Para entender mejor
La presidenta Claudia Sheinbaum afirmó en sus conferencias del 6 y 12 de junio que el Banco Mundial (BM) reconoció que “11 millones de mexicanos salieron de la pobreza durante el periodo del presidente López Obrador, del 2018 hasta 2022”, tras una “reevaluación de su metodología”. Sin embargo, los datos recopilados por ese organismo y las estimaciones a las que aludió la mandataria no corresponden a ese periodo ni a se elaboraron con datos definitivos.
Es verdad que el BM actualizó en junio la metodología para medir la pobreza. Pero con este cambio, y de acuerdo con la base de datos que usa el Banco, la cantidad de personas en pobreza en México –medida con la línea internacional para países de ingreso medio-alto ubicada en 8.30 dólares al día– pasó de 44.01 millones en 2018 a 35.22 millones en 2022.
Esta reducción se traduce en 8.79 millones de personas menos en situación de pobreza y no de 11 millones como afirmó la presidenta.
En su análisis, el Banco Mundial ha atribuido parte de la reducción en la pobreza a mejoras en el mercado laboral, incluyendo los incrementos al salario mínimo, que para ese periodo pasó de 88.36 a 172.87 pesos diarios, es decir, un crecimiento de 95.6%.
Por otra parte, el organismo también pronostica un ligero aumento en el número de personas pobres entre 2024 y 2025: de 33 a 33.6 millones, es decir, alrededor de 638 mil personas más.
Pronóstico de personas en pobreza del Banco Mundial.
La actualización en la metodología responde principalmente a la adopción de nuevas Paridades del Poder Adquisitivo (PPA) de 2021 y a la revisión de las líneas nacionales de pobreza. De acuerdo con el organismo, esta nueva medida refleja con mayor precisión los costos de cubrir necesidades básicas en distintos países, lo que elevó los umbrales internacionales de pobreza.
Con la actualización, el Banco Mundial ajustó al alza las tres líneas internacionales de pobreza que utiliza:
La medición del Banco Mundial se basa exclusivamente en el ingreso per cápita diario. Quienes no alcanzan un mínimo definido en dólares —según el nivel de ingreso del país— se consideran en situación de pobreza. Este enfoque no contempla otras dimensiones como el acceso a la salud, educación o vivienda, como solía hacerlo la medición nacional del extinto Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
En el caso de México, el gobierno ha usado estas cifras para presumir una disminución de la pobreza más pronunciada que la registrada por otras fuentes. En 2024, por ejemplo, se presumió una supuesta reducción de 9.5 millones de personas en situación de pobreza con base en datos del Banco Mundial.
No obstante, esa cifra estaba basada en estimaciones y usaba una línea de pobreza distinta (6.85 dólares diarios, PPA 2017), lo que arroja una disminución mayor en términos absolutos.
Cuando se aplica el umbral más estricto del Banco Mundial (2.17 dólares diarios), entre 2018 y 2022 la reducción fue de apenas 800 mil personas.
Además, el cálculo oficial del Banco Mundial publicado en 2024 indica que entre 2018 y 2022 la pobreza se redujo en 7.9 millones de personas. Si se amplía el periodo hasta 2024, la cifra acumulada llegaría a 9.2 millones, no 9.5 millones como presumió el gobierno el año pasado.
En contraste con la medición basada en ingresos, México contaba hasta 2024 con una fuente oficial que evaluaba la pobreza desde un enfoque multidimensional: el Coneval.
Este organismo medía la pobreza combinando el ingreso con seis dimensiones de carencia social: rezago educativo; acceso a servicios de salud; acceso a seguridad social; calidad y espacios de la vivienda; acceso a servicios básicos en la vivienda; acceso a la alimentación nutritiva y de calidad.
