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Volver a levantar Acapulco: 110 mil mdp costará reactivar economía y turismo tras ‘cicatrices’ de los huracanes Otis y John
Volver a levantar Acapulco: 110 mil mdp costará reactivar economía y turismo tras ‘cicatrices’ de los huracanes Otis y John
Daños en Acapulco, afectado por dos huracanes, Otis y John, en menos de un años. Foto: Manu Ureste
14 minutos de lectura

Volver a levantar Acapulco: 110 mil mdp costará reactivar economía y turismo tras ‘cicatrices’ de los huracanes Otis y John

Tras Otis, la recuperación de Acapulco, aunque lenta, avanzaba. Sin embargo, menos de un año después, otro destructivo huracán, John, inundó parte de la ciudad. Ahora, la economía está paralizada, pues el puerto vive del turismo.
24 de octubre, 2024
Por: Manu Ureste
@ManuVPC 

Es un edificio alto, de 8 plantas. No está en primera línea de playa, pero desde la azotea se observa la inmensa bahía de Acapulco. En la planta baja, junto a la banqueta que colinda con la muy concurrida y turística avenida Costera Miguel Alemán, varias palmeras espigadas se balancean lentamente con la brisa que llega del mar dándole al inmueble un toque de postal tropical.

Sin embargo, caminando por la costera se aprecia a simple vista a lo lejos que la postal no es tan paradisíaca: el edificio está sin paredes, en el puro ‘esqueleto’, y su interior parece más el escenario de una película de guerra, o de una invasión zombie, que un lobby para visitantes.

Huracán Otis John Acapulco
Foto: Manu Ureste

 

En el recibidor, junto a unos grandes y llamativos ventanales con forma de arcos arabescos de los que aún cuelgan amenazantes vidrios enormes en los que se refleja el sol anaranjado de la tarde, hay un océano de escombros

Al entrar –no hay nadie que vigile el inmueble ni que impida el paso, a pesar del riesgo que implica su deteriorada estructura–, es fácil tropezar con los hierros retorcidos que inundan el recibidor. Por todas partes hay escombros, infinidad de cristales rotos, papeles amarillentos que danzan lúgubres con el aire que corre libre por entre los pilares, una amalgama de cables colgando, pedazos de la esponja que cubre los ductos del aire acondicionado, y tuberías que, aunque ya no vierten agua, están fracturadas y a la vista.

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Foto: Manu Ureste

 

Muy cerca del lugar cruzando la costera, otro edificio de cuatro plantas que parecía un hotel o un edificio de departamentos también está en el cascarón; desde la calle se aprecian los escombros polvorientos. A otros pocos metros, los transeúntes miran de reojo el inmueble de una universidad que tiene partes del techo colapsado y que está envuelto en un inquietante halo de silencio, el mismo que recorrió Acapulco mientras por la ciudad pasaban rachas de viento de más de 300 kilómetros por hora. Y más adelante, ya rumbo a la zona naval, hoteles míticos como El Cano o el Dreams lucen dañados y con las puertas cerradas.

Ha pasado ya un año del huracán categoría 5 que barrió el Puerto de Acapulco

Pero, para estos hoteles e inmuebles, el tiempo se detuvo exactamente a las 11.15 de la noche del 24 de octubre de 2023. 

La noche de Otis

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***

A un año de Otis: el balace de daños económicos y el gasto en reconstrucción

De acuerdo con datos de autoridades municipales, Acapulco tiene una oferta de 19 mil 500 habitaciones de hotel, de las que, a un año del huracán Otis, están disponibles aproximadamente 11 mil 500; un poco más de la mitad, el 57%.

