Los sismos no se pueden predecir, pero en redes sociales circula una falsa alerta sísmica que dice que en 36 horas habrá un “desarrollo de un escenario de evento sísmico de magnitud moderada a fuerte” en los estados de Guerrero, Colima, Jalisco y Michoacán.
Si bien, sí existe un sistema de alerta temprana de sismos en México, este avisa a la población con decenas de segundos antes de la llegada de un sismo, no con varias horas. Y funciona con sensores de ondas de radio registrados en la tierra.
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Aunque la falsa alarma describe que, supuestamente, hay “señales precursoras” de sismos como “electricidad atmosférica, radiación de onda larga saliente, cambio de estructura de nubes con dirección centro hacia la costa del océano Pacífico con una extensión de 300 km, y caída de humedad ambiental relativa en el punto de fulcro y detección de un acople litosfera (sic)”, el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX) no mide nada de eso para prevenir un movimiento telúrico.
La desinformación que incluye recomendaciones como ‘compartir’ y tener a la ‘mano una mochila de emergencia’ ya se difundió por redes sociales como Facebook, en donde se ha replicado más de 2 mil veces. En los comentarios, algunas personas han mostrado su preocupación. Incluso, usuarios del Verifichat nos pidieron su verificación.
México es un país con una intensa actividad sísmica, y para prevenir a la población sobre estos eventos cuenta con el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX), que es manejado por el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico, A.C. (CIRES).
Está integrado por una red de 96 sensores que al detectar un sismo fuerte emiten una señal que utiliza ondas de radio. El Cires describe que su función es “avisar a la población con decenas de segundos antes de la llegada de un sismo, con el fin de que la sociedad realice acciones que protejan la vida y reduzcan la pérdida de bienes materiales”.
A este tiempo entre que suena la alerta y se registra el sismo se le llama tiempo de oportunidad, y es de entre 20 hasta 120 segundos antes de la llegada de un sismo. Este tiempo depende de la distancia al epicentro, es decir, entre más cerca al origen del movimiento hay menos tiempo.
Por otro lado, el Servicio Sismológico Nacional (SSN) informa de manera oportuna y precisa sobre las características de los sismos ocurridos en México; proporciona la fecha y hora de origen, así como sus parámetros principales: magnitud, coordenadas geográficas del epicentro, localización (referencia a una localidad cercana al epicentro) y profundidad.
Por lo que informar sobre una alerta sísmica con más de dos minutos de anticipación no es posible.
En este video te explicamos a detalle cómo funciona la alerta sísmica
Aunque en redes sociales suele decirse que hay “señales” que pueden predecir sismos, la verdad es que todavía no existen instrumentos científicos que puedan precisar el día, la hora y el lugar en dónde ocurrirá un evento de este tipo, por lo que -como ya mencionamos- no hay una alerta sísmica para las próximas 36 horas en México.
“Hasta hoy, no existe una técnica que permita predecir los sismos. Ni los países como Estados Unidos y Japón, cuya tecnología es muy avanzada, han sido capaces de desarrollar una técnica predictiva de temblores”, explica el SSN.
El Sistema Sismológico Suizo explica que ninguno de los métodos de predicción de terremotos que se mencionan con frecuencia ha resultado suficientemente fiable.
Por ejemplo, explica que los cambios en las señales electromagnéticas son uno de los predictores más frecuentemente debatidos de los grandes terremotos, pero “aunque se ha logrado relacionar con éxito los cambios en los campos eléctricos o magnéticos de la Tierra con algunos terremotos, las diferentes aplicaciones del método en múltiples lugares y en varios terremotos han demostrado que no es confiable”.
Por su parte, el Servicio Geológico de Estados Unidos, señala que los llamados “precursores de sismos” – como dice la alerta falsa– suelen ser una serie de pequeños terremotos, cantidades crecientes de radón en el agua local, un comportamiento inusual de los animales, un aumento de la magnitud de los terremotos en eventos de tamaño moderado o un evento de magnitud moderada lo suficientemente raro como para sugerir que podría ser un temblor precursor.