Con esta metodología, el Coneval reportó que entre 2018 y 2022 la población en situación de pobreza disminuyó de 51.9 millones (41.9%) a 46.8 millones (36.3%), es decir, 5.1 millones de personas menos. Esta reducción se atribuyó principalmente a la recuperación económica tras la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, en el mismo periodo la pobreza extrema aumentó de 0.1% para quedar en 7.1% de la población, lo que equivale a un incremento de unas 400 mil personas (de 8.7 a 9.1 millones).
Desde la desaparición del Coneval, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) asumió la responsabilidad de generar los datos sobre pobreza multidimensional. Se espera que las cifras correspondientes a 2024 se publiquen en el transcurso de este año.
De acuerdo con el doctor Rodolfo de la Torre, director de movilidad social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, la medición de la pobreza es “en parte una selección de criterios” y “en parte procesamiento de información estadística”. Aunque distintas instituciones pueden proponer formas alternativas de medir la pobreza, hasta hace poco sólo había una medición oficial en México: la que realizaba el Coneval.
La principal diferencia entre las metodologías radica en el tipo de pobreza que miden. Mientras el Banco Mundial se enfoca en la capacidad monetaria de los hogares, la medición multidimensional busca reflejar un panorama más amplio del bienestar. Esta diferencia metodológica explica por qué las estimaciones del Banco Mundial muestran una reducción más pronunciada que las cifras del Coneval.
Muchas personas no son conscientes de los riesgos, limitaciones y engaños publicitarios detrás de los suplementos que prometen curarlo todo.
Desde colágeno en polvo hasta gomitas para la inmunidad, los suplementos están en todas partes: en nuestros mensajes de Instagram, en los estantes de los supermercados y llenando el botiquín de nuestros baños. Se comercian como curas rápidas contra los males de la saludo modernos, con la promesa de darnos mejor sueño, piel reluciente, mayor concentración y hasta más longevidad.
Como nutricionista, frecuentemente me preguntan si los suplementos valen su costo, y la respuesta es: depende. Basado en lo que afirman online, creerías que pueden curar casi todo.
Mientras que algunos suplementos sí cumplen un papel valioso bajo ciertas circunstancias, suelen ser malentendidos y frecuentemente sobre promocionados. Sin embargo, muchas personas no están conscientes de los riesgos, limitaciones y trucos publicitarios detrás de las marcas.
Aquí planteo 5 cosas que me gustaría que la gente supiera antes de comprar suplementos.
Si puedes obtener un nutriente de tu dieta, eso casi siempre es la mejor opción.
La Agencia de Normas Alimentarias de Reino Unido define un suplemento alimenticio como un producto “destinado a corregir deficiencias nutricionales, mantener una ingesta adecuada de ciertos nutrientes, o apoyar funciones fisiológicas específicas”.
En otras palabras, los suplementos están ahí para ayudar tu dieta, no reemplazar los alimentos reales.
Los alimentos integrales proporcionan mucho más que nutrientes aislados. Por ejemplo, pescado graso como el salmón no solamente provee grasas omega-3, sino también proteína, vitamina D, selenio o otros compuestos beneficiosos. Estos interactúan de maneras que no entendemos completamente y sus efectos combinados son difíciles, si no imposibles, de replicar con suplementos.
Los científicos han tratado de aislar los “ingredientes activos” de frutas y vegetales para recrear sus beneficios en pastillas, pero sin éxito. Las ventajas parecen venir del alimento completo, no de un solo compuesto.
Dicho eso, hay circunstancias en las que los suplementos son necesarios. Por ejemplo, el ácido fólico se recomienda antes y después del embarazo para reducir el riesgo de defectos en los tubos neurales del feto.
La vitamina D se recomienda durante los meses de invierno cuando la luz del sol es limitada. Las personas que siguen una dieta vegana podrían necesitar vitamina B12, que es la que más se encuentra en productos animales.
Es mucho más fácil tomar demasiado de un suplemento que sobrepasarse con la comida. A corto plazo, eso puede generar efectos secundarios como náusea o diarrea. Pero a largo plazo, el sobreconsumo puede tener consecuencias severas.
