En Facebook circulan imágenes que mencionan que el ‘fenómeno afelio’ supuestamente nos alejará hasta 66% de la distancia habitual con el Sol, por lo que habrá un descenso abrupto de la temperatura de aquí al mes de agosto y daños a la salud.
Sin embargo, especialistas consultados y reportes científicos confirman que se trata de desinformación, porque las publicaciones incluyen datos equivocados sobre la distancia entre el Sol y la Tierra; el alejamiento entre los astros durante el año no es determinante para la temperatura, y no provoca gripe o tos, ni daña la inmunidad.
“A partir de mañana a las 5:27 viviremos el FENÓMENO APHELION. La Tierra estará muy lejos del Sol. No podemos ver el fenómeno, pero SÍ PODEMOS sentir su impacto. Esto durará hasta el mes de agosto. Tendremos un clima frío, MÁS QUE EL CLIMA FRÍO DE SIEMPRE lo que repercutirá en gripe, tos, dificultad para respirar, etc.
La distancia de la Tierra al Sol es de cinco minutos luz o 90.000.000 km. El fenómeno del Afelio nos aleja a 152.000.000 km del sol, es decir, un 66% más lejos. El aire será más frío, nuestro cuerpo no está acostumbrado a esta temperatura, es mucha diferencia”, se lee en las imágenes publicadas.
Este tipo de reportes circulan desde el 4 de junio y han sido compartidos en perfiles, grupos y páginas de la red social.
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En entrevista el doctor José Franco, investigador del Instituto de Astronomía de la Universidad Autónoma de México (UNAM), detalló que la distancia de la Tierra respecto al Sol no es constante todo el año, y que la órbita del planeta alrededor del Sol es una elipse.
A la distancia menor entre los astros se le llama perihelio, y a la mayor, afelio. Y este ‘alejamiento’ en la elipse ocurre todos los años, en enero y julio, respectivamente.
De acuerdo con la NASA, cuando se da el afelio la tierra se ubica a 152 millones 83 mil 8 kilómetros del sol, y en perihelio a 147 millones 94 mil 41 kilómetros.
Sin embargo, la propia agencia aclara que el cambio de distancia entre los astros no es determinante para el clima, no ocasiona una baja o un alza abrupta de la temperatura.
“Durante parte del año, la Tierra está más cerca del Sol que en otros momentos. No obstante, en el hemisferio norte, es invierno cuando la Tierra está más cerca del Sol y es verano cuando está más alejada. En comparación con la distancia del Sol, este cambio de distancia de la Tierra a lo largo del año no implica grandes cambios para nuestro clima”, señala la NASA en su página web.
La Agencia espacial estadounidense y el Instituto Español de Técnica Aeroespacial refieren que la distancia media entre el Sol y la Tierra es de 150 millones de kilómetros, y no de 90 millones de kilómetros, como indican las publicaciones.
El doctor Franco explicó que también es falso que durante el año y por el afelio la Tierra se aleje hasta 66% de la distancia media con el Sol.
“La diferencia de distancia entre el afelio y perihelio es pequeña, como del 3%. La tierra está más cerca del sol como 3 % de su distancia media, o está 3 % más lejos de su distancia media”, explicó a su vez el investigador de la UNAM.
En su sitio web, la NASA explica que la Tierra gira alrededor de forma elíptica, al mismo tiempo que rota sobre su propio eje. La inclinación del eje de rotación del planeta es de 23.5°, lo cual da origen a las estaciones.
José Franco destacó que la inclinación de este eje permite que los rayos del Sol lleguen de forma perpendicular al hemisferio norte en verano, y en invierno llegan de la misma forma al hemisferio sur, lo cual define la temperatura.
“El efecto de la distancia es un efecto mínimo, el importante es la inclinación del eje de rotación que define las estaciones.
“El eje de la Tierra es un polo imaginario que atraviesa el centro de la Tierra de arriba abajo. La Tierra gira alrededor de este polo, y completa un giro por día. Ese es el motivo por el cual tenemos día y noche, y por el cual cada parte de la Tierra tiene parte de ellos. La Tierra tiene estaciones porque su eje no está en línea recta”, menciona la agencia.
El Sabueso contactó a Rafael Trejo, miembro del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), quien aclaró que debido a la posición geográfica del país la temperatura se ve afectada por los sistema invernales que se presentan desde septiembre hasta abril, y por los sistemas anticiclónicos del país, es decir que el aire gira de acuerdo a las manecillas del reloj.
Igualmente, se encuentran los sistemas frontales, los cuales vienen acompañados de una masa polar que genera el descenso de la temperatura principalmente en los meses de enero y diciembre, en la mayor parte del territorio nacional .
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“También, tenemos la temporada de lluvias y la temporada de ciclones tropicales en el océano pacífico que inició el 15 de mayo, e inició el 1 de junio en el océano atlántico. Las temperaturas más altas se han registrado en los meses de abril, mayo y parte de junio porque en esos meses no llueve o llueve en ciertos puntos de la República mexicana”, dijo el especialista.
