
Para entender mejor
La Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares no establece en su artículo 62 que compartir capturas de pantalla de conversaciones privadas se castigue con hasta 12 años de prisión, como afirman publicaciones en redes sociales.
El Sabueso recibió esta consulta a través del VerifiChat, donde se compartió una publicación que señala lo siguiente: “Compartir capturas de pantalla, conocidas como ‘screenshot’, de conversaciones privadas podría constituir una violación a la privacidad que se castiga hasta con 12 años de prisión. Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares Art. 62 (sic)”.
Sin embargo, tras revisar el texto vigente de la ley —publicada el 20 de marzo pasado en el Diario Oficial de la Federación (DOF)— no encontramos ninguna referencia directa sobre las capturas de pantalla de conversaciones privadas ni sanciones de hasta 12 años de prisión.
Además, la sanción que contempla el artículo 62 de esta ley no es de 12 años, sino menor, y se refiere a la vulneración de bases de datos.
“Se impondrán de tres meses a tres años de prisión al que, estando autorizado para tratar datos personales, con ánimo de lucro, provoque una vulneración de seguridad a las bases de datos bajo su custodia”, establece el artículo 62 de la ley.
Tampoco identificamos iniciativas recientes en las gacetas del Senado y la Cámara de Diputados ni en el Sistema de Información Legislativa (SIL) que busquen modificar esta ley para sancionar hasta con 12 años de prisión a quienes compartan capturas de pantalla de conversaciones privadas.
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Francia Pietrasanta, abogada e integrante de la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D), nos explicó que el artículo 62 de la ley sí establece un delito, pero está destinado a cuando una persona accede de manera no autorizada a una base de datos, pero el compartir screenshots “no encuadra” dentro de este.
“Si bien, el artículo 62 de la ley establece un delito, este delito está destinado más que nada a cuando una persona accede de manera no autorizada a una base de datos. Cuando hablamos de conversaciones por WhatsApp, eso no configura una base de datos, es una simple conversación privada. Compartir screenshots por sí solo no encuadra dentro de ese delito”, refirió la especialista a El Sabueso.
Por otra parte, Gabriel Espinoza, maestro en derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en transparencia y privacidad, coincidió en que compartir una captura de pantalla, por sí solo, sin un contexto específico o sin tratarse de datos sensibles, no configuraría una conducta penal, y que, inclusive, no es una vulneración de base de datos, porque una captura de pantalla no es una base de datos en sí.
La abogada e integrante de R3D explicó que la ley vigente de datos personales imposibilita que los titulares tomen una acción legal directa y obtengan una reparación del daño en caso de ser afectados por la “compartición” de esta información, respecto a los screenshots. Dijo que sería posible —dependiendo el caso— buscar dicha reparación por la “vía civil”, es decir, a través del Código Civil Federal o los códigos civiles locales.
Asimismo, señaló que el tipificar como delito esta conducta sería extremo, excesivo y desproporcionado de conformidad con los derechos humanos y con los estándares internacionales.
“Es demasiado el meter a alguien a prisión por haber compartido una conversación de WhatsApp, sobre todo pensémoslo en el caso en el que la compartición de esta información constituyera información que es de interés público. Sería extremo que la persona que compartiera esta información, sufriera consecuencias de prisión, de privación de la libertad”, indicó Francia Pietrasanta.

Gabriel Espinoza refirió que compartir capturas de pantalla no está expresamente tipificado como delito en el Código Penal Federal (CPF); sin embargo, explicó que, bajo ciertos contextos, podría ser equiparado a la violación de comunicaciones privadas o de la intimidad.
“Tiene que ver mucho con el contexto, con la sensibilidad de la información, si hubo consentimiento y si lo está compartiendo, tal vez inclusive un emisor o un receptor, porque podría ser que ni siquiera entre este supuesto”, detalló Gabriel Espinoza.
En tanto, Francia Pietrasanta señaló que, en México, el simple hecho de compartir un screenshot no constituye un delito. Añadió que la implicación legal dependería del contenido que se está divulgando, por ejemplo, si la información contenida en la conversación pudiera encuadrar en algún delito previsto por las disposiciones de la Ley Olimpia y servir como prueba de ello.
