El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que, con la desaparición de los órganos autónomos, “se ahorrarían unos 100 mil millones de pesos al año”. Pero es falso, ya que el presupuesto 2024 de los siete órganos previstos en el paquete del llamado plan C suma 4 mil 534 millones, apenas un 4.5% de la cifra que mencionó el mandatario.
Y si consideramos que el presidente aseguró que no se despedirá a los trabajadores de dichos órganos, al desaparecerlos o transferir sus funciones, el supuesto ahorro sería aún menor, ya que salarios y prestaciones (Servicios Personales) representaron el 63% de su presupuesto el año pasado.
El paquete de reformas que impulsa y promueve el presidente López Obrador prevé la desaparición del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE), el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), la Comisión Reguladora de Energía (CRE), la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) , el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) y la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU).
La propuesta destaca que las funciones de estos organismos “serán absorbidas por las dependencias responsables de cada ramo” y que se respetarán “los derechos de sus trabajadores”.
De acuerdo con la Cuenta Pública 2023, ese año el presupuesto ejercido por los siete órganos que menciona la reforma fue de 5 mil 404 millones de pesos, de los cuales se destinaron 3 mil 411 millones en la categoría de Servicios Personales, por lo que el supuesto ahorro en la eliminación de los siete sólo haría referencia a otros capítulos como gastos de operación o inversión física, que el año pasado ascendieron a los mil 992 millones 849 mil 621 pesos, un 2% de la cifra dicha por el mandatario.
La cifra expuesta por el presidente en la conferencia matutina como un supuesto ahorro no se logra ni siquiera considerando el presupuesto todos los órganos autónomos considerados en la Cuenta Pública, que son 8: INE, Tribunal Federal de Justicia Administrativa, CNDH, Inegi, Comisión Federal de Competencia, IFT, INAI y Fiscalía General de la República.
En 2023 su presupuesto total fue de 57 mil 368 millones 109 mil 357 pesos. Un 57% de lo expuesto por el presidente.
Y si se restan 36 mil millones de pesos en salarios y remuneraciones de los trabajadores que serían reubicados, quedarían 21 mil millones de pesos, un 21% de los 100 mil que mencionó López Obrador.
“No pasa nada, porque no se despide a los trabajadores, es nada más quitar el copete de privilegios, cortarlo. Y que la función del instituto de la transparencia pase a Economía, que el Instituto de Comunicaciones pase a la Secretaría de Comunicaciones, que todos los institutos, organismos autónomos que tienen que ver con la industria eléctrica, con Pemex, que pasen a la Comisión Federal de Electricidad y que pasen a Pemex. Es que todo eso lo crearon cuando la idea central del gobierno era privatizar, entonces necesitaban ese andamiaje administrativo para defender sus intereses”, dijo López Obrador en la conferencia del 11 de julio.
“Ahí está el caso del INAI, el instituto de la transparencia, ¿qué caso de corrupción han puesto al descubierto?, nada, pura tapadera”, agregó, aunque en El Sabueso te hemos contado cómo la información solicitada con la plataforma de transparencia sí ha servido para distintas investigaciones periodísticas sobre corrupción.
El académico Filiberto Valentín Ugalde Calderón menciona en uno de sus ensayos que los órganos autónomos surgen “de la necesidad de limitar los excesos en que incurrieron los poderes tradicionales y los factores reales de poder”. Ugalde Calderón señala que se encargan “de fiscalizar o controlar instituciones para que no violenten el apego a la constitucionalidad”.
Entre los roles que desempeñan en México los órganos autónomos están la organización y supervisión de procesos electorales (INE), la protección de los derechos humanos (CNDH), la regulación de las telecomunicaciones (IFT) y la garantía de la transparencia y acceso a la información pública (INAI).
Ambos ejércitos del conflicto armado en Ucrania se han visto acorralados por drones, artillería y guerra electrónica.
