Madres buscadoras del Colectivo “Luciérnagas” retiraron el plantón en Calzada de Tlalpan tras acordar una reunión con la titular de la Secretaría de Gobernación (Segob).
Flavio Hernández Peralta, subdirector de Unidad de Gobierno de Segob, informó a las madres buscadoras que la secretaria Rosa Icela Rodríguez asistirá a dicho encuentro, el cual se realizará mañana a las 13:30 horas.
“Va a estar la máxima autoridad, la licenciada Rosa Icela Rodríguez, acompañada de diversos servidores públicos que tienen que atender la problemática y son los indicados para la reunión”, comentó el funcionario.
En tanto, una de las activistas, dijo que se necesitaban de compromisos escritos.
“Necesitamos que las titulares que estén dentro de esa mesa, pues se comprometan a avanzar a nuestras peticiones especificas por caso las cuales son muy largas y no podemos decir en este momento y además no podemos porque son carpetas de investigación”, señaló.
Advirtieron que, si no acude la titular a dicha reunión, volverán a salir a las calles.
“Si el gobierno nos vuelve a engañar y a mentir y solamente a traer personas que no toman decisiones y que nada más van en representación de cada una de las instituciones nuevamente tendremos la necesidad de salir porque ya no podemos estar entre las personas que no atienden”, destacó una vocera del movimiento.
Madres buscadoras del colectivo “Luciérnagas” cumplieron más de 24 horas de haber cerrado la avenida Calzada de Tlalpan, a la altura del metro Chabacano, para exigir a las autoridades de la Ciudad de México cumplir con los acuerdos para realizar búsquedas de personas desaparecidas en la zona del Ajusco.
Sobre la vialidad, con dirección hacia el sur, las familias y personas solidarias colocaron mantas con exigencias y casas de campaña desde el lunes 19 de mayo alrededor de las 6:30 horas, para impedir el paso de los vehículos en protesta por la cancelación de la búsqueda.
María del Carmen Volante, madre de Pamela Gallardo Volante, quien desapareció en 2016, señaló que la brigada estaba programada para realizarse entre el 19 y 23 de mayo, pero el Gobierno de Clara Brugada modificó las fechas sin previo aviso.
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Lo anterior, expusieron las buscadoras, rompió con los acuerdos previamente establecidos, motivo por el cual decidieron realizar el plantón sobre Calzada de Tlalpan.
“Tomamos la decisión de cerrar para decirle al Gobierno y a la Fiscalía que no vamos a seguir permitiendo que violenten el derecho de una madre buscadora, porque todos tenemos derecho a buscar”, relató Volante. “Porque ha habido muchas violencias, no nomás en mi caso; en el caso de Sofi, de Susana, de Nimai, que traemos varios casos de Luciérnagas y de otras madres que se fueron agregando”.
Incluso, la administración capitalina se había comprometido a tener una reunión con ellas este martes a las 7:30 horas, pero condicionó la cita a que levantaran la protesta, a lo cual no accedieron por considerar que, si el Gobierno incumplía con su palabra, perderían la movilización.
La señora María del Carmen remarcó que las búsquedas en la zona del Ajusco se realizan de manera más óptima entre los meses de enero y parte de junio, previo a la temporada de lluvias, pues el terreno boscoso obstaculiza el acceso a ciertas áreas cuando está enlodado.
Rocío Méndez, una de las madres que iba a participar en la búsqueda del Ajusco, se sumó también al plantón sobre Calzada de Tlalpan para protestar la falta de apoyo de las autoridades para buscar a su hija Sofía Lorena.
Sofía desapareció el 28 de junio de 2018, a sus 25 años de edad. Aunque la desaparición se produjo en la Ciudad de México, la última información que obtuvo su familia es que ella se encontraba en San Luis Potosí. Su presunto agresor fue detenido en Cancún en octubre de 2018, pero una vez detenido se habría quitado la vida, por lo que Rocío no pudo conseguir más datos sobre el paradero de su hija.
