica en un informe la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos en 2023.
Una de las campañas desinformantes de los últimos meses, que tiene como fin minar el apoyo de los países de Occidente a Ucrania, está relacionada con los soldados que van a ayudar a Ucrania a luchar en el frente.
La desinformación “sobre el número de mercenarios extranjeros y los países de los que proceden”, afirma un estudio sobre campañas de desinformación en la guerra de Ucrania, “es parte integrante de una campaña de desinformación mucho más amplia que Rusia ha estado llevando a cabo de forma sistemática y coordinada desde el comienzo de sus operaciones militares en Ucrania”.
En 2018 ya circulaban contenidos afirmando que se habían encontrado tres soldados muertos de la OTAN en el Donbás, algo de lo que no mostraron ni había evidencias, tal y como verificó StopFake. En 2024, la narrativa sigue siendo actual. Las imágenes de voluntarios extranjeros luchando en Ucrania han sido utilizadas para reforzarla, presentando el conflicto como una lucha entre Rusia y la OTAN, en lugar de una guerra contra Ucrania.
A pesar de los años que lleva en circulación, las estrategias usadas para difundir estos bulos son siempre las mismas, de acuerdo a los contenidos analizados por las organizaciones que forman parte de este proyecto:
Una de estas campañas lanzadas recientemente y que tienen a soldados de otros países como protagonistas de las desinformaciones, pretende disuadir a combatientes internacionales de unirse a las Fuerzas Armadas de Ucrania, como explicó EFE Verifica, en una investigación publicada recientemente.
Esta investigación se ha llevado a cabo siguiendo una metodología que incluye una escala de valores de riesgo de que un contenido sea parte de una campaña de desinformación, de acuerdo con los siguientes criterios: canales donde se ha difundido la desinformación, países en los que ha circulado un mismo contenido desinformativo, plataformas en las que se ha compartido y narrativas identificadas.
¿Quiénes participan en este proyecto?
Este proyecto colaborativo, financiado por la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy, NED) pretende mejorar las capacidades tecnológicas para la detección, análisis y clasificación de la desinformación de las organizaciones de fact-checking de Europa del Este y Eurasia. Liderado por la Fundación Maldita.es (España), participan StopFake (Ucrania), Media Development Foundation (Georgia) y Delfi (Lituania); mientras que permite la interconexión con otras organizaciones de América Latina: Chequeado (Argentina), Vacía (Colombia); EsPaja (Venezuela) y Animal Político (México) .
¿Cómo sabemos que un contenido circula al mismo tiempo en varios países?
La Fundación Maldita.es ha diseñado un sistema centralizado que actúa como repositorio mediante el cual los verificadores de Ucrania, Georgia, Lituania, además de Maldita.es, pueden enviar los contenidos que reciben por sus respectivos chatbots o aquella que identifican en internet, de acuerdo con la metodología establecida para este proyecto. Si el contenido circula en un país o más, se envía una alerta al resto de países para que comprueben si la desinformación circula en esos países y en caso afirmativo lo señalan en el sistema compartido. Que una desinformación haya sido vista en un país no necesariamente significa que la organización de fact-checking publique la verificación, ya que puede no haber sido lo suficientemente viral.
Bajo aparentes engaños, un grupo de exsoldados colombianos acabaron peleando una guerra ajena en Sudán de la que tienen una difícil salida.
Las imágenes intrigan y estremecen.
Unos hombres armados en Sudán trastocan objetos sobre una mesa.
Al comienzo son confusos, pero luego los objetos se hacen legibles: un pasaporte colombiano a nombre de Christian Lombana Moncayo, su tarjeta de transporte y cédula de ciudadanía, una carta en español con caligrafía infantil que dice amar a su padre y “le pide a Dios” que le pueda dar “la dicha de seguir compartiendo”.
El video dura poco más de dos minutos y fue subido junto a otros dos por una cuenta a X que asegura que “mercenarios extranjeros” fueron “eliminados” en lo que pareció ser, según dice el servicio africano de la BBC, un supuesto tráfico de armas en Sudán desde Libia.
Lombana Moncayo es parte de un amplio grupo de colombianos involucrados en la pugna de poder que protagonizan las regulares Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) desde abril de 2023, que han dejado decenas de miles de muertos y millones de desplazados en una de las peores crisis humanitarias de nuestro tiempo.
Un reportaje del medio colombiano La Silla Vacía, basado en testimonios de colombianos allí, cifra en alrededor de 300 el número de exmilitares involucrados en el conflicto.
Es un dato que BBC Mundo no pudo comprobar de forma independiente pero que no le resulta “improbable” a Mario Urueña Sánchez, experto en seguridad de la Universidad del Rosario en Colombia y estudioso de las misiones de colombianos en el exterior.
Otras fuentes consultadas por este medio también respaldan tal aproximado.
