
Desde 2008 se aplica en México la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) a las niñas de 12 a 16 años, pero en 2012 esta dosis se incluyó en el esquema de vacunación obligatorio para las niñas de quinto de primaria y 11 años no escolarizadas.
David Kershenobich, secretario de Salud, anunció que la campaña de vacunación contra el VPH 2025 termina el 19 de diciembre y tiene el objetivo de vacunar a 2.5 millones de niñas y niños.
El VPH es un grupo de 200 virus relacionados y transmitidos por el contacto de la piel durante las relaciones sexuales. Estos virus se dividen en dos tipos: los de bajo riesgo, que generalmente causan verrugas y lesiones, y los de alto riesgo, que generan varios tipos de cáncer en cuello uterino, pene, vagina, ano, vulva y orofaringe.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos aseguran que el VPH no tiene síntomas. Mientras, el Instituto Nacional del Cáncer explica que el virus desaparece en la mayoría de los casos sin que la persona sepa que tuvo el virus, ya que el sistema inmune puede controlar las infecciones y lo elimina del cuerpo en el transcurso de uno a dos años.
Rodrigo Romero Feregrino, coordinador general de la Asociación Mexicana de Vacunología, afirma que los síntomas del VPH se pueden presentar solo cuando ya existen las lesiones o verrugas y cuando el virus ya está en una etapa avanzada, e incluso puede haber sangrado o dolor.
El especialista indica que si alguien ya contrajo el virus lo primero que debe hacer es revisar si existen lesiones y si son cancerígenas o precancerígenas para eliminarlas de forma quirúrgica o por crioterapia.
No obstante, si el virus ya está en una etapa avanzada, especialmente en mujeres, no hay tratamiento y solo se les da seguimiento.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó en 2024 que en Latinoamérica el 16 % de las personas, especialmente mujeres, mueren a causa del cáncer cervicouterino causado por el VPH.
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La vacuna del VPH tiene como objetivo que el sistema inmunológico reconozca algunas cepas de la infección. Funciona introduciendo una forma inofensiva de la proteína del virus, lo que hace que que nuestro organismo sea capaz de detectarla y combatirla.
Hay tres tipos comunes de vacunas para la prevención y se denominan según el número de tipos de VPH que abarcan:
Romero Feregrino menciona que actualmente solo está disponible la nonavalente debido a la evolución de serotipos, por lo que esta vacuna se considera la mejor al ofrecer más protección.
Se recomienda que se aplique en la preadolescencia, desde los nueve a los 16 años, ya que por lo general a esa edad aún no se ha iniciado una vida sexual.
Según el Manual MSD –libros de consulta para médicos–, los tres tipos de vacunas protegen 70 % de los especímenes que provocan cáncer, pero solo las nonavalentes y cuadrivalentes cubren 90 % las especies de VPH que provocan verrugas genitales.
La OMS establece que se puede vacunar a una persona desde los nueve hasta los 26 años, según el esquema de vacunación de cada país, y la aplicación puede ser de una sola dosis.
Inicialmente, la vacuna solo se aplicaba a las niñas y mujeres, pero a raíz del aumento acelerado de casos de cáncer en hombres por VPH, con incidencia en los tipos 6, 11, 16 y 18, se comenzó a recomendar que los varones también fueran vacunados.
En 2006, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos aprobó la vacuna tetravalente en hombres, y la Asociación Médica Mundial invita a los gobiernos desde 2013 a hacer conciencia sobre la importancia de vacunar a la población de uno y otro sexo y de esa manera recomendar la vacunación, detección y tratamiento de rutina, independientemente del nivel socioeconómico, cultural o religioso.
“Si hombres y mujeres están vacunados, se disminuye la transmisión y, por lo tanto, la infección. Si yo me vacuno, no me puedo infectar y entonces, aunque mi pareja o parejas sexuales no estén vacunados, yo no las puedo contagiar”, afirma Romero Feregrino.
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En México, los lineamientos de vacunación contra el papiloma humano determinan que deben vacunarse las niñas de quinto de primaria o que tengan 11 años, con una sola dosis de 0.5 mililitros de manera intramuscular en el brazo no dominante.