O en otras cifras: de 281 hoteles, casi medio centenar como los mencionados unos párrafos arriba continúan cerrados, algunos de manera indefinida, bien porque no cobraron los seguros por problemas legales, o bien porque no tenían un seguro ante catástrofes naturales. Esto, sin contar con los restaurantes, bares, centros de ocio, etcétera, que tampoco volvieron a abrir sus puertas por las enormes pérdidas económicas que supuso el devastador huracán

Para dimensionar el impacto de Otis en la economía: según cifras de la Secretaría federal de Bienestar, el gobierno mexicano lleva gastados 35 mil millones de pesos en la recuperación de Acapulco, mientras que la Secretaría de Hacienda federal anunció en noviembre del año pasado en un comunicado que, entre apoyos financieros como créditos blandos, planes de recuperación de infraestructura urbana, apoyos para viviendas y comercios, y exenciones en el pago de luz y prórrogas en las cuotas del IMSS, Infonavit y el Fovissste, el Gobierno federal invertirá otros 26 mil 313 millones de pesos, dando un total de una inversión de 61 mil 313 millones

A todo esto se suma que, en menos de un año, un nuevo huracán, esta vez de nombre John, volvió a impactar en Acapulco el pasado 24 de septiembre dejando más daños graves en la infraestructura de la ciudad, aunque esta vez no afectó a la costera ni a los hoteles de la zona. Según dijo en entrevista con Animal Político Abelina López, la alcaldesa de la ciudad, se requerirán, al menos, otros 50 mil millones extra para reparar puentes dañados o colapsados, carreteras destrozadas, encauzar de nuevo ríos y veredas desbordadas por John, y atender a la población que vive en las colonias de la parte alta de la ciudad y junto a afluentes, principalmente. 

En total, en menos de un año, dos potentes huracanes –lo ‘normal’ solía ser un fenómeno de este tipo cada 10 años– provocaron destrozos que obligarán al gobierno a gastar, solo en Acapulco, al menos 110 mil millones de pesos, lo equivalente a todo el presupuesto destinado, por ejemplo, a 6 años de la beca ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’, uno de los programas estrella del Ejecutivo. 

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Alejandro Martínez Sidney, presidente de la Cámara de Comercio y de Servicios de Turismo de Acapulco, expone en entrevista que, a las cifras de los costos de la reconstrucción y de los apoyos a los damnificados, hay que sumar también las pérdidas que sufrió el sector privado de las empresas turísticas, tanto por los daños en los hoteles, restaurantes, y negocios, como en el dinero que se dejó de ingresar durante muchos meses, lo que también generó que el empleo cayera y la economía casi se paralizara en la ciudad. Las pérdidas por Otis, subraya el líder empresarial, “fueron devastadoras”. 

––Estamos hablando de un estimado para el sector de 38 mil millones de dólares en pérdidas. Acapulco fue devastado en su estructura turística en un 100%. 

Huracán Otis John Acapulco

La lenta recuperación en Acapulco tras Otis y ahora John

Después de la tempestad, comenzó la lenta recuperación. Doña Rocío es la gerente del hotel ‘Villas Lupita’, que está a unos pocos metros de la costera y de la glorieta de la Diana Cazadora; ahí donde un año antes, en plena crisis por Otis, el Ejército instaló un puesto con una pequeña antena de internet que se convirtió en un improvisado ‘centro de prensa’ y de lugar de ‘peregrinación’ para miles de acapulqueños que acudían a cargar sus celulares y a conseguir algo de telefonía para comunicarse con sus seres queridos, luego de que la ciudad estuviera sin luz ni electricidad durante muchos días. En entrevista, la mujer, que ya es conocida en el puerto como “la señora Villas Lupita”, lamenta que “el año de Otis fue muy duro”, aunque dice que gracias a los apoyos y subsidios gubernamentales –les condonaron impuestos de octubre a enero de 2024 y les subsidiaron la luz hasta este mes de mayo pasado– pudieron salir adelante. 

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Las cifras de la Secretaría de Turismo de Acapulco también muestran que meses después de Otis comenzó esa recuperación de la que habla la señora Rocío: para el verano de este 2024, ya había disponibles 11 mil 500 habitaciones de las 19 mil del puerto, y de esas 11 mil 500 hasta un 70% estaban ocupadas. 

Incluso, para las dos últimas semanas de julio y las dos primeras de agosto, la ocupación hotelera rebasó el 75%. La realización de eventos multitudinarios, como el abierto de Tenis que se celebra en febrero, o los congresos del IMSS y Liconsa, más el tradicional tianguis turístico, además de que se dio paso libre en las casetas de cobro para incentivar el turismo, ayudaron en buena medida a que los tiempos para limpiar la ciudad se acortaran y los visitantes llegaran de nuevo a la Bahía.