Si Lombana Moncayo murió en ese operativo de las FAS no quedó inmediatamente confirmado, pero el viernes 29 de noviembre, las FAS afirmaron haber matado a “22 mercenarios de nacionalidad colombiana” entre las filas de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) en un ataque con drones en Darfur, en el occidente de Sudán, una de las regiones más calientes del conflicto.
Que soldados colombianos retirados o en activo participen en conflictos extranjeros es una tendencia que data de décadas.
Producto del conflicto interno armado y la guerra contra el narcotráfico, Colombia cuenta con un amplio ejército y un alto número de militares pensionados jóvenes con bajos ingresos y poca formación alternativa.
Muchos encuentran en misiones y guerras internacionales como la de Ucrania contra Rusia recientemente, o la de Estados Unidos en Afganistán e Irak a comienzos de siglo, un sustento de miles de dólares.
El militar retirado Alfonso Manzur, hoy estudioso de políticas públicas para soldados pensionados en Colombia, le dice a BBC Mundo que en los últimos años “vemos más exsoldados colombianos en misiones en el exterior por cumplirse algo más de dos décadas del Plan Colombia“.
Este fue un acuerdo bilateral entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos que inyectó decenas de miles de millones de dólares en ayuda militar para combatir el narcotráfico y los grupos armados en el país sudamericano.
“Esto creó un número mayor si cabe de soldados colombianos que, dos décadas después, empiezan a retirarse sin una fuente de ingreso suficiente”, dice Manzur.
Es frecuente que estos soldados retirados sean reclutados bajo promesas de realizar trabajos de poco riesgo y que acaben en primera línea de combate arriesgando la vida.
Le sucede a muchos en Ucrania, como reportó BBC Mundo hace unos meses, y parece ser el caso también en Sudán.
Ante los casos de engaño que expuso la prensa colombiana, el presidente Gustavo Petro pidió públicamente a la cancillería en X “buscar caminos en África de retorno de nuestros jóvenes engañados”.
La cancillería, por su parte, afirmó conocer el fenómeno de migración irregular “por el que algunos de nuestros connacionales viajan engañados por sofisticadas redes de trata de personas y terminan participando en conflictos internacionales como mercenarios”.
El vínculo de colombianos en Sudán cobra también otra dimensión porque muchos, según fuentes consultadas por BBC Mundo, parecen haber sido reclutados a través de compañías que han contratado, en el pasado y en el presente, a efectivos de seguridad colombianos para trabajar en Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Este país, con una relación cada vez más estrecha con Colombia que se cimentó desde la cooperación en seguridad, ha sido acusado por las Fuerzas Armadas de Sudán de apoyar a las Fuerzas de Apoyo Rápido en el sangriento conflicto.
EAU ha negado las acusaciones de las FAS, aunque un reporte de las Naciones Unidas considera “creíble” que esta monarquía árabe esté apoyando militarmente a las FAR con armas, logística y vehículos a través de Libia, Chad y Sudán del Sur.
Los colombianos detectados por las FAS en Sudán, según este ejército, se encontraban entre miembros de las FAR.
Por lo que las FAS también acusan a EAU de “pagar mercenarios para que luchen junto a los paramilitares (FAR)”.
El gobierno de EAU “niega contundentemente cualquier alegación sobre el vínculo del país con la guerra en Sudán”, según un comunicado compartido con BBC Mundo.
El texto también rechazó que EAU provea “ningún apoyo o suministro a ninguna de las dos partes” del conflicto y agregó que convocan a un “cese al fuego inmediato y una resolución pacífica”.
Las fuentes de BBC Mundo coinciden en que muchos colombianos recibieron ofertas a través de grupos de WhatsApp de veteranos, se desplazaron a Abu Dabi o Dubai en Emiratos Árabes Unidos y acabaron peleando en Sudán.
“Es una de las caras más oscuras del mercado de soldados colombianos en activo o en retiro”, le dice a BBC Mundo el académico Urueña Sánchez.
De acuerdo al experto, el reclutamiento se produce a través de empresas que frecuentemente son “unipersonales, ‘de papel’, montadas muchas veces por altos rangos militares colombianos que crean grupos de WhatsApp y por ahí lanzan las ofertas”.
Omar Antonio Rodríguez es el expropietario de una de estas empresas reclutadoras que envía exsoldados colombianos a EAU para distintas labores de seguridad y que ahora vincula al despliegue de efectivos a Sudán.
Aunque vendió su compañía, conoce el proceso en que muchos terminan involucrados en uno de los conflictos más sangrientos de la actualidad.
“Hubo un primer grupo de 28 colombianos que enviaron a Libia con un contrato de US$1.400 para trabajar en seguridad estática, pero terminaron en Sudán y, dicho por ellos, se encontraron con condiciones adversas a las prometidas: sin instalaciones adecuadas, sin material, sin botiquines de primeros auxilios”, le cuenta Rodríguez a BBC Mundo.