El país no vacunaba a los varones de manera gratuita en las campañas contra el virus del papiloma humano, pero a partir de 2025 empezó con la aplicación a los niños de 11 años.
El Sistema de Salud Pública aplica la vacuna Gardasil 9, que contiene tecnología ADN recombinante que pone material genético viral a una levadura de subunidad para la replicación de las proteínas del virus y que después purifica y reensambla en partículas con estructura similar al virus.

Si no te aplicaste la vacuna entre los 11 y 16 años, también puedes aplicarla después. La Sociedad Americana contra el Cáncer recomienda que quienes nunca han recibido la vacuna y tengan entre los 13 y 26 años deben acudir a vacunarse lo antes posible, mientras que la página de Nemours KidsHealth menciona que, si una persona adulta hasta los 45 años nunca recibió la vacuna, puede hacerlo, pero debe ser con el consentimiento de un médico para determinar si sí es candidata a vacunarse o no.
En los lineamientos generales de vacunación en México está establecido que no se aplicará la vacuna si se rebasó los 16 años a menos de que el paciente sea una persona con VIH o que se encuentre en protocolo de atención por violación sexual.
Si no se aplicó durante la preadolescencia, se tiene que buscar comprarla en clínicas privadas que estén registradas ante la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). El precio de la vacuna dependerá de la clínica y se recibirán tres dosis, con un periodo de 0-2-6 meses después de la primera aplicación.
La OMS y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) han hecho un llamado mundial desde 2020 e implementaron la Iniciativa para la Eliminación del Cáncer Cervicouterino, la cual se enfoca en la vacunación, tamizaje y tratamiento, buscando que todos los países alcancen la meta antes del 2030 para eliminar el cáncer cervicouterino en el próximo siglo.
Esta iniciativa consta de un plan llamado 90-70-90. Lo que quiere decir que 90 % de las niñas estén completamente vacunadas contra el VPH antes de los 15 años, 70 % de las mujeres sean examinadas mediante una prueba de detección de alta precisión antes de los 35 años y a los 45 y que 90 % de las mujeres con lesiones precancerosas y con cáncer invasivo reciban tratamiento.

Si usaste una cámara digital a principios de la década de los 2000, es muy probable que se hayan borrado capítulos enteros de tu vida. Una generación de fotos ha desaparecido en discos duros dañados y sitios web inactivos.
Para mi 40 cumpleaños, les pedí a mis amigos y familiares un regalo: fotos mías de mis veintipocos. Mi colección de fotos de esa época —aproximadamente de 2005 a 2010— es terriblemente escasa.
Hay un espacio en blanco entre mis álbumes de fotos impresas de la universidad y mi carpeta de Dropbox con las instantáneas de mis primeros años como madre. Lo único que pude encontrar de aquellos años fue un puñado de fotos de baja resolución de mí en un bar haciendo algo raro con las manos.
¿Y el resto? Quedaron atrás debido a una computadora muerta, cuentas de correo electrónico y redes sociales inactivas y un mar de pequeñas tarjetas de memoria y memorias USB perdidas en el caos de múltiples mudanzas internacionales. Es como si mis recuerdos no fueran más que un sueño.
Resulta que no soy la única. A principios de la década de los 2000, el mundo experimentó una transición repentina y drástica de la fotografía analógica a la digital, pero tardó un tiempo en encontrar un almacenamiento fácil y fiable para todos esos nuevos archivos.
Hoy en día, tu smartphone puede enviar copias de seguridad de tus fotos a la nube en cuanto las tomas. Muchas fotos capturadas durante la primera ola de cámaras digitales no tuvieron la misma suerte. A medida que la gente cambiaba de dispositivo y los servicios digitales prosperaban y decaían, millones de fotos desaparecieron en el proceso.
Hay un agujero negro en el registro fotográfico que se extiende por toda nuestra sociedad. Si tenías una cámara digital en aquel entonces, es muy probable que muchas de tus fotos se perdieran al dejar de usarla.
Incluso ahora, los archivos digitales son mucho menos permanentes de lo que parecen. Pero si tomas las medidas adecuadas, no es demasiado tarde para proteger tus nuevas fotos del mismo olvido.
Este año se celebra el 50º aniversario de la fotografía digital. La primera cámara digital era un dispositivo descomunal y poco práctico que parecía más bien una “tostadora con lente”, como explica su inventor Steve Sasson a la BBC.