La recuperación, aunque lenta, pues en la ciudad aún persisten ‘cicatrices’ de los impactos de Otis un año después, marchaba por buen camino. 

Hasta que menos de un año después de Otis, algo insólito que se achaca a los efectos del cambio climático, otro potente y destructivo huracán sepultó buena parte parte de esos avances e inundó por cuatro días la ciudad.

John nos volvió a dar en la torre –lamentan los ciudadanos de Acapulco

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***

Abelina López, la alcaldesa acapulqueña, toma la llamada para esta entrevista justo después de uno de sus habituales recorridos en las últimas semanas por colonias como la Infonavit Alto Progreso o la 20 de Noviembre, en la zona alta de la urbe, donde las lluvias torrenciales de John dejaron deslaves y edificios en riesgo de colapso, calles enteras sepultadas por el lodo y las piedras enormes que cayeron de los cerros, y puentes como el de la colonia Kilómetro 21 parcialmente destruidos. Esto, además de calles y viviendas que, un mes después, continúan inundadas, como en la colonia Tecnológica.  

Abelina López Rodríguez alcaldesa Acapulco
Abelina López Rodríguez (chaleco naranja), alcaldesa Acapulco. Foto: especial

 

–En serio, que John nos causó más daño que Otis –recalca la mandataria local–. Hay mucha afectación estructural. Nos pegó mucho en puentes, como el de la Kilómetro 21, y en muchas vialidades, como en la libre Acapulco-Chilpancingo, además de que hay socavones por donde quieras. 

Asimismo, la alcaldesa hace hincapié en que John dejó muchos daños en ríos y veredas que se desbordaron con las lluvias e inundaron todo a su paso, y que ahora hay que volver a encauzar pensando, además, en que algo similar no vuelva a suceder en un futuro ante un nuevo fenómeno meteorológico.

–Nada más por mencionar un ejemplo: el cauce de San Agustín no estaba afectado. Hoy, son 3 kilómetros afectados con casas derrumbadas. ¿Cuánto te gusta que cueste encauzar de nuevo 3 kilómetros de un lado, y tres del otro? Solo ahí es una millonada. Y como este cauce, tenemos muchos otros desbordados, como el canal del perro, o el canal del muerto, que son siete kilómetros, el cauce del río camarón, de aguas blancas, la garita, y si a eso le sumamos todos los puentes que se cayeron o se dañaron… pues hay que reconstruir buena parte de la ciudad

De acuerdo con los cálculos de Abelina López, se requerirán, al menos, 50 mil millones de pesos para abordar estas obras. 

–Y creo que me estoy quedando corta –advierte la alcaldesa, que no obstante también hace hincapié en que la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, está en “constante comunicación” con el municipio y el gobierno del estado, y atendiendo ya las necesidades del puerto y de miles de ciudadanos que, en menos de un año, perdieron todo dos veces. 

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Sin embargo, el sector turístico, del que depende buena parte de la economía de Acapulco, está, de nuevo, desesperado. 

–La situación es crítica, muy complicada. En este momento, está colapsado el sistema económico de la ciudad –advierte Alejandro Martínez Sidney, presidente de la Cámara de Comercio y de Servicios de Turismo de Acapulco

–Aquí vivimos del turismo al 100% y desde un día antes de John, el 23 de septiembre, no ha habido prácticamente turismo –añade–. A diferencia de Otis, que fue muchísimo aire, John trajo mucha agua. En cuatro días llovió lo de todo un año, y eso generó estragos en la infraestructura de la ciudad. No tuvimos aeropuerto por varios días, ni carreteras, ni salidas hacia la costa. Y esa incomunicación costó mucho retraso económico.

Las cifras oficiales vuelven a corroborar lo dicho por los empresarios del turismo, pero esta vez de manera negativa. José Luis Smithers, presidente de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco, expone que tras el paso de John la ocupación, “que venía en ascenso después de Otis”, cayó hasta el 10%, algo insólito para la ciudad, o solo visto en las semanas posteriores a Otis. 