“Luego es que se enteran que combatirán, junto a los paramilitares (FAR), al ejército de Sudán (FAS)”, añade.
Según Rodríguez, aquellos 28 no fueron más que el comienzo de un flujo continuo de exmilitares que viajaron desde Colombia para trabajar en seguridad en África, pasando muchos primero por EAU, y se desplazaron a su supuesto destino para luego terminar peleando en Sudán.
“Algunos ya se regresaron y otros piden volver (a Colombia) al verse involucrados en bombardeos y enfrentamientos directos, pero no es sencillo”, comenta Rodríguez.
“Por idioma, extensión de territorio y la poca representación diplomática de Colombia en África, al colombiano le cuesta desertar de allí”, complementa Urueña.
Que los soldados colombianos pasen primero por EAU, o que en el engaño estén vinculadas empresas reclutadoras que han destinado efectivos a labores de seguridad privada en este país llama la atención.
Primero, porque por muchos años EAU ha sido uno de los destinos más apetecidos por militares colombianos en activo o retirados, entre otras cosas por su transparencia y altos pagos.
Y segundo, por las frecuentes acusaciones de apoyar a las rebeldes FAR que el ejército de Sudán hace contra este país.
Aunque EAU niegue las alegaciones y su vínculo a las FAR no haya sido comprobado, el experto Ureña recuerda que “EAU tiene intereses geopolíticos en Sudán, donde es políticamente afín a las FAR”.
Hasta ahora, mientras no se confirme lo contrario, lo que se sabe es que EAU no es más que uno de los múltiples escenarios donde se da “una situación compleja, gris, donde conviven la regularidad del proceso emiratí al que se han unido muchos colombianos desde 2010-11 con estas otras operaciones menos transparentes y clandestinas”, dice Urueña.
Elizabeth Dickinson, analista de seguridad y conflicto del think tank International Crisis Group con experiencia en Colombia y en la península arábica, recuerda que ya hubo militares retirados colombianos reclutados en EAU que “estuvieron involucrados en operaciones en el conflicto de Yemen hace años”.
“Hablé en el pasado con soldados retirados que creyeron que solo estarían en EAU, entrenarían en EAU, vivirían en EAU y que nunca serían enviados a la batalla, y que terminaron en situaciones muy distintas a las que creyeron que eran los términos del contrato”, le dice Dickinson a BBC Mundo.
“Te hace creer que hay contrataciones sospechosas ocurriendo”, añade la experta, a pesar de que EAU insiste en no tener nada que ver con los hechos y testimonios que este reportaje expone.
Al comienzo de la década de 2010, muchos militares pensionados o en activo que pidieron la baja del ejército colombiano integraron las filas armadas emiratíes.
“Esto formó parte de un proyecto de EAU para formar unidades y batallones del ejército que contó con latinoamericanos: colombianos, panameños, chilenos y salvadoreños“, cuenta Rodríguez, aclarando que esto operó bajo la legalidad y formalidad y que nada tiene que ver con la situación de ahora en Sudán.
“Otros, también de forma regular, fueron a realizar labores de vigilancia en empresas de seguridad privada”, añade.
El salario de un soldado colombiano varía entre 500 y 700 dólares. Uno retirado gana incluso menos vigilando un edificio. En EAU pueden ganar cuatro o cinco veces más que en Colombia.
“Es una opción seductora que en su momento provocó que, durante el gobierno de Juan Manuel Santos, su ministro de Defensa tuviera que viajar a EAU pidiendo regular el fenómeno para no perjudicar a Colombia”, recuerda Urueña.
“La cooperación en seguridad fue la base de una relación bilateral entre Colombia y EAU que ha seguido creciendo también en comercio e inversión”, dice el experto.
Empresas poco transparentes, soldados engañados, familias rotas.
Los últimos hechos en Sudán recuerdan a Colombia el mercado vasto y oscuro al que se exponen sus militares retirados, altamente cotizados por su larga experiencia combatiendo poderosos grupos armados y carteles de la droga y su manejo de armas estadounidenses y de la OTAN de alta tecnología.
“Es un mercado de múltiples caras, con situaciones tan oscuras como que carteles de la droga mexicanos recluten ahora veteranos para pelear sus guerras territoriales o que otros exmilitares colombianos acaben involucrados en el magnicidio del presidente de Haití Jovenel Moïse en 2021″, dice Urueña.
“El mercenarismo debe prohibirse en Colombia. Los militares deben tener un mejor nivel de vida en Colombia pero los dueños de la sangre joven derramada por dinero en pueblos extranjeros deben ser castigados penalmente”, dijo Petro en X el pasado 27 de noviembre.
Para varios expertos en seguridad en Colombia, es una realidad que será difícil de resolver sin reformar las políticas públicas de atención al veterano que ahora mismo no parecen satisfacer a los cientos que se juegan la vida en conflictos ajenos.
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