El presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que “México es hoy el país del mundo con menos desempleo” y que en el país “los salarios se han incrementado a más del doble”. Sin embargo, ambas afirmaciones son falsas.
Aunque la OCDE indica que México y Japón tienen las tasas de desempleo más bajas, este indicador sólo considera a los 38 países miembros de la organización. Sin embargo, en el mundo hay al menos 193 países reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El Banco Mundial, una institución financiera internacional que también mide el desempleo entre sus 189 países miembros, indica que -con los datos más recientes al 2023- 29 países tenían una tasa de desempleo menor a la de México. En esta medición, con una tasa de desempleo de 2.8, el país empata con países como El Salvador y Birmania.
Países como Qatar (0.1), Tailandia (0.9), Baréin (1.2), Omán (1.5), República Checa (2.6), Corea del Sur (2.6) y los Emiratos Árabes Unidos (2.7) se ubicaron con una tasa de desempleo inferior a la mexicana.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), otra institución que compara la tasa de ocupación a nivel global, en su última Base de datos de Perspectivas de la economía mundial con datos de abril de este año, posicionó a México y a Hong Kong en el lugar número 10 de entre los 99 países para los que existen datos recientes.
Esta medición reportó que países como Tailandia (1.1), Singapur (1.9), Malta (2.5) o República Checa (2.6), tenían una menor tasa de desempleo que la mexicana.
No obstante, es importante mencionar que en México el desempleo ha ido a la baja en los últimos años. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) la tasa de desocupación en junio de este año fue del 2.7%, el punto más bajo desde el 2006 y la mitad del 5.4% que establece la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para el continente americano.
Aunque también hay que apuntar que la mayor parte de la población ocupada trabaja en la informalidad. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 32 millones de personas trabajan sin cobertura de protección social y carecen de prestaciones relacionadas con el empleo. Esta cifra representa el 54.3% de la fuerza laboral total en el país.
El presidente López Obrador también afirmó en la conferencia matutina que en México “los salarios se han incrementado a más del doble”, pero esto también es falso. De acuerdo con datos de la ENOE, del 2018 al 2024 los salarios promedio en México han aumentado, en términos reales, un 14%.
Mientras que en el cuarto trimestre del 2018 un trabajador del sector formal percibía en términos reales 6 mil 907 pesos mensuales, para el primer trimestre del 2024 su salario promedio aumentó a 7 mil 878 pesos, lo que representa un aumento en su salario de tan solo el 14% y no de más del 100%, como afirma el presidente.
Este mismo porcentaje de aumento se da en el sector informal. Mientras que en el último trimestre del 2018 un trabajador de este sector percibía en promedio 4 mil 100 pesos reales al mes, en el primer trimestre del 2024 su salario fue de 4 mil 680 pesos.
Un aumento mayor ha sido el que se ha dado en el salario mínimo.
De acuerdo con la ENOE, 18.3 millones de trabajadores ―formales e informales― ganan hasta un salario mínimo. Mismos que se han visto beneficiados directamente de los aumentos al que se han dado en el sexenio de López Obrador.
Mientras que en 2018 el salario mínimo era de 88.3 pesos (116.7 a pesos del 2024) actualmente ya asciende a los 248.9 pesos, lo que representa un aumento de 181% en términos reales.
De acuerdo con datos de la OCDE, entre los miembros que conforman la organización México es el país en el que las personas trabajan el mayor número de horas, pero en el que se recibe el menor salario.
Mientras que en Japón —el país que tiene junto con México la menor tasa de desempleo entre los países de la OCDE— se gana en promedio 42 mil 118 dólares al año, en México apenas 20 mil 090 dólares.
Los votantes que le dieron la victoria quieren ver precios bajos como los que había antes de la pandemia. Y aunque la inflación actual de EE.UU. es de solo 2,4%, la rabia persiste. ¿Qué está pasando?
Una de las causas del triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos fue la preocupación de los votantes por el estado de la economía.
Y puede resultar paradójico si se analiza el estado global de la principal economía del mundo.
“La economía, estúpido”, es el lema que refleja en la política estadounidense que son las finanzas las que deciden las elecciones en el país.
Y si nos atenemos a eso, podríamos haber pensado que triunfaría Kamala Harris como heredera de la economía del gobierno de Joe Biden.
Al fin y al cabo, el nivel de crecimiento, el desempleo en mínimos históricos, el haber evitado la recesión que muchos temían y una inflación de apenas un 2,4% podrían parecer indicadores muy positivos. Y lo son.
Pero estas elecciones reflejaron casi como ninguna otra la brecha entre las buenas cifras de la macroeconomía y la economía familiar de las personas, preocupadas por la inflación que creció durante la pandemia y que en los últimos años ha provocado un alza de precios que se mantiene, aunque su incremento ya se haya mitigado.
El gobierno de Biden tuvo que lidiar con los efectos económicos de la pandemia de 2020 y de la crisis energética desatada por la invasión de Rusia en Ucrania en febrero de 2022 y de acuerdo a los datos económicos, lo hizo bien.
Pero los números muestran una realidad que la gente no ve reflejada en su vida diaria.
“Aquí se paga US$5 por una docena de huevos. Antes costaba US$1”, comenta Samuel Negrón, un puertorriqueño de la ciudad de Allentown, en Pensilvania.
En ese estado, uno de los más decisivos en la contienda electoral, los demócratas ganaron en 2020, pero perdieron en las últimas elecciones.
“Es simple en realidad. Nos gustaba cómo eran las cosas hace cuatro años”, le dice Negrón a la BBC.
