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No hay claridad sobre cifra de Jóvenes Construyendo el Futuro que obtienen empleo
No hay claridad sobre cifra de Jóvenes Construyendo el Futuro que obtienen empleo
Foto: Cuartoscuro
7 minutos de lectura

No hay claridad sobre cifra de Jóvenes Construyendo el Futuro que obtienen empleo

De acuerdo con Coneval y los datos del 2021, la cifra sería de tres de cada diez jóvenes consiguiendo empleo con el programa.
15 de diciembre, 2022
Por: Frasua Esquerra
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El presidente Andrés Manuel López Obrador presume que la mitad de los egresados del programa Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF) “se han quedado a trabajar en las empresas, en los comercios, en los talleres en donde se forman y les dan la capacitación”.

Así lo dijo en su Cuarto Informe de gobierno; sin embargo, no hay indicadores precisos sobre los jóvenes contratados desde 2019, año al que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) hizo referencia cuando advirtió que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) no acreditó contar con métricas e indicadores para determinar en qué medida se incrementó la empleabilidad de las y los jóvenes capacitados en el programa.

Desde el inicio del sexenio, la STPS ha ido cambiando las metas e indicadores del programa, según explicaron funcionarios de Coneval, y en el año del que hay cifras más sólidas, 2021, el dato fue de 35.4% de aprendices egresados que concluyeron su capacitación y que declararon en el cuestionario de salida haber adquirido su “primera experiencia en una actividad productiva”.

Es decir, tres de cada 10, y no la mitad de los aprendices, como planteó el mandatario, sin tener además más detalles sobre qué tipo de empleo pudo significar esta “primera experiencia”, durabilidad y tipo de contratación.

Ante cuestionamientos puntuales vía Transparencia, la Secretaría del Trabajo ha rechazado tener reportes estadísticos propios sobre el número de jóvenes contratados (solicitud 330027122001150), aduciendo que dicha “narrativa” de obtención de empleo no se ajusta al objetivo general del programa, que es “incluir en actividades productivas a jóvenes de 18 a 29 años que no estudian ni trabajan”.

La dependencia sólo remite a un estudio que realizó con la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami), en el cual, con datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2020, se identificó lo ocurrido con 859 personas que participaron en JCF.

Dicho análisis proyectó que “durante los meses en que se levantó la encuesta, salieron del programa 139,353 jóvenes, de los cuales 64,428 encontraron trabajo, es decir, encontraron empleo el 46.2%”.

Los beneficiarios del programa, agrega el estudio, “tuvieron una empleabilidad del doble, si los comparamos con jóvenes que no eran parte del programa. En otras palabras, 5 de cada 10 jóvenes encontraron trabajo después de ser JCF”.

Esto coincide con lo dicho por el presidente. Sin embargo, en el documento de la Comisión se acotaron varios puntos sobre esas cifras.

Por ejemplo, que “la medición de impacto en el empleo tiene varias limitaciones al utilizar los datos de la ENIGH. El primero es que la encuesta sólo tiene información para seis meses durante 2020, es decir, se les pregunta a los hogares si recibieron ingresos por participar en el programa, si reciben ingresos laborales, entre otros tipos de ingresos. Sólo si se observa que en este periodo un joven beneficiario salió del programa (dejó de recibir el ingreso), se puede medir el impacto que pudo tener su participación”.

Y también que “analizar sólo seis meses es una restricción muy fuerte. Puede ocurrir que un beneficiario salga del programa en el mes tres y no encuentre trabajo en los próximos tres meses; si encuentra trabajo en el cuarto mes, no se refleja en el análisis. También existe la otra posibilidad, que un joven encuentra trabajo inmediatamente saliendo del programa y que en meses después sea despedido, esto tampoco se refleja en el análisis. No es posible corregir este sesgo, pero la medición de impacto nos da un panorama indicativo de los efectos del programa”.

En el documento del Cuarto Informe de Gobierno, la Secretaría del Trabajo refirió que entre el 1 de septiembre de 2021 y el 30 de junio de 2022, el número de jóvenes beneficiados con el programa alcanzó la cifra de 776 mil 656 beneficiarios.

Y en ese mismo periodo, con base en el cuestionario de egreso que responden los aprendices que concluyen satisfactoriamente sus 12 meses de capacitación, se supo que “al menos 32 mil 061 jóvenes egresados se colocaron en un empleo”.

Sin embargo, en el Tercer Informe de Gobierno no se encontró un indicador similar, que permitiera hacer comparaciones.

