La Secretaría de Gobernación afirmó en X que en la Refinería Olmeca de Dos Bocas se invirtieron 150 mil mdp. Sin embargo, esta afirmación es falsa, pues de acuerdo con Pemex y con el propio presidente López Obrador, la refinería tuvo un costo superior a los 320 mil mdp, más del doble de lo expresado por Gobernación.
En respuesta a la solicitud de información 330023724000526, disponible en la Plataforma Nacional de Transparencia, Pemex Transformación Industrial informó el pasado 17 de septiembre de 2024 que el monto invertido a la fecha en la refinería “asciende a $14,496,817,547.41 USD más el IVA correspondiente, totalizando $16,816,308,355 USD”. Este monto equivale, con un tipo de cambio del 24 de septiembre de 19.32 pesos por dólar, a 324 mil 891 millones de pesos mexicanos.
Dicho dato coincide con lo anunciado por el director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, durante el evento de inicio de la producción en Dos Bocas el pasado 3 de agosto de 2024.
Además, tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador, como la directora general de Programación, Integración Presupuestaria y Seguimiento al Gasto de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Elsa Rebollar Plata, han presentado datos que corresponden con ese monto.
Rebollar Plata declaró en julio que la refinería Olmeca acumulaba un costo que ronda los 300 mil millones de pesos.
Apenas el pasado 7 de agosto el presidente López Obrador afirmó que “en términos generales, costó la refinería como 330 mil millones de pesos, 16 mil 800 millones de dólares, 330 mil millones de pesos”.
Además, la inversión total en la refinería de Dos Bocas es más del doble de lo estimado por el presidente al inicio del sexenio, de 160 mil millones de pesos.
Otra de las imágenes publicadas por Gobernación en X pone en duda que la refinería ya esté operando al máximo de su capacidad, como aseguró el director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, en la ceremonia de inicio de producción de la refinería el 3 de agosto.
Romero Oropeza afirmó en aquella ocasión que “a partir del 21 de agosto” se estarían “procesando ya los 340 mil barriles que equivaldrá a 175 mil barriles de gasolina y 13 mil barriles de diesel”.
Gobernación también replicó la promesa y aseguró que “la nueva refinería procesará 340 mil barriles de crudo, 170 mil barriles de gasolina y 120 mil barriles de diesel”, aunque no precisa si eso ya ocurre.
Sin embargo, hasta este momento desconocemos cuántos barriles procesa la refinería que comenzó a operar luego de dos años de su inauguración y después de cinco promesas incumplidas por parte del gobierno de López Obrador para que comenzara a producir.
Sin embargo, hasta este momento solo es posible consultar en el Sistema de Información Energética de la Sener la producción de gasolina que se tuvo en agosto en las seis refinerías que conforman el Sistema Nacional de Refinación. Ni Petróleos Mexicanos ni la Secretaría de Energía (Sener) han informado cuál fue la producción de agosto en la refinería Olmeca.
Animal Político consultó a la Secretaría de Gobernación para conocer la fuente de su afirmación en la publicación en X pero hasta el momento no han respondido.
Dada la menor esperanza de vida de los zurdos, podemos considerar que su condición sigue entrañando la “mala suerte” que tradicionalmente se le ha asociado.
En general, lo derecho se asocia con destreza, competencia y corrección, mientras que lo izquierdo está cargado de connotaciones negativas.
De hecho, zurdo, según la RAE, es sinónimo de maligno, siniestro, perverso o amenazador, consideración presente desde tiempos remotos.
Sin ir más lejos, en las representaciones paleocristianas del Juicio Final los justos se sitúan a la derecha de Dios Padre, mientras que los condenados eternamente se ubican a su izquierda.
En culturas orientales se encuentran valoraciones similares y en el mundo islámico se reserva la mano izquierda para funciones escatológicas.
En cualquier caso, lo siniestro ha incorporado culturalmente un estigma negativo, asociándose con “rarezas sospechosas” y marginando a sus portadores.
Algo similar a lo que sucede con otras anomalías, como el albinismo en el África negra.
La explicación intuitiva es que lo más frecuente, estadísticamente, es tener más habilidad en el brazo derecho que en el izquierdo.
Aunque hay variaciones entre distintos pueblos (China: <5 % de zurdos, Occidente: 10-12 %), la opción diestra siempre es mayoritaria.
No obstante, lo frecuente no tiene por qué ser lo mejor en términos adaptativos, pudiendo obedecer a una contingencia aleatoria.
Entonces, ¿por qué somos mayoritariamente diestros? ¿Qué es lo que subyace biológicamente a este fenómeno?
Se sabe que los zurdos tienen una probabilidad ligeramente menor de sobrevivir hasta edades avanzadas y su porcentaje es superior en los hombres, por lo que se ha relacionado con los niveles de testosterona.
La condición zurda se fija en torno a la pubertad y se asocia con mayor frecuencia de enfermedades inmunes, migrañas y desórdenes cognitivos durante el aprendizaje y la maduración.
¿Está entonces la condición zurda codificada genéticamente en los cromosomas sexuales?
