Para entender mejor
La acampada en la UNAM tiene muchas voces que se unen por distintas causas, la principal es para mostrar que la empatía aún existe y que es necesario solidarizarse con Gaza, un pueblo palestino al que están extinguiendo su mirada. El rechazo al genocidio es rotundo, pero cada una de las personas que participan tiene una motivación personal.
Un amigo de Lexi fue asesinado en uno de los tantos bombardeos que el Estado de Israel lanzó contra un campamento de ayuda humanitaria donde había infancias y mujeres. Era voluntario en la ONU. Chema, quien se identifica como una persona no binarie, busca mediante la acampada visibilizar que en Palestina están matando a sus hermanes. Ana sabe que si crece la represión contra las personas pro palestina, también la resistencia.
El pasado jueves 2 de mayo, estudiantes de diversas carreras y escuelas, así como profesores, trabajadores y organizaciones de la sociedad civil se sumaron a los campamentos para exigir un cese al genocidio en Gaza, solidarizarse con el pueblo palestino, así como para hacer un llamado al gobierno a romper relaciones diplomáticas con el Estado de Israel.
Al paso de los días se han ido sumando más personas y el campamento se ha extendido entre el perímetro que forman la Biblioteca Central y la Torre de Rectoría. Estas son algunas de las historias que nos encontramos en la acampada mexicana.
Lexi quiere ser una agente de cambio, por eso estudia la carrera de Relaciones Exteriores en una universidad privada; se reservó el nombre de la institución educativa por miedo a represalias, debido a que en su escuela hay intereses sionistas, aseguró.
“He recibido agresiones y amenazas a través de redes sociales de cuentas sionistas.
Donde yo estudio hay mucha represión hacia los estudiantes que estamos a favor del pueblo palestino, que estamos a favor de los derechos humanos de las personas que están en Gaza”, indica.
Relató que desde que empezó a estudiar, le llamó la atención el tema. Se adentró en la historia, pero se comprometió con la causa luego de la muerte de su amigo. Fue un motor para su lucha y activismo.
“Claro que fue un detonante. Nadie espera perder a alguien en la guerra. Nadie espera que te marquen durante clases para decirte que mataron a tu amigo en un bombardeo. Eso fue algo que me llenó de ira y preguntaba si mi rabia es legítima, si mi dolor es legítimo”.
Aclaró que el movimiento es antisionista, mas no antisemita e invitó a participar a la ciudadanía en general a visitar el campamento o sumarse a él. Aún hay espacio.
“Creo que todos y cada uno de los que estamos aquí, estamos porque tenemos humanidad dentro de nosotros, entonces estamos aquí por esto, así es que tenemos que crear un espacio seguro para personas que estén a favor de la causa”.
Chema es una persona queer no binarie que se identifica con el pronombre Elle. Tiene 27 años y estudia la carrera de Comunicación y gestión de la Cultura y las Artes en la Universidad de la Comunicación. Es de Baja California, pero su familia siempre le habló abiertamente del colonialismo de Israel y que el genocidio comenzó hace 75 años.
Se ha unido a la exigencia de la liberación del pueblo palestino porque no puede ignorar que están asesinado a miles de personas, entre ellas infancias y mujeres, pero sobre todo para visibilizar la vulnerabilidad de las personas de la comunidad LGBTQ.
“La gente tiene que entender que eso no se trata de nosotros, o sea, ¿por qué no por qué no hacer esto por otro?, ¿no? Es que esto se trata de otras personas. Todos nuestros movimientos son interseccionales; la gente no sabe que hay gente queer en Gaza, hay gente homosexual en el Medio Oriente que está muriendo”, expresó.
Señaló que a pesar de la desesperanza que provoca ver a través de una pantalla las imágenes dolorosas en tiempo real de lo qué es un genocidio, estar en el campamento le inyecta esperanza de que no todo está perdido porque aún hay empatía.
“He encontrado espiritualidad en la comunidad y me ha dado esperanza. Al ver este movimiento me he dado cuenta que no hemos perdido totalmente la empatía que tenemos por otro”, dijo Chema.
Ana Moreno llegó desde temprano el jueves 2 de mayo. Traía su mochila en hombro, sleeping bag y todo lo necesario para acampar. Su casa de campaña es de las más grandes y visibles un tanto por las banderas que colocaron al exterior. Estudió Relaciones Internacionales en la UNAM y es integrante de la organización civil, BDS México.
Durante su segundo día de campamento expresó que lo que busca es apoyar a que el movimiento en solidaridad con Palestina crezca, así como el rechazo a la masacre en Gaza por parte del Estado de Israel.
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“Sabemos que no somos un movimiento muy grande, que nos necesitamos tanto estudiantes, académicas, trabajadores, sociedad civil, por eso estamos aquí acuerpando esta iniciativa que ha salido de la asamblea, pero que ha sido motivada por estudiantes”, señaló.
