Andrés Manuel López Obrador presumió este domingo que en México “se ha podido domar la epidemia, en vez de que se disparara”, pues “aquí el crecimiento ha sido horizontal” . Su afirmación es falsa, la epidemia en México ha crecido de forma vertical según muestran los propios datos de la Secretaría de Salud (SS).
Mensaje dominical desde Palacio Nacional. pic.twitter.com/wuGuVq9xi3
— Andrés Manuel (@lopezobrador_) April 26, 2020
El 27 de febrero la Secretaría de Salud informó sobre el primer caso confirmado de coronavirus (COVID-19) en México. Hasta este domingo 26 de abril ya se contabilizan 14,677 casos positivos desde el inicio de la pandemia en el país.
Es verdad que durante los primeros 13 días de la epidemia en México la aparición de nuevos casos fue lenta, lo que permitió mantener una curva “horizontal” como dice el presidente. Al 10 de marzo se contaban 7 casos de COVID-19 en México.
Pero para el 20 de marzo la cifra subió a 203 y para el 23 de marzo la cifra de casos confirmados llegó a 367. Ese día comenzó la Jornada Nacional de Sana Distancia. Pero a pesar de ello el número de contagios siguió subiendo de forma vertical, tal como muestran las cifras de Salud.
El primero de abril los casos confirmados en México eran mil 378, pero el 10 de abril ya sumaban 3 mil 844. El 20 de abril los casos confirmados en México fueron 8 mil 771.
La cifra de defunciones en México también ha crecido, aunque no de forma tan marcada como el número de casos confirmados. Pero definitivamente tampoco ha sido un crecimiento horizontal. Por ejemplo, el 20 de abril se registraron 26 defunciones, 10 menos de las que se suscitaron un día antes.
Pero el 21 de abril ocurrieron 145 nuevas defunciones por coronavirus (COVID-19). Ese fue el segundo día más letal desde el inicio de la epidemia. El primero fue el 24 de abril, cuando se registraron 152 nuevas muertes por COVID-19.
La letalidad es el porcentaje de muertes respecto al total de infectados por COVID-19. Esas cifras tampoco han tenido un crecimiento horizontal. De hecho, a diferencia de lo que dijo el presidente, la letalidad en México ha crecido mucho más que el promedio mundial.
Hasta el 23 de marzo la letalidad del COVID-19 en México era menor de 1%. Pero desde ese día, ha subido de forma considerable, incluso ya superó las cifras internacionales. Por ejemplo, el 30 de marzo era de 2.56%. El 10 de abril fue de 6.1%, igual que en el resto del mundo.
Pero desde el 14 de abril se separó del porcentaje internacional y la enfermedad de COVID-19 alcanzó una letalidad de 7.52% en México. Desde entonces no ha regresado al promedio mundial y hasta el 26 de abril era de 9.2%
El aumento porcentual de casos confirmados diariamente, o curva epidemiológica tampoco ha sido horizontal. Pero desde el 13 de marzo parece estar disminuyendo progresivamente. Por ejemplo, el 1 de marzo fue de 25%, al día siguiente bajó a 20%. Pero el 11 de marzo subió a 57%.
El 13 de marzo alcanzó su punto más alto desde el 1 de marzo hasta ahora, con un aumento de 73.33% casos confirmados. Desde entonces ha bajado. El 19 de marzo bajó a 38.98%. El 30 de marzo a 10.17%. El 8 de abril subió de nuevo a 14.22%, para el 20 de abril se registró un porcentaje de 6.19% y hasta este domingo era de 6.3%.
Entonces, ni la curva epidemiológica, ni los casos confirmados de COVID-19, ni las muertes registradas por esta enfermedad, ni tampoco el porcentaje de letalidad han mostrado un crecimiento horizontal como dijo el presidente.
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El entonces obispo Robert Prevost fue uno de los jerarcas católicos que tuvo que gestionar la crisis provocada por el escándalo del Sodalicio en la iglesia peruana.
El papa León XIV es recordado en Perú por su tiempo allí como obispo de Chiclayo y por su desempeño en otros cargos eclesiásticos.
Tras conocerse que el elegido para ocupar el trono de San Pedro sería el cardenal Robert Prevost, abundaron los testimonios de personas que lo trataron y destacaban su humildad, cercanía y compromiso.
Pero Prevost tuvo que lidiar con un asunto especialmente incómodo para la comunidad católica peruana: las denuncias de abusos y agresiones en el Sodalicio de Vida Cristiana, un influyente grupo religioso en el centro de un escándalo que la Iglesia trataba de zanjar y que dio lugar a un pulso interno en la jerarquía católica local.
El Sodalicio fue finalmente disuelto por el papa Francisco solo unos días antes de morir.
Según cuentan varias personas que vivieron el asunto desde dentro, el cardenal Prevost jugó un papel fundamental en la eliminación de un movimiento al que muchas de sus presuntas víctimas consideraban tan corrupto como invencible.
El grupo religioso Sodalicio de Vida Cristiana se fundó en 1971 por el laico peruano Luis Fernando Figari y llegó a tener más de 20 mil seguidores en 25 países.
Figari y otros fundadores buscaban crear un movimiento que contrarrestara el auge que en aquella época vivía en América Latina la llamada Teología de la Liberación.
En 1997 el papa Juan Pablo II le dio reconocimiento oficial y quedó integrado en la estructura de la Iglesia.
Según testimonios de quienes formaron parte del Sodalicio, la vida comunitaria estaba regida por una estricta disciplina y se exigía una obediencia total a los líderes.
En 2015, el libro “Mitad monjes, mitad soldados”, de los periodistas Pedro Salinas y Pao Ugaz, recogió los testimonios de una treintena de antiguos miembros del grupo que decían haber sido víctimas de abusos físicos, sexuales y psicológicos perpetrados por Figari y otros responsables de la organización.
La publicación del libro provocó una gran escándalo en Perú y removió los cimientos del mundo católico allí.
Óscar Osterling, antiguo sodálite que denunció haber sido víctima de Figari y los otros líderes, le dijo a BBC Mundo: “Durante años nadie nos hizo caso y queríamos que alguien adentro de la Iglesia tomara la bandera de la lucha de las víctimas”.
La Fiscalía peruana comenzó a investigar en 2015, pero nunca se produjo ninguna condena y las víctimas protestaban porque tanto la iglesia peruana como el Vaticano ignoraban sus denuncias.
El periodista Pedro Salinas, que ha seguido el tema todos estos años, asegura que “el Sodalicio parecía intocable, pero todo cambió después de un viaje del papa Francisco a Chille en 2018”.
El pontífice se encontró con una respuesta muy fría o incluso hostil.
Gran parte de la sociedad chilena estaba indignada por el escándalo de abusos sexuales a menores por el que había sido condenado el conocido sacerdote Fernando Karadima y que salpicó al obispo emérito de Osorno, Juan Barros, al que se acusaba de encubrir a Karadima.
En medio de la polémica por el destacado papel de Barros en la visita papal, varias iglesias fueron atacadas y en algunas los descontentos escribieron la palabra “pedofilia” y consignas críticas con la jerarquía católica.
Salinas estuvo en ese viaje a Chile y afirma que la actitud de Francisco “cambió radicalmente después de aquel desastre”.
El Papa expulsó del sacerdocio a Karadima y se abrió una crisis en la iglesia chilena que llevó al cese de siete obispos.
El efecto de lo ocurrido en Chile llegó hasta Perú.
“En 2019 Pedro Salinas me avisó de que la Conferencia Episcopal nos iba a atender en una reunión y me pidió que convocara a los antiguos sodálites que pudiera”, recuerda Osterling.
Según cuenta, una veintena de ellos, también de fuera de Perú, participaron en una reunión en la que, recuerda, estuvieron cinco obispos, entre ellos Robert Prevost.
“Era la primera vez que nos escuchaban en años”, asegura Osterling.
Según Salinas y Osterling, de aquella reunión surgió la propuesta de redactar una carta que sería enviada al Papa, pero que nunca se concretó porque el arzobispo Miguel Cabrejos, entonces presidente de la Conferencia Episcopal peruana, se echó atrás después.
BBC Mundo intentó sin éxito contactar con monseñor Cabrejos.
A partir de ahí, las cosas empezaron a moverse.
“Prevost se puso en la piel de las víctimas y comenzó a actuar de manera muy discreta y efectiva”, señala Salinas.
“En una ocasión recibí un mensaje de un sodálite que me decía que se iba a quitar la vida. Se lo hice llegar a Prevost y a Carlos Castillo (hoy arzobispo de Lima) y esa persona finalmente no se suicidó”, asegura Salinas.
En 2023 el papa Francisco llamó a Roma a Prevost, que asumió el cargo de prefecto del Dicasterio para los Obispos.
El nuevo prefecto forzaría la renuncia del obispo emérito de Piura, José Antonio Eguren, uno de los miembros de la élite que fundó el Sodalicio y que fue implicado en investigaciones periodísticas en un presunto caso de tráfico de tierras.
“La caída de Eguren fue un signo de que la cosa estaba girando y se estaba haciendo algo de justicia”, afirma Osterling.
Ese mismo año, el Papa enviaba a Perú al arzobispo de Malta Charles Scicluna y el sacerdote español Jordi Bertomeu con la misión de investigar los abusos en el Sodalicio.
El año siguiente, el Vaticano expulsó del Sodalicio a su fundador, una decisión que fue valorada entonces por la periodista especializada Pao Ugaz como “el anuncio del principio del fin de una organización que hasta ahora había gozado de impunidad”.
El fin se concretó solo días antes de la muerte del papa Francisco y su sucesión por Léon XIV. El 14 de abril de 2025 se firmaba en el Vaticano el decreto de supresión del Sodalicio por “la falta de carisma de origen divino en el fundador (Luis Fernando Figari) así como en los abusos y el comportamiento impropio y abusivo de Figari y de muchos de sus colaboradores”.
“Prevost fue fundamental en los últimos pasos, porque entre 2015 y 2023 no se hizo nada y es a partir de que él llega al Dicasterio para los Obispos que las cosas empiezan a moverse”, asegura Osterling.
El padre Bertomeu lo corroboró en unas recientes declaraciones a El Periódico de Tarragona: “El papel del nuevo papa León XIV en la supresión del Sodalicio es imprescindible: fue él mismo, como Prefecto del Dicasterio para los Obispos, quien estudió y valoró nuestras investigaciones y, en nombre de Francisco, exigió la renuncia del arzobispo José Antonio Eguren”.
Salinas sostiene que las acusaciones de que Prevost no elevó las denuncias de abusos sexuales cometidos por sacerdotes que recibió en su etapa como obispo de Chiclayo, que volvieron a aparecer en los medios en los días previos al cónclave que lo eligió Papa, responden a “una campaña de sectores conservadores vinculados al Sodalicio que buscaban desprestigiarlo ante la perspectiva de que fuera él quien sucediera a Francisco”.
Osterling cree que “las denuncias volvieron a surgir como venganza del Sodalicio, pero la Diócesis de Chiclayo aseguró que se enviaron al Vaticano y se tramitaron según el manual; otra cosa es que ese manual sea insuficiente y ese sea uno de los lastres que debe sacudirse la Iglesia en los próximos años”.
Ese será uno de los retos del nuevo Papa.
José Enrique Escardó, primer exsodálite que denunció públicamente abusos, mostró en sus redes su confianza en él y compartió el mensaje que le envió a Prevost tras conocer su elección como papa.
“Si bien no soy católico, creí en Francisco y en lo que hizo y creo en usted. Ojalá que pueda escuchar este mensaje. Creo que usted puede hacer muchísimo, muchísimo más. Estoy sumamente emocionado y espero poderlo visitar”.
Escardó también compartió la que dijo era la respuesta de León XIV: “Cuenta conmigo. ¡Fuerza y vamos adelante!”
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