En el cromosoma Y desde luego que no, puesto que hay mujeres zurdas. Entonces, ¿se localizaría este supuesto gen en el cromosoma X?
En tal caso, la condición hemicigótica masculina (XY) haría más frecuente tales fenotipos si fuese un carácter recesivo.
No obstante, esta propuesta tampoco sería satisfactoria, puesto que no explica que la condición zurda sea más frecuente en mellizos, neonatos prematuros e individuos que han soportado estrés o condiciones de hipoxia fetales.
De hecho, tales circunstancias ocasionan también una prevalencia de la condición zurda en los chimpancés, nuestros parientes vivos más próximos.
Tampoco las frecuencias de aparición responderían a una herencia mendeliana típica ligada al sexo, pues entonces sería esperable que un 50 % de los hombres fuesen zurdos y sólo el 25 % de las mujeres. De tener, pues, una naturaleza genética, se trataría de algo más complejo.
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Aunque ambas manos pueden, potencialmente, desarrollar la misma fuerza y destreza, la realidad es que no lo hacen.
Esta asimetría morfológica podría evidenciar procesos anatómicos internos que sufren desarrollos diferenciales en ambos lados del cuerpo.
Las primeras etapas embrionarias de los mamíferos responden a un desarrollo de órganos y sistemas de clara simetría bilateral. No obstante, el aparato digestivo manifiesta asimetrías muy tempranas en el posicionamiento de sus órganos.
También aparecen en la configuración diferencial de los pulmones (dos lóbulos en el izquierdo frente a tres en el derecho).
Igualmente, el vaso circulatorio primigenio se curva, retuerce, compartimenta y crece diferencialmente, generando un mayor desarrollo del arco aórtico izquierdo (en mamíferos, porque en aves el dominante es el derecho).
El resultado es que el órgano vital por antonomasia, el corazón, se sitúa desplazado hacia el hemitórax izquierdo, al igual que la aorta.
Reflexionemos sobre este hecho. Dado que cualquier lesión potencial revestirá más peligrosidad en el tórax que en el abdomen, y más en el hemitórax izquierdo que en el derecho, los humanos hemos tendido siempre a proteger esta zona.
La bipedestación aumentó la exposición y vulnerabilidad de nuestro tórax. Esto nos llevaría a pensar que la condición diestra es potencialmente más “adaptativa”, por implicar una mayor tasa de supervivencia.
Los ejércitos de diferentes culturas han desarrollado escudos que, portados con el brazo izquierdo, protegen el hemitórax de este lado del cuerpo.
Con ello, dejan libre para atacar la mano derecha. Ahora bien, en biología evolutiva hay que tener en cuenta que, en ciertas características, se da una selección inversamente dependiente de la frecuencia.
En otras palabras, los zurdos tienen ventajas de cara al combate individual en un mundo de diestros.
No obstante, esta razón se descarta porque integrar zurdos en formaciones militares cerradas acarrea más problemas de coordinación con los diestros que ventajas individuales.
Además, esta explicación no afecta a las mujeres, que no han participado masivamente en formaciones militares.
Para intentar contrastar esta hipótesis necesitaríamos conocer si las primeras manifestaciones de lo zurdo son anteriores a la aparición, relativamente reciente, de escudos y espadas.
Efectivamente es así, pues las poblaciones de cazadores-recolectores actuales, con un género de vida similar al del Paleolítico y que no usan escudos, son también predominantemente diestras.
Estimaciones tempranas de la condición zurda las tenemos en la argentina cueva de las Manos, cuyos motivos más antiguos se han datado en el octavo milenio a. e. c.
En ella, las 829 impresiones negativas de manos izquierdas, frente a tan solo 31 derechas, nos hablan de que sus pobladores eran mayoritariamente diestros.
Las manos estampadas con técnicas parecidas en cuevas españolas, francesas e italianas reflejan una condición similar en poblaciones europeas más antiguas: el caso de las 57 manos izquierdas impresas de la cacereña cueva de Maltravieso (quizás de neandertales por su cronología, estimada en más de 64 000 años) o las 275 de la santanderina cueva del Castillo, la mayoría de mujeres.
Otra forma de conocer la naturaleza zurda o diestra de las poblaciones primigenias sería el análisis de la lateralidad en marcas y ralladuras producidas con útiles líticos sobre los huesos de sus presas o sobre su propia dentición.
En la población de la Sima de los Huesos de Atapuerca, con más de 450 000 años de antigüedad, se ha descubierto así que los Homo heidelbergensis eran ya predominantemente diestros.
Otras especies más antiguas de nuestro linaje evolutivo muestran en sus moldes cerebrales evidencias de dominancia diestra.
Según lo expuesto, pues, no queda definitivamente clara la causa del predominio de la condición diestra.
En cualquier caso, y considerando que la esperanza de vida de los zurdos es algo menor que la de la población general, podría considerarse que esta condición sigue entrañando “mala suerte”.
* Idefonso Alonso Tinoco, A. Victoria de Andrés Fernández y Paul Palmqvist Barrena son profesores de la Universidad de Málaga.
Este artículo apareció en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.
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