–Llevamos 3 semanas muy estáticos, con muy poco turismo. Y una situación así no es que sea difícil de soportar por mucho tiempo, es que es imposible, porque es incalculable lo que se pierde y lo que se deja de ganar –advierte Smithers, que denuncia que, a diferencia de lo sucedido tras el paso de Otis, las ayudas gubernamentales no están llegando, o no se están concediendo con la misma rapidez ni fluidez del pasado, cuando Otis llegó prácticamente en época electoral

–Tras el paso de John, le pedimos a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) una prórroga en el pago de la luz por 15 días, pero se negó tajantemente, mientras que el IMSS y el Infonavit ya se cobraron puntuales sus cuotas, a pesar de que llevamos semanas sin ingresos –plantea el presidente de la Asociación de Hoteles, que vuelve a insistir en la denuncia de que “a los únicos a los que el Gobierno no les da nada es a los empresarios, y somos los que tenemos Acapulco de pie”. 

Huracán Otis John Acapulco
Foto: Manu Urese

 

Gabriela Martínez Castillo, presidenta de la Asociación Femenil de Ejecutivas de Empresas Turísticas de la República Mexicana (AFEET), dice que han tenido “acercamientos” con Nacional Financiera y otros organismos para gestionar apoyos, como créditos blandos, pero por ahora “no se ha concretado para muchos”. 

–Es una labor titánica, somos muchos los afectados, y eso ha alentado mucho el proceso. Seguimos en la fila de espera para conseguir un apoyo a tasa cero, o unas condiciones de préstamos que nos ayude a salir adelante, porque de otro modo te hundes. 

Doña Rocío dice que, en su caso, el problema no es tanto conseguir créditos blandos, pues el hotel que dirige no sufrió importantes daños con Otis, casi un milagro, ni tampoco con John. Su problema, lamenta, es otro. 

–Ahora estamos otra vez a un 30% de ocupación en el hotel –pone sobre la mesa–. Y con eso no cubro para pagar a todos los empleados, más impuestos y los suministros. Necesito, al menos, un 60% para cubrir todo eso, y si no, pues me veo obligada a tener que descansar a empleados que dependen de este trabajo para llevar sustento a sus casas. 

Preguntada sobre si espera que en Navidad vuelva a repuntar la ocupación en su hotel, la gerente lanza un suspiro y responde que, por ahora, no tiene buenas expectativas tampoco para esa época vacacional. 

–Pues muchas de las reservas que ya teníamos, nos las están cancelando. Hay gente que cree que va a venir otra catástrofe, y pues dicen ‘no, mejor me espero’ y posponen sus vacaciones para marzo o abril, en Semana Santa

Precisamente, doña Rocío y muchos de los hoteleros y líderes empresariales consultados, opinan que el tema de la ‘desinformación’, o el “amarillismo” de algunas notas, es parte del grave problema que están sufriendo, además de los huracanes y el cambio climático. 

–La gente tiene miedo de venir y eso nos perjudica mucho –opina Rocío. 

–En Ciudad de México y en otras partes del país se están escuchando muchas cosas fatalistas, de que Acapulco se cayó y que todo es zona de desastre –plantea por su parte José Luis Smithers, el presidente de la Asociación de Hoteles de Acapulco.

–Pero Acapulco no se ha caído –subraya–. Estamos tratando de reiniciar y reactivar el producto turístico, pero se difunde mucha información catastrofista de que la ciudad está inundada, cuando eso no es cierto. Se inundaron ciertas zonas y colonias, sí, hubo daños, también, pero la costera no fue afectada y la zona turística tampoco. Las playas están listas y la gente está ávida de volver a recibir a los turistas. Que nadie se vaya con la finta de que estamos destruídos, porque Acapulco sigue siendo un lugar maravilloso. Tenemos problemas, como cualquier ciudad grande, pero estamos de pie. 

