Para entender mejor
“Luto nacional en México. Acaba de ocurrir un terrible accidente aéreo de un avión de pasajeros. No hubo sobrevivientes”, aseguran diversas publicaciones, durante enero de 2024, en Facebook y YouTube; sin embargo, se trata de desinformación.
El Sabueso realizó una búsqueda inversa en Google con las fotografías que contienen los post y encontró notas de medios de comunicación como El País, BBC y El Comercio, que confirman que las imágenes son reales, pero corresponden a un incidente aéreo en el estado de Durango, el 31 de julio de 2018; en el cual, de acuerdo con los informes, no hubo víctimas mortales.
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Algunos de estos reportes contienen material gráfico que cita a Cuartoscuro, por lo cual también se hizo un rastreo en la agencia con las palabras “desplome avión Durango” y se corroboró la veracidad de los hechos. Los pie de foto, fechados el 31 de julio de 2018, señalan que en el siniestro estuvo involucrado el vuelo AM2431 de la empresa Aeroméxico.
Un avión comercial de la compañía Aeroméxico se desplomó en Durango la tarde del 31 de julio de 2018, luego de despegar del Aeropuerto Internacional Guadalupe Victoria. El entonces gobernador de la entidad, José Rosas Aispuro Torres, indicó que el accidente no dejó fallecidos.
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En el vuelo AM2431, con destino a la Ciudad de México, viajaban 99 pasajeros y cuatro miembros de la tripulación. Un reportaje de En Punto, publicado el 26 de febrero de 2019 en YouTube, detalló que la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) atribuyó la responsabilidad del desplome “al piloto en fase de adiestramiento que ingresó a la cabina, de forma no autorizada, y que hizo los preparativos de despegue”.
En conclusión: las publicaciones que circulan en Facebook y YouTube sobre que México está de luto por un accidente aéreo en enero de 2024, son desinformación, ya que las imágenes que acompañan los post son del desplome de un avión en Durango que sucedió en julio de 2018, en el cual no se registraron personas muertas.
Los astrónomos en todo el mundo se preparan para ver un sistema estelar a unos 3.000 año luz que está a punto de estallar en un espectáculo luminoso.
Una fría noche de febrero de 1946, un colegial de 15 años miraba por la ventana de su dormitorio cuando hizo un sorprendente descubrimiento.
Michael Woodman, un entusiasta astrónomo aficionado de la ciudad de Newport, Gales, se había desvelado esperando a que su padre regresara a casa cuando notó algo extraño sucediendo en el cielo.
“Estaba la constelación Corona Boreal, pero en el anillo de la Corona, las segunda estrella abajo estaba radiante, muy radiante”, explica.
“Y pensé, ‘nunca antes he visto algo parecido'”.
A la mañana siguiente le escribió al Astrónomo Real, la autoridad de investigaciones astronómicas en Reino Unido.
Ahora, a los 94 años, sonríe al recordar con sorpresa la audacia que tuvo en su adolescencia.
“Y Dios me libre si el Astrónomo Real no me contestó con una carta que todavía conservo”.
Michael Woodman no solo había observado el raro evento celestial, sino que —como le informaron— era la única persona en el país en verlo.
Había detectado un sistema estelar, a unos 3 mil años luz de distancia, llamado T Corona Borealis —o abreviado a T Cor Bor— explotando brillantemente, que solo fue visible en el cielo nocturno por unos pocos días.
“Me había ganado la lotería”, expresa.
En estos días, una nueva generación de observadores está escaneando el firmamento del Hemisferio Norte en busca de T Cor Bor.
“T Cor Bor está tenue en el momento; su magnitud es de 10, mucho menor de lo que puedes ver con el ojo desnudo”, explica Jenifer Millar, de Fifth Star Labs, una empresa que desarrolla apps para la educación y descubrimientos científicos.
Como muestra la foto que sigue, para encontrar la región en el cielo donde aparecería, ella recomienda localizar primero el Carro característico de la Osa Mayor y seguir su cola hasta Arcturus (Arturo, una de las estrellas más brillantes).
Al occidente de esta estrella está la constelación Corona Boreal, compuesta de siete estrellas y donde T Cor Bor se iluminará en algún momento.
“Sólo será visible al ojo desnudo por un par de días”, señala la científica.
“Por supuesto, si tienes un par de binoculares o un pequeño telescopio, podrás verlo por un poco de tiempo, pero creo que es ese corto período lo que lo hace realmente especial”.
El fenómeno astronómico es causado por la interacción de dos estrella que orbitan entre ellas: una enana blanca —que es una estrella muerta— y una gigante roja, una estrella que está llegando al final de su vida.
La compacta enana roja ejerce una enorme atracción gravitacional, tan potente que le roba material a su vecina más grande.
“La fuerza de gravedad en la superficie de la enana blanca es un millón de veces mayor a la gravedad que sentimos en la Tierra, así que si estuviéramos allí, nos aplastaría instantáneamente”, comenta Jane Clark, de la Sociedad Astronómica de Cardiff.
Con el paso del tiempo, el material acumulado de la otra estrella queda aplastado y comprimido, hasta que finalmente desencadena en una explosión nuclear que despide una enorme cantidad de energía, un proceso conocido como una nova en evolución.
“Y cuando eso sucede, se iluminará como el mejor árbol de Navidad de la ciudad“, asegura la doctora Clark.
Los astrónomos creen que este proceso es recurrente, con una explosión de T Cor Bor sucediendo aproximadamente cada 80 años.
Pero no hay registros de esto.
Y ya ha habido unas cuantas falsas alarmas que T Cor Bor estaba a punto de aparecer, seguidas de un chasco.
Sin embargo, los expertos dicen que hay signos de que volverá a suceder pronto.
Y Michael Woodman ciertamente está listo para verlo otra vez.
“Alguien me meterá en un automóvil y me llevará a algún sitio agreste donde lo podré ver bien. Eso es lo que esperamos”, afirma.
Y si logra echarle otro vistazo al espectáculo, cree que lo pondrá en un club muy exclusivo, de un solo miembro.
“80 años después, estamos mirando al cielo otra vez, no sólo yo, sino todo el mundo aparentemente”, declara.
“Si estoy con vida, si lo veo, seré el único en haberlo visto dos veces”.
Luego, con una amplia sonrisa y una pequeña carcajada, añade: “¡Tengo que seguir respirando!”
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