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Recordemos que la Ley Olimpia no se refiere a una ley como tal, sino a un conjunto de reformas legislativas encaminadas a reconocer la violencia digital y sancionar los delitos que violen la intimidad sexual de las personas a través de medios digitales.
En el Código Penal Federal (CPF) identificamos que en el artículo 211 Bis se menciona lo siguiente: “A quien revele, divulgue o utilice indebidamente o en perjuicio de otro, información o imágenes obtenidas en una intervención de comunicación privada, se le aplicarán sanciones de seis a doce años de prisión y de trescientos a seiscientos días multa”.
Al respecto, la abogada expresó que ese delito en el CPF se refiere a cuando alguien activamente interviene comunicaciones ajenas y de ahí saca información, es decir, se habrían tenido que implementar medidas para intervenirlas. Señaló que, en una investigación penal, tendría que probarse que la “compartición” fue “indebida” o en “perjuicio” de alguien para que aplique.
No obstante, aclaró que no implica que por sí solo el CPF tipifique compartir conversaciones porque dependería de la información contenida. Además, agregó que no está destinado para estos casos, ya que es un tipo penal que data de 1996.
En conclusión: la Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares no establece en su artículo 62 que compartir capturas de pantalla de conversaciones privadas se castigue con hasta 12 años de prisión. Además, de acuerdo con los especialistas consultados, compartir screenshots no es un delito por sí mismo; sin embargo, dependiendo el caso y del contenido, podría configurar en otros delitos.

La organización, nacida en Alemania durante la Primera Guerra Mundial, ha estado en el centro de la atención tras las acusaciones de abuso contra su fundador.
José Antonio Kast, presidente electo de Chile, es un hombre de profundas convicciones religiosas.
Así lo dejó en claro en su primer discurso, apenas se conocieron los resultados de las votaciones del domingo, cuando afirmó: “Nada es posible si no tuviéramos a Dios”.
“Nada ocurre en la vida, para los que somos de fe, que no sea en relación directa con Dios”, prosiguió.
Y a continuación, pidió a su creador que le concediera “humildemente” la “sabiduría, templanza y fortaleza para estar siempre a la altura” del desafío que asumirá el próximo 11 de marzo, cuando releve a Gabriel Boric en el Palacio de La Moneda.
Estas fueron tres de las cinco frases con carga religiosa que el abogado de 59 años pronunció durante la casi hora que habló ante los miles de sus seguidores que se congregaron en Santiago para celebrar su triunfo en las elecciones presidenciales.
Sin embargo, lo anterior no debería sorprender. ¿La razón? El político y varios de sus hermanos se formaron bajo los lineamientos de Schoenstatt, un movimiento católico conservador que tiene presencia en más de 100 países, incluyendo todos los de América Latina.
Los vínculos del mandatario electo con el movimiento comenzaron gracias “a su hermano mayor, Miguel”, aseguró a BBC Mundo el filósofo chileno Álvaro Ramis Olivo. Miguel Kast se unió a Schoenstatt tras conocer a algunos de sus miembros durante su etapa universitaria.
Sin embargo, otras fuentes sostienen que fueron los padres del político, Michael Kast y Olga Rist, quienes tuvieron el primer contacto con Schoenstatt. Ambos eran profundamente religiosos y devotos de la Virgen María, una práctica muy extendida en la Baviera alemana de donde provenían.
Schoenstatt es “un movimiento apostólico de renovación, nacido en el seno de la Iglesia”, con un marcado “carácter mariano”, según se lee en su página web.
“La formación de un hombre y de una comunidad nueva que sirvan a la Iglesia y a la sociedad” constituye el objetivo de la organización, explicó a BBC Mundo el padre Felipe Ríos, coordinador del movimiento en América.
Schoenstatt fue fundado en octubre de 1914, pocos meses después del estallido de la Primera Guerra Mundial, por el sacerdote alemán José Kentenich (1885-1968).
Su nombre proviene de un pueblo ubicado en la zona de Vallendar, a orillas del río Rin, en el actual estado de Renania-Palatinado, al oeste de Alemania y cerca de las fronteras con Luxemburgo y Bélgica.