***

Lo que sí parece un hecho es que los efectos del cambio climático ya están aquí. Y que estos, además, al menos en el último año se han cebado con la Bahía de Acapulco, aunque es de sobra conocido que el cambio climático es un fenómeno global. 

–México tiene que abrir agenda nacional e internacional para hablar del cambio climático, porque no podemos continuar así –advierte la alcaldesa de la ciudad, Abelina López. 

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Huracán Otis John Acapulco
Foto: Manu Ureste

 

–Hay que iniciar ya una política dura de cambio climático –agrega–. Y por dura me refiero, por ejemplo, a que ya no podemos seguirle ganando espacios a la naturaleza, porque ella viene a por lo suyo y es cuando suceden los estragos. Es decir, tenemos que reconstruir y repensar en el futuro. Y vuelvo a poner un ejemplo: donde haya cauces o ríos cerca, definitivamente no se va a poder vivir. Se necesita un estudio integral de Acapulco, y entre todos buscar las zonas de alto riesgo y reubicar a las personas, buscarles otro lado para vivir. 

No obstante, Gabriela Martínez, la presidenta de Ejecutivas de Empresas Turísticas, lamenta que por el momento no parece haber un plan concreto de las autoridades mexicanas para combatir, o al menos mitigar, el cambio climático. 

–Son años de recuperación y el tema del cambio climático es una labor titánica –admite–. Pero tampoco vemos una estrategia contundente –matiza–. Se dicen muchas cosas, y de pronto se plasman algunas, pero aún no se han aterrizado. Hay que tener en cuenta que este tema no solo es municipal, sino que es estatal, nacional e internacional. Necesitamos cambiar la forma de construir y de cuidar nuestro entorno. 

José Luis Smithers expone que el huracán Otis, que pasó en cuestión de horas de ser una tormenta tropical a un huracán categoría 5, la máxima que existe a la fecha, puso de manifiesto que el cambio climático es una realidad innegable, aunque pide que el tema ocupe un papel mucho más presente y relevante en la agenda política y mediática de México. 

Lee | Otis devastó Acapulco en 9 horas: así fue su formación, vientos y velocidad

–Tendrían que venir expertos a explicarnos el proceder de este cambio climático; por qué está pasando y qué podemos hacer para ser más cuidadosos. Porque algo hay que hacer, esta situación ya es muy complicada –lamenta el empresario hotelero, que como el resto de la ciudadanía acapulqueña vive con la preocupación de los estragos que puede provocar el clima. 

Otis fue un parteaguas para Acapulco. Ahora, a cada rato sacamos el radar y las aplicaciones para ver cómo está el clima. Porque ya, cualquier lluvia o un aire un poco fuerte, nos pone a temblar a todos –finaliza Smithers.

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Imagen BBC
La vida de los hibakusha, sobrevivientes de las bombas atómicas que vivieron con miedo y ganaron el premio Nobel de la Paz
9 minutos de lectura

Para muchos habitantes de Hiroshima y Nagasaki sobrevivir a las bombas fue solo el comienzo de una vida en la que combatieron dolores físicos pero también profundas heridas emocionales.

11 de octubre, 2024
Por: BBC News Mundo
0

Las bombas de Hiroshima y Nagasaki terminaron con la vida de miles de personas en un instante. Para los sobrevivientes fue solo el comienzo de años de dolorosas heridas, enfermedades, miedo, sentimiento de culpa y discriminación.

La organización Nihon Hidankyo, que agrupa a los hibakusha o sobrevivientes de las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas en 1945, ganó el Premio Nobel de la Paz este año.

El movimiento representa a los 174.080 sobrevivientes de los bombardeos atómicos que residen en Japón, Corea y otras partes del mundo.

No existen cifras definitivas de cuántas personas murieron a causa de los bombardeos del 6 y el 9 de agosto de 1945,.

Los cálculos más conservadores estiman que cinco meses después de los ataques unas 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades.

Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas, a finales de ese año, pudo ser más de 210.000.

Escombros de edificios en Hiroshima.
Getty Images
Hiroshima quedó arrasada tras la explosión de la bomba.

El mundo ha conocido el relato del horror gracias a los sobrevivientes, a quienes se les conoce como hibakusha, que en japonés significa “persona afectada por la bomba atómica”.