Muchas personas toman suplementos durante años sin saber si los necesitan o cuántos son demasiado. Vitaminas solubles en grasa como la A, D, E y K se almacenan en el cuerpo en lugar de ser excretadas.
Demasiada vitamina D, por ejemplo, puede producir una acumulación de calcio, que puede dañar los riñones y el corazón, así como debilitar los huesos. Dosis altas de vitamina A pueden causar daños al hígado, defectos de nacimiento durante el embarazo y una disminución de la densidad ósea.
Incluso las vitaminas solubles en agua pueden causar problemas, ya que se ha vinculado el sobreuso a largo plazo de la vitamina B6 con daños a los nervios.
Como la mayoría de las personas no revisan regularmente sus niveles de nutrientes en la sangre, muchas veces no se dan cuenta de que algo anda mal hasta que aparecen los síntomas.
Si pasas unos minutos online probablemente verás suplementos promocionados como “fortalecedores del sistema inmune”, “naturales”, o “desintoxicantes”. Estas palabras pueden sonar convincentes, pero no tienen ninguna definición científica. Son términos de mercadeo.
La agencia que controla las normas de la publicidad en Reino Unido (ASA, por sus siglas en ingles) tiene reglas sobre cuántas atribuciones de la salud pueden hacer, incluyendo en las redes sociales. Pero hacerlas cumplir es difícil, especialmente con el mercadeo de influenciadores y programas afiliados.
Las estrategias de mercadotecnia conocidas como marketing multinivel (MLM) añaden más complejidad. Los vendedores, que suelen no tener capacitación médica ni científica, promueven los productos en base a anécdotas personales en lugar de evidencia.
Aunque ASA provee guías específicas de cómo los vendedores de MLM pueden promocionar los suplementos, estas reglas son frecuentemente ignoradas, y raramente impuestas y suelen escurrirse entre brechas reguladoras, lo que da lugar a unas atribuciones verdaderamente extraordinarias.
El mercado global de suplementos está avaluado en más de US$100.000 millones. Como cualquier gran industria, sus metas son crecimiento y ganancias. Eso influye en cómo los productos son desarrollados y comerciados. Si un suplemento realmente funcionara, sería recomendado por médicos, no influenciadores.
Algunos suplementos están respaldados con evidencia, pero estos tienden a ser menos llamativos que otros, como el hierro o la vitamina D.
Muchos otros son publicitados con afirmaciones que van mucho más allá de lo que los estudios demuestran y frecuentemente son promovidos por personas que no tienen capacitación formal en nutrición o cuidado de la salud.
Que estén disponibles sin receta médica no significa que un suplemento es seguro. Aún cuando los productos estén etiquetados como “naturales” pueden reaccionar con medicamentos o causar daño.
La hierba de San Juan, usada algunas veces para levantar el ánimo, puede tener efectos secundarios peligrosos si se toma con algunos antidepresivos, anticonceptivos o fármacos para la presión arterial.
La vitamina K puede interferir con anticoagulantes como la Warfarina. El hierro de dosis alta puede producir problemas digestivos y afectar cómo algunos antibióticos son absorbidos.
Muchos suplementos no han sido puestos a prueba en términos de seguridad para personas embarazadas. Se sabe que otros, como la vitamina A de dosis alta, puede ser perjudicial durante el embarazo y ser traspasada a través de la leche materna.
Si estás embarazada, lactando, tomando medicamentos o lidiando con una condición de salud, habla con un farmacéutico, médico general o dietista antes de empezar a tomar un nuevo suplemento.
Los suplementos pueden ayudar a la salud cuando hay una necesidad específica, pero no son un remedio universal. Antes de gastar dinero en un producto que promete mucho, hazte esta pregunta: ¿Realmente lo necesito o no sería mejor gastar el dinero en comida saludable?
*Rachel Woods es catedrática senior de la Universidad de Lincoln. Su artículo original fue publicado en The Conversation, cuya versión en inglés puedes leer aquí
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