Trump supo capitalizar esa brecha entre los números y la percepción personal de la economía que muchos estadounidenses sentían al pagar en la caja del supermercado o la renta de su vivienda.
Estados Unidos tuvo la recuperación post-pandémica más fuerte dentro del Grupo de los Siete (conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), según los datos del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).
En los cuatro años del gobierno de Biden, el PIB real creció a una tasa anual promedio de 3,2%, un resultado considerado por economistas de distintos colores políticos como un logro importante en medio de las vicisitudes que impuso el contexto internacional.
Una de las principales banderas de los demócratas durante la campaña electoral fue el récord de creación de empleo en este mandato: casi 16 millones de puestos de trabajo nuevos.
Y siguiendo con el mercado laboral, el desempleo -que rondaba el 7% cuando Trump dejó la presidencia- hoy está en 4,1%, considerado un muy buen nivel para la economía estadounidense.
En 2023 el desempleo incluso alcanzó su nivel más bajo en 54 años.
El gasto de los consumidores creció a una tasa anual del 3,7%, el nivel más alto en casi dos años. Eso quiere decir que pese al malestar con el costo de la vida, la gente sigue comprando. Y aunque el endeudamiento de los hogares aumentó a partir del 2021, su ritmo se desaceleró este año.
En cuanto a la inflación interanual, con las cifras disponibles hasta septiembre, ésta aumentó un 2,4% en los últimos 12 meses, muy cerca del nivel óptimo de 2% que se ha fijado el país.
Para comparar, la Unión Europea tiene una inflación anual del 2,1%.
Y en el mismo período, los salarios estadounidenses crecieron casi el doble que la inflación, al subir un 4,6%
Pero entonces, ¿cómo se explica la desconexión entre las buenas cifras macroeconómicas y el malestar de la gente?
Pese a las buenas cifras, una gran parte de los estadounidenses está decepcionado. Y el malestar tiene su origen, en la mayoría de los casos, en el aumento de los precios durante los últimos cuatro años.
Una parte de la explicación se puede ver en este gráfico que muestra cómo la inflación subió cerca de un 20% bajo el mandato de Biden.
Y aunque el 2,4% de inflación es un nivel bajo o moderado, los precios siguen estando más caros desde que la pandemia comenzó en febrero de 2020.
Sólo un 6% de los 400 productos monitoreados por la Oficina de Estadísticas Laborales está más barato hoy que entonces.
Y aunque los sueldos aumentaron casi en la misma proporción (sin que se perdiera poder adquisitivo), lo que quedó en la retina de los consumidores fue la gigantesca escalada en los precios en los últimos cuatro años.
En contraste, las cosas estuvieron comparativamente bastante bien para el bolsillo de los estadounidenses bajo el mandato de Trump (2017-2021).
La inflación acumulada en sus cuatro años de gobierno fue de un 7,8% (frente al 20% de los años de Biden), mientras que los salarios subieron casi el doble.
Don Leonard, académico de la Universidad de Ohio, plantea en diálogo con BBC Mundo que las preocupaciones de los estadounidenses sobre la economía no son un mero problema de percepción.
Su argumento es que al menos 20 millones de hogares estadounidenses tienen buenos motivos para estar desilusionados.
“Esos hogares han sufrido un dolor económico real que no es tan fácil de detectar en los datos económicos oficiales”, sostiene. “No es solo un sentimiento pesimista injustificado”.
Leonard dice que al trabajar con promedios, se crea un “un sesgo” que no permite mostrar lo difícil que es la vida diaria de los estadounidenses de menores ingresos, que gastan mucho más (como porcentaje de sus ingresos), en vivienda, alimentos o salud.
El segmento salarial en el que Trump logró mayor ventaja respecto a Kamala (53% frente a 45%) fue el que va entre US$30.000 y US$49.000
Y muchos demócratas, en tanto, insisten en que la frustración de la gente no está justificada.
Sin embargo, hay una gran parte de la población, dice Leonard, que no califica para recibir asistencia del gobierno, pero tiene dificultades económicas en su vida diaria. “No es que estén hipnotizados, lo están pasando mal”.
Algunos analistas creen que en la derrota demócrata fue fundamental la narrativa, es decir, que la campaña no supo comunicar bien los logros económicos del gobierno de Biden y plantear, a partir de ahí, un camino prometedor.
El malestar con la economía también ha estado influido por el alto costo del crédito.
Frente al máximo inflacionario de 9,1% en junio de 2022, el mayor en 40 años, la Reserva Federal (equivalente a un banco central) inició una agresiva política de aumento de tasas de interés que ayudó a ir reduciendo la inflación, pero afectó las finanzas personales.
Los estadounidenses, acostumbrados a vivir con crédito, sufrieron el impacto del aumento en las tasas de interés a la hora de comprar un auto, pagar las tarjetas o conseguir una hipoteca.
Muchos se sintieron acorralados entre la inflación y las tasas de interés, votando finalmente por el cambio. Las tasas sólo empezaron a bajar poco antes de la elección sin dar tiempo a que se refleje en los bolsillos de los votantes.
Y ese es otro elemento a tener en cuenta, dicen algunos analistas políticos.
La crisis generada por la pandemia y la guerra en Ucrania le pasó la cuenta a varios gobiernos que buscaban la reelección y perdieron ante un electorado cansado de los problemas económicos que han afectado sus finanzas personales.
“¿Estás mejor ahora o hace 4 años?”, les preguntaba Trump a los votantes en la campaña en busca de su apoyo. Muchos percibieron que ahora están peor a pesar de lo que digan las cifras macroeconómicas.
Y votaron por un cambio a la espera de que se refleje también en los precios que ven en los supermercados, la gasolinera o el pago de la renta.
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