En días recientes, Rusia y Urania se han atacado mutuamente con el mayor número de drones desde el inicio de la guerra en febrero de 2022.
Se informa que Ucrania lanzó más de 80 drones contra Rusia, algunos dirigidos hacia Moscú. Por su parte, se reporta que Rusia lanzó más de 140 drones contra objetivos por todo Ucrania.
La intensidad del uso de drones como armas de ataque es una de las formas en que este conflicto está revolucionando cómo se hace la guerra.
En combinación con la guerra electrónica y los ataques de artillería, los drones también han demostrado ser efectivos como armas defensivas, inmovilizando a las fuerzas enemigas en el campo de batalla.
Los drones se han convertido en uno de los principales elementos en la guerra en Ucrania y están afectando profundamente la manera en que se pelea, según Phillips O’Brien, profesor de Estudios de la Guerra de la Universidad St. Andrews, en Escocia.
“Han vuelto el campo de batalla mucho más transparente”, comenta.
Los drones de vigilancia pueden detectar el movimiento de tropas o los preparativos para un ataque a lo largo de todo el frente y en tiempo real.
Cuando ven un objetivo, pueden enviar las coordinadas al centro de comando, que puede ordenar un ataque de artillería.
Esta secuencia, desde la detección del objetivo hasta su ataque, se llama la “cadena de ataque” en la terminología militar y se ha acelerado por el uso de drones, dice el profesor O’Brien.
“Todo se puede detectar a no ser que esté muy encubierto. Significa que no puedes reunir tanques y otro armamento para una avanzada sin que sean golpeados”, indica.
Los drones de ataque se están usando, junto con la artillería, para golpear al enemigo. Las fuerzas ucranianas han logrado repeler los avances de las columnas de tanques rusos con solo el uso de drones.
Al inicio de la guerra, Ucrania usó el TB-2 Bayraktar de fabricación turca, un dron de capacidad militar que puede arrojar bombas y lanzar misiles.
Sin embargo, con mayor frecuencia ambas partes están optando por el uso de drones “kamikaze” que son más baratos.
Estos suelen ser drones de uso comercial, acoplados con explosivos.
Pueden ser controlados desde una distancia de varios kilómetros y pueden merodear el objetivo antes de atacar.
Rusia también ha estado usando miles de drones kamikaze, como el Shahed-136 de fabricación iraní, para atacar objetivos militares y civiles en Ucrania.
Frecuentemente los despliega en enjambres, con la intención de abrumar las defensas aéreas ucranianas.
La artillería se ha convertido en el arma de mayor uso en toda la guerra en Ucrania.
Según el centro de análisis británico Royal United Services Institute (RUSI), Rusia ha estado disparando 10.000 proyectiles al día y Ucrania entre 2.000 y 2.500, también diariamente.
La artillería se usa para contener el movimiento de tropas enemigas y para atacar vehículos blindados, defensas, puestos de mando y depósitos de suministros.
“Durante la guerra, la munición es como el agua, que las personas necesitan beber constantemente, o como el combustible para un automóvil”, explica el experto de artillería y especialista militar de la BBC coronel Petro Pyatakov.
Ambos lados han usado millones de proyectiles de artillería extranjeros. Estados Unidos y Europa se los han suministrado a Ucrania. Rusia los importa de Corea del Norte.
Los países occidentales han tenido dificultades para suministrar a Ucrania todas las municiones que requiere, y eso ha resaltado el problema que tienen en sus propias industrias armamentistas, según Justin Crump, director ejecutivo de Sibylline, un grupo de análisis de defensa en Reino Unido.
“Las empresas de defensa de Occidente actualmente producen una cantidad de armas de precisión relativamente baja”, afirma.
“No tienen la capacidad de emitir altos volúmenes de armamento básico como proyectiles”.
Tanto Rusia como Ucrania también han estado usando artillería de alta precisión.
