
Uso de grilletes, castigos equivalentes a tortura y posibles desapariciones forzadas son algunas de las violaciones a los derechos humanos a las que migrantes se enfrentan diariamente en los centros de detención de Florida, Estados Unidos, como Alligator Alcatraz y Krome, revela una investigación de Amnistía Internacional.
Mary Kapron, investigadora de Amnistía Internacional, explica en entrevista con El Sabueso que la organización solicitó acceso a ambos centros para evaluar las condiciones en las que retienen a las personas migrantes. Sin embargo, la administración estadounidense les negó la entrada a Alligator Alcatraz, y en Krome únicamente autorizaron una visita programada a las instalaciones y una charla con cuatro personas que estuvieron detenidas en ese sitio.
“En Krome la situación de hacinamiento es muy grave. Según la ley, las y los migrantes solo pueden permanecer en el centro un máximo de siete días, pero documentamos casos en los que las personas habían estado ahí más de un mes”, expone la investigadora.
En menos de 250 días del segundo mandato de Donald Trump, más de 2 millones de migrantes fueron deportados de Estados Unidos, según Seguridad Nacional, mientras el Instituto de la Policía de Migración (MPI por sus siglas en inglés) detalla que la cifra de personas en centros de detención migratoria alcanzó su nivel más alto en la historia durante los primeros diez meses de este gobierno.
Mediante redadas efectuadas por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE por sus siglas en inglés), las personas migrantes son detenidas y, posteriormente, permanecen en centros de detención hasta la fecha de su juicio en la corte de inmigración o hasta su deportación.
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“Nos tienen encerrados en jaulas de mil pies cuadrados. Hay 32 personas en cada una y ocho jaulas dentro de la carpa”, narra uno de los testimonios de migrantes retenidos en Krome que recolectó Amnistía Internacional para el informe Tortura y Desapariciones Forzadas en el Estado del Sol.
Krome y Alligator Alcatraz son centros ubicados en Florida. El primero comenzó a operar en 1982 y el segundo, tras una rápida construcción en un antiguo aeropuerto militar de Everglades, inició operaciones en julio de 2025 para atender la demanda de las políticas antimigratorias de Trump.
Algunas de las condiciones inhumanas e insalubres que Amnistía Internacional detectó en los centros de detención migratoria son la alimentación limitada y de mala calidad, el nulo acceso a atención médica o tratos equivalentes a la tortura, como usar grilletes fuera de las celdas o castigar a las personas metiéndolas en “la caja” —-una jaula de 2×2 pies— incluso, el infome cataloga ciertas detenciones como desapariciones forzadas.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) define a la desaparición forzada como la privación de libertad de una persona por agentes del Estado o grupos con su aquiescencia, seguida de la negativa a reconocer el acto o revelar su paradero, dejándola fuera de la protección de la ley y expuesta a graves violaciones de derechos humanos como tortura.
“La base de datos de los centros de detención migratoria no se actualiza de manera inmediata, sino que tarda alrededor de una o dos semanas; entonces, cuando una persona es detenida, trasladada —a otro centro— o deportada permanece en una especie de limbo en el que no existe información pública sobre su paradero. Idéntico a una desaparición forzada”, explica Mary Kapron.
De acuerdo con Human Rights Watch, las personas detenidas por el ICE fueron trasladadas a centros de detención mientras avanzaban sus procesos de deportación. Las personas entrevistadas por la organización señalaron que funcionarios las presionaron indebidamente para que aceptaran una “salida voluntaria”. Asimismo, Human Rights Watch aseguró que los agentes de ICE detienen a personas basándose en su raza, etnia y origen nacional percibidos.
“Personas detenidas y sus familiares describieron maltratos durante el traslado y en detención. Indicaron que las mantuvieron esposadas durante largos periodos, les negaron comida y agua, les obligaron a dormir en el suelo y les impidieron comunicarse con sus familias y con sus representantes legales”, se lee en la investigación de Human Rights Watch.

Las violaciones de derechos humanos no se inician en estos centros, sino en el discurso antimigración trumpista. Eunice Rendón, coordinadora de Agenda Migrante, afirma: “Lo más grave es la normalización de actos violentos como la nula información sobre migrantes en centros de detención —que es prácticamente un secuestro administrativo— y las detenciones de migrantes con un uso de la fuerza excesivo.