Indicadores cambiantes 

De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el porcentaje de aprendices egresados de JCF que adquirieron su primera experiencia en una actividad productiva mediante su participación en el Programa (respecto del total de aprendices egresados) fue de 35.4% en el 2021, de una meta planeada para ese año de 41.03%.

Los resultados se derivan de 69 mil 025 aprendices egresados que concluyeron su capacitación y declararon en el cuestionario de salida haber adquirido su primera experiencia en una actividad productiva mediante su participación en JCF, de 195 mil aprendices egresados que respondieron el cuestionario de salida en el año.

Este indicador estratégico es de reciente creación, pues apenas fue establecido por la Unidad del Programa Jóvenes Construyendo el Futuro de la STPS al haber sido registrado durante el ejercicio fiscal 2021.

El Sabueso consultó a José Manuel Silva Cabrera, director ejecutivo de Monitoreo de Políticas y Programas Sociales, y a Hugo Acuña Cruz, director de Monitoreo de Programas Sociales, ambos del equipo de monitoreo del Coneval, para comprender los indicadores del programa.

“Dentro de las áreas de oportunidad que detectamos para este programa es la claridad, no hay claridad en cuanto a qué significa un aprendiz egresado… ha sido muy dinámico este programa, porque tenía ciertos indicadores en 2019 que ahora ya no existen”, señaló Hugo Acuña Cruz.

En esto coincidió José Manuel Silva, refiriendo que “muy pocos indicadores son los que se han mantenido a lo largo de al menos tres años”.

En el documento de Evaluación de Diseño del Programa Jóvenes Construyendo el Futuro 2019-2020 se señaló que no existía una “definición operativa de las categorías empleabilidad e inclusión social, su uso en la enunciación del Fin genera incertidumbre sobre las contribuciones que se espera tener con el programa”.

Mientras que en julio de este año el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados en la nota informativa Alcances del programa jóvenes construyendo el futuro 2019 – 2022, concluyó: “La pregunta que queda por responder es: qué porcentaje de la población que se ha capacitado a través del programa pudo efectivamente incorporarse a un trabajo formal, es decir, si se logró la inclusión laboral y, por tanto, social reduciendo su fenómeno de marginación”.

La meta planeada para 2022 era originalmente que el 32.4% de los jóvenes que participaran en el programa lograran su primera experiencia en una actividad productiva; sin embargo, hubo un ajuste reciente, para colocar la meta en 46.79%, según la página de Transparencia Presupuestaria de la Secretaría de Hacienda.

De nuevo, cifra cercana a la planteada por el presidente López Obrador, aunque aún no se difunde el nivel de cumplimiento de dicha meta. El Sabueso pidió esta cifra a la Secretaría del Trabajo, pero hasta la publicación de esta nota no habían respondido.

Objetivos y presupuesto 

De acuerdo con el gobierno federal, JCF “vincula a personas de entre 18 y 29 años de edad, que no estudian y no trabajan, con empresas, talleres, instituciones o negocios donde desarrollan o fortalecen hábitos laborales y competencias técnicas para incrementar sus posibilidades de empleabilidad a futuro”.

El programa JCF dice beneficiar a la población que ha enfrentado dificultades para incorporarse en el mercado del trabajo, dando prioridad a jóvenes que viven en contextos de marginación alta o muy alta.

Sin embargo, de acuerdo con el reporte “Consideraciones para el proceso presupuestario 2023”, elaborado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), el PJCF cumple “medianamente” con la no discriminación.

De acuerdo con el mismo reporte, JCF resuelve “ligeramente” el derecho a la seguridad social y “fuertemente” el tener un ingreso. Ya que durante la capacitación, de hasta por un año, los jóvenes reciben “un apoyo mensual y un seguro médico contra enfermedades, maternidad y riesgos de trabajo”.

El monto de la beca mensual otorgada a los jóvenes beneficiarios del programa equivale al salario mínimo y correspondió a 3 mil 600 pesos en el 2019, 3 mil 748 pesos en el 2020, 4 mil 310 en 2021 y 5 mil 258.13 en el 2022.

Del 2019 al 2022, para el PJCF, se ha aprobado un presupuesto de 107 mil millones 253 pesos, mientras que, del 2019 al 2021 se ha ejercido un total de 69 mil 299 millones.

La meta del programa, anunciada a inicios del sexenio, fue la de capacitar 2.3 millones de personas. Este año la STPS ya alcanzó esa meta, con un acumulado de 2 millones 320 mil 569 beneficiarios, y Luisa María Alcalde, secretaria del Trabajo y Previsión Social, ha anunciado que la meta se ampliará a más de 3 millones.