Sus testimonios no solo dan cuenta de lo que vieron, sino de los traumas que aún llevan dentro.

“Hay muchos hibakusha que son narradores sociales, pero no son capaces de contarle su propia historia a sus hijos”, le dice a BBC Mundo Yuka Kamite, profesora de Psicología en la Universidad de Hiroshima, quien ha estudiado la salud mental de los hibakusha.

Una dura batalla

Se calcula que hoy aún viven unos 140.000 hibakusha, que rondan los 80 años de edad.

¿Cómo ha sido la vida de los hibakusha y por qué sobrevivir a la bomba fue solo una parte de la dura batalla que han dado para llevar una vida digna?

Miedo

Los hibakusha que recibieron el impacto de la bomba sufrieron quemaduras y heridas que marcaron sus cuerpos y sus rostros.

Una sobreviviente con quemaduras en la cara
Getty Images
Muchos sobrevivientes sufrieron quemaduras y de los efectos de la radiación.

Aquellos que estuvieron expuestos a mayores dosis de radiación, aunque a primera vista parecían ilesos, luego mostraron síntomas como pérdida del pelo, sangrado y diarrea.

Luego se reportó un aumento en enfermedades como el cáncer y la leucemia.

“Todavía siento miedo de que se me puedan manifestar las consecuencias de la radioactividad y morir en cualquier momento”, le dice a BBC Mundo Yasuaki Yamashita, un sobreviviente de Nagasaki que tenía 6 años el día de la explosión y que hoy, a sus 81 años, vive en México.

Ese miedo los llevó a una vida de estrés, confusión, incertidumbre y ansiedad. Incluso vivían con temor de pasarle los efectos de la radiación a sus hijos.

“Los efectos de la radiación son invisibles, eso los hizo sentirse inestables e intranquilos, sin saber qué iba a pasar con su futuro”, le dice a BBC Mundo Hibiki Yamaguchi, investigador en el Centro para la Abolición de Armas Nucleares de la Universidad de Nagasaki.

Dos sobrevivientes con heridas
Getty Images
Las bombas causaron heridas físicas y psicológicas.

El miedo marcó para siempre la salud mental y emocional de muchos hibakusha.

Luli van der Does, profesora en el Centro para la paz de la Universidad de Hiroshima que ha estudiado los efectos de la bomba en los sobrevivientes, menciona algunos ejemplos de cómo el miedo se quedó grabado en sus mentes.

“Algunos no pueden comer pescado seco porque les recuerda el olor de los cuerpos quemados”, le dice van der Does a BBC Mundo.

“Otros se tuvieron que ir de Hiroshima y nunca volvieron a visitar su ciudad, otros dicen que no pueden comer pepinos, porque ante la falta de medicinas tras la bomba era lo único que podían usar para curar sus heridas”.

Yasuaki Yamashita en una foto de cuando era pequeño a la izquierda y una foto reciente
Cortesía/Marcos González
Yasuaki Yamashita tenía 6 años cuando explotó la bomba en Nagasaki. Hoy, a sus 81 años, vive en México.

“En casos más severos, dicen que no pueden cruzar puentes ni ver ríos, porque comienzan a recordar los cadáveres que veían flotando tras la explosión”.

El miedo les afectó su salud emocional pero, además, los lanzó a una realidad que hizo aún más difícil su lucha por llevar una vida soportable después de la bomba.

Discriminación

Las heridas físicas, el temor a que los efectos de la radiación pudieran ser contagiosos y los traumas psicológicos de los hibakusha llevaron a que muchos comenzaran a ser discriminados por su condición.

“La gente temía que los sobrevivientes tuvieran una enfermedad contagiosa”, recuerda Yamashita.

“Decían: ‘Hay que separarlos, no hay que casarse con ellos, no hay que tener amistad con ellos’”.

El temor a la discriminación llevó a que muchos ocultaran su condición de hibakusha o se negaran a hablar de ello.

“Aquellos que tenían queloides [crecimiento excesivo del tejido de una cicatriz] en el cuerpo usaban mangas largas para cubrir sus cicatrices, incluso en pleno verano”, dice la profesora Kamite.

