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“Siento lo que sigue de miedo”: familias de Chilpancingo viven en casas en riesgo de colapso por crecimiento urbano sin planeación
“Siento lo que sigue de miedo”: familias de Chilpancingo viven en casas en riesgo de colapso por crecimiento urbano sin planeación
Viviendas con daños en Chilpancingo, Guerrero. Foto: Margena de la O
7 minutos de lectura

“Siento lo que sigue de miedo”: familias de Chilpancingo viven en casas en riesgo de colapso por crecimiento urbano sin planeación

En Chilpancingo, Guerrero, 250 viviendas presentan daños severos y otras 250 sufren afectaciones menores debido a deslizamientos provocados por la saturación de humedad en el suelo, consecuencia de la falta de una planificación urbana adecuada.
05 de marzo, 2025
Por: Marlén Castro / Amapola Periodismo

Alín agradece no haber estado en su casa el viernes 28 de febrero a la 1:30 de la tarde. Tampoco sus hijas e hijos. A esa hora tembló.

La sacudida no fue fuerte ni prolongada, alcanzó los 5.1 grados, pero fue suficiente para espantar a unas 500 familias de colonias del norponiente de Chilpancingo, Guerrero. En cualquier momento del día o de la noche, varias casas con daño estructural severo en la calle Acapulco de la colonia San Rafael Norte pueden colapsar con sus ocupantes dentro.

Alín y sus cuatro hijos viven en una de esas casas de paredes cuarteadas y pisos levantados a causa de un deslizamiento por reptación, un movimiento de ladera imperceptible a simple vista, pero que daña las estructuras de las construcciones del área, explicó Roberto Arroyo Matus, secretario de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil.

La barda de la casa de Alín y sus hijos, sostenida por un ficus, parece que colapsará si alguien se recarga en ella.

A la hora del temblor, Alín estaba en el trabajo. Ya había recogido a su hijo de cinco años y a su hija de tres de la escuela. Él va a la primaria, ella al preescolar. Los lleva con ella al trabajo y ahí permanecen hasta que termina su jornada laboral. No los lleva a casa por las condiciones en las que se encuentra. Sus hijos mayores, de 20 y 16 años, estaban en sus respectivas escuelas.

Pero su madre, doña Lucía, quien vive en la casa vecina, también afectada por el deslizamiento, sí estaba en el hogar.

—Mi mamá me llamó preocupada para saber si estábamos bien, pero yo ni siquiera sentí el temblor, estaba muy ocupada. A ella sí le tocó en la casa —relata.

La dueña de una tienda en esta parte de la calle Acapulco también estaba en su hogar.

—Sentí mucho temor, pero gracias a Dios pasó pronto —cuenta.

El primer tramo de la calle Acapulco en la colonia San Rafael Norte es una hilera de ocho casas por cada lado, todas con daños visibles. Las del lado izquierdo, de norte a sur, son las más afectadas. Las dos casas de la esquina colapsaron y sus ocupantes ya no viven ahí.

Las siguientes viviendas, entre ellas la de Alín —de un solo piso—, tienen advertencias de que están en zona de riesgo. La casa de Lucía, de dos plantas, tiene la advertencia de “inhabitable”. La siguiente casa, también de dos pisos, no tiene advertencias, aunque se deslizó un metro hacia adelante y se elevó un metro del suelo. No se le ven cuarteaduras, como si un gigante la hubiera movido de su lugar.

Más adelante, en una vecindad con unas cinco viviendas, la mayoría han colapsado. También tienen la advertencia de “inhabitable”, aunque hay señales de que al menos una de ellas sigue habitada.

Las ocho casas de enfrente no tienen daños evidentes, pero se han separado unos tres centímetros de la guarnición. El deslizamiento las empuja hacia el oriente.

Lee: Marchan en Guerrero en demanda de obras; retienen a funcionarios y exigen presencia de la gobernadora.

Foto: Margena de la O
Foto: Margena de la O

No es una falla geológica

Tiene al menos un par de años que a lo que ocurre al norponiente de la ciudad le llaman falla geológica, pero no lo es.

Una falla geológica es algo a merced de las fuerzas de la naturaleza, fuera del control de las autoridades, algo a lo que hay que resignarse, pues las fallas geológicas se producen por esfuerzos tectónicos, incluida la gravedad y empujes en la corteza terrestre. No hay nada qué hacer. 

Pero lo que aqueja al norponiente de la ciudad es un problema generado por la ausencia de una planificación urbana, lo cual produjo humedad en el suelo por las lluvias pluviales ante la pérdida de la cobertura vegetal, indicó Roberto Arroyo Matus, secretario de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil.