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Imagen BBC
La foto de la madre a la que entregaron el cuerpo de su bebé en una caja de cartón y la crisis de salud de Ecuador
10 minutos de lectura

El sistema de Salud de Ecuador está en crisis y los analistas estiman que tuvo mucho que ver en la derrota electoral del presidente Daniel Noboa en su consulta popular.

22 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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A Yawa Sumpa Puar Alexandra, de la comunidad indígena achuar, le entregaron el 29 de noviembre el cuerpo de su bebé en una caja de cartón. La niña de solo un mes había ingresado por un problema respiratorio la noche anterior en el Hospital General de Macas, en la provincia ecuatoriana de Morona Santiago, y en unas pocas horas falleció.

La plantilla médica recomendó a la mamá buscar un ataúd, pero sola, a cientos de kilómetros de su comunidad y sin hablar bien español, su situación era de total desamparo. Aunque salió en busca de ayuda, como no llevaba dinero, tuvo que volver al hospital.

Ahí se encontró con el improvisado féretro que tuvo que cargar primero al parque principal de Macas donde salen las camionetas y los autobuses a Taisha, y luego las tres horas de viaje hasta esa ciudad de donde despegan las avionetas hacia la zona donde vive su comunidad, en plena Amazonía ecuatoriana.

“¿Cómo es posible que le dejen marchar así, con un bebé muerto en un cartón? Es doloroso ver cómo la manera en que nos tratan los médicos. Es indignante y muy triste porque somos humanos”, dice a BBC News Mundo el miembro comunidad achuar de Kaiptach que auxilió a la madre en un primer momento y tomó la fotografía.

Fue la municipalidad de Taisha la que finalmente la ayudó con un ataúd y con el vuelo de regreso a su comunidad.

“Es la familia la que tiene que traer el ataúd. El hospital no te la da. Eso es así en todo el país. Pero es verdad que sí son los encargados de hacer la gestión para pedir una donación a los municipios o a las prefecturas. Y para eso los hospitales tienen un área de trabajo social”, le cuenta a BBC Mundo Christian Sánchez Mendieta, periodista del diario El Mercurio.

El equipo de este diario había viajado en abril pasado a Morona Santiago después de que 10 niños murieran por leptospirosis, una enfermedad que se transmite por medio de las heces y orinas de roedores, pero con pronóstico favorable para el paciente si se le administran antibióticos.

“Son poblaciones que tienen costumbres completamente diferentes y viven en condiciones insalubres, pero siento que hay una especie de racismo contra ellos”, añade Sánchez Mendieta.

La caja de cartón cerrada con cinta y con un mensaje en azul que dice
Foto cedida por la comunidad Kaiptach
La caja de cartón cerrada con cinta y con un mensaje en azul que dice “Trátese con cuidado”.

“Dada la gravedad de este hecho se han dispuesto las gestiones correspondientes para la sanción al personal involucrado en esta irregularidad”, informó el Ministerio Público de Salud luego de que se difundiera públicamente la foto de la madre y la caja con el cuerpo de su hija.

Pero la imagen tomada en Taisha, que levantó una oleada de indignación en todo Ecuador, se convirtió en un ejemplo dramático de una situación que supera las fronteras de la provincia de Morona Santiago: la crisis en la salud pública ecuatoriana.

Un tema político

El 16 de noviembre, 13 días antes de la muerte de esta niña en Macas, hubo una consulta popular en la que el presidente Daniel Noboa planteó cuatro preguntas a los ecuatorianos. En los cuatro interrogantes -que iban desde la convocatoria a una Asamblea Constituyente hasta el regreso de bases militares extranjeras al país- la gente dijo “No”.

El revés de Noboa sorprendió porque el mandatario gozaba de un nivel de popularidad del 52,7%, según una encuesta realizada por la empresa Cedatos en octubre, y porque ocho meses antes había logrado su reelección en una segunda vuelta con más del 55% de los votos.

Otra de las sorpresas fue una de las causas mencionadas al interior de Ecuador para explicar esta derrota: en un país acostumbrado casi exclusivamente a hablar de las crisis de inseguridad y de las muertes violentas, se mencionó la crisis de salud.

Mapa de la Amazonía ecuatoriana
BBC

El desabastecimiento de medicinas y todo tipo de materiales médicos había llegado a niveles críticos a finales de septiembre, afectando incluso a medicamentos considerados básicos como la insulina, la morfina, la amoxicilina y fármacos contra el cáncer.