Pasaron décadas antes de que se convirtieran en un producto de consumo viable, pero todos mis conocidos tenían una cámara digital a principios de la década de los 2000.
Tomamos miles de fotos y las compartimos en álbumes online con nombres como “¡Martes por la noche!” o “Viaje a Nueva York – parte 3”. ¿Seguro que alguien de mi círculo tenía estas fotos 20 años después? Cuando pregunté, resultó que muy pocos las tenían. Todos acumulaban los mismos problemas que yo. ¿Cómo podía haber tan poco de una época tan llena de fotos?
Al observar nuestra relación con las fotos, el período 2005-2010 se percibe como un microcosmos de la Era de la Información. Es toda una vida de innovación, disrupción y acceso condensada en un lapso de cinco años en la cronología de la historia humana.
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El año 2005 fue un buen momento para ser un usuario de cámaras digitales. Ese año, el auge digital arrasó con las ventas de cámaras de película, según datos de la Asociación de Productos de Cámara e Imagen (Cipa).
La feroz competencia redujo el precio de las cámaras digitales compactas básicas lo suficiente como para que se compraran por impulso. La calidad de las cámaras mejoró rápidamente, lo que dio a algunos consumidores una excusa para actualizar sus compactas una o incluso dos veces al año.
Piensa en esto: durante un siglo, la fotografía personal fue un proceso lento y deliberado. Tomar fotos requería dinero. Cada rollo de película ofrecía un número limitado de fotos. Y si querías ver tus fotos, tenías que dedicar tiempo a revelar la película o pagar a un laboratorio para que hiciera el trabajo, y luego repetir el proceso si querías copias.
Sin embargo, a partir de 2005, todas esas barreras se derrumbaron en un abrir y cerrar de ojos. Pronto, los consumidores producían millones de fotos digitales al año. Pero lo que parecía una época de abundancia fotográfica fue, en realidad, un momento de extrema vulnerabilidad.
“[Los consumidores] desconocían lo que no conocían”, afirma Cheryl DiFrank, fundadora de My Memory File, una empresa que ayuda a sus clientes a organizar sus bibliotecas de fotos digitales. “La mayoría de nosotros no nos tomamos el tiempo necesario para comprender a fondo las nuevas tecnologías. Simplemente descubrimos cómo usarlas para hacer lo que necesitamos hoy… y el resto lo resolvemos después”.
La gente no lo sabía en ese momento, dice DiFrank, pero no pudieron “averiguar el resto más tarde”.
La memoria del consumidor promedio se encontraba dispersa de forma precaria en una amplia gama de tecnología portátil de primera generación, susceptible a pérdidas, robos, virus y obsolescencia: cámaras, tarjetas SD, discos duros, memorias USB, cámaras Flip Cam, CDs y una maraña de cables USB que funcionaban con algunos dispositivos, pero no con otros.
Al mismo tiempo, las laptops comenzaban a superar a las computadoras de escritorio por primera vez en la historia. La gente podía almacenar y ver fotos exclusivamente en sus laptops, un dispositivo que, por desgracia, también era más fácil de romper o extraviar.
Las ventas de cámaras digitales se dispararon en 2005, alcanzaron su punto máximo en 2010 y luego se desplomaron, según la Cipa. El iPhone de Apple se lanzó en 2007, y pronto los teléfonos móviles revolucionaron por completo la incipiente explosión de las cámaras digitales. Los consumidores adoptaron rápidamente la nueva tendencia fotográfica, a menudo sin detenerse a proteger las fotos que ya habíamos tomado.
El dolor de perder fotos es personal para Cathi Nelson. En 2009, le robaron de casa su ordenador y su disco duro externo de respaldo. Ante la falta de almacenamiento en la nube accesible en ese momento, perdió gran parte de los recuerdos de su familia para siempre. Es irónico, ya que Nelson se gana la vida ayudando a otras personas a recuperar sus fotos desaparecidas.
Ese mismo año, Nelson fundó The Photo Manager”, una organización de miembros para organizadores profesionales de fotos digitales. Para entonces, las colecciones de fotos ya estaban tan desordenadas que se despertó una enorme demanda de ayuda profesional, afirma. “La gente está abrumada por las opciones, la tecnología y los datos”, escribió Nelson en un informe técnico que detallaba el problema.