“El gobierno estadounidense se ha encargado de difundir una narrativa de odio, racista y xenófoba que genera dinámicas poco sanas dentro de las comunidades. Actualmente, las autoridades no se detienen a revisar si tienes documentos o no, si ‘pareces’ latino o latina cualquier persona puede sentirse con el derecho de insultarte o atacarte”, visibiliza Eunice Rendón.
Cabe destacar que el país forma parte de diversos instrumentos internacionales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención contra la Tortura, la Convención sobre la Eliminación de la Discriminación Racial y protocolos del régimen internacional de refugio. “Todos estos, junto con directrices del sistema de la ONU, establecen principios fundamentales qué deben respetarse y se están violando”.
El derecho internacional también establece garantías mínimas para salvaguardar los derechos humanos de toda persona migrante detenida, independientemente de su nacionalidad o situación migratoria. “La migración no debe considerarse como un crimen porque es un fenómeno social, y bajo esta perspectiva deberían actuar los gobiernos del mundo”, señala en entrevista el internacionalista José Joel Peña.
Tomando en cuenta esto, sostiene que “Estados Unidos incumple varias de sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos. Las detenciones arbitrarias y prolongadas, las restricciones que impiden solicitar asilo o expulsiones aceleradas incumplen el principio de no devolución”.
A esto se suman los reportes de abusos por parte de agentes fronterizos, separaciones familiares y la criminalización de la población migrante, medidas que afectan la vida, integridad y dignidad de miles de personas que buscan protección y mejores condiciones de vida en Estados Unidos, añade el internacionalista.
De acuerdo con Milenio, 531 agentes fronterizos de Estados Unidos reconocieron su participación en eventos de uso de fuerza excesiva contra migrantes entre febrero y agosto de 2025.
Frente al endurecimiento de las políticas de Estados Unidos y el aumento de detenciones, México se ha visto obligado a redefinir su papel como nación de origen, tránsito, destino y retorno de migrantes.
José Joel Peña asegura que México ha mostrado resistencia frente a algunas políticas, particularmente regresivas, de la administración de Trump. “La postura oficial del gobierno mexicano ha sido cautelosa, pues se ha limitado a fortalecer labores consulares y afirmar que no se cuenta con denuncias de violaciones a derechos humanos —aunque sí— por el amagamiento en otros aspectos como los aranceles y la seguridad que realiza el mandatario estadounidense.
“En este contexto, la labor consular debe ser extraordinaria. En algunos lugares se ha hecho bien, pero en otros no; por ello, hay que reforzar la protección y fortalecer la defensa. La presidenta Claudia Sheinbaum se ha limitado a mencionar en sus conferencias matutinas que las mexicanas y los mexicanos en Estados Unidos merecen respeto, pero no ha pasado más”, afirma Eunice Rendón.
Como te contamos, el presupuesto asignado a la asistencia consular tuvo una disminución de 9.8 % respecto a lo aprobado en 2024, pese a que la presidenta Sheinbaum negó que existiera una baja.
De acuerdo con datos del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), en 2025 se destinaron 524 millones 192,258 pesos para el programa “Atención, protección, servicios y asistencia consulares”, mientras que para 2024 se asignaron 581 millones 710,430 pesos en términos reales.
El 11 de noviembre de 2025, la presidenta Sheinbaum informó la existencia de 30 quejas por violaciones de derechos humanos a mexicanos detenidos por las autoridades migratorias estadounidenses.
Si bien se han implementado medidas para fortalecer la protección, la coordinación regional y la atención humanitaria, persisten desafíos profundos vinculados con la capacidad institucional, la presión de Estados Unidos y la necesidad de garantizar plenamente los derechos de las personas en movilidad, concluyen ambos especialistas.
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Cuenta la leyenda que el río Santiago se tragaba las canoas de cualquiera que intentara explorarlo. Ahora, una comunidad indígena está descubriendo especies sorprendentes en sus aguas.
Nos subimos a una canoa de madera que se mecía sobre las aguas turbias del río Santiago, listos para visitar uno de los ecosistemas menos conocidos de la región amazónica.
Hasta hace poco, los científicos desconocían incluso qué clase de peces habitan esta parte del río, porque nunca había sido estudiada.