Para Ana, el activismo a favor de Palestina no es algo reciente; comenzó hace 10 años cuando terminaba de estudiar la carrera y ocurrió un bombardeo en ese país donde resultaron miles de víctimas. Se adentró bastante en el tema y conoció a otros jóvenes con los que formó un grupo de estudio.
“En 2014 formamos la colectiva BDS México también como una forma de cómo podemos ayudar”.
Ana señaló, en ese sentido, que ha aprendido que las luchas se conectan. “Lo que ocurre en Chiapas, no es ajeno a lo que ocurre en Palestina, ni lo que ocurrió con los estudiantes de Ayotzinapa. Aprendí de un coordinador del BDS que decía algo así como ‘Si Israel globaliza la represión, nosotras internacionalizamos la resistencia”.
Hugo tiene 20 años y nació en el estado de Chiapas, pero se mudó a la Ciudad de México para estudiar la carrera de Filosofía y Letras. Se declara socialista y marxista. Pertenece a la agrupación política Alternativa Socialista.
Señaló que cuando Israel recrudeció el genocidio organizó junto con sus compañeros discusiones y conservatorios para informarse al respecto. “No podemos ignorar lo que está pasando en Gaza. Es una cuestión de saber de que estamos del lado correcto de la historia. Estamos conscientes de que no es una guerra, es un genocidio”.
Es por ello que invitó a todas las personas que critican desde la comodidad de las redes sociales a que participen en el campamento.
“Desde Twitter y Facebook es muy fácil comentar, hacer bots, pero yo les haría la invitación que si tienen dudas que vinieran, que vean que nuestra lucha siempre es por todas las causas, pero ahorita es momento de estar con el pueblo de Palestina”, indicó Hugo.
El personal del Palacio de Blenheim le contó a la BBC cómo cinco asaltantes escaparon con un inodoro valorado en US$6 millones.
En la madrugada del 14 de septiembre de 2019, Eleanor Paice se despertó sobresaltada por el sonido de cristales rotos.
Como vivía en un apartamento para personal del Palacio de Blenheim, en Woodstock, Inglaterra, la supervisora de servicios al huésped estaba acostumbrada a ruidos extraños. Pero cuando las alarmas de incendios empezaron a sonar, supo que algo andaba mal.
Rápidamente salió hacia el patio principal. Pero, sin saberlo, se dirigía hacia el desenlace de un audaz robo.
Cinco hombres habían irrumpido en el palacio para robar un inodoro de oro macizo valorado en US$6 millones y huían en un Volkswagen Golf hurtado.
El inodoro, titulado “América”, llevaba solo dos días en exhibición en la majestuosa mansión del siglo XVIII, instalado como parte de una exposición del artista conceptual italiano Maurizio Cattelan.
Más de cinco años después, tres hombres fueron condenados por el robo.
James Sheen, de 40 años y residente de Oxford, Inglaterra, se declaró culpable de robo y transferencia de propiedad ilícita en 2024, mientras que Michael Jones, de 39 años y también residente de Oxford, fue declarado culpable de robo en el tribunal de Oxford el 18 de marzo.
Fred Doe, de 36 años y residente de Windsor, fue declarado culpable de conspiración para transferir propiedad ilícita. Bora Guccuk, de 41 años y residente del oeste de Londres, fue absuelto del mismo cargo.
Fue un delito que intrigó a los amantes del arte, deleitó a la prensa y dio lugar a innumerables bromas con temática urinaria.
La BBC obtuvo acceso exclusivo a lo que ocurrió tras bambalinas desde la perspectiva del personal del Palacio de Blenheim para comprender el robo y las fallas de seguridad.
La noche anterior, el director ejecutivo de Blenheim, Dominic Hare, asistía a una glamurosa fiesta de inauguración de la exposición en el palacio, organizada por el propio Cattelan.
Era la primera vez que “América”, el inodoro de oro, se exhibía fuera de Nueva York y la presencia de la obra de arte estaba causando sensación.
Hare recuerda haberse escabullido de la fiesta con la esperanza de poder usar el baño, que estaba completamente funcional.
Pero al encontrarse con una fila, pensó: “No importa, no tiene sentido hacer cola. Puedo volver mañana y echar un vistazo”.
Pero pocas horas después, su colega, Eleanor Paice, era testigo de los momentos finales del robo cuando la obra de arte de 98 kg era trasladada a un auto.
Recuerda una escena confusa y rápida: «Solo había sombras y movimientos rápidos. Los vi acercarse al coche, subirse… y luego el coche salió disparado».
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Desde el momento en que los ladrones entraron y salieron del patio, el audaz robo duró solo cinco minutos.
La policía llegó poco después, y solo cuando el personal registró el palacio se dieron cuenta de lo que había sido robado.