Kentenich, quien era miembro de la Sociedad del Apostolado Católico -mejor conocida como Padres palotinos-, era profesor en un seminario que la orden tenía en la localidad de Schoenstatt, palabra alemana que se puede traducir literalmente como “lugar hermoso”.
El religioso, junto a un grupo de estudiantes, restauró una pequeña capilla ubicada en los jardines del seminario y pidió a la Virgen María que la convirtiera en un lugar de peregrinación.
Uno de los signos distintivos de este grupo es que en donde tienen presencia levantan replicas idénticas a la capilla alemana.
“Mucho antes de que cadenas de comida rápida como McDonald’s descubrieran el efecto cultural de establecimientos totalmente idénticos, el Espíritu Santo en Schoenstatt comenzó a hacerlo”, se lee en el sitio web de la agrupación, en el cual se asegura que actualmente hay 200 “santuarios filiales” en todo el mundo.
Pero, ¿qué es exactamente Schoenstatt? ¿Se trata de una congregación religiosa o de algo distinto?
“Es una organización dentro de la Iglesia católica que nació con la idea de que los laicos podían realizar tareas similares a las de las órdenes religiosas, pero con autonomía respecto de los jerarcas eclesiásticos”, explicó a BBC Mundo el filósofo chileno Ramis.
“El movimiento cuenta con una rama laica -personas que no han tomado los hábitos- y otra religiosa, que incluye una orden sacerdotal y una comunidad de mujeres laicas consagradas. Estas se asemejan mucho a las monjas, aunque no lo son, ya que no toman votos”, añadió el experto en teología, quien es rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano de Chile.
La historiadora italiana Alexandra von Teuffenbach, además de confirmar que el grupo está conformado por “varias ramas”, señaló que algunas de ellas son “institutos seculares”; es decir, organizaciones cuyos miembros, sin ser religiosos, se comprometen a vivir en pobreza, castidad y obediencia, permaneciendo al mismo tiempo en su entorno social y profesional habitual.
“Comparar a Schoenstatt con el Opus Dei es acertado”, afirmó la investigadora a BBC Mundo, cuando se le mencionaron otras agrupaciones católicas que podrían considerarse equiparables.
Sin embargo, Ramis advirtió que existen diferencias significativas entre Schoenstatt y la organización fundada por el español Josemaría Escrivá de Balaguer.
“Aunque existen semejanzas, Schoenstatt no ha intentado influir en la política. En cambio, durante el franquismo en España, el Opus Dei aprovechó la coyuntura para ubicar a sus miembros en puestos clave de la economía y la banca, los llamados ‘tecnócratas'”, puntualizó el académico chileno.
Hasta la elección de Kast, solo otro miembro de este movimiento católico había ocupado un alto cargo en Chile: su hermano mayor, Miguel, quien se desempeñó como ministro y presidente del Banco Central durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
“Este grupo prioriza la vida familiar más que la vida pública”, explicó Ramis.
“Y aunque comparte con el Opus Dei el rigorismo sexual y moral, no tiene un tono tan culpabilizador. No recurre a penitencias como las flagelaciones o el silicio como se denuncia del Opus Dei”, dijo.
“Tiene una fuerte implantación en clases adineradas, aunque también en sectores medios, profesionales y empresariales. No es progresista, sino bastante conservador, pero en algunos elementos se ve un mayor pluralismo ideológico que otras organizaciones de la Iglesia”, remató.
Los calificativos de “ultracatólico” o “ultraconservador” que desde algunos sectores de la sociedad y de la prensa se le da a Schoenstatt no le quitan el sueño a Ríos.
“Somos un movimiento dentro de la Iglesia católica y, por lo tanto, seguimos sus lineamientos. En mi opinión, no somos de los más conservadores dentro de la Iglesia”, remató.
Sudamérica fue la primera región fuera de Europa a la que Schoenstatt se extendió, de acuerdo con los registros de la organización.
En la primera mitad de la década de 1930, uno de los seguidores del padre Kentenich llegó a Argentina y, para 1935, se le sumaron cuatro Hermanas de María, integrantes de una de las organizaciones religiosas femeninas que forman Schoenstatt.