La situación obligó al gobierno de Noboa a declarar el estado de emergencia en el Instituto Ecuatoriano de Seguro Social (IESS) -el que utilizan los trabajadores que contribuyen con su salario al sistema público- y en el Ministerio de Salud.

Solo en los últimos 20 meses, el país ha tenido cinco ministros de Salud, y tras esta inusual rotación, la cartera recae ahora en la vicepresidenta de la República, María José Pinto.

Una de las principal quejas del presidente de la Federación de Nacional de Médicos del Ecuador, Santiago Carrasco, es precisamente la falta de liderazgo técnico y la mala gestión derivada de la falta de conocimiento del sector de los dirigentes.

BBC Mundo se puso en contacto la presidenta de la Comisión del Derecho a la Salud y Deporte de la Asamblea Nacional del Ecuador, Diana Blacio, de partido gobernante, pero no obtuvo respuesta.

“El presupuesto para salud ha sufrido recortes significativos: de US$3.219 millones en 2023 bajó a US$2.959 millones en 2024 y a US$2.798 millones en 2025”, explica a BBC Mundo María Verónica Iñiguez Gallardo, asambleísta por la provincia de Loja.

Según datos del Banco Mundial, en 2021 y 2022 también se redujo el monto destinado a los recursos relacionados con la operación y mantenimiento del sistema sanitario. Esto incluye salarios de personal, compra de medicamentos e insumos, servicios básicos (luz, agua), mantenimiento de instalaciones, y administración.

Es decir, los costos para que los hospitales, clínicas y programas de salud funcionen día a día, sin incluir grandes inversiones en infraestructuras nuevas

Pero para Iñiguez Gallardo, lo más alarmante es la ejecución de esos fondos: “Hasta julio de 2025, solo se había utilizado el 34,6% del presupuesto de inversión, lo que significa que hospitales y centros de salud operan con recursos mínimos”.

Estantes casi vacíos

La asambleísta de Revolución Ciudadana, el principal partido de la oposición liderado por el expresidente Rafael Correa, indica que “el desabastecimiento de insumos y medicamentos es generalizado en todo el país. En septiembre, los hospitales públicos reportaban apenas un 45% de abastecimiento de medicamentos”.

Iñiguez Gallardo indica que, por ejemplo, en los hospitales Monte Sinaí y del Guasmo, los dos centros de salud más grandes de Guayaquil, la capital económica del país, la falta de insumos esenciales alcanzó el 80%.

“En otro hospital de Guayaquil, el Hospital Universitario, 18 recién nacidos murieron tras contraer infecciones asociadas a la atención sanitaria, producto de la reutilización de cánulas contaminadas, insumos cuyo costo es mínimo (US$1 aproximadamente)”, recuerda la asambleísta.

Juan, nombre ficticio de un especialista del Hospital General Monte Sinaí que no quiere ser identificado, describe la precariedad con la que trabajan desde hace un año:

“Si alguien se va a operar al hospital, tiene que traer todo. Faltan agujas, cánulas, hilos de sutura, sedantes, analgésicos. A veces no hay ni algodón o sábanas en las camas. Tenemos guardias de 24 horas pero ya no hay donde comer en el hospital porque a la gente de la cantina hace meses que no le pagan”.

“Ni siquiera podemos hacer exámenes de laboratorio, análisis de sangre, son servicios que prácticamente no funcionan por falta de pago”, le cuenta a BBC Mundo y añade:

“Como faltan muchas medicinas, las familias se ven obligadas a acudir a chulquero (prestamista) y tomar dinero con tasas de interés extremadamente altas y abusivas. O hacen eso o se les muere el familiar. La crisis de salud se extiende a todo el tejido social. Va más allá de la sanidad”.

BBC Mundo trató de contactar el Ministerio de Salud Pública porlos canales oficiales pero tampoco logró que alguien respondiera a estas acusaciones.

Una ambulancia sale del Hospital Universitario de Obstetricia y Pediatría de Guayaquil, donde las autoridades investigan la muerte de 12 recién nacidos
Getty Images
La fiscalía abrió una investigación en el Hospital Universitario de Guayaquil tras la muerte en poco tiempo de varios neonatos.

Otros pacientes que sufren estos días la escasez de medicamentos son los que necesitan diálisis o quienes padecen diabetes y necesitan una dosis diaria de insulina.

En Guayaquil, el 28 de noviembre, hubo una movilización para denunciar el desabastecimiento de insulina, que según diversas asociaciones se ha agudizado desde 2023 y que afecta tanto a farmacias privadas como públicas.