“No es una falla geológica, es un deslizamiento por reptación”, precisó el especialista formado en la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) y con estudios de posgrado en diseño sísmico en universidades de Japón y Francia.

El deslizamiento abarca un polígono del norponiente de la ciudad que afecta a 18 colonias asentadas en una ladera de pendiente suave en el que hay deslizamiento debido a la pérdida de cobertura vegetal por el desarrollo urbano. 

La pérdida de la cobertura vegetal ocasiona que el agua pluvial corra y sature de humedad el suelo, el cual se reblandece y eso genera los deslizamientos, señaló.

Arroyo Matus precisó que de acuerdo con un estudio de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos hay 250 viviendas de la zona registran daños severos, por lo que la gente tiene que desalojarlas y otras 250 viviendas tienen daños menores.

De acuerdo con el estudio de la dependencia, entre 2023 y 2024 registraron un deslizamiento de un metro y 10 centímetros que dañó la estructura de estas casas.

El especialista afirmó que este tipo de deslizamientos son imperceptibles a la vista, pero las construcciones lo resienten.

Los primeros daños

La casa de Lucía comenzó a cuartearse y colapsar en 2013.

—Lo primero que noté fue la grieta en esta pared de enfrente, unos días después de Ingrid y Manuel (en septiembre de 2013). Le dije a mi esposo: “La pared se cuarteó, se ve peligroso”. Él me dijo que no tuviera miedo, que era algo superficial —recuerda.

La pared a la que se refiere es la fachada de la casa. Con los años, la cuarteadura se ensanchó y avanzó. Al inicio de 2025, la grieta recorre casi toda la pared y en algunos puntos es tan ancha que se puede ver el interior de la casa a través de ella. Los dos portones de fierro están descuadrados y doblados en algunas partes por el peso de las losas de cemento.

—Cada día la casa se daña más; algunos daños ni siquiera los vemos —dice Lucía.

En 2024, tras las lluvias de John, Lucía perdió el tanque de agua y el lavadero. Ahora ya no tiene dónde lavar la ropa ni dónde almacenar agua.

La calle Acapulco tiene diferentes niveles, al igual que las casas. Algunas están más arriba, otras parecen hundidas. Como si un reptil jugara con ellas y, en cualquier momento, fuera a dar un coletazo que las tirará al suelo.

La vivienda que colinda con la de Lucía no tiene grietas evidentes, pero se levantó un metro del suelo y se deslizó un metro hacia adelante.

—Construí con cimientos fuertes, por eso se movió completa —explica el morador.

Otras casas de la colonia San Rafael Norte registran sus primeros daños en diferentes fechas, siempre después de un evento meteorológico o telúrico.

—Mi casa se cuarteó desde el temblor del 2017 —dice una habitante de la avenida Chilpancingo, más arriba de la calle Acapulco.

—La mía se dañó durante Otis —comenta un ingeniero, quien lleva tres meses reforzando su vivienda con columnas gruesas.

Las casas de la calle Acapulco no son las únicas con daños severos. Otras colonias del norponiente de Chilpancingo también presentan afectaciones. En algunas, el colapso parece inminente, pero aún así, la gente sigue viviendo ahí.

El área afectada abarca 18 colonias, con 250 casas que presentan daños graves y deben ser desalojadas, precisó Arroyo Matus.

Te puede interesar: Lenta recuperación tras Otis: escasez y altos costos para conseguir materiales para la reconstrucción de Acapulco.

Foto: Margena de la O
Foto: Margena de la O

Habitar lo inhabitable

Lucía se sincera:

—Siento lo que sigue de miedo —dice al preguntarle cómo es vivir en su casa.

En el centro de la vivienda, una advertencia en rojo dice: “Precaución, zona de riesgo. Inhabitable”.

Varias casas de la calle tienen letreros similares. Los habitantes cuentan que quienes los colocaron nunca entraron a revisar las casas ni hablaron con ellos. Solo llegaron y pintaron las advertencias en las paredes.

Lucía vive con su esposo, una hija, un hijo, su nuera y tres nietos. Ocho personas en total. Solo ella y su nuera se quedan todo el día en la casa. Los demás salen a trabajar o estudiar.

Sabe que quienes se van, lo hacen con la preocupación de que un temblor o cualquier otro evento agrave el daño con ellas dentro.