Casi simultáneamente arribaron miembros del movimiento a Brasil y, dos años después, ya estaban presentes en Uruguay.
Actualmente, el movimiento católico tiene presencia en todos los países de América Latina, salvo “algunas islas del Caribe, las dos Guyanas y Surinam”, aseveró Ríos.
“Funcionamos más bien desde los santuarios; solo entre Chile, Argentina y Brasil hay casi 80”, agregó el representante de Schoenstatt, quien indicó que también administran más de una docena de colegios en cuatro países (Chile, Argentina, Ecuador y México), así como un hospital en Buenos Aires (Sanatorio Mater Dei) y otras obras dedicadas a “los más pobres”.
La expansión por la región fue impulsada por el propio fundador, quien la visitó en varias ocasiones, según se lee en su biografía.
“Chile, por ejemplo, es uno de los lugares donde Schoenstatt tiene mayor fuerza internacional, debido a que su fundador vivió un tiempo aquí”, explicó Ramis.
En 1941, agentes de la Gestapo detuvieron al religioso por sus enseñanzas y, meses después, fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde permaneció hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Tras el conflicto bélico, los años de persecusión sufridos en manos de los nazis le otorgaron un nuevo prestigio a Kentenich pero, para finales de la década de 1940, sectores de la jerarquía católica alemana comenzaron a ver con preocupación la forma en que este hombre dirigía el movimiento y el control que ejercía sobre sus miembros.
“La autoridad suprema, a saber, el director general (Kentenich) y la superiora general, son los ‘padres’, es decir, ‘padre de la familia’ y ‘madre de la familia’. Las Hermanas son hijas o niñas. Pero, en la práctica, la ‘madre de la familia’ está totalmente sometida a la voluntad del ‘padre de la familia’, que para todas las Hermanas se equipara a Dios”, alertó en 1949 monseñor Bernhard Stein, obispo auxiliar de Tréveris, a sus colegas de la Conferencia Episcopal de Alemania.
Además, algunas de las hermanas señalaron al sacerdote de haber abusado de ellas.
En 1951 el papa Pío XII separó a Kentenich de su posición dentro de Schoenstatt y lo envió al exilio en Estados Unidos donde permaneció 14 años hasta que se le permitió regresar a Alemania, donde murió en 1965.
“Los seguidores de Kentenich nunca han negado este episodio, pero lo presentaron como un conflicto de poder, donde Kentenich fue víctima de celos y envidias de jerarcas de la Iglesia”, afirmó Ramis.
Sin embargo, en 2020 la historiadora italiana Von Teuffenbach publicó el primero de sus dos libros sobre Schoenstatt y su fundador.
En su obra, la investigadora afirmó que Kentenich abusó sexualmente de una integrante de Schoenstatt en Chile en 1947, según la información contenida en los diarios de uno de los investigadores que el Vaticano envió en la década de 1950 para indagar sobre él y su movimiento, así como a partir de archivos del pontificado de Pío XII (1939-1958).
Desde Schoenstatt han negado los señalamientos, aunque han admitido que algunos aspectos del comportamiento de su fundador son controvertidos. Sin embargo, la experta considera que los hechos le dan la razón.
“En el caso de Kentenich, el proceso que llevó a los decretos y al exilio en EE.UU., como también a la prohibición de tener contactos con las monjas, se basa en motivaciones que no están escritas en los decretos. Pero vienen explicadas en los ‘actos’, y en ellos se detallan todas las pruebas que se encontraron. Y sobre esta base los jueces (del Santo Oficio) decidieron”, agregó.
Los señalamientos de Von Teuffenbach contribuyeron a paralizar el proceso de beatificación del sacerdote, iniciado en 1975.
“Cuando la Iglesia beatifica a alguien afirma: este hombre o mujer es un ejemplo para todos. Yo reconozco ciertamente que Kentenich escribió cosas interesantes y seguramente hizo cosas buenas, pero no querría en absoluto que fuera considerado como ejemplo de vida cristiana”, remató la historiadora.
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