En ese sentido, aclaró que en los últimos 20 días se ha identificado un refrescamiento de la temperatura, principalmente en los estados de occidente, centro, oriente, sureste y en la Península de Yucatán debido a la formación de sistemas tropicales en la costa del Pacífico mexicano.
Rafael Trejo indicó que “hay que recordar que tuvimos al huracán Agatha, Blas y tormenta tropical Celia. Estos sistemas aunado a canales de baja presión y al paso de ondas tropicales, favorecen el ingreso de humedad del Pacífico y Golfo de México hacia el interior del país ,se genera nubosidad y precipitaciones en la mayor parte del territorio nacional, es por eso que no se han registrado temperaturas relativamente altas o se siente un refrescamiento en las temperaturas ambiente”.
A pesar de ello, refirió que en los estados fronterizos se han registrado temperaturas por encima de los 40 grados centígrados, lo cual es consecuencia de los sistemas anticiclónicos y la ausencia de lluvias.
“Son condiciones normales las que estamos teniendo, no hemos notado un marcado descenso en la temperatura como dicen en las publicaciones. No es un descenso en la temperatura, es un refrescamiento de la temperatura, originado principalmente por el ingreso de humedad. Esta nubosidad cubre varias partes del territorio nacional, por lo tanto la radiación solar no calienta y cuando se registran las precipitaciones desciende la temperatura, pero son temperaturas normales las que tenemos ahorita. No hemos registrado un descenso marcado en la temperatura”, refirió el especialista.
Por otro lado, el doctor Franco negó que el afelio tenga algún efecto en la salud humana. Andrea Sánchez, doctora en Astronomía por la Universidad de la República Uruguay, entrevistada por AFP Factual negó que este fenómeno tuviera relación con los supuestos efectos en la salud que mencionan las publicaciones de Facebook. Esto también ha sido desmentido por Chequeado, que al igual que El Sabueso pertenece a la Red Internacional de Verificación de Datos (IFCN, por sus siglas en inglés).
En conclusión, la información que circula por Facebook es falsa debido a que el afelio no determina la temperatura, el planeta no se alejará 66% del Sol, las autoridades mexicanas no han registrado algún cambio inusual en la temperatura y este fenómeno no causa daños a la salud.
Norteamérica, el bloque comercial más grande del mundo, se enfrenta con la presidencia de Trump a su mayor desafío en 30 años de determinante existencia. Un análisis para entender qué es el bloque comercial, cuáles fueron sus efectos y qué lo amenaza.
Es el tratado de libre comercio más grande del mundo. Fue pionero en un esquema que cambió la economía global. Tuvo efectos políticos, culturales, sociales.
El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC, y USMCA por sus siglas en inglés) es probablemente uno de los desarrollos económicos más importantes de la historia reciente de la economía mundial.
Su primera versión, conocida como TLCAN (y NAFTA en inglés), entró en vigor en 1994. Una iniciativa de la década de los años 80 que se negoció durante años y que respondía a las necesidades de cada país en su momento y a un contexto internacional favorable. Fue uno de los principales detonantes de la economía globalizada y liberal al mando de Estados Unidos que operó en el mundo durante las últimas tres décadas.
Este martes 1 de julio se cumplen 5 años de la entrada en vigor de la última renovación del tratado. Y es un momento crítico, quizá existencial, para el mismo, porque el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dice que el TMEC “fue un desastre” para su país.
“Vamos a necesitar el apoyo del Congreso para acabar con ese acuerdo, que es el peor de nuestra historia”, añade el mandatario, que lo responsabiliza del cierre de hasta 90.000 plantas en su país.
Y aunque fue él quien en su primer periodo firmó su renovación, Trump parece decidido al menos a renegociar con mano dura las pautas del acuerdo, que está programado para revisión en 2026, aunque todo indica que se adelantará.
“En términos de creación de empleo, promoción de inversiones y crecimiento económico, el TMEC fue muy exitoso, pero las partes fallaron en crear políticas públicas complementarias que amortiguaran sus efectos y eso hizo que se convirtiera en un pararrayos de todos los problemas, sobre todo en EE.UU.”, dice Antonio Ortiz Mena, un economista y exfuncionario mexicano que da conferencias, consultorías y un curso sobre el tema en la Universidad de Georgetown, en Washington.
En medio de la guerra arancelaria promovida por Trump, de la que México y Canadá han sido de los menos afectados gracias al acuerdo, el TMEC vuelve a ser protagonista de una historia con implicaciones globales.
Estas son tres claves para entenderlo.
Los tratados de libre comercio son un mecanismo para dar acceso preferencial a los mercados entre las partes eliminando aranceles y barreras no arancelarias que impiden el libre comercio de productos.
