
Para entender mejor
En México la mayoría de los delitos no se denuncian. Las razones son múltiples: miedo, desconfianza en las autoridades, desconocimiento del proceso, revictimización, falta de acompañamiento o experiencias previas negativas.
Se estima que durante 2024 ocurrieron alrededor de 33.5 millones de delitos en el país, según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Sin embargo, la organización Impunidad Cero destaca que, de cada 100 delitos que se cometen, solo 6.4 se denuncian. En tanto, de cada 100 que se denuncian, solo 14 se resuelven.
Especialistas consideran que la defensa y la protección de las víctimas en el país debe ser primordial para el gobierno federal. A pesar de que en la legislación mexicana existe un marco jurídico y un conjunto de instituciones diseñadas para atender a las víctimas, la ciudadanía no siempre sabe cómo utilizarlos.
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“Cuando una persona se convierte en víctima de un delito, lo primero que debe hacer es ponerse en resguardo, alejarse de la zona de peligro y, una vez que se sienta segura y tranquila, buscar ayuda de las autoridades”, explica en entrevista Lisandro Morales, profesor de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Aunque cada situación cambia dependiendo del delito al que se enfrentó la víctima, en la mayoría de los sucesos lo recomendable es no modificar la escena del crimen: no mover ni limpiar las cosas que la rodean. “En el caso de los abusos sexuales, la víctima no debe bañarse ni cambiarse de ropa aunque esté sucia o rota, ya que para efectuar la denuncia las autoridades realizarán una valoración médica”, ejemplifica el abogado.
Al momento de denunciar un delito ante autoridades, estas solicitarán evidencias de lo ocurrido, por lo que Lisandro Morales recomienda guardar las pruebas (objetos, prendas, incluso comida) en un sobre de papel manila para que no sufra ninguna alteración.
“Otra acción importante que pueden hacer las víctimas es tomar una nota de voz con los hechos. Esta debe responder a las preguntas básicas de cómo y cuándo, y servirá para narrar lo ocurrido ante el Ministerio Público”, agrega el abogado.
Con el fin de atender estas situaciones, el gobierno de México habilitó números telefónicos para que, en el caso de una emergencia, la asistencia de autoridades sea pronta y efectiva. Entre estos destacan el 911, que atiende emergencias de manera general, y el 088, que canaliza directamente con la policía federal.
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La denuncia de un delito se realiza ante el Ministerio Público —autoridad encargada de investigar los hechos—, el cual tiene diversas unidades dentro de su estructura, entre ellas, las fiscalías especializadas que se enfocan en un tipo de delito específico, como los electorales y las desapariciones de personas.
Al momento de realizar una denuncia, la persona debe dirigirse a la autoridad correspondiente de acuerdo con la entidad en la que reside y al tipo de delito del que fue víctima—de fuero común o federal.
Por ejemplo, si la víctima vive en la Ciudad de México puede denunciar en cualquier agencia del Ministerio Público, las cuales están directamente conectadas con la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX). Pero, en el caso de que viva en otra entidad, tendrá que dirigirse con la fiscalía estatal correspondiente.
Para denunciar delitos del fuero común como robos, fraudes, lesiones y homicidios, la víctima debe acudir a la Fiscalía General de Justicia Estatal o a la procuraduría de la entidad. Mientras, los delitos como narcotráfico y delincuencia organizada —considerados federales— se denuncian ante delegaciones u oficinas de la Fiscalía General de la República (FGR).
Para fomentar la cultura de denuncia en México se crearon las modalidades anónima y en línea. Si la denuncia se realiza vía internet, la víctima debe proporcionar su nombre, dirección, teléfono y correo electrónico. Y si acude presencialmente, es necesario presentar una identificación oficial con fotografía.
En cambio, si la denuncia es anónima, la víctima solo deberá narrar detalles sobre los hechos. No es necesario proporcionar su nombre ni datos de contacto; incluso, puede realizarla a través de la línea telefónica 089 o en portales en internet que garantizan el anonimato.
