No solo es famosa por ser una de las mejores películas de terror o por los extraños eventos que ocurrieron en su set. También causa interés la historia real de El Exorcista y aquí te contamos todo sobre el caso de Rolad Doe.
La famosa película, dirigida por William Friedkin, se estrenó en 1973 y se basa en la novela homónima de William Peter Blatty lanzada en 1971.
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Es común que se diga que una película de terror se basa en hechos reales solo con motivos de marketing. Sin embargo, en este caso es 100% real, no fake.
Eso sí, los nombres, detalles y locaciones son muy distintas, pues los hechos reales nos llevan a Cottage City, Maryland en la década de 1940.
El Exorcista se basa en la historia de Roland Doe (más tarde identificado como Roland Edwin Hunkeler) y el exorcismo que vivió en 1949.
Durante años solo se le llamó Roland Doe al joven que inspiró el caso de Regan MacNeil. Sin embargo, apenas en 2021 se hizo oficial su identidad gracias a un artículo en The Skeptical Inquirer: The Magazine for Science and Reason, una revista bimestral de Nueva York que aplica rigor científico para explicar eventos “extraordinarios” en el ámbito de lo paranormal.
Resulta que el autor William Peter Blatty se enteró primero del exorcismo de Roland Hunkeler mientras era estudiante de último año en la Universidad de Georgetown.
Eugene Gallaher, uno de sus profesores y sacerdote en el colegio jesuita, le dijo a Blatty del extraordinario caso de un niño que supuestamente vivió una posesión demoníaca y que se salvó gracias a una serie de exorcismos.
Supuestamente, Roland Doe / Ronald Edwin Hunkeler nació en 1935 y creció en una familia de clase media en Cottage City. Tenía 14 años cuando empezó a escuchar golpes y rasguños provenientes de las paredes de su dormitorio.
Algunas versiones indican que la madre de Roland Doe creía que todo esto comenzó desde la muerte de la “Tía Tillie”, quien era espiritista y le enseñó a Roland a cómo comunicarse con espíritus usando la Ouija.
Inicialmente, la familia buscó la ayuda de su ministro protestante, el reverendo Luther Schulze. Pero cuando las cosas empeoraron, recurrieron a las comunidades jesuitas de Washington, D.C. y St. Louis.
Roland Doe fue sometido a exámenes médicos y psiquiátricos, pero no encontraron nada anormal que pudiera explicar los fenómenos supuestamente paranormales.
La familia finalmente buscó la ayuda de William Bowdern, jesuita que practicó más de 20 exorcismos en Hunkeler en un lapso de tres meses.
Hay algunas supuestas descripciones que se tienen sobre los exorcismos. Estas son supuestamente del diario de Bowdern y que fue entregado por el Padre Raymond Bishop (presuntamente también testigo de todo lo que ocurrió con Roland Doe).
En ese texto (del que encuentras una copia por acá) nunca se menciona el nombre de Roland, sino que se hace referencia al caso de “R”. Sin embargo, el caso sucede en 1949 en Cottage City, Marylando, coincidiendo con los datos de Roland.
En marzo el caso se movió a St. Louis, donde fue admitido en el hospital de los Alexianos donde practicarían las últimas fases del exorcismo.
Ahí trabajarían los padres Bowdarn, Bishop y Walter Halloran. Durante el Parecipio tibi, que es una especie de interrogatorio al “demonio” que posee un cuerpo, se relata que comenzaron a aparecer rasguños en el cuerpo del niño.
Sí, Blatty y Friedkin le pusieron de su cosecha para crear una historia todavía más estremecedora en la novela y la película, respectivamente.
Sin embargo, eso no quita que el diario de Bowdern mencione elementos que vimos en pantalla grande. Por ejemplo, que Roland Doe hablara en latín durante los exorcismos, la aparición de marcas (algunas de palabras malditas) en su cuerpo, o que objetos se movieran sin que nadie les tocara.
Igual se describe cómo en las sesiones de exorcismo Roland estallaba de forma violenta, gritando y maldiciendo o hasta con la suficiente fuerza para soltar sus ataduras.
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De acuerdo a la investigación de The Skeptical Inquirer: The Magazine for Science and Reason, Roland Hunkeler afirmó estar libre del diablo luego de tener visiones de San Miguel sosteniendo una espada de fuego.
Una nota del 20 de agosto de 1949 del Washington Post habla del caso de Roland Doe y lo califica como “quizás una de las experiencias más notables de su tipo en la historia religiosa reciente”.
Pues resulta que el nombre real del niño de la historia real de El Exorcista salió a la luz después de su muerte.
A pesar del tenebroso incidente, Ronald Edwin Hunkeler se convirtió en un ingeniero de la NASA que patentó una tecnología especial para hacer que los paneles del transbordador espacial fueran resistentes al calor extremo. Así ayudó a las misiones Apolo de la década de 1960 que llevaron a los astronautas estadounidenses a la Luna en 1969.
Roland Hunkeler se retiró de la NASA en 2001, luego de trabajar casi 40 años en la agencia espacial.
Una compañera (que estuvo 29 años con Hunkeler) le dijo al NY Post que Roland siempre tenía nervios de que sus compañeros se enteraran de que fue la inspiración detrás de El Exorcista.