“Si me preguntas cómo hemos llegado a esta situación, creo que se debe tal vez a una mala gestión desde el Estado al hacer la provisión de las compras”, explica Lucía Mantilla, presidenta de la Fundación Diabetes Juvenil de Ecuador.

“Los diabéticos necesitan insulina todos los días. No es algo que puedas ponerte un día sí y otro no. Y ahora mismo, los miembros de la asociación nos cuentan que tienen que recorrer varias farmacias para encontrar un vial, que a veces lo reparten en dos días o tres”.

“Cuando un paciente diabético no se inyecta insulina esto puede derivar en valores altos de glucosa, que se puede transformar en una cetoacidosis. La cetoacidosis necesita una intervención hospitalaria y si no son atendidos, en el caso extremo pueden caer en un coma diabético”, agrega.

Desde la pandemia

Para varios expertos consultados, la pandemia de COVID-19 -que se ensañó especialmente con Guayaquil- aceleró el colapso del sistema.

“Hubo despidos de miles de profesionales de la salud y salieron a la luz varios casos de corrupción en la compra de insumos médicos”, cuenta Iñiguez Gallardo.

“La pandemia tuvo un gran impacto en Ecuador. Solo hay que recordar los ataúdes en las calles. El país implementó un sistema en el que reservó los hospitales públicos para atender el Covid y derivó al sector privado la atención del resto de patologías”, afirma Marcelo Bortman, ex especialista en Salud del Banco Mundial.

La fórmula suponía transferencias de fondos de los servicios públicos a las clínicas privadas para pagar la factura.

María José Pinto saludando desde una ventana a sus seguidores.
Getty Images
La cartera del Ministerio de Salud recae ahora en la vicepresidenta de la República, María José Pinto.

“Para que un sistema de salud sea fuerte, tiene que tener recursos humanos adecuados, estructura y el financiamiento suficiente. Obviamente los hospitales tienen que tener equipamiento y eso es cada vez más caro por la tecnología”, plantea Bortman y añade:

“La mayor parte de los de los presupuestos que tienen los sectores de salud en el mundo son en general para funcionamiento, pero no hay para mantenimiento ni para mejoras. Y con los años, si esas inversiones faltan, los servicios se van deteriorando y las capacidades también”.

Alta sin operación

El diario El Mercurio reportó estos días la historia de un paciente de 22 años ingresado en el Hospital José Carrasco Arteaga desde hace más de 20 días en la ciudad de Cuenca. Féliz Aurelio Suqui se cayó de un montacargas a 15 metros de altura mientras trabajaba.

Según el informe médico tiene entre otras cosas politraumatismo, es decir, muchos huesos rotos -incluidas tres vértebras-, y neumotórax (un colapso en los pulmones). Está en estado grave.

Cómo no hay materiales para la cirugía que necesita, el hospital sugiere darle el alta y que espere en casa los insumos para la operación que necesita.

Yawa Sumpa sigue al hombre de su comunidad que la lleva a descansar. El cadáver de la niña fue ingresado en la morgue de Taisha
Foto cedida
El gobierno municipal de Taisha donó a Yawa Sumpa el dinero para comprar un ataúd.

Pero si la situación es mala en las ciudades, es peor en las zonas rurales.

“Los puestos de auxilio y los puestos de medicina general son muy poquitos en las zonas rurales. Hay que caminar cuatro horas por la selva. Son construcciones de madera que casi no tienen los elementos básicos”, describe el periodista Sánchez Mendieta.

A esto hay que añadir que los médicos en las áreas remotas “son casi siempre recién egresados de la universidad que están haciendo un año de medicina comunitaria”, expone Pablo Ponce, director del colectivo Violín Rojo, una asociación que trabaja con comunidades indígenas en Ecuador. En concreto, Ponce vive desde hace 5 años con los Achuar.

“Pero lo que se necesita es tener médicos contratados, especialistas, un médico general, un pediatra. En los puestos de salud de la zona no existe la forma de hacer un examen de sangre. No hay una garantía de electricidad”, argumenta.

Ese sistema, que deja las zonas rurales lejos de la zona de reparto de insumos o aleja a los especialistas fue la razón por la que Yawa Sumpa tuviera que llevar a su bebé al Hospital de Macas.

Y cuando creyó que la atención médica salvaría a su hija, se encontró con una crisis del sistema que solo le dejó una caja de cartón en las manos.

Línea gris de separación
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