Ahora, tras dos días de viaje en buses y camiones desde Quito, Ecuador, la fotógrafa Karen Toro y yo nos acercábamos a nuestro destino: Kaputna, una comunidad indígena que ha descubierto nuevas especies de peces.
Rodeada de una selva virgen donde los jaguares, pecaríes y pumas todavía reinan con tranquilidad, Kaputna es una localidad en la ribera del río Santiago con 145 habitantes que son miembros de los shuar, una de las 11 naciones indígenas que viven en la Amazonía ecuatoriana.
A pesar de que Ecuador es considerado un punto central para la biodiversidad de peces de agua dulce, un grupo de científicos advirtió en 2021 que la falta de información sobre sus especies era “pasmosa” y que se necesitaba de manera urgente realizar más investigaciones.
Un grupo de residentes de Kaputna ha ayudado a llenar ese vacío, al descubrir una gran cantidad de peces que viven escondidos en el río, camuflados por las sombras marrones y plateadas, con bocas especialmente adaptadas para alimentarse de las rocas bajo el agua.
Gracias a los esfuerzos de monitoreo llevados a cabo entre 2021 y 2022, que combinaron conocimiento científico y tradicional, la comunidad indígena logró identificar cerca de 144 especies de peces en el río Santiago.
Cinco de ellas ya habían sido identificadas en otros países, pero nunca en Ecuador. Una de las especies todavía está siendo estudiada y podría ser totalmente nueva, de acuerdo a los biólogos que participaron en la investigación.
Algunos pescadores de Kaputna, como Germán Narankas, fueron como coautores del artículo científico que fue publicado con los hallazgos.
“Su conocimiento del territorio es esencial para descubrir las nuevas especies”, le dice a la BBC Jonathan Valdiviezo, un biólogo que participó en el análisis de muestras.
Para Fernando Anaguano, el autor principal del estudio y biólogo de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés) que acompañó a Kaputna durante todo el proceso, el estudio marca un cambio trascendental en la forma en que los científicos trabajan con y reconocen a los colaboradores locales.
“No es usual que el trabajo de la gente local sea reconocido en las publicaciones científicas”, anota.
Las leyendas locales dicen que, antes de que aparecieran los botes a motor, la gente que se embarcaba por la parte baja del río desaparecía.
Un hoyo se “tragaba” las canoas y quienes venían de fuera nunca lograban llegar a la comunidad. Esta es la razón por la que esta zona se llama Kaputna, que significa “área donde el río fluye rápidamente”, de acuerdo con quienes viven allí.
Para llegar, tuvimos que conducir durante 10 horas desde Quito hasta Tiwintza, una localidad amazónica en la frontera con Perú.
A la mañana siguiente, Germán Narankas, un pescador de Kaputna, nos esperaba en la terminal de buses con su red de pescador que llevaba en la espalda.
“Hoy el calor va a ser infernal. No ha llovido en tres días”, nos advirtió, mientras se arremangaba para evitar quemarse con el sol. A las 09:00, la temperatura ya era de 35°C (95°F).
Emprendimos en camión un trayecto de 40 minutos hasta el puerto de Peñas, en el río Santiago, donde nos esperaba amarrada la canoa de Narankas, moviéndose por la fuerte corriente del río.
Las canoas equipadas con motores a gasolina, conocidas como peque-peques, son el único medio de transporte para llegar a Kaputna.
Narankas conoce el río Santiago como la palma de su mano. Incluso antes de hacer parte del proyecto de monitoreo científico, estaba familiarizado con los distintos tipos de peces que habitan el río.
En 2021, cuando comenzó el proyecto, aprendió a identificar las diferencias entre las especies y comenzó a llamarlas por sus nombres científicos.
El hombre recuerda que en 2017 vio una señal. Para los shuar, el río es más que un cuerpo de agua o una vía de acceso. En sus riberas se acostumbra a realizar el ritual de la ayahuasca, en el que se consume la planta también conocida como yagé. Los shuar creen que las visiones que esta produce revelan el futuro y guían las acciones de quienes la toman.
“Tuve sueños de que iba a cambiar el sistema. En las visiones, había un hombre que viajaba a otros países, y era yo, viajando con este proyecto. No lo sabía entonces”, dice.