“En todos los tipos de denuncia es importante describir lo ocurrido lo más detallado posible: cuándo, dónde, quién y qué ocurrió. La víctima también debe especificar la fecha y hora del suceso o si se utilizó un arma blanca”, detalla Lisandro Morales.
Pero también existen casos en los que el Ministerio Público se niega a abrir una carpeta de investigación. Para facilitar el reporte de estas irregularidades, Impunidad Cero pone al servicio de la ciudadanía un directorio que acumula los contactos de las visitadurías de cada fiscalía de la república mexicana y de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de cada entidad.
Las visitadurías son los órganos internos de cada fiscalía que se encargan de vigilar, recibir quejas y sancionar el actuar de las y los funcionarios que trabajan en instituciones como el Ministerio Público, explica Claudia Morales, coordinadora de Impunidad Cero, y añade que “son muy útiles porque regulan a las y los agentes frente a las autoridades”.
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El artículo 7 del Código Penal Federal determina que un delito es cualquier acción o inacción que está prohibida y castigada por la ley penal mexicana. Y, en consecuencia, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) considera como víctima a la persona física o colectiva que ha sufrido un daño por un delito o una violación de derechos humanos.
Para proteger la seguridad, integridad y el ejercicio de los derechos de las víctimas, el gobierno federal publicó el 9 de enero de 2013 en el Diario Oficial de la Federación (DOF) la Ley General de Víctimas.
“En su momento, esta ley fue muy paradigmática para efectos de acompañamiento durante los procesos de denuncia y se complementó con el Código Nacional de Procedimientos Penales, cuando integró y desarrolló una serie de derechos para las víctimas en su artículo 108: víctima u ofendido”, recuerda en entrevista Leslie Jiménez, abogada penal.
Impulsada por la crisis de violencia en el país y el movimiento social que exigía el reconocimiento de las víctimas, esta ley destaca que la reparación del daño no es solo económica, sino que incluye medidas de restitución, crea la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y garantiza el acceso gratuito a un abogado o abogada desde el primer momento de la denuncia.
Gracias a esta norma, el Estado mexicano tiene la responsabilidad de proporcionar recursos prácticos como asesorías gratuitas, acompañamiento psicológico, atención jurídica y líneas de emergencia para las víctimas.
Sin embargo, denuncia Claudia Morales, “las autoridades deberían enfocarse en salvaguardar la reparación del daño de las víctimas, priorizando cuestiones de asesoría jurídica o atención psicoemocional, además de preservar el presupuesto asignado para las CEAV”.
“Aunque existen estas normas, en la práctica no son muy evocadas; cuando las personas acuden a denunciar un delito no es común que les mencionen que la Ley General de Víctimas las protege. Existe desde hace años y es poco conocida por operadores y víctimas”, destaca Leslie Jiménez.
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Leslie Jiménez, Lisandro Morales y Claudia Morales coinciden en que el sistema de denuncia en México funciona, pero no es eficaz. Factores como la poca participación de la ciudadanía, el rebasamiento de trabajo de las autoridades investigadoras, el poco personal y la escasa capacitación con enfoque de derechos humanos entorpecen este proceso.
Destacan que, aunque se han dado pasos grandes para fomentar la cultura de denuncia como la modalidad en línea, el proceso presencial continúa siendo muy lento e incluso las autoridades carecen de insumos para realizar investigaciones. Pese a ello, llaman a la ciudadanía a denunciar si fueron o son víctimas de un delito.
“Nadie va a perseguir un delito del que no se tiene conocimiento”, afirma Lisandro Morales. “Más allá de qué tan eficaz es la justicia en el país, no denunciar significa fomentar la impunidad y, de cierta forma, volverse cómplice”.
Claudia Morales asegura por su parte que la denuncia tiene dos grandes efectos, además de la justicia para la víctima: la detección de patrones respecto a los delitos para generar políticas de prevención y la identificación de los ministerios públicos que tienen más incidencia delictiva para destinar mayor presupuesto a estas agencias.
