
Circula en redes sociales un video en donde se ve una bola de fuego que se desintegra a través del cielo. Usuarios en X identificaron esto como meteoritos; sin embargo, se trata de restos de un satélite de Starlink, la compañía de internet satelital de Elon Musk.
La publicación tiene 238 mil visualizaciones en X y dice “meteorito en Águilas, increíble”, haciendo referencia al municipio de la región de Murcia en España. Algunos comentarios en la publicación incluso dicen que se trata de la lluvia de las Perseidas, una lluvia de meteoritos que ocurre cada año, entre julio y agosto.
El Sabueso hizo una búsqueda inversa de imagen en Google y encontramos que la Red Española de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos (SPMN) —un proyecto de investigación dirigido por el Instituto de Ciencias del Espacio— retomó el video en su cuenta de X.
En un inicio, la SPMN afirmó el 10 de agosto que el “bólido artificial fue producido por la reentrada de la 4ª fase del cohete Jielong-3”, es decir, restos de un cohete chino. A su vez, citaron al astrofísico Jonathan McDowell del Centro Harvard-Smithsonian.
Sin embargo, después se hizo la corrección de que, en realidad, lo que se ve en el video es el satélite Starlink 30199.
El astrofísico McDowell publicó en su cuenta de X una corrección el 11 de agosto. Aclaró que la reentrada del objeto espacial que se observó sobre el sur de España fue en realidad el Starlink 30199.

El Observatorio Astronómico de Calar Alto, operado por la Junta de Andalucía y el Instituto de Astrofísica de Andalucía, también publicó un comunicado en el que aclara que el objeto del 10 de agosto no fue el Jielong-3, sino un Starlink.
“Los análisis preliminares, apuntaban a que el fenómeno fue causado como consecuencia de la re-entrada en la atmósfera de la tierra de la cuarta etapa del cohete chino Jielong-3. (…) Sin embargo, análisis posteriores han concluido que el verdadero causante de este bólido artificial ha sido el Starlink 30199”, señalan desde el observatorio.
También explica que el objeto entró en nuestra atmósfera a una velocidad de 29 mil kilómetros por hora, lo que causó que se rompiera en múltiples fragmentos que se volvieron incandescentes.
Así es como se formó una bola de fuego a una altitud de alrededor de 118 kilómetros sobre el Océano Atlántico. Al final se desintegró por completo, después de recorrer aproximadamente 900 kilómetros.
En febrero de 2025 Starlink publicó un comunicado en donde explica su plan para reingresar sus satélites. En este, expone que está enfocado en desorbitar satélites sobre el océano abierto, lejos de islas pobladas y rutas aéreas y marítimas con mucho tráfico. El fin es que el proceso sea más rápido y seguro que dejar que caigan por sí solos.
Aun así, McDowell comentó en X que este proceso puede ser impredecible. Pero que en los mejores casos, sí puede provocar que caigan “sobre el océano correcto”.
En conclusión, el objeto en fuego que se vio sobre el sur de España era un satélite de Starlink desintegrándose. No era una lluvia de meteoritos ni el cohete chino Jielong-3, como se creyó en un inicio.

En lo que respecta a la monogamia, los humanos se parecen más a las suricatas y a los castores que a nuestros primos primates.
En nuestra vida amorosa, nos asemejamos más a estas mangostas sociales y unidas que a nuestros primos primates, según sugiere una clasificación de monogamia elaborada por científicos.
Con un 66% de monogamia, los humanos obtienen una puntuación sorprendentemente alta, muy superior a la de los chimpancés y los gorilas, y a la par de las suricatas.
Sin embargo, no somos ni mucho menos la criatura más monógama.
El primer puesto lo ocupa el ratón californiano, un roedor que forma vínculos inseparables para toda la vida.
“Existe una liga de élite de la monogamia, en la que los humanos se encuentran cómodamente, mientras que la gran mayoría de los demás mamíferos adoptan un enfoque mucho más promiscuo para el apareamiento”, afirmó Mark Dyble, investigador del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge.
En el mundo animal, el emparejamiento tiene sus ventajas, lo que podría explicar por qué ha evolucionado de forma independiente en múltiples especies, incluida la nuestra.
Los expertos han propuesto diversos beneficios para la llamada monogamia social, en la que las parejas se unen durante al menos una temporada de reproducción para cuidar a sus crías y ahuyentar a los rivales.
Dyble examinó varias poblaciones humanas a lo largo de la historia, calculando la proporción de hermanos de padre y madre (individuos que comparten la misma madre y el mismo padre) en comparación con los medio hermanos (individuos que comparten la madre o el padre, pero no ambos).
Se recopilaron datos similares para más de 30 mamíferos monógamos sociales y de otras especies.
Los humanos tienen un índice de monogamia del 66% de hermanos de padre y madre, por delante de las suricatas (60%), pero por detrás de los castores europeos (73%).
Mientras tanto, nuestros primos evolutivos se sitúan en la parte inferior de la tabla: los gorilas de montaña con un 6%, y los chimpancés con solo un 4% (al igual que el delfín).
En último lugar se encuentra la oveja de Soay, de Escocia, donde las hembras se aparean con múltiples machos, con un 0,6% de hermanos de padre y madre.
El ratón californiano ocupó el primer puesto, con un 100%.
Sin embargo, estar clasificados junto a suricatas y castores no significa que nuestras sociedades sean iguales: la sociedad humana es completamente diferente.
“Aunque la proporción de hermanos de padre y madre que observamos en los humanos es muy similar a la de especies como las suricatas o los castores, el sistema social que vemos en los humanos es muy distinto”, declaró Dyble a la BBC.
“La mayoría de estas especies viven en grupos sociales similares a colonias o, quizás, en parejas solitarias que se desplazan juntas. Los humanos somos muy diferentes. Vivimos en lo que llamamos grupos con múltiples machos y múltiples hembras, dentro de los cuales existen estas unidades monógamas o de pareja estable”, explicó.
Kit Opie, profesor del Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol, que no participó en el estudio, afirmó que este es otro elemento clave para comprender cómo surgió la monogamia en los seres humanos.
“Creo que este artículo nos proporciona una comprensión muy clara de que, a lo largo del tiempo y en diferentes lugares, los humanos son monógamos”, declaró.
“Nuestra sociedad se parece mucho más a la de los chimpancés y los bonobos; simplemente hemos tomado un camino diferente en lo que respecta al apareamiento”, agregó.
El nuevo estudio fue publicado en la revista científica Proceedings of the Royal Society: Biological Sciences.
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