Los miembros de The Photo Managers ayudan a sus clientes con el “agujero negro” de 2005-2010 constantemente. “Lo veo una y otra vez, todo el asunto del ‘agujero negro’ digital”, dice Caroline Gunter, miembro del grupo. “Hubo un período, desde principios de la década de 2000 hasta 2013, en el que era muy difícil para la gente organizarse y se perdían fotos”.
Nelson, Gunter y otros miembros de The Photo Managers dicen que recuperan fotos pixeladas de bebés de teléfonos Nokia plegables, recuperan fotos de CDs de fotos y lidian con el servicio de atención al cliente en sitios web de álbumes de fotos en línea como Snapfish o Shutterfly.
“Nuestros miembros siempre dicen que es el único trabajo que hacen en el que la gente llora cuando les devuelven todo”, dice Nelson.
Al mismo tiempo, se produjo otro cambio radical: el intercambio gratuito de fotos online. No solo teníamos la capacidad de generar millones de fotos, sino que también podíamos compartirlas con toda la humanidad, de una forma que parecía mucho más permanente de lo que realmente era.
En 2006, la plataforma de redes sociales MySpace era el sitio web más popular de Estados Unidos y, para muchos, se convirtió en el servicio predilecto para compartir y almacenar fotos. Pero su reinado duró poco.
Facebook se lanzó en 2004 y, para 2012, contaba con más de 1.000 millones de usuarios. Pronto, MySpace cayó en el olvido, dejando atrás innumerables fotos y otros recuerdos digitales.
En 2019, MySpace anunció que 12 años de datos se habían borrado en un fallo accidental del servidor. La compañía afirmó que “todas las fotos, vídeos y archivos de audio” publicados antes de 2016 se habían perdido para siempre, toda una generación de imágenes perdidas en el tiempo.
Sin embargo, MySpace no era el único centro para almacenar fotos. Kodak, Shutterfly, Snapfish, la cadena de farmacias Walgreens y muchas más apostaron por los servicios de fotografía en internet.
Los clientes obtenían galerías de fotos online gratuitas, y las empresas podían generar ingresos mediante impresiones y regalos. Al principio, el modelo fue un éxito rotundo. Shutterfly, por ejemplo, salió a bolsa en 2006 con una oferta pública de venta de acciones de gran repercusión que recaudó US$87 millones.
El resto de lo que sucedió queda para los libros de historia y para los estudios de casos de las escuelas de negocios. Kodak, por ejemplo, se declaró en quiebra (aunque la empresa resurgió tiempo después).
Shutterfly adquirió todas las fotos de la Galería Kodak EasyShare, pero mi propia experiencia demuestra que no fueron buenas noticias para mis fotos. Para transferir mis fotos de Kodak EasyShare a Shutterfly, necesitaba vincular ambas cuentas, una tarea que nunca completé a pesar de los múltiples correos electrónicos de Shutterfly instándome a hacerlo.
Los correos electrónicos de marketing de la empresa prometían a los clientes que Shutterfly nunca las eliminaría. Tiempo después, inicié sesión en mi cuenta y descubrí que las fotos estaban archivadas y eran inaccesibles.
Un portavoz de Shutterfly afirma que mi historia es conocida y que la empresa hizo todo lo posible para ayudar a los clientes con la transición a Kodak. Sin embargo, lamentablemente, algunas fotos se volvieron irrecuperables con el tiempo.
Shutterfly aún conserva algunas fotos, pero la empresa no las entrega. Según un portavoz, no se puede acceder, descargar ni compartir las fotos almacenadas en Shutterfly a menos que se compre algo cada 18 meses. Puedo usar esas fotos para crear un producto como un calendario de fotos que Shutterfly me vende con gusto, pero no puedo tener mis archivos a menos que haga compras regulares. Casi siento que mis recuerdos están secuestrados.
“Lo que la gente no comprende es que uno de los mayores gastos de los negocios en línea es el almacenamiento”, afirma Karen North, profesora de la Facultad de Comunicación Annenberg de la Universidad del Sur de California. “Había tanto entusiasmo por las nuevas tecnologías que no se prestó atención real —y mucho menos atención pública— a la necesidad de un modelo de negocio sostenible”.