“En Halloween, siempre salíamos de casa porque pensaba que alguien vendría a su residencia y sabría dónde vivía y nunca le dejaría en paz”, dijo a The Post la mujer, que pidió no ser identificada.
La película ganadora de un Oscar en la categoría de mejor guion adaptado ofrece a los espectadores un vistazo sobre una elección que a partir del próximo 7 de mayo se convertirá en realidad.
El miércoles 7 de mayo, la ficción se volverá real cuando 134 cardenales comiencen el proceso de elección del sucesor del papa Francisco, que murió el 21 de abril a los 88 años.
Como sabrán quienes han visto la película, el cónclave papal se celebrará totalmente a puerta cerrada en la Capilla Sixtina, bajo los mundialmente famosos frescos de Miguel Ángel.
Nadie fuera del Vaticano conocerá el resultado hasta que una columna de humo blanco salga de su chimenea, lo que significará que la Iglesia católica tiene un nuevo líder.
Pero ¿qué nos dice la película sobre cómo podría desarrollarse el cónclave y por qué el proceso resulta tan fascinante?
Adaptada de la novela de Robert Harris, “Cónclave” muestra a los cardenales aislándose en el Vaticano durante el proceso de elección.
No se les permite comunicarse con nadie fuera del cónclave, aunque, dadas las circunstancias prácticas, no están completamente apartados.
“Todos necesitan alimentarse; no están completamente apartados del mundo”, afirma Stephen Bullivant, profesor de teología y sociología de la religión de la Universidad de St Mary’s Twickenham, en Londres.
Este aislamiento autoimpuesto es una tradición que se remonta a siglos.
En parte, busca evitar que los electores se vean influenciados por factores externos, aunque la idea de un proceso a puerta cerrada puede parecer contradictoria con el “enfoque del mundo moderno de transparencia, visibilidad y escrutinio”, según Anna Rowlands, profesora de pensamiento y práctica social católica en la Universidad de Durham, Inglaterra.
La película evoca “una atmósfera introspectiva increíble” y una sensación de retiro del mundo, afirma.
“Me cuesta imaginar una responsabilidad y un sentimiento más intensos que estar encerrado en un cónclave”, añade.
En la pantalla, abundan las deliberaciones claustrofóbicas e intensas, las reuniones estratégicas y las maniobras tácticas.
Un cardenal socava a un candidato favorito para mejorar sus propias posibilidades. Otros, con perspectivas improbables, instan a sus partidarios a cambiar su voto.
Este conflicto de intereses e ideologías en pugna proporciona gran parte del drama de la película.
“Trata esencialmente sobre las maquinaciones políticas que se desarrollan”, le dijo a la BBC a principios de este año Nick Emerson, editor de la película.
Mientras que algunos cardenales pensarán que lo más importante es seguir la guía divina, otros se sentirán ansiosos por tomar una decisión rápida, afirma Tina Beattie, profesora emérita de Estudios Católicos en la Universidad de Roehampton, Inglaterra.
Dado que la salud del papa Francisco estuvo delicada durante algún tiempo, es probable que, incluso antes del cónclave, “ya haya habido mucha politiquería y pugnas por posiciones entre bastidores”, añade.
“Habrá muchos altercados y no todos [los cardenales] estarán de acuerdo”.
Aunque en la película algunas de las escenas más tensas se centran en la votación, en realidad gran parte del drama podría surgir en las reuniones de los días previos al inicio oficial del cónclave.
Durante este tiempo, los participantes se conocerán, definirán sus prioridades y aprenderán a trabajar juntos para llegar a una decisión unificada, explica la profesora Rowlands.
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En la película, un cardenal desconocido, nombrado en secreto por el difunto papa, se ve arrojado a la contienda.
En la vida real, esto no sería posible. Aunque teóricamente cualquier varón católico bautizado es elegible para ser nombrado papa, todos los cardenales que voten en el cónclave tendrían que haber sido nombrados públicamente por un papa anterior.
Dicho esto, la inminente elección podría ser una de las más impredecibles de la historia.
Alrededor del 80% de los cardenales con derecho a voto fueron nombrados en los últimos 12 años por el papa Francisco. Él conscientemente eligió a personas de todo el mundo y con diversos trasfondos políticos.
Muchos de los cardenales designados por Francisco provienen de países en desarrollo, “lugares y contextos donde normalmente no se nombran cardenales”, afirma la profesora Rowlands.
Esto añade un nivel de incertidumbre en cuanto a sus prioridades y su decisión final.
La película presenta a los cardenales como seres humanos falibles que compiten por el poder.
El director Edward Berger le dijo a la BBC el año pasado que, si bien el cónclave se considera “un antiguo ritual espiritual”, él quería acercar a los participantes a la modernidad.
“Los hemos colocado en un pedestal, pero cuando miras más de cerca es gente que tiene teléfonos móviles, que fuma, que tienen los mismos problemas, vicios y secretos que nosotros”.
La profesora Rowlands explica que la película ofrece una mirada a lo que hay detrás de un proceso, con todos los elementos de la naturaleza y la vida humana presentes: “pérdida, dolor, ambición, miedo, tentación, valentía”.
Y agrega: “Un cónclave es algo muy, muy humano… Tiene un propósito divino, pero es algo muy humano”.
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