“Fue entonces cuando… sentí un vuelco en el estómago”, señala Paice. “Y pensé: ‘Esto es grave'”.
Al poco tiempo, el director ejecutivo se despertó con el zumbido de su teléfono: “Dom, nos robaron”.
Comentó que tardó unos instantes en darse cuenta de que no estaba soñando antes de correr al palacio.
Su alivio al ver que el personal estaba ileso se mezcló con el horror de ver la escena del crimen inundada y destrozada.
“Si el inodoro dorado que había allí se veía hermoso, perfecto, majestuoso e inmaculado, esto era todo lo contrario”, señala Hare. “Esto fue brutalizado, destrozado. Esto es un palacio. Los palacios no se destrozan”.
Cuando el palacio reabrió sus puertas un día después, la controversia fue abordada con un gesto triunfal.
El personal volvió a colocar cinta policial sobre el cubículo destrozado, a pocos metros de la casa natal de Winston Churchill, y exhibió la escena del crimen como parte de la exposición de Cattelan, ahora sin inodoro.
Hare dijo que, a pesar de su vergüenza, su ira lo impulsó a mantener la escena visible, pero también se dio cuenta de que podría ser un atractivo para el público.
Funcionó. En los días siguientes, Paice dijo que el palacio estaba “abarrotado”, con multitudes que querían ver la destrucción.
“La gente estaba más interesada en ver en dónde habían robado el inodoro de oro que en venir a ver el propio artefacto”, añadió.
El personal del palacio afirma que tuvo gracia la forma en que la prensa y el público abordaron el crimen, pero que el asalto los inquietó profundamente.
Paice comentó que Blenheim, que era un hogar seguro para ella, “no se sintió en calma” durante mucho tiempo.
“Siempre había una gran ansiedad. Si eso había ocurrido, cualquier cosa podría pasar”, afirmó.
Hare expresó su conmoción y agradecimiento de que nadie resultara herido, calificando a los ladrones como “las personas más peligrosas que jamás hayan visitado el Palacio de Blenheim”.
“Ese inodoro sobrevivió a Nueva York. Y si sobrevivió a Nueva York, debería haber sobrevivido al Palacio de Blenheim”, afirma Christopher Marinello, abogado especializado en recuperación de obras de arte que fue contratado por las aseguradoras para analizar el caso.
En su opinión, la seguridad de Blenheim “falló completamente”.
Lo que queda muy claro en las entrevistas con el personal del palacio es que el inodoro de oro de 18 quilates no se había considerado un riesgo para la seguridad.
Un mes antes del robo, Edward Spencer-Churchill, fundador de la Fundación de Arte de Blenheim, le dijo al Sunday Times: «No va a ser fácil de robar”.
“En primer lugar, está conectado a la red de agua y, en segundo lugar, un potencial ladrón no tendrá ni idea de quién lo usó por última vez ni de qué comió. Así que no, no pienso vigilarlo”.
Hare afirmó que estaban “mucho más preocupados” por otras obras de arte controvertidas de la exposición: una estatua de un Papa golpeado por un meteorito, banderas de Reino Unido sobre las que el público caminaba y una estatua de Adolf Hitler rezando.
Admitió que la condición del inodoro como peculiar objeto de arte había eclipsado el hecho de que valía US$3,6 millones solo en oro.
Se dejó sin vigilancia durante el horario de cierre, sin circuito cerrado de televisión que vigilara la puerta del cubículo.
Pero la banda aprovechó otras fallas de seguridad esa noche, como la ausencia de patrullas y puertas fáciles de forzar.
Incluso después del asalto, el personal no se dio cuenta de inmediato de que el inodoro había sido el objetivo.
Paice señala que imaginó brevemente que habían venido por el mechón de pelo de la infancia de Churchill, que se exhibe en el palacio.
En las semanas siguientes, Hare comenzó a revisar la seguridad a toda velocidad. Y asumió toda la responsabilidad por los fallos de esa noche.
“No fue una decisión democrática que tuviéramos cierto nivel de seguridad; en realidad fue mi decisión. En ese sentido, hice a Blenheim vulnerable. Y ya no somos vulnerables”, dijo.
El palacio renovó su seguridad con una “mejora muy significativa”, y a la vez, el robo fue una llamada de atención para otras casas señoriales.
El oro robado nunca se recuperó, pero la historia perdurará como una peculiar nota sobre uno de los palacios más populares de Reino Unido.
“Tiene una historia importante y seria, guerras que cambiaron el curso de la historia de un continente. En contraste, el robo es poca cosa”, comentó Hare.
“Pero en las historias de la gente de Blenheim, la gente que vivió aquí y dio vida a este lugar, fue un momento muy amenazante”.
“Me imagino a los guías dentro de 150 años; es el tipo de historia que podrán contar”.
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