En la década de los 2000, el costo del almacenamiento digital era considerablemente mayor que en la actualidad. El almacenamiento en la nube externo para empresas apenas comenzaba a surgir en ese momento, y muchas compañías tenían que construir y operar sus propios servidores, lo que suponía un gasto enorme.
Los consumidores producían millones de fotos digitales, pero a largo plazo, las empresas en línea no podían permitirse almacenarlas, afirma North.
“A principios de la década de los 2000, se creía que si subías algo a internet, debía ser gratis”, dice North. “Todos vivíamos nuestras ‘segundas vidas’ gratis. Gmail era gratis. Ahora, al recordarlo, piensas en cómo una pequeña cuota de suscripción a Kodak, o a cualquiera de estos sitios, podría haber protegido nuestros recuerdos”.
En cambio, ahora los clientes pagan un precio diferente: todas esas fotos que se cargaron y compartieron rápidamente (pero no se imprimieron ni se hizo una copia de seguridad en un disco duro externo) entre 2005 y 2010 están gravemente comprometidas.
“Estamos maravillados con todo esto que nos dan gratis”, dice Sucharita Kodali, analista de mercado minorista de Forrester Research. “Nadie se pregunta: ‘¿Qué pasará en cinco o diez años?’. Perdimos por completo nuestro pensamiento crítico porque estábamos deslumbrados por el internet gratuito”.
Las soluciones actuales de almacenamiento de fotografías pueden parecer más permanentes, pero expertos como Nelson dicen que aún existen los mismos riesgos.
“Psicológicamente, la gente no entendía la diferencia entre los datos digitales y una fotografía física”, dice Nelson. “Creemos que estamos viendo una fotografía real. Pero no es así. Estamos viendo un montón de números”. Puedes tener una imagen en la mano, pero los datos están a un clic de desaparecer.
“Todo se reduce a la redundancia”, dice Nelson. “Corremos un riesgo mucho mayor que cuando las fotos simplemente se imprimían”. Si los consumidores dependen demasiado de la nube, el destino de sus fotos está en manos de una empresa que podría quebrar o decidir borrarlas todas.
“O mi ejemplo del robo de un disco duro externo, que pensé que era la copia de seguridad ideal”, añade Nelson. “Por eso la redundancia es clave”.
Los administradores de fotos se adhieren a la regla del “3-2-1” para el almacenamiento de fotografías. Según esta lógica, siempre deberías tener tres copias de cada foto: dos almacenadas en diferentes medios (como la nube y un disco duro externo) y una copia guardada en una ubicación física separada (como un disco duro externo en casa de un familiar). Es la mejor protección contra fallas tecnológicas y desastres naturales.
Aprendí ese mensaje a las malas. Hoy, guardo todas las fotos que me envían por SMS o correo electrónico en mi dispositivo, que se respalda automáticamente en Google Fotos. Una vez al mes, hago una copia de seguridad de Google Fotos en mi disco duro externo.
También es buena idea editar tus fotos a diario. Sentir que tienes una cantidad manejable de fotos significa que es más probable que tengas el control. “El volumen [de fotos] ahora mismo es una locura”, dice Gunter. “La selección de fotos es lo que está metiendo a la gente en problemas, porque no tienen tiempo. Simplemente siguen acumulando el desorden”.
En cuanto a mi 40 cumpleaños, recibí algunas joyas que nunca había visto. Yo con un corte de pelo increíblemente corto, el extraño futón que no pudimos vender y lo abandonamos en la acera, los azulejos de un baño que ya no existe, bolsos enormes e innecesarios. Incluso descubrí un video granulado de mi perro grabado con un teléfono plegable mientras se oye a un amigo diciendo que estaba enamorado de “un chico cualquiera”, el mismo con el que se casó 15 años después.
Hay algo que sabemos ahora y que desconocíamos entonces: las redes sociales, o cualquier servicio online, podrían no ser guardianes fiables de nuestras fotografías. Somos los únicos que podemos asumir la verdadera responsabilidad de nuestros recuerdos y mitigar los riesgos asociados.
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