Cuatro años más tarde, en 2021, los investigadores de la oficina de la WCS en Ecuador le pidieron ser parte del estudio enfocado en el descubrimiento de la biodiversidad del río Santiago.
Narankas y otros miembros de la comunidad recolectaron peces, les tomaron fotos y las subieron una aplicación llamada Ictio junto a otros datos importantes como la ubicación donde los habían capturado, el equipo de pesca que habían utilizado y las características de los animales.
“Había por lo menos tres de esos peces que nunca había visto en mi vida”, dice.
Durante el recorrido por el río, el sonido de los grillos ahogaba bajo el ruido del motor. A medida que nos interábamos en la selva, el agua se iba volviendo más cristalina.
“Hemos llegado al río Yaupi”, anunció Narankas. El Yaupi es uno de los afluentes del río Santiago, donde también se tomaron algunas muestras.
Este es el lugar de pesca favorito para los locales, porque las aguas son cristalinas y están libres de los residuos de la minería que han contaminado muchos otros ríos en la región del Amazonas.
En medio del follaje selvático, se divisan las banderas de Ecuador y Perú.
Narankas, su hermana Mireya y su hijo Josué se lanzaron al agua para pescar.
El pescador lanzó su red con todas sus fuerzas al río y luego la fue recogiendo lentamente para ver qué había logrado sacar: un pez al que él llama “carachama”, de unos 10 cm de largo.
Pertenece a la familia de los Loricariidae y esta especie en particular se llama Chaetostoma trimaculineum: un pez marrón, con algunas manchas oscuras y una boca redonda.
“Cerca de aquí encontramos una especie de pez que [los investigadores] dijeron que nunca había sido estudiado. Era muy parecido a esta carachama”, explicó Narankas.
El pez en cuestión era el Peckoltia relictum, una especie nueva en Ecuador. Mide aproximadamente 15 centímetros y usualmente se adhiere a las rocas.
Su boca es como una copa de succión y, en vez de escamas, tiene una especie de placas, una característica que distingue a las carachamas (Loricariidae).
Durante la investigación, Narankas y sus colaboradores también se llevaron algunos especímenes a una habitación en Kaputna, que funcionaba como un pequeño laboratorio donde medían y pesaban a los animales, les removían partes de sus tejidos con un bisturí y los preservaban en formaldehído.
“Fue muy emocionante aprender y recolectar información. Me siento un poco como una científica”, le cuenta a la BBC Liseth Chuim, una pescadora que hizo parte del monitoreo.
“Tomábamos un pedazo de su carne y le cocíamos un sello con su nombre y un número”, explica Johnson Kajekau, otro residente de Kaputna que apoyó al equipo de monitoreo.
Uno de los peces que más recuerdan los tres es una especie de bagre que medía más de un metro. También, uno que tenía la “panza amarilla” y otro de color plateado.
El biólogo de la WCS Fernando Anaguano y sus colegas se encargaron de recolectar las muestras y llevarlas a laboratorios en Quito.
Para los biólogos, la colaboración con los locales les permitió desbloquear un ecosistema que era un misterio para las personas de fuera de la comunidad.
“La cuenca del río Santiago es una de las menos exploradas. Hay muy pocos estudios que detallen la diversidad de peces que hay en ese lugar”, explica Anaguano, quien ha estado investigando peces de agua dulce por más de una década.
Lo atribuye a lo remoto de la región, las dificultades que había en el pasado para llegar hasta allí y también a que los peces de agua dulce con frecuencia han sido dejados de lado por los investigadores. Por lo general los investigadores se enfocan en grupos más “carismáticos” de animales, como los mamíferos o los pájaros y, cuando se estudian peces, por lo general se trata de especies marinas.
Sin embargo, señala Anaguano, los peces de agua dulce juegan un rol fundamental en los ecosistemas acuáticos y son fuente de alimento y recurso económico para las comunidades indígenas.
Hasta ahora, en investigaciones previas, se habían registrado cerca de 143 especies en un área extensa que incluye al río Santiago y sus afluentes por debajo de los 600 metros de altitud. Se le conoce como “zona ictiográfica de Morona Santiago” y tiene un área de 6.691 kilómetros cuadrados.