“Lamentablemente, la mayoría de estos precursores se producen con frecuencia sin que se produzca un terremoto, por lo que no es posible realizar una predicción real”, menciona.
En conclusión, no hay una alerta sísmica para las próximas 36 horas en México, pues no existe la tecnología que alerta sobre un sismo con más de 2 minutos.
Si quieres saber más, en este video te explicamos por qué es falso que los sismos se puedan predecir.
La nube digital reside en más de 10.000 centros de datos en todo el mundo. Su número crece constantemente, al igual que las quejas de residentes locales.
Cuando Beverly Morris se jubiló en 2016 pensó que había encontrado la casa de sus sueños: un tranquilo rincón rural de Georgia, rodeado de árboles y tranquilidad.
Hoy, es todo lo contrario.
A solo 366 metros de su porche, en el condado de Fayette, se encuentra un gran edificio sin ventanas, lleno de servidores, cables y luces parpadeantes.
Es un centro de datos, uno de los muchos que están apareciendo en pequeños pueblos de Estados Unidos y en todo el mundo, para alimentar todo tipo de servicios, desde operaciones bancarias en línea hasta herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT.
“No puedo vivir en mi casa si mi casa funciona a medias y no puedo beber el agua”, dice Morris.
Morris cree que la construcción del centro, que es propiedad de Meta (la empresa matriz de Facebook), causó una acumulación excesiva de sedimentos en su pozo de agua. Ahora no tiene más remedio que acarrear agua en cubos para el inodoro.
Morris señala que tuvo que arreglar las cañerías de su cocina para restablecer la presión del agua. Pero la que sale del grifo todavía tiene residuos.
“Me da miedo beber el agua, aunque la sigo usando para cocinar y para cepillarme los dientes”, dice . “¿Me preocupa esto? Sí”.
Meta, sin embargo, afirma que ambas cosas no están relacionadas.
En una declaración a la BBC, Meta dijo que “ser un buen vecino es una prioridad”.
La empresa afirmó que comisionó un estudio independiente de aguas subterráneas para investigar las preocupaciones de Morris. Según el informe, la operación de su centro de datos “no afectó negativamente las condiciones de las aguas subterráneas de la zona”.
Aunque Meta niega haber causado problemas con el agua, en opinión de Morris no cabe duda de que la empresa ya no es bienvenida en su localidad.
“Este era mi lugar perfecto”, dice. “Pero ya no lo es”.
Solemos pensar en la nube como algo invisible, que flota sobre nosotros en el éter digital. Pero tiene una realidad física.
La nube reside en más de 10 mil centros de datos en todo el mundo, la mayoría ubicados en Estados Unidos, seguido de Reino Unido y Alemania.
Con la IA impulsando un aumento de la actividad en línea, esa cifra crece rápidamente. Y también se multiplican las quejas de residentes locales.
En Estados Unidos el auge de estos centros enfrenta el desafío del activismo local. Proyectos por un monto total de US$64.000 millones se han visto retrasados o bloqueados en todo el país, según un informe del grupo de monitoreo de centros de datos Data Center Watch.
Y las preocupaciones no se limitan a la construcción de estos centros. También tienen que ver con el consumo de agua. Mantener los servidores enfriados requiere mucha agua.
“Estos procesadores se calientan mucho”, declaró Mark Mills, del Centro Nacional de Análisis de Energía, ante el Congreso estadounidense en abril. “Se necesita mucha agua para enfriarlos”.
Muchos centros utilizan sistemas de enfriamiento por evaporación, en los que el agua absorbe el calor y se evapora, de forma similar a cómo el sudor absorbe y libera el calor de nuestros cuerpos. En días calurosos, un solo centro de datos puede consumir millones de litros.
Los centros de datos impulsados por IA podrían consumir entre 4.200 y 6.600 millones de metros cúbicos de agua a nivel mundial para 2027, según un estudio.
Pocos lugares ilustran esta tensión con mayor claridad que Georgia, uno de los mercados de centros de datos de más rápido crecimiento en EE. UU.