Con eso, en teoría, se aumenta la diversidad de bienes de consumo disponibles en los mercados involucrados, se contienen los precios, se amplían las fuentes de trabajo para todos y se consolida un bloque comercial de peso para competir con el resto del mundo.
El TMEC logró mucho de eso desde un principio: el comercio entre los países se sextuplicó y se crearon 12 millones de empleos en México, 14 millones en EE.UU. y 17 millones en Canadá, según cifras oficiales.
Pero desde los primeros años el tratado fue visto con escepticismo por muchos porque, entre otras cosas, amenazaba las industrias locales, generaba condiciones para la explotación laboral, tenía un impacto en el medio ambiente y promovía la desigualdad.
Y algo de todo eso ocurrió.
“Se requerían políticas complementarias”, dice Ortiz.
“En México faltaron reglas sobre política energética, regulación, política social y eso generó mucha incertidumbre; y en EE.UU. se dejó demasiado al mercado y faltó colaboración del Estado para temas de infraestructura, apoyo social y laboral”.
Cuando se firmó la renovación en 2018, el 70% de los estadounidenses y el 80% de los mexicanos apoyaban el tratado, según encuestas. Pero esa cifra ha ido bajando en territorio estadounidense.
“En EE.UU. el tratado coincide con el auge de la automatización y la entrada de China a la economía mundial, cosas que sí generaron una recolocación laboral, no reduciendo la manufactura, sino el empleo en la manufactura, y eso hizo que la clase media sintiera que sus perspectivas no eran atractivas”.
“Muchos cayeron en una suerte de pobreza, la pandemia empeoró la situación, y para los políticos —tanto republicanos como demócratas— un blanco fácil para explicar ese proceso fue el TMEC”, señala Ortiz.
Uno de esos políticos es Trump, un enemigo no solo del TMEC, sino del libre comercio; precursor del proteccionismo y partidario de los aranceles desde los años 80.
Pero no es el único: su contrincante en las elecciones Kamala Harris, por ejemplo, fue una de los 10 senadores que votaron en contra del tratado en 2020 y en campaña lo usó para atacar a Trump —que lo había renovado— porque hacía “muy fácil deslocalizar empleos en el exterior” y “afecta el medio ambiente”.
Aunque por décadas el tratado tuvo apoyo bipartidista mayoritario, en los últimos años se convirtió en un factor de tensión y una explicación, para muchos arbitraria, del aumento de la desigualdad, el debilitamiento de los sindicatos y la crisis industrial estadounidense.
En esa pelea retórica Trump tuvo el mensaje más eficiente.
El modelo proteccionista de la economía mexicana entró en crisis en 1982, cuando el impago de la deuda coincidió con la caída del precio del petróleo, la mayor fuente de ingresos del país. La inflación se disparó, el peso se devaluó.
Pero los intentos de abrir la economía, entrar a los sistemas de libre mercado mundiales y flexibilizar los controles probaron ser infructuosos porque el mercado más grande del mundo, EE.UU., seguía siendo inaccesible.
Al tiempo, para EE.UU. y Canadá, que ya tenían un tratado vigente, México resultó un mercado atractivo para las exportaciones y un espacio de inversión menos costoso que podría mejorar la competitividad de sus empresas.
El 1 de enero de 1994 el tratado entró en vigor y con eso México, en estos 30 años, triplicó sus exportaciones agrarias, se crearon millones de empleos en la industria automotriz y se redujo la inflación.
El norte mexicano se transformó: se abrieron fábricas, llegaron miles de migrantes en busca de trabajo, la estructura económica cambió y sus ciudades se desarrollaron.
Eso le permitió al gobierno central reducir la deuda, fortalecer su regulación fiscal, estabilizar la inflación y aumentar las reservas extranjeras.
Pero eso no impidió —a pesar de que la causalidad en esto es sujeto de innumerables debates— que aumentara la desigualdad. Y el crecimiento bruto de la economía nunca se disparó.
Los resultados para EE.UU. también son sujeto de mucha polémica, sobre todo en lo que se refiere a la generación empleo, el estancamiento de los salarios y la crisis de las industrias en el norte del país.
Pero los economistas coinciden en que el tratado, al permitir fluidas cadenas de suministro, redujo los costos de los productos, aumentó la productividad y mejoró la competitividad de EE.UU. —y el bloque norteamericano— frente a una creciente China.
Canadá también volcó su economía al intercambio con sus socios, con lo que el empleo en la manufactura se mantuvo estable por décadas. Sin embargo, la brecha productiva con EE.UU. se mantuvo, la economía no se diversificó ni creció mucho y la dependencia de EE.UU. se profundizó.
La pregunta ahora, con la emergencia del proteccionismo trumpista, es si el bloque norteamericano se fortalecerá: de no hacerlo, puede haber una crisis profunda; y de hacerlo, hay dos opciones: Norteamérica puede terminar fortaleciéndose ante el mundo, o puede aislarse y debilitarse ante el auge de China.
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