En comparación, el estudio con la comunidad Kaputna identificó un total de 144 especies en un área de apenas 21 kilómetros cuadrados dentro de esta zona. De esas especies, 77 no habían sido reportadas en las investigaciones anteriores del área de Morona Santiago.
La diversidad hallada en el estudio representa el 17% de todas las especies de peces de agua dulce en Ecuador (836) y el 20% de las registradas en la Amazonía ecuatoriana (725). Esto es un porcentaje muy significativo, considerando que el área de estudio donde estas especies fueron halladas es muy pequeña, según destaca Anaguano.
De hecho, la diversidad piscícola en la región amazónica es enorme.
Sus cuencas, localizadas en Ecuador, Perú, Colombia, Bolivia, Brasil, Venezuela, Guyana y Surinam, tienen la mayor variedad de peces de agua dulce del mundo. Se han registrado hasta ahora 2.500 especies y se estima que hay miles más por descubrir.
Esos ríos también son el hogar de la migración más larga en el planeta: la del bagre dorado, que viaja por cerca de 11.000 kilómetros entre las estribaciones de los Andes hasta los estuarios del Amazonas, en el océano Atlántico.
Sin embargo, los peces de agua dulce como los de la Amazonía están gravemente amenazados. Según el informe del Índice Planeta Vivo (IPV) sobre peces migratorios de agua dulce, sus poblaciones han disminuido un 81% en los últimos 50 años. Y solo en Latinoamérica, incluso más: un 91%.
Anaguano explica que, más allá de la contribución de los peces para mantener el equilibrio de la vida en el planeta, estos animales forman parte de la cultura y la cosmovisión de los pueblos indígenas.
La seguridad alimentaria es otro problema. “Los peces son fuente de proteína de las comunidades locales”.
Por eso, a través de este tipo de investigación que incluye la perspectiva de los pescadores, buscamos no solo conservar los peces sino también garantizar la sostenibilidad de la pesca a largo plazo”, añade Jonathan Valdiviezo, biólogo del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio), donde se procesaron y almacenaron las muestras del estudio.
Para Valdiviezo, que tiene más de 17 años de experiencia trabajando con peces, uno de los puntos cruciales del proceso fue la capacitación que recibieron los pescadores de Kaputna para etiquetar correctamente las muestras.
“Eso nos ayudó a evitar problemas al registrar la especie y confusiones”, afirma.
Aun así, el descubrimiento estuvo lleno de giros y sorpresas. Durante el análisis de tejidos, que incluyó análisis de ADN, los investigadores descubrieron que uno de los peces que creían que era nuevo para la ciencia ya había sido descrito en 2011.
“Cuando nos dimos cuenta de que esta especie era muy rara, extrajimos ADN de un pequeño fragmento de músculo”, explica Valdiviezo. Luego, compararon los resultados con el tejido de otras especies relacionadas registradas en su base de datos.
“Es similar al proceso que se utiliza para determinar la paternidad”, explica el biólogo. Ante la duda, enviaron una muestra a Canadá, donde confirmaron que se trataba de un ejemplar de Peckoltia relictum, un pez ya conocido.
Sin embargo, se trataba de una especie nueva para Ecuador, al igual que otras cuatro descubiertas como parte de esta investigación.
Ambos investigadores creen que aún queda una gran cantidad de especies por descubrir en las turbias aguas del Santiago. Por ahora, dice Valdiviezo, siguen analizando uno de los bagres encontrados, ya que creen que se trata de una especie nueva para la ciencia.
Su principal característica es que tiene rayas negras por todo el cuerpo. Anaguano comenta que esperan publicar un segundo artículo, coescrito por los pescadores de Kaputna, este año.
Sentadas en Kaputna al atardecer, bajo un cielo estrellado, le preguntamos a Narankas qué significaba para él ver su nombre en el artículo publicado. Se le llenan los ojos de lágrimas.
“Me siento orgulloso”, explicó sonriendo.
Pero el impacto ha sido aún más profundo. Después de esta experiencia, en agosto de 2025, el joven de 34 años regresó a la escuela secundaria. En un año y medio espera graduarse y luego estudiar biología para seguir desvelando los secretos del río Santiago, cuya historia de descubrimientos científicos apenas comienza.
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