Su clima húmedo proporciona una fuente de agua natural y más rentable para enfriar los centros de datos, lo que hace al estado atractivo para las empresas. Pero esa abundancia puede tener un costo alto.
Gordon Rogers es el director ejecutivo de Flint Riverkeeper, una organización sin fines de lucro que monitorea la salud del río Flint en Georgia.
Rogers nos llevó hasta un arroyo debajo de un nuevo sitio de construcción para un centro de datos de la compañía estadounidense Quality Technology Services (QTS).
George Diets, un voluntario local, recoge una muestra de agua y la coloca en una bolsa de plástico transparente. El agua es turbia y marrón.
“No debería ser de ese color”, dice. Para él, esto sugiere flujo de sedimentos y posiblemente floculantes. Estos son productos químicos utilizados en la construcción para unir el suelo y prevenir la erosión, pero si se filtran al sistema hídrico pueden generar lodos residuales.
QTS afirma que sus centros de datos cumplen con altos estándares ambientales y generan millones en ingresos fiscales a nivel local.
Si bien la construcción de estos centros suele estar a cargo de contratistas externos, son los residentes quienes deben enfrentar las consecuencias.
“No deberían hacer esto”, dice Rogers. “Un propietario más rico no tiene más derechos de propiedad que uno con menos recursos”.
Los gigantes tecnológicos afirman ser conscientes de los problemas y aseguran que están tomando medidas.
“Nuestro objetivo es que para 2030 estemos devolviendo más agua a las cuencas hidrográficas y comunidades donde operamos centros de datos que la que extraemos”, afirma Will Hewes, responsable global de gestión del agua en Amazon Web Services (AWS), la empresa que gestiona más centros de datos a nivel mundial.
Hewes afirma que AWS está invirtiendo en proyectos como la reparación de fugas, la captación de agua de lluvia y el uso de aguas residuales tratadas para refrigeración. En el estado de Virginia, la empresa colabora con agricultores para reducir la contaminación por nutrientes en la bahía de Chesapeake, el estuario más grande de Estados Unidos.
En Sudáfrica e India, donde AWS no utiliza agua para refrigeración, la empresa sigue invirtiendo en iniciativas de acceso y calidad del agua.
En el continente americano, afirma Hewes, el agua solo se utiliza en aproximadamente el 10 % de los días más calurosos del año.
Aun así, todo suma. Una sola consulta de IA, por ejemplo una solicitud a ChatGPT, puede consumir una cantidad de agua equivalente a una botella pequeña de agua que compras en el supermercado. Multiplica eso por miles de millones de consultas al día y la escala queda clara.
El profesor Rajiv Garg enseña computación en la nube en la Universidad Emory de Atlanta. Los centros de datos no van a desaparecer, dice. De hecho, se están convirtiendo en la columna vertebral de la vida moderna.
“No hay vuelta atrás”, afirma el profesor Garg.
Para el académico, la clave es pensar a largo plazo: sistemas de refrigeración más inteligentes, captación de agua de lluvia e infraestructuras más eficientes.
Garg admite que a corto plazo los centros de datos generarán una enorme presión, aunque agrega que la industria está comenzando a virar hacia la sostenibilidad.
Eso no es ningún consuelo para propietarios como Beverly Morris.
Los centros de datos se han convertido en algo más que una simple tendencia del sector: ahora forman parte de la política nacional. El presidente Donald Trump prometió recientemente construir el mayor proyecto de infraestructura de IA de la historia, calificándolo de “un futuro impulsado por datos estadounidenses”.
En Georgia, el sol pega fuerte a través de la humedad densa, un recordatorio de por qué el estado es tan atractivo para las empresas de centros de datos.
Para los residentes locales el futuro tecnológico ya está aquí. Y es ruidoso y sediento y, a veces, convivir con él es difícil.
A medida que la IA crece, el desafío es claro: cómo impulsar el mundo digital del mañana sin agotar el recurso más básico de todos: el agua.
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