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“La Fiscalía y la Comisión de Búsqueda de Personas de la Ciudad de México no tienen un plan todavía para buscar a Sofía, para localizarla”, lamentó. “No hay ninguna coadyuvancia, ninguna colaboración de ayuda para poder encontrarla, entre la Comisión de Ciudad de México y la de San Luis Potosí”.
“No estamos en este plantón por gusto, fue porque aquí nos pusieron. Nos pusieron al no tener una respuesta y una localización de nuestros hijos”.
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Además de la falta de coordinación entre entidades federativas e instituciones, las buscadoras reiteraron que el Gobierno capitalino no ha mostrado una capacidad para atender la magnitud de personas desaparecidas en la ciudad.
Esto, señalaron, se ve reflejado en el hecho que la búsqueda en el Ajusco compartía fechas con otra prospección en las Barrancas de Tarango, en la Alcaldía Álvaro Obregón.
“No tienen la capacidad de buscarlos, eso nos queda claro, pero lo que más nos ha movido en esta cuestión, del Gobierno de Clara Brugada, y la Fiscal Bertha Alcalde, es su falta de sentarse con las familias buscadoras”, resaltó la señora María del Carmen Volante. “Ella cree que porque se hizo el Gabinete [de Búsqueda de Personas Desaparecidas] ya está solucionado”.
La activista recalcó que la importancia de que las autoridades se sienten directamente con las familias buscadoras a conocer sus historias radica en reconocer las particularidades de cada caso de desaparición, y no atacar el problema con una estrategia generalizada que no atienda estas diferencias.
“Nos quieren echar al mismo costal, pero no somos un costal. No somos un expediente, ni una carpeta, somos madres y chicas que han desaparecido en contextos diferentes”, dijo. “Lo único que pedimos es una búsqueda exhaustiva”.
Es un conjunto de lenguas que se habla ampliamente en la región andina de América Latina.
El idioma lleva el mismo nombre de la comunidad que lo habla y que vive en una amplia zona de la cordillera de los Andes desde hace unos 10.000 años.
Se estima que en la actualidad más de 2 millones de personas hablan aymara en Bolivia, Chile y Perú. También hay registros de una pequeña comunidad en el sur de Ecuador y en el norte de Argentina.
Particularmente en Bolivia y Perú se lo reconoce como idioma oficial junto al español y a otras lenguas indígenas.
Sin embargo, a pesar del alto número de hablantes, su situación es frágil, describe la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Existen esfuerzos para que la lengua se fortalezca.
Desde mayo de este año, el traductor de Google incluye al aymara en su lista de idiomas y varias aplicaciones y sitios web ofrecen diccionarios en la lengua andina, por nombrar algunas iniciativas.
Pero hay pesimismo sobre el futuro del idioma.
“Soy pesimista porque vivo esa realidad. Si hoy el niño no habla aymara, mañana será un joven quien no la hablará. Solo los que hablamos envejeceremos con nuestra lengua”, le dijo a BBC Mundo Roger Gonzalo, profesor de lenguas andinas de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
“No hay políticas educativas ni políticas sociales serias. Hay muy buenas leyes, pero con ellas no se resuelven cosas prácticas”, reflexiona.
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La historia de los aymaras se remonta a más de 10.000 años.
Su origen está estrechamente vinculado a la diosa Pachamama o Madre Tierra.
La gran nación de Tiwanaku (o Tiahuanaco) regida por los antepasados aymaras existió entre 1580 aC al 1172 dC, es decir que duró cerca de 2.800 años.
Su esplendor e influencia fue notable en el altiplano del sur andino.
Abarcó parte de la sierra del Perú, norte de Chile, norte de Argentina extendiéndose hacia los valles y selvas de Bolivia.
Entre el 1470 al 1535 se impone la nación del Tahuantinsuyo gobernada por los incas quienes refinaron y perfeccionaron los principios de la religiosidad y organización del pueblo, potenciaron la cultura y la actividad económica.