Cada noche, todos se van a la cama con miedo. Antes de cerrar los ojos, se encomiendan a Dios para que nada pase mientras duermen.

Al amanecer, agradecen seguir con vida. Quienes salen dejan una advertencia:

—Si pasa algo, salgan pronto.

Lucía reconoce que ya ha sido demasiado vivir así, pero son muchos y no tienen a dónde ir.

Lo único seguro es que no pasará otra temporada de lluvias en esa casa.

—Cuando empiece la nueva temporada de lluvias, nos iremos a rentar. No sabemos a dónde, pero sí nos vamos a salir como sea.

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Imagen BBC
Trinidad, la isla del Caribe donde se está abandonando el concreto para construir viviendas
10 minutos de lectura

En la isla se están construyendo edificaciones que buscan adaptarse al territorio y al entorno para ayudar a aliviar los estragos del cambio climático. Y utilizando saberes tradicionales.

27 de febrero, 2025
Por: BBC News Mundo
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Cuando Erle Rahaman-Noronha decidió dedicarse a la agricultura en 1997, el terreno donde se instaló en Freeport, como mucha de la tierra agrícola en la isla caribeña de Trinidad, era de monocultivo, un remanente de las plantaciones coloniales que marcaron la historia de la región.

“Hay un árbol de limón cada seis metros. Y esos árboles no son aquí”, señala Rahaman.

Ahora, estas 12 hectáreas se parecen más a un bosque, salpicado de estructuras construidas con materiales reutilizados.

Pero Rahaman-Noronha no solo ha reforestado sus terrenos, también es bastante entusiasta conque las estructuras que conforman su granja sean sostenibles.

Una vez entras a la finca, el concreto te da la bienvenida con forma de casa. Pero toda otra estructura que hay en el lugar tiene un toque de la naturaleza: arcilla, que se consigue en un terreno cercano, madera de los árboles que están en la parte de atrás de la granja, botellas de vidrios recicladas y de todos los colores que brillan con la luz del sol.

También se pueden apreciar los rastros redondos de lo que solían ser algunas llantas de bicicletas que fueron enterradas para darle fuerza a la estructura. Todo esto terminado con parches de hierba seca que sirve de textura para las paredes.

La granja abraza las antiguas tradiciones de Trinidad para construir sus casas, cuando sus habitantes las construían con lo que tenían en la mano, en vez de importar materiales.

Pero él no solo está utilizando materiales que terminarían de otro modo en la basura, sino que está utilizando estilos de construcción que proveen algo de resistencia en contra de los efectos del cambio climático.

Dragon con forma de mirador.
Wa Samaki Ecosystems
Una estructura hecha con elementos reciclados y materiales naturales.

El esfuerzo es parte del proyecto llamado Wa Samaki Ecosystems, una organización sin ánimo de lucro fundada por Rahaman-Noronha que desea resaltar los beneficios de los cultivos regenerativos en el Caribe y educar a los residentes en cómo ejercer la sostenibilidad mientras rehabilitan los espacios que los rodean.

“La idea a largo plazo es tener un lugar dónde educar a las personas sobre el medio ambiente y vivir en equilibrio con la naturaleza”, explica.

Una cultura de concreto

Mucho de la arquitectura en Wa Samaki se apoya en el pensamiento creativo de la arquitecta y escultora Celine Ramjit.

Formas de cuerpos cósmicos, criaturas y animales míticos adornan el paisaje además de esta estructura única, todos hechos usando un proceso conocido como construcción de la Tierra: usando materiales del ecosistema.

Y significa que cada espacio construido tiene su propia personalidad y una huella ecológica.

Esto está muy lejos del estándar común de construcciones en Trinidad, donde muchas de las edificaciones modernas proyectan una uniformidad estéril.

Ramjit nota que en estos días la decisión de construir un edificio o una casa tiene que ver primordialmente con el presupuesto y el acceso a los materiales.

“Esto viene con un tema de educación, donde no se considera de dónde vienen los materiales o cómo se producen”, señala la arquitecta.

Pero construir rápido no deja mucho tiempo para observar el medio ambiente: patrones de lluvia, plantas, la vida animal o donde sopla el viento.

“Es de ese tipo de cosas de las que estamos desconectados”.

En vez de tener en cuenta estos aspectos, se opta por nivelar el terreno, remover los árboles y empezar la construcción casi desde cero, sin considerar qué hay ya presente en ese terreno y cómo se puede integrar con el diseño.

Como la deforestación y la pérdida de especies nativas son un problema ambiental, la práctica de limpiar lo que existe y crear algo completamente nuevo puede tener un efecto dominó en el suelo, por ejemplo el incremento de deslizamientos.