Una persona muestra sus cicatrices abultadas
Getty Images
Los sobrevivientes ocultaban sus cicatrices queloides por miedo a la discriminación.

También se les hacía difícil conseguir y conservar sus trabajos. Así lo recuerda Yasuaki Yamashita:

“Cuando salí de la preparatoria comencé a trabajar y casi al mismo tiempo comencé a sufrir los efectos de la radiación.

Empecé a perder la sangre, evacuaba sangre, vomitaba sangre, entonces no podía trabajar.

Si conseguía un trabajo, venía esa enfermedad y tenía que renunciar, así duré como dos años.

Mucha gente me decía que yo era un flojo, que no quería trabajar, pero no era eso, era que simplemente no podía trabajar. Yo necesitaba trabajar, pero no podía”.

Para las mujeres la situación muchas veces era aún más difícil.

En esa época casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

Setsuko Thurlow
Getty Images
Setsuko Thurlow recuerda que cuando era joven, poder casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

“Era casi la única cosa que una mujer esperaba”, recuerda Setsuko Thurlow, sobreviviente de Hiroshima, quien en julio compartió sus recuerdos durante un evento en línea para conmemorar el 75 aniversario de las bombas.

“Con esas cicatrices queloides, esas mujeres perdían la fe y la esperanza en la vida”, dijo Thurlow, quien en 2017 recibió en nombre de los sobrevivientes el Premio Nobel de Paz que se le otorgó a la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por su sigla en inglés).

Keiko Ogura, otra sobreviviente de Hiroshima, recuerda que vivió esa discriminación en carne propia. Así lo contó en conversación con BBC Mundo:

“Tenía 8 años, era solo una niña pequeña en la escuela elemental, pero sabíamos que no debíamos decir que habíamos estado en la ciudad ese día. Si decíamos algo relacionado con la radiación, no nos podríamos casar.

No decíamos que éramos sobrevivientes. Teníamos un certificado de sobrevivientes y al mostrarlo en el hospital podíamos recibir tratamiento médico que ayudaba a pagar el gobierno. Sin embargo, la gente nos decía ‘no muestres eso’.

Keiko Ogura
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A Keiko Ogura le enseñaban que no debía decir que era una sobreviviente de la bomba.

Al principio yo no le prestaba atención, sentíamos que todos compartíamos el mismo destino, pero cuando ya era una mujer en edad de casarme, a los 18 o 20 años, los hombres jóvenes de fuera de la ciudad me preguntaban “Keiko, ¿dónde estabas al momento de la bomba?Por mi parte no hay problema, pero a mis padres les preocupa”.

Sé que muchas otras personas también tuvieron esa experiencia”.

La profesora Van der Does cuenta que cuando llegaba el momento de casarse, algunas personas contrataban detectives para investigar si la pareja había estado en Hiroshima al momento de la bomba.

Otros, por su parte, sintieron esa discriminación de una manera más sutil o indirecta, y los puso en una posición vulnerable ante la sociedad. Una “discriminación silenciosa”, como la llama la profesora Van der Does.

Yoshiro Yamawaki con una camisa a cuadros.
Cortesía Yoshiro Yamawaki
Yoshiro Yamawaki lamenta no haber podido estudiar una carrera porque tras la muerte de su padre tuvo que dedicarse a trabajar.

“No sabes exactamente qué tipo de discriminación estás sufriendo, pero simplemente la sientes en tus interacciones sociales, o al darte cuenta de que a lo largo de tu vida has recibido un trato injusto”, explica.

Yoshiro Yamawaki, sobreviviente de Nagasaki, es uno de esos casos de discriminación silenciosa.

“La bomba mató a mi padre, mi madre tenía siete hijos y no podía hacerse cargo de ellos. Por eso, tuve que dedicarme a trabajar, sin poder ir a la universidad, creo que eso fue una forma de discriminación”, dice Yamawaki en conversación con BBC Mundo.

Según explica Van der Does, es difícil conocer el daño psicológico y emocional que sufrieron los hibakusha porque muchos murieron sin ser capaces de hablar de ello.