La nación del Tahuantinsuyo finaliza con la llegada de los españoles quienes intentan imponer su cultura y se genera un amalgama con la tradición aymara que dura hasta el día de hoy.
En BBC Mundo nos preguntamos ¿qué hace que el aymara sea un idioma especial?, ¿y por qué se habla un aymara diferente en Perú, Bolivia y Chile?
Aquí te contamos 3 de sus características principales:
El aymara no es un solo idioma sino una familia de lenguas.
Esto es comparable al término “lenguas romances” de las cuales el español es parte, como también lo son el francés y el portugués, por ejemplo.
“El aymara es una familia de lenguas, pero muchas lenguas aymaras se han extinguido, sobre todo en el centro y sur de Perú”, afirma el profesor Gonzalo.
Hoy solo quedan dos lenguas importantes dentro del aymara: el jaqaru y el aymara sureño o simplemente aymara.
El primero es una lengua que solo hablan unas 700 personas en las montañas de la sierra de Lima.
También hay una variedad del jaqaru que se llama cauqui y que solo tiene unas decenas de hablantes, en su mayoría personas mayores. Es una lengua que está en proceso de extinción.
“Los limeños no saben que tienen una lengua indígena propia”, asegura el profesor de la Pontificia Universidad Católica de Perú.
El segundo grupo es el aymara más extendido que se habla en el sur de Perú, Bolivia, Chile, sur de Ecuador y el noroeste de Argentina.
Quizás la particularidad más llamativa del aymara es la capacidad para formar palabras que son larguísimas, que pueden superar en algunos casos las 30 letras.
Como este ejemplo que cita la lingüista estadounidense Martha Hardman:
Aruskipasipxañanakasakipunirakispawa
Esta palabra aymara se puede traducir aproximadamente así: “Tengo conocimiento personal de que es necesario que todos nosotros, incluido usted, hagamos el esfuerzo de comunicarnos”.
Esta formación de palabras tan extensas se debe a que el aymara es una lengua aglutinante.
Aglutinar significa juntar, amontonar, añadir.
“La lengua trabaja con muchos prefijos, sufijos e infijos. Son partículas que se van anexando a una raíz y cada una va indicando género, número, tiempo verbal, sustantivo, etc.”, explica Celia González Estay, doctora en Ecolingüística de la Universidad Arturo Prat, en Iquique, Chile.
“Por lo tanto, una palabra que es muy larga, es porque allí se están diciendo muchas cosas: quién es, quién lo hace, en qué tiempo lo está haciendo”, añade la académica a BBC Mundo.
Esta característica lo hace “completamente distinto al español, que es una lengua que se separa, se desagrega”, detalla.
Otros idiomas aglutinantes son el quechua, el japonés y el turco, por nombrar algunos.
Otra de las características del aymara es el uso de las vocales: una palabra nunca muestra dos vocales juntas.
Y con la adhesión de sufijos o prefijos, también se produce el fenómeno de eliminación de vocales.
“Si unos cinco sufijos pierden sus vocales en una palabra, entonces ya no hay vocales. Tienes que pronuncia unas siete u ocho consonantes juntas”, detalla Gonzalo.
Otro detalle sintáctico del aymara es que el núcleo o sujeto siempre está al final, similar al inglés y opuesto al español.
Si hay algo que es típico de las lenguas andinas y muchas otras aborígenes es que la cultura se transmite oralmente.
Entonces, la gramática del idioma aymara nunca estuvo escrita.
Los trabajos académicos para describir las características gramaticales del aymara recién comenzaron en la década de 1960, señalan los expertos.
“El hecho de que hoy día se puede estar escribiendo es un avance para el mundo occidental, pero no es parte del ejercicio lingüístico de la comunidad. Ellos saben muchas cosas que dicen pero no se escriben”, sostiene Celia González.
“Los investigadores están tratando de recolectar los saberes y el conocimiento de los pueblos originarios porque no están escritos. Y no es fácil, porque es información que se genera dentro de la familia o dentro de la comunidad y no está abierta a público”, describe.