La desconexión con el medio ambiente es un sello de lo que se conoce como la “cultura del concreto” que se convirtió en algo prevalente en Trinidad a principios del siglo XX.

Niños con manos en el fango
Wa Samaki
Wa Samaki organiza talleres comunitarios donde la gente puede aprender a “construir con tierra”

Asad Mohammed, director de la Red del Manejo Urbano y de la Tierra del Caribe, atribuye esto al “impacto de la influencia de la arquitectura Occidental que tienen poca relevancia en el contexto en donde vivimos”.

Él describe un “estilo moderno de edificios cuadrados” que no están aclimatados a los calores intensos del verano o los huracanes y las inundaciones de la época de lluvias.

Aprendiendo del pasado

Esas cajas de concreto no siempre fueron la norma en el Caribe.

A través de la historia, en esta región del planeta se han visto varios estilos arquitectónicos que han usado lo que Mohammed llama un “buen diseño típico”.

Por ejemplo, describe a las casas europeas hechas en madera, con adaptaciones con el clima regional como ventanas que podían cerrarse o abrirse adecuadamente durante la temporada de tormentas y toldos para protegerse de la fuerte luz del sol.

Ahora, señala el experto, esas viviendas han sido reemplazadas con ventanas planas que tienen que estar cerradas siempre para evitar la exposición constante al sol o de la lluvia, por lo que el edificio tiene que tener aire acondicionado.

De hecho, las primeras casas en la región no tenían ventanas o incluso, muros.

Tracy Assing, miembro de la Comunidad de Pueblos Originarios en Arima y directora del documental “The Amerindians” anota que para sus ancestros, las estructuras más viejas eran de madera y techos de paja.

Y la mayoría de ellas estaban abiertas al aire.

“Era más como un refugio, con una situación de ático”, señala Assing.

Eran estructuras de temporadas, construidas para ser devueltas a la tierra y reconstruir si era necesario.

“El barro fue un avance tecnológico”, agrega.

Mientras las comunidades indígenas en el Caribe usaban arcilla para construir pequeñas estructuras como hornos en los tiempos precolombinos, fue tiempo después que se utilizó en una vivienda.

Pero para el siglo XVII, la influencia colonial española combinada con las técnicas indígenas había conducido a la popularidad de las estructuras de barro y adobe conocidas como tapia, que es lo más cercano a la técnica utilizada en la actualidad por Wa Samaki.

La arquitecta Celine Ramjit
Wa Samaki
Celine Ramjit sostiene un ladrillo de arcilla y hierba sin cocer frente a una pared de experimentos de yeso.

El historiador Glenroy Taitt, en una investigación publicada hace poco señala que las casas de tapia son como un refugio con forma ovalada con un marco de madera y hecho con una mezcla de arcilla, agua y hierba para las paredes y un techo de paja y hojas de palma.

Incluso esos tipos de edificios se podían encontrar en todo el país bien entrado el siglo XX.

“La era de la tapia finaliza alrededor de los años 40. No solo la gente dejó de utilizar este método para construir sus casas, sino que comenzaron a verlo como algo de personas de menos recursos y primitivo”, señala.

Casas de esta época ahora son difícil de hallar en Trinidad y solo se pueden ver en museos, como el Avocat Mud House.

Este lugar fue construido en 1885 y se erige como un registro de los métodos de construcción del pasado, utilizando técnicas popularizadas aún más por los inmigrantes indios que migraron al Cáribe en el periodo conocido como fr “trabajo no remunerado”

Dentro de esta casa que tiene más de un siglo, uno puede sentir como la temperatura desciende, que es un signo de las casas construidas con arcilla.

Al ser la arcilla más porosa que el concreto, logra atrapar humedad que luego se evapora y de esta forma libera el calor de la superficie.

Con el cambio climático causando temperaturas récord en el Cáribe, un cuarto con una temperatura normal al mediodía es una hazaña sorprendente en una estructura sin ventanas, ventiladores o aire acondicionado.

La identidad nacional

Construcciones adaptadas al clima fue un sello de la arquitectura del Caribe y con los patrones climáticos cambiando alrededor del mundo y afectando particularmente los pequeños estados caribeños, hay una necesidad creciente de mirar el éxito de estos estilos antiguos de arquitectura, a la vez que se incorporan los avances del mundo moderno.

Desde casas de arcilla hasta casas de hierba, pasando por las estructuras coloniales europeas con sus techos altos y espacios abiertos y aireados, cada etapa de la historia del Caribe se ha reflejado en el estilo de la arquitectura construida en esos tiempos.

Cuando Trinidad y Tobago se independizó en 1962, tuvo que lidiar con lo que esto significaba para su identidad nacional y sus edificios.

El Arquitecto Sean Leonard habla de este desafío de la identidad.

“Después de la independencia, como parte de definir cómo sería este nuevo país se decidió cómo tenían que lucir nuestros edificios”, explica.

En paisajes urbanos, como las áreas donde Leonard usualmente trabaja, hacer cambios ecológicos es algo totalmente distinto a lo que se hac en el campo, como Wa Samaki.

Mientras él habla con clientes corporativos, quienes podrían no considerar un diseño tropical como prioridad, mejorar las cosas pueden ser detalles tan pequeños como utilizar un modelo más tradicional de ventana para poder atrapar mejor el viento frío que viene de afuera o dejar dejar una parte del suelo sin pavimentar para que pueda absorber mejor el agua de la lluvia.

Otra adaptación del clima usada a través de la historia del Caribe es construir estructuras elevadas del suelo, que ayuda a la circulación del aire frío durante el verano y protege de las inundaciones en las épocas de lluvias.

Paredes hechas con botellas recicladas
Wa Samaki
Una de las paredes de arcilla de la cocina de Wa Samaki, hecha con botellas de vidrio recicladas

Leonard describe esto como una técnica que ha sido usada a través de la historia de Trinidad, que todavía es utilizada y que puede servir tanto en la ciudad como en el campo.

Para las estructuras de arcilla como las que está construyendo Ramjit, que la estructura esté elevada del suelo es una necesidad de proteger la arcilla de absorber mucha humedad del piso.

El nuevo propósito de la basura

Técnicas tradicionales y materiales como la arcilla y la hierba no son las únicas utilizadas en Wa Samaki, ellos también usan materiales de la basura, para reducir los desperdicios.

El mirador del lugar está hecho de guadua que crece en esta región.

Y para los cimientos y los muros, con forma de dragón, de esta estructura utilizaron llantas usadas tiradas a la basura, que fueron recogidas por los vecinos y rellenadas de botellas vacías y otros desperdicios de plástico antes de ser cubiertas con arena y arcilla.

El techo está cubierto de viejos carteles publicitarios reciclados y un trozo de un tanque de agua, cuya otra mitad se utiliza para albergar algunos de los peces de Rahaman-Noronha (Wa Samaki significa “De los peces” en suajili, un guiño a su lugar de nacimiento, Kenia).

En otras construcciones de la granja, botellas de vidrio multicolores incrustadas en las paredes proporcionan una vía para que entren fuertes halos de luz y color.

Sin su intervención, estos materiales probablemente habrían terminado en uno de los vertederos de desechos de Trinidad, filtrando sustancias químicas a entornos cercanos como la Reserva Natural del Pantano de Caroni.

En Wa Samaki, el equipo ha plantado vetiver, una planta multiusos que se puede utilizar para tratar el residuo químico que dejan las basuras en el suelo.

En la granja, lo utilizan para estabilizar las orillas de sus estanques y evitar deslizamientos de tierra, pero también es uno de los ingredientes principales de sus construcciones de arcilla.

Casasa en un bosque
Wa Samaki
Una toma aérea de la densa jungla de Wa Samaki muestra un marcado contraste con el área circundante.

Ramjit lo utiliza en tiras para dar forma a las paredes de tierra. La hierba se cosecha y se seca, y sus hojas largas y resistentes forman la red perfecta para mantener unida una estructura de arcilla.

Pero Ramjit enfatiza la importancia de experimentar con las hierbas disponibles, en lugar de intentar conseguir un tipo específico.

En lugar de tener “recetas” fijas sobre lo que deberían ser sus materiales de construcción, prueba y experimenta con lo que tiene a mano y alienta a otros a hacer lo mismo.

Durante todo el proceso, hay una idea subyacente de tener curiosidad por lo que nos rodea, observar y colaborar con el mundo natural en lugar de tratar de someterlo a nuestro control.

Assig describe una filosofía similar transmitida a través de su comunidad, de “trabajar con el medio ambiente, en lugar de imponerse a él”.

Este enfoque colaborativo podría ser la clave, no solo para construir estructuras sostenibles que tomen prestado tanto del pasado como del presente, sino para cambiar toda una cultura de cómo los humanos piensan sobre su relación con la tierra.

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