Ucrania ha lanzado proyectiles guiados por satélite tipo Excalibur, suministrados por Occidente; Rusia usa sus propios proyectiles Krasnopol guiados por láser.
Además, EE.UU. y otras naciones occidentales han dotado a Ucrania de misiles Himars de largo alcance, guiados por satélite.
Estos les han permitido a las fuerzas armadas atacar los depósitos de municiones y los puestos de mando de Rusia en el frente.
Desde comienzos de 2023, las fuerzas rusas han usado miles de “bombas planeadoras” para atacar posiciones ucranianas en el campo de batalla y para bombardear zonas residenciales civiles e infraestructura.
Son bombas convencionales de “caída libre” acopladas con alas plegables y sistemas de navegación satelital.
Rusia es quien más suele usar esas bombas planeadoras. Varían en peso desde 200 kg hasta 3.000 kg o más.
“Las bombas planeadoras se han vuelto cada vez más efectivas para romper las posiciones defensivas y destruir edificios”, señala el profesor Justin Bonk, un experto en guerra de RUSI.
Añade que Rusia las ha utilizado extensamente para destruir las defensas ucranianas alrededor de la localidad estratégica de Adviivka, en el este de Ucrania, que Rusia capturó en 2024.
Las bombas planeadoras cuestan entre US$20.000 y US$30.000 en producir, según Bronk.
Pueden ser lanzadas desde decenas de miles de kilómetros de distancia de sus objetivos y son difíciles de interceptar, aún con el más sofisticado sistema de misiles de defensa aérea.
Ucrania también hace uso de bombas planeadoras suministradas por EE.UU. y Francia, como la llamada Joint Standoff Weapon de largo alcance.
También ha creado una de su propio diseño, añadiendo alas a las bombas de diámetro pequeño de fabricación estadounidense, que llevan unos 200 kg de explosivos.
Sin embargo, cuenta con menos bombas planeadoras que Rusia.
La guerra electrónica se ha implementado mucho más intensamente en el conflicto entre Rusia y Ucrania que en cualquier otra ocasión.
Miles de efectivos en cada lado trabajan en unidades especializadas, intentando incapacitar los drones y sistemas de comunicaciones del otro, y desviar los misiles enemigos.
Las fuerzas rusas tienen sistemas como el Zhitel, que puede incapacitar todas las comunicaciones satelitales, las comunicaciones por radio y las señales de teléfonos móviles en un radio de más de 10 m.
Pueden abrumar las ondas de radio emitiendo enormes pulsaciones de energía electromagnética.
Además, con su unidad Shipovnic-Aero, las fuerzas rusas pueden derribar un dron a 10 km de distancia. Este sistema también puede encontrar la posición de los pilotos de los drones y enviar sus coordinadas a las unidades de artillería para que disparen contra ellos.
Las naciones occidentales pueden estar sorprendidas de ver la facilidad con la que los sistemas de guerra electrónica de Rusia han inutilizado misiles de alta tecnología como los Himars en Ucrania, de acuerdo a Marina Miron, del Departamento de Estudios de la Guerra del King’s College de Londres.
“Es una guerra asimétrica”, indica. “Las fuerzas de la OTAN podrán tener armas que son técnicamente superiores a las que posee Rusia, pero Rusia ha demostrado que puede usar un equipo relativamente barato para desactivarlas”.
Duncan McCrory, del Instituto Freeman Air & Space de King’s College de Londres, opina que los comandantes militares de los países de la OTAN deben aprender lecciones de cómo Rusia está efectuando una guerra electrónica en Ucrania.
“Deben entrenar a sus tropas en cómo operar cuando están siendo acechadas por drones y cuando el enemigo está atento a cada señal de radio que envían”, afirma.
“La guerra electrónica ya no puede ser relegada a segundo plano. Necesita ser considerada en todo momento en que se estés desarrollando tus tácticas, entrenamiento y nuevos sistemas de armamento”.
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