Keiko Ogura con 8 años.
Cortesía Keiko Ogura
Keiko Ogura tenía 8 años cuando estalló la bomba en Hiroshima.

“Hay muchos que no han admitido ser hibakusha por el miedo a la discriminación”, dice la investigadora.

En una reciente encuesta que Van der Does realizó entre 1.652 hibakusha de Hiroshima y Nagasaki, encontró que el 31% de ellos ha sufrido varios tipos de trato discriminatorio a lo largo de su vida.

Esa discriminación en ocasiones se dio entre los mismos hibakusha.

“Los hibakusha conocían mejor que nadie lo que les ocurría, por eso muchas veces se discriminaban entre ellos”, dice Hibiki Yamaguchi, de la Universidad de Nagasaki.

Setsuko Thurlow hablando desde la tribuna de los premios Nobel
Getty Images
En 2017 Thurlow asistió a la ceremonia del Premio Nobel representando a las víctimas de los bombardeos.

Según Van der Does, esa discriminación era fruto del miedo y de la desesperación por vivir. “Estaban luchando por sobrevivir, tenían que competir entre ellos por lograr algún tipo de ayuda”, dice la profesora.

Culpa

Al miedo y a la discriminación con que cargaban los hibakusha muchas veces se les sumó un sentimiento de culpa por haber escapado con vida o haber sido incapaces de ayudar a quienes pedían auxilio.

Ese sentimiento de culpa de los sobrevivientes les causó sufrimiento a largo plazo, explica la psicóloga Kamite.

Hiroshima destruida tras la bomba
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Muchos hibakusha desarrollaron un sentimiento de culpa por no haber podido ayudar a las personas heridas.

Así lo recuerda la sobreviviente Keiko Ogura:

“Yo, al igual que el 90% de los sobrevivientes, tuve un sentimiento de culpa porque vi morir a familiares y amigos. Después de la explosión vimos gente bajo los edificios derrumbados pidiendo ayuda, pero no podíamos ayudarlos, estaban atrapados. Las madres trataban de sacarlos pero era muy difícil.

Luego, el fuego se esparció tan rápido que no tuvieron más opción que irse del lugar.

Eso los hizo preguntarse: ¿por qué no pude cumplir con el deber de ayudar a mis hijos hasta el último momento?

Tras la explosión, dos personas muy heridas se me acercaron y solo decían ‘agua, agua’. Yo les di de beber y luego murieron frente a mí. En ese momento no lo entendía, era solo una niña de 8 años, pero comencé a culparme porque sentía que los había matado. Sentía que si no les hubiera dado agua, ellos no estarían muertos. Me sentí así durante más de 10 años”.

Yasuaki Yamashita hablando en un foro
Getty Images
Algunos hibakusha cuentan su historia en eventos públicos, pero otros prefieren permanecer en silencio.

Según los expertos, la dificultad que muchos sobrevivientes tienen para hablar de su experiencia les ha afectado sus vidas.

“El velo de silencio sobre estos temas funcionó para ocultar las transgresiones ocasionadas por las secuelas atómicas”, dice Kamite.

Contra el silencio

Algunos hibakusha, sin embargo, han combatido ese silencio y comparten sus historias con los medios o como parte de campañas en contra de la proliferación de armas nucleares.

“Algunos están motivados por la ira, otros por un sentido de misión social, y otros pueden estar motivados por la respuesta al trauma”, dice Kamite.

Takashi Morita sostiene unas flores en la mano
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Algunos hibakusha se convirtieron en activistas en contra de las armas nucleares.

La profesora, sin embargo, advierte que son solo unos pocos quienes participan en estas actividades sociales y que es probable que muchos hibakusha hayan sido una “mayoría silenciosa”.

Van der Does, por su parte, explica que con el tiempo los hibakusha lograron construir un sentido de comunidad que los ayudó a ganar aceptación en la sociedad.

“Se convirtieron en líderes en la lucha por el desarme nuclear”, dice la profesora. “Pasaron de ser víctimas a creadores de un mundo nuevo”.

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