¿Cuál es la manera de saber si una lengua es distinta a otra en una misma familia lingüística?
Cuando los dos hablantes no se entienden, apuntan los especialistas.
“La compresión entre un hablante del jaqaru y el aymara sureño es casi nula. Es igual que quien le habla en francés a un hablante de español”, compara Gonzalo.
Pero el aymara sureño tampoco es igual entre sí.
“Cuando llega una lengua a un territorio empieza a mezclarse con las lenguas locales. Y comienza entonces a tener sus propias diferenciaciones en cada lugar. Es lo mismo que pasa con el aymara”, detalla Celia González.
Entonces surgen variantes dialectales, aunque en este caso no hay un problema de incomunicación absoluta.
“En la región de Tarapacá [norte chileno] se habla de una manera, con ciertos sonidos y otras palabras que se usan para decir lo mismo respecto al aymara de Villa Parinacota que queda a unos 300 km más al norte” en el límite con Bolivia, ejemplifica González.
“El aymara que se habla en Oruro es distinto al que se habla en La Paz, Bolivia”, agrega, aunque solo unos 220 kilómetros separan a ambas ciudades.
Mientras que en Perú se registran tres variedades grandes de aymara: en Puno, Tacna y en Moquegua.
Durante siglos se creyó que los idiomas aymara y quechua compartían un origen. Pero no es así.
“No son lenguas hermanas pero si son lenguas muy amigas”, describe Roger Gonzalo.
En términos históricos se conoce que el Imperio inca realizó un ejercicio de expansión a principios del siglo XV llevando su lengua quechua hacía territorios que en la actualidad son Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina.
Allí se produce una mezcla entre el quechua y el aymara. Ambos idiomas empiezan a convivir y lo hacen por siglos.
Si bien ambas lenguas son aglutinantes en sus características gramaticales, y comparten aproximadamente el 25% de palabras, son dos idiomas distintos.
“La expansión es una explicación de por qué hay palabras aymaras metidas en el quechua y hay palabras quechuas metidas en el aymara”, señala Celia González.
Los distintos pronombres personales en el aymara y el quechua son un indicio de sus diferencias.
Y una pista más.
“En quechua las palabras pueden terminar en vocal y en consonante. Y eso hace que se requiera la aplicación de ciertas reglas para añadir otro sufijo. En cambio en aymara, todas las palabras terminan en vocal”, explica, por su parte, Gonzalo.
Aprender aymara parece ser todo un desafío.
“No es una lengua fácil de aprender, al igual que el quechua o cualquier lengua aglutinante”, opina Celia González.
Además de las complejidades gramaticales de la lengua se suma la discriminación que sufren algunos de los hablantes del aymara.
“Cuando se les pregunta si son hablantes, muchos lo niegan, porque hay un sentimiento de inferioridad”, describe Roger Gonzalo, cuya lengua materna es el aymara.
“La historia nos ha demostrado que por hablar aymara muchas personas hemos sufrido discriminación por parte del Estado en lo político, económico, social y cultural. Entonces hay vergüenza de hablar la lengua aymara”, reconoce.
A eso se suma la poca disponibilidad de profesores que comprendan la cultura y enseñen la lengua.
“La formación de profesores es esencial porque aquí existe la comunidad aymara. Si un niño se está comportando de una manera particular es en gran parte por su cultura”, analiza Celia González.
La profesora, que vive en Iquique, también destaca que esos niños aymara se relacionan con otras culturas que no son andinas o con migrantes que llegan de Venezuela o Colombia, por ejemplo.
“Hay que introducir esta temática en la universidad para que vayamos formando profesionales que tengan también esta mirada o sensibilidad” sobre la cultura aymara, asegura.
Y para que no muera.
O como destaca el sitio aymara.org especializado en esa lengua:
Nax jiwäwa. Akat qhiparux waranq waranqanakaw kutt’anïxa
“Yo moriré pero mañana regresarán millones”.
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