“Denunciar es importante porque no solo permite a las víctimas tomar poder y decisión sobre lo que les ocurrió, sino que también ayuda a aspectos de estadística en el país. Es recomendable hacerlo para efectos de iniciativa, combatir la ‘cifra negra’ de impunidad y, en los casos en los que la persona imputada es ubicada, que la víctima acceda a la justicia y a la reparación del daño”, concluye la abogada penal Leslie Jiménez.
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El perdón otorgado por el presidente de EU al exmandatario hondureño condenado por traficar toneladas de cocaína contrasta con su defensa de la mano dura al narco en la región.
Donald Trump, el presidente de Estados Unidos que asegura combatir los carteles de drogas en América Latina, liberó de la cárcel a alguien condenado por liderar todo un “narcoestado” en la región.
Juan Orlando Hernández, el expresidente de Honduras que cumplía una pena de 45 años de prisión en EE.UU. por narcotráfico, recibió un perdón oficial de Trump el lunes por la noche y quedó en libertad, según varias fuentes.
La Oficina Federal de Prisiones de EE.UU. señala en su sitio web que Hernández dejó el mismo lunes la cárcel de Hazelton en West Virginia, donde cumplía su sentencia emitida el año pasado.
“Mi esposo Juan Orlando Hernández VOLVIÓ a ser un hombre libre, gracias al perdón presidencial otorgado por el Presidente Donald Trump”, escribió la esposa del exmandatario hondureño, Ana García, en su cuenta de la red social X el martes.
Trump había anticipado su decisión el viernes, mientras su controvertida ofensiva militar contra presuntos traficantes de drogas en América Latina suma al menos 83 muertos en ataques a barcos en aguas del Caribe y el Pacífico.
El presidente afirmó el martes que EE.UU. empezará además a realizar “ataques por tierra” que podrían dirigirse a Venezuela o a cualquier país que considere produce o vende drogas ilegales a EE.UU.
Su gobierno sostiene que esas acciones letales son legales, en defensa de estadounidenses que podrían ser envenenados por drogas ilícitas.
Pero algunos expertos advierten que los ataques a civiles pueden constituir ejecuciones extrajudiciales e ilegales, y otros sospechan que el propósito de EE.UU. es presionar al presidente venezolano Nicolás Maduro para que deje el poder.
Varios analistas, e incluso miembros del Partido Republicano de Trump, ven una paradoja entre esas acciones de mano dura y el indulto a alguien que ayudó a meter más de 400 toneladas de cocaína en EE.UU., según los propios fiscales de este país.
“Realmente crea una incoherencia: vemos usar la fuerza letal contra presuntos traficantes de nivel bajo y medio en el mar” y “a un jefe de Estado condenado por posibilitar las mismas rutas (de drogas) ser tratado de forma muy diferente”, señala Rebecca Bill Chavez, presidenta de Diálogo Interamericano, un centro de análisis regional en Washington.
“Esto hace que la misión antinarcóticos, o al menos su narrativa, parezca mucho más selectiva y motivada por razones políticas”, dice a BBC News Mundo quien fuera subsecretaria de Defensa de EE.UU. para el Hemisferio Occidental entre 2013 y 2016.
Las pruebas presentadas contra Hernández en una corte federal de Nueva York el año pasado alcanzaron para que el jurado lo declarara culpable por unanimidad.
De hecho, el juicio a JOH (como también se lo denomina por sus iniciales) fue una suerte de radiografía de lo que los fiscales definieron como un “narcoestado” latinoamericano en pleno siglo XXI.
Si bien siendo presidente hondureño entre 2014 y 2022 Hernández se mostraba como aliado de Washington, en privado hablaba de “meter la droga a los gringos en sus narices”, según uno de los testigos del caso.
El mismo testigo, un excontador hondureño que se presentó con nombre ficticio y protegido por el gobierno de EE.UU., relató que vio a Hernández recibir maletines de dinero del narco Geovanny Fuentes Ramírez.
Alexander Ardón, otro hondureño que estaba preso por narcotráfico, testificó que financió campañas de Hernández y que con la ayuda del poder hondureño movió toneladas de cocaína en sociedad con criminales como Joaquín “El Chapo” Guzmán, líder del cartel de Sinaloa condenado a cadena perpetua en EE.UU.
Según Ardón, “El Chapo” entregó US$1 millón a la campaña presidencial del exmandatario en 2013 a través de Tony Hernández, un exdiputado hermano de Juan Orlando que también cumple cadena perpetua en EE.UU. por narcotráfico.
La droga cruzaba Honduras por tierra, aire y mar rumbo a EE.UU., con carreteras pavimentadas por el gobierno en zonas remotas para facilitar su traslado, pistas de aterrizaje y puertos estratégicos controlados por narcos, y fuerzas de seguridad del Estado que en realidad protegían las cargas ilícitas.
En el juicio también hubo indicios de cómo la violencia se disparó en Honduras hasta tener la mayor tasa de homicidios del mundo en la década pasada, según datos de las Naciones Unidas.
Devis Leonel Rivera, un exlíder del grupo criminal hondureño Los Cachiros que también está preso en EE.UU., testificó haber sobornado a Hernández y cometido 78 asesinatos según su propia cuenta.
Hernández se ha declarado inocente desde que fue acusado por EE.UU. y extraditado a Nueva York en 2022 hasta ahora.
En una carta que envió a Trump en octubre, sostuvo que fue víctima de una “persecución política” por parte del anterior gobierno estadounidense de Joe Biden.
“Como usted, fui atacado imprudentemente por fuerzas radicales de izquierda que no podían tolerar el cambio, que conspiraron con narcotraficantes y recurrieron a acusaciones falsas”, señala la misiva del expresidente hondureño divulgada por medios estadounidenses.
Luego del indulto, Trump dijo sentirse “muy bien” por su decisión y se refirió al proceso contra Hernández como “una horrible caza de brujas” del gobierno de Biden.
Hernández “era el presidente, y había algunas drogas siendo vendidas en su país, y como él era el presidente fueron a por él”, afirmó Trump en declaraciones a la prensa el martes.
Sin embargo, exfuncionarios del gobierno de Biden como su consejero de seguridad nacional para América Latina, Juan González, han indicado que buena parte de la investigación fiscal de EE.UU. sobre Hernández ocurrió durante el primer mandato de Trump (2017-2021).
El anuncio del indulto a Hernández levantó cuestionamientos de la oposición demócrata y dentro del propio partido republicano.
“¿Por qué indultaríamos a este tipo y luego perseguimos a Maduro por traficar con drogas en Estados Unidos?”, preguntó el senador republicano Bill Cassidy en X el domingo.
Otro senador republicano, Thom Tillis, sostuvo que el indulto a Hernández “es un mensaje horrible”.
“Es confuso decir, por un lado, que deberíamos potencialmente incluso considerar invadir Venezuela por el tráfico de drogas y, por otro lado, dejar ir a alguien”, declaró Tillis a periodistas el martes.
Trump acusa a Maduro de liderar uno de los grupos latinoamericanos de narcotráfico que ha designado como “terroristas”, el Cartel de los Soles, algo que el mandatario socialista venezolano rechaza y considera un pretexto para intentar derrocarlo.
Washington considera a Maduro un presidente ilegítimo y, durante una reciente conversación telefónica que tuvo con él, Trump le dio a un ultimátum para dejar Venezuela antes del viernes pasado, según medios estadounidenses.
Desde el inicio de los ataques militares contra presuntos traficantes de drogas en el Caribe en septiembre, varios expertos advierten que la droga ilegal más peligrosa que llega a EE.UU. es el fentanilo que nunca se produjo masivamente en Sudamérica.
Christopher Sabatini, investigador principal para América Latina de Chatham House, un influyente centro de análisis británico, cree que para Trump esto “no se trata en realidad de una guerra contra las drogas”.
“Si así fuera, estaría dirigiendo sus fuerzas a otra parte y, obviamente, no estaría indultando a un expresidente condenado por facilitar la entrega de hasta 400 toneladas de cocaína a Estados Unidos”, dice Sabatini a BBC Mundo.
“Se trata de partidismo. Se trata de aliados. Y lo que es más importante”, agrega, “se trata de forzar a otros gobiernos de la región para que le apoyen”.
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