
En 2015 Animal Planet lanzó un supuesto documental que aborda hechos ficticios basados en un artículo de la revista Nature y la leyenda indonesia del Ebu Gogo, pero usuarios de redes sociales tomaron fragmentos para asegurar que lo narrado realmente ocurrió.
La historia trata sobre caníbales antiguos que habitan en la selva de Isla de Flores, Indonesia, quienes aparentemente atacaron a una expedición de dos científicos y un guía indonesio en 1977.
Algunos usuarios que comparten estos fragmentos en plataformas como TikTok y Facebook han colocado textos sobre las imágenes en los que aseguran que se trata de hechos verídicos, pero en realidad están sacados de contexto.
Durante la expedición uno de los científicos y el guía mueren, pero las autoridades culpan al único sobreviviente, el doctor Timothy Darrow, de asesinato y canibalismo.
Animal Planet lanzó en 2015 un documental ficticio que en su tráiler promocional presenta escenas que parecen realmente grabadas en la expedición de 1977, llamado El caníbal en la jungla.
Cada uno de los detalles de la filmación fueron cuidados para que pareciera una historia real, entre ellos la entrevista a un periodista que supuestamente cubrió la noticia del asesinato, los funcionarios del gobierno americano y un documentalista que vuelve al lugar de la tragedia.
Incluso presentan la única entrevista que dio Timothy Darrow desde la cárcel en la que sostiene su inocencia y que su equipo fue atacado por un grupo de primates similares a humanos pero más pequeños, aunque en realidad se trata del actor Richard Brake.
Un detalle cierto es que el paleontólogo y editor de la revista Nature, Henry Gee, realiza un cameo para hablar de un artículo que se publicó en 2009 sobre el Homo floresiensis, un homínido que habitó en la Isla de Flores hace 14 mil años.
El documentalista ficticio relaciona el hallazgo del Homo floresiensis con la leyenda indonesia de Ebu Gogo, unas criaturas humanoides habitantes de la selva que secuestraban a niños para comerlos.
Al hacer una búsqueda en IMDb y MUBI se puede constatar que la mayoría de los protagonistas de esta filmación son actores, excepto el paleontólogo Henry Gee.
En los créditos finales también se puntualiza que se trata de hechos ficticios basados en leyendas y los artículos científicos antes mencionados.
Un mockumental es un falso documental que toma todos los elementos del género, incluidas entrevistas y filmaciones en apariencia verídicas pero los coloca en un terreno ficticio, como en el caso de El caníbal en la jungla.
Algunos ejemplos de este estilo de cine son I’m Still Here (2010) sobre Joaquin Phoenix, Borat (2006) o series en donde se juega completamente con la comedia como The Office.
En conclusión: El documental sobre los caníbales en la Isla Flores es ficticio y las imágenes que circulan en redes sociales están sacadas de contexto.

En lo que respecta a la monogamia, los humanos se parecen más a las suricatas y a los castores que a nuestros primos primates.
En nuestra vida amorosa, nos asemejamos más a estas mangostas sociales y unidas que a nuestros primos primates, según sugiere una clasificación de monogamia elaborada por científicos.
Con un 66% de monogamia, los humanos obtienen una puntuación sorprendentemente alta, muy superior a la de los chimpancés y los gorilas, y a la par de las suricatas.
Sin embargo, no somos ni mucho menos la criatura más monógama.
El primer puesto lo ocupa el ratón californiano, un roedor que forma vínculos inseparables para toda la vida.
“Existe una liga de élite de la monogamia, en la que los humanos se encuentran cómodamente, mientras que la gran mayoría de los demás mamíferos adoptan un enfoque mucho más promiscuo para el apareamiento”, afirmó Mark Dyble, investigador del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge.
En el mundo animal, el emparejamiento tiene sus ventajas, lo que podría explicar por qué ha evolucionado de forma independiente en múltiples especies, incluida la nuestra.
Los expertos han propuesto diversos beneficios para la llamada monogamia social, en la que las parejas se unen durante al menos una temporada de reproducción para cuidar a sus crías y ahuyentar a los rivales.
Dyble examinó varias poblaciones humanas a lo largo de la historia, calculando la proporción de hermanos de padre y madre (individuos que comparten la misma madre y el mismo padre) en comparación con los medio hermanos (individuos que comparten la madre o el padre, pero no ambos).
Se recopilaron datos similares para más de 30 mamíferos monógamos sociales y de otras especies.
Los humanos tienen un índice de monogamia del 66% de hermanos de padre y madre, por delante de las suricatas (60%), pero por detrás de los castores europeos (73%).
Mientras tanto, nuestros primos evolutivos se sitúan en la parte inferior de la tabla: los gorilas de montaña con un 6%, y los chimpancés con solo un 4% (al igual que el delfín).
En último lugar se encuentra la oveja de Soay, de Escocia, donde las hembras se aparean con múltiples machos, con un 0,6% de hermanos de padre y madre.
El ratón californiano ocupó el primer puesto, con un 100%.
Sin embargo, estar clasificados junto a suricatas y castores no significa que nuestras sociedades sean iguales: la sociedad humana es completamente diferente.
“Aunque la proporción de hermanos de padre y madre que observamos en los humanos es muy similar a la de especies como las suricatas o los castores, el sistema social que vemos en los humanos es muy distinto”, declaró Dyble a la BBC.
“La mayoría de estas especies viven en grupos sociales similares a colonias o, quizás, en parejas solitarias que se desplazan juntas. Los humanos somos muy diferentes. Vivimos en lo que llamamos grupos con múltiples machos y múltiples hembras, dentro de los cuales existen estas unidades monógamas o de pareja estable”, explicó.
Kit Opie, profesor del Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol, que no participó en el estudio, afirmó que este es otro elemento clave para comprender cómo surgió la monogamia en los seres humanos.
“Creo que este artículo nos proporciona una comprensión muy clara de que, a lo largo del tiempo y en diferentes lugares, los humanos son monógamos”, declaró.
“Nuestra sociedad se parece mucho más a la de los chimpancés y los bonobos; simplemente hemos tomado un camino diferente en lo que respecta al apareamiento”, agregó.
El nuevo estudio fue publicado en la revista científica Proceedings